LA REPÚBLICA LIBERAL

 

Por: Augusto Trujillo Muñoz

 

Introducción

En todo lo largo, en todo lo ancho y en todo lo profundo del espacio geográfico y del paisaje humano del Tolima, la República Liberal quedó grabada como algo más que un período histórico. Significó también la presencia del departamento en la primera línea de los acontecimientos nacionales.

Algo similar había ocurrido en los tiempos del Olimpo Radical, cuando los nombres de Manuel Murillo Toro, los hermanos Samper, José María Rojas Garrido, los Pereira Gamba, Francisco Eustaquio Álvarez, y Aníbal Galindo fueron protagonistas centrales de la historia intelectual y política del país. En ambos casos hubo eclosión de ideas nuevas, debates permanentes, controversias periodísticas, participación ciudadana.

En la República Liberal hubo, además, un contacto crítico con el mundo cuyo alcance desborda la acción política. Fue un período que en el Tolima se vivió con hondo sentido de historia y que sus juventudes deben estudiar a fondo, de cara a la recuperación del peso específico regional perdido en las últimas décadas.

Intento perfilar “a mano alzada” episodios destacados de la República liberal en el Tolima, para dar una visión de conjunto sobre ella. Hacer un análisis hasta el detalle excede la razón de este trabajo. Pero el examen de hechos fundamentales que incidieron en el desarrollo de la sociedad tolimense durante esos tres lustros, permite aproximarnos a una visión histórica de su época.

Se trata de un período básico en la historia del Tolima. Aspiro a que el texto despierte el interés de los estudiosos, sobre todo de los jóvenes, por analizar un tiempo que tuvo hondas implicaciones doctrinarias y múltiples proyecciones históricas. Agradezco el concurso de los historiadores tolimenses Hernán Clavijo Ocampo y Álvaro Cuartas Coymat, la gentileza de las familias Arbeláez Jiménez y Peláez Vila que me facilitaron al acceso a las páginas de ‘El Derecho’ y del ‘Frente Liberal’, fundados por sus mayores durante aquella época, y a los miembros de la Academia de Historia del Tolima cuya interlocución me permitió enriquecer el trabajo.

 

López y los primeros años

El final de la hegemonía conservadora fue muy convulsionado en todo el territorio nacional. El Tolima no sólo no fue la excepción, sino eventualmente un escenario de mayor agitación que en el resto del país. En efecto, el Partido Socialista Revolucionario –fundado a mediados de la década de los veintes al amparo de la Tercera Internacional, y convertido en 1930 en el Partido Comunista Colombiano- contaba entre sus cuadros con activos dirigentes de origen tolimense.

Durante la misma década surgió el movimiento de “Los Bolcheviques” liderado por Pedro Narváez, un zapatero residente en el municipio del Líbano, comprometido en lo que, probablemente, fue la primera insurrección armada que conoció América del sur. En 1929, a raíz de la detención de un compañero de Narváez llamado Julio Ocampo, ocurrida en Ibagué y condenada por el semanario “El Cronista”, el gobernador Félix María Reina envió un grupo de soldados a sellar las puertas del periódico.

Pero además, desde 1926 el joven abogado liberal chaparraluno José Joaquín Caicedo Castilla se enfrentó al gobernador conservador Rafael Dávila, por haberle otorgado el contrato del Ferrocarril Ambalema-Ibagué al señor Carlos Cock contra la voluntad de la representación del partido en la Asamblea1. En 1928 el nuevo Directorio Departamental Liberal presidido por el general Enrique Caicedo Carvajal acentuó la oposición, en medio de un creciente entusiasmo del liberalismo.

Ese era el ambiente político que se respiraba en el Tolima por esas calendas. Mientras tanto Alfonso López, uno de los más conspicuos dirigentes liberales del país, reiteraba que su partido debía prepararse para la reconquista del poder. López, nacido en Honda cuarenta y cinco años antes, formaba parte de la Dirección Nacional del liberalismo, al lado de los generales Antonio Samper Uribe y Leandro Cuberos Niño.

A la caída del régimen conservador –presidido por otro tolimense, el abogado Miguel Abadía Méndez- contribuyó más de una circunstancia. La división del partido de gobierno entre dos candidatos –el general Alfredo Vázquez Cobo y el poeta Guillermo Valencia- y las dubitaciones del Arzobispo de Bogotá Bernardo Herrera Restrepo para oficializar con su respaldo –como se acostumbraba entonces- una sola candidatura conservadora, dieron ímpetus a la reiterada invitación que López venía formulando al liberalismo. Pero el desplome de las exportaciones colombianas y el impacto de la gran crisis mundial de 1929 sobre la economía nacional tuvieron, si se quiere, mayor incidencia que los factores políticos.

La mayoría de los historiadores coinciden en señalar el ascenso de Enrique Olaya Herrera a la jefatura del Estado, el 7 de agosto de 1930, como el inicio de la República Liberal. En un sentido lato tienen razón. Pero en términos más rigurosos la afirmación resulta inexacta, tanto histórica como doctrinariamente. Olaya era un liberal moderado que formó parte del servicio exterior colombiano durante buena parte de la hegemonía conservadora. Es cierto que en 1921 le pidió a Eduardo Santos motivar al liberalismo del Concejo de Bogotá para organizar un congreso nacional de municipalidades liberales, a fin de propiciar una mejor organización del partido. Pero también lo es que había pertenecido a la Unión Republicana –lo mismo que Santos- y en tal condición se comprometió a fondo con la candidatura de Carlos E. Restrepo, victoriosa en 1910.

De hecho Restrepo, veinte años después, se convirtió en uno de los grandes ejes de la candidatura Olaya y del programa de “Concentración Nacional” que la sustentó. Restrepo fue nombrado ministro de Gobierno por el nuevo Presidente, quien integró su gabinete con voceros de los dos partidos tradicionales. Olaya llegó al poder a título de liberal y con el respaldo pleno de su partido. Alfonso López, Eduardo Santos, Gabriel Turbay y Luís Eduardo Nieto Caballero fueron los ejes de la campaña liberal. Pero hizo un gobierno que denominó de “Concentración Nacional” el cual, si bien proyectó un nuevo estilo, no concreto reformas en materia de concepción del Estado2.

En ese sentido la auténtica República Liberal se inició en 1934, con el ascenso al poder de Alfonso López y de un nuevo equipo dirigente. Duro once años –naturalmente con altibajos- hasta cuando, en 1946, el conservatismo recuperó la jefatura del Estado. En cierta forma se repetía la historia de 1930: Aprovechando la división liberal entre las candidaturas de Gabriel Turbay y Jorge Eliécer Gaitán, el dirigente conservador Mariano Ospina Pérez se coló por el medio.

Olaya designó como Gobernador del Tolima al jurista Carlos Lozano y Lozano, nacido coincidencialmente en Fusagasuga pero miembro de una reconocida familia tolimense. Al asumir el primer cargo del departamento, Lozano designo el siguiente equipo de colaboradores: Benjamín Triana secretario de Gobierno, Antonio Rocha secretario de Hacienda, Arcadio Dulcey director de Educación3, Pablo Emilio Casas Comandante de la Guardia Civil, Marco J. Ramírez gerente de Rentas y Roberto Sarmiento alcalde de Ibagué. Dulcey y Ramírez eran la cuota del partido conservador.

El gobierno de Lozano apenas duró cerca de cuatro meses. En efecto el 24 de noviembre fue destituido del cargo, por haber viajado a Cali a participar en una recepción que se le ofrecía al doctor Alfonso López con motivo de su regreso al país. Lozano hizo uso de la palabra en el acto y suscitó una fuerte protesta conservadora, frente a la cual los liberales reaccionaron en apoyo al gobernador. Olaya decidió separarlo del cargo con el argumento de que debía preservar la neutralidad oficial y nombró para sucederlo a Antonio Rocha Alvira, quien venía desempeñándose como secretario de Hacienda. Rocha asumió el 5 de diciembre ante el magistrado Jorge Iriarte, presidente del Tribunal Superior y designó como secretarios de Gobierno y Hacienda a Carlos Peláez Trujillo y a Juan C. Molina respectivamente.

Podría decirse que en el Tolima la República Liberal sí principió en 1930 y, si se quiere, aún antes. Desde la famosa Convención Nacional de Ibagué, en 1922, una nueva generación de liberales tolimenses ingresó a la actividad pública y, ahora, encontraba el amparo necesario para consolidarse. José Joaquín Caicedo Castilla y Rafael Parga Cortés habían recorrido el Tolima liderando la oposición liberal contra el gobierno conservador, mientras los hermanos Bonilla Gutiérrez, los hermanos Peláez Trujillo, los hermanos Melendro Serna centraban en Ibagué su acción política. Pero además los hechos que envolvieron la destitución del gobernador Lozano afianzaron el sentimiento partidista de los liberales tolimenses.

Para los conservadores la República Liberal no sólo se inició con Olaya, sino que trajo consigo oscuros nubarrones. En efecto, so pretexto del cambio de gobierno o quizás como último gesto de nuestro quijotismo pendenciero de los mil días, aparecieron expresiones de conflicto social4. El abogado conservador Roberto Urdaneta Arbeláez, quien más tarde sería ministro y Presidente de la República, escribió el texto que sigue a los pocos días de la posesión de Olaya Herrera:

“La elección de Olaya mudó totalmente el horizonte. Hombre de fuerte personalidad, de ideología individualista, con acentuado don de mando, con grandes capacidades de gobernante y notable ascendiente popular, especialmente dentro del partido liberal, realizó una administración de centro, sólida y ordenada…No obstante todas esas circunstancias favorables se produjeron brotes de violencia en varios departamentos, y cuando se esperaba que se consolidara más que nunca la convivencia de los dos partidos y su colaboración en beneficio del país, empezó a asomar de nuevo la pasión sectaria y a renacer el odio, que parecía haberse extinguido definitivamente”5.

Por su parte Rafael Azula Barrera, en su libro titulado ‘De la revolución al orden nuevo’, formula consideraciones semejantes y se duele de los abusos que, contra miembros de su partido, cometían malhechores a sueldo incorporados a la fuerza pública. En el Tolima hicieron eco de esas denuncias los hermanos Dávila Tello, los generales Celerino Jiménez y Plácido Cárdenas, los abogados Belisario Arciniegas y Juan María Arbeláez, los médicos Plinio Rengifo y Edmundo Vargas, los dirigentes Marco J. Ramírez, Luís Antonio Pardo, Félix Tiberio Guzmán, Campo Elías Bocanegra, y otros líderes conservadores. Ese clima cede al poco tiempo pero deja huella en las zonas rurales y en el discurso de la dirigencia del conservatismo regional.

El problema, sin embargo, no era simplemente político. Las dos características centrales de los años veinte fueron la agitación social y el progreso económico. La primera como consecuencia de la llegada al país del socialismo y el segundo debido a la estabilidad y el progreso generados en el período conservador, gracias a los recursos llegados al país con motivo de la indemnización por el zarpazo norteamericano a Panamá. Pero además “el abandono de los campos por la mano de obra que se iba a las vías públicas y a las industrias en gestación, y el alto valor que iba adquiriendo la propiedad raíz a medida que el país entraba en la era capitalista, llevaron a los latifundistas a desalojar de sus parcelas a quienes las trabajaban en forma directa para convertirlos en proletarios”6. Algo de aquellas turbulencias sociales se reflejaba en las pugnas que llegaron con el nuevo gobierno.

Aunque ya se habían presentado varias escaramuzas, al Tolima llegó el conflicto social llegó con cierto retrazo y se hizo evidente a los pocos días de la posesión de Alfonso López como Presidente de la República. En efecto, en la mañana del 14 de agosto de 1934 se sucedió un sangriento combate entre los arrendatarios de la Hacienda Tolima y los miembros de la fuerza pública, con un balance de quince muertos y numerosos heridos. La hacienda –una de las más grandes del municipio, de propiedad del señor Martín Restrepo y administrada por el señor Hernando Jaramillo- estaba situada en la vía que de Ibagué conduce hacia el nevado del Tolima y tenía una extensión aproximada de ocho mil hectáreas.

El enfrentamiento surgió a raíz de los avalúos que debían practicarse en algunos predios de la hacienda, a los cuales se oponían radicalmente los arrendatarios. La diligencia fue aplazada varias veces, mientras se intentaba persuadirlos para que no obstaculizaran la acción legítima de la autoridad judicial. Aquellos le expresaron a ésta su decisión de impedir la diligencia, pues estaban sindicalizados y sólo aceptarían órdenes del doctor Jorge Eliécer Gaitán7. Según el informe enviado al gobierno nacional por el gobernador Heriberto Amador8, los arrendatarios fueron los primeros en disparar contra la policía, por la cual ésta se vio en la necesidad de responder el fuego “hasta dominar la situación”. Del texto del informe transcribo los siguientes apartes:

“Tengo la pena de participarle los siguientes hechos desgraciados ocurridos en la hacienda Tolima, jurisdicción de éste municipio. En juicio de lanzamiento promovido por Martín Restrepo y Compañía contra Eusebio Pardo, por valor de unos arrendamientos y ante el juez segundo municipal…el juez decretó el avalúo de sus mejoras para que fueran reparadas.

Nombrados los peritos…les fue imposible realizar el avalúo porque el demandado Pardo lo impidió, apoyado por otros arrendatarios de la hacienda…Este despacho constituyó una comisión de mediadores, compuesta por los señores Cesáreo Rocha Castilla y Adriano Triana, altos empleados del gobierno, para que intervinieran en forma conciliatoria acerca de los arrendatarios (sic) en rebeldía, con el fin de reducirlos a respetar la ley y la autoridad por los medios de la persuasión.

Al iniciar las diligencias la policía fue atacada por los mencionados arrendatarios, en número muy considerable, con armas de fuego y con suma violencia…Una vez caídos dos agentes de policía muertos y algunos heridos, el resto de la escolta empleó sus armas, operó sobre el enemigo y dominó la situación…El gobierno nacional puede tomar la actitud asumida por los arrendatarios de la hacienda Tolima, como un índice de la situación creada en el campesinato de estas regiones”9.

El abogado Juan María Arbeláez, ex presidente del Directorio Departamental Conservador, ex parlamentario y apoderado del dueño de la hacienda, declaró al diario “El Tiempo” que los arrendatarios se declararon en rebeldía en virtud de “la prédica de doctrinas subversivas desconocedoras del principio de autoridad y del concepto de propiedad”, a pesar de que se agotaron todos los medios posibles para persuadirlos de acatar las decisiones judiciales.

El caso de la hacienda Tolima tuvo amplia resonancia nacional y durante varios días ocupó la atención del Gobierno, del Congreso y de los medios de comunicación. El Directorio Conservador y conocidos patricios de ambos partidos veían la conducta de los arrendatarios como una postura subversiva e inaceptable. Era preciso garantizar el cumplimiento de la ley. En otros sectores, en cambio, obtuvo respaldo y eventualmente algunos quisieron aprovecharla para obtener réditos revolucionarios.

El Directorio Liberal de Ibagué y el Comité local del liberalismo enviaron al Ministro de Gobierno un mensaje de protesta, en el cual condenaban la acción de la fuerza pública y demandaban otros medios para solucionar los conflictos entre el capital y el trabajo. El telegrama decía así:

“Ibagué, agosto 15. Ministro Gobierno, Bogotá. Ante delicadísima situación creada por el imprudente sacrificio del campesinato de este municipio, en la hacienda ‘Tolima’, como medio para solucionar los conflictos sociales surgidos entre el capital y el trabajo, que en nuestro concepto deben resolverse con un más amplio y elevado criterio de justicia social, nosotros, en nombre del partido que nos ha confiado su personería, dejamos constancia ante usted del descontento de las masas liberales por los procedimientos contrarios al sistema que el liberalismo preconiza, y dejamos a salvo la responsabilidad del partido por estos procederes que el mismo repudia y censura, pues estamos convencidos que es de las mismas filas del partido de gobierno de donde debe salir la primera condenación (sic) de los actos que no se conforman con las doctrinas que predica y con los ideales que persigue. Atentos servidores, Directorio Liberal, Guillermo Santofimio, Alfredo Martínez, Juan C. Molina; Comité liberal municipal, Pablo Emilio Casas, Carlos Peláez, Adolfo Márquez”.

En medio de la indignación general y de varias manifestaciones populares, la ciudad vivió tal zozobra que las señoras no se atrevían a salir a las calles. La dirigencia local dividía criterios según sus concepciones políticas o su cercanía con los implicados en el problema, pues los señores Restrepo y Jaramillo gozaban de amplio reconocimiento social. Mientras tanto Jorge Eliécer Gaitán, quien por esos días había creado la UNIR10, adelantaba un sonoro debate en el Congreso11 contra la concentración de la propiedad agraria, pero también contra el gobernador del Tolima y contra los propietarios de la hacienda, a quienes acusaba de haber extendido sus linderos, a lo largo de treinta años, de tres mil a veinticinco mil hectáreas.

En el debate intervinieron también los Representantes tolimenses Antonio Rocha Alvira y Alberto Camacho Angarita, quienes pusieron de presente la proximidad existente entre los criterios expuestos por Gaitán en su debate y los expuestos por López en su campaña y en su discurso de posesión. Sin embargo compartieron las críticas formuladas al gobernador del Tolima. En anticipo de lo que habría de ser una constante a lo largo de las discusiones sobre la reforma constitucional que el gobierno presentaría al Congreso poco tiempo después, Camacho dijo en su discurso:

“El Congreso debe asumir francamente, lealmente, valerosamente, el estudio de los modernos conceptos jurídicos, entre ellos el del derecho de propiedad. Esta noción, en los tiempos de hoy, es bien distinta de la que el antiguo derecho resumió en la fórmula del jus utendi, fruendi y abutendi. La propiedad a la luz de las modernas tendencias es función social, es instrumento de progreso utilizable en pro de la colectividad. El derecho de propiedad debe ir hasta donde vayan las capacidades de producción de quien lo ejerza: el excedente debe ser incorporado a la masa de bienes explotable por quienes estén en aptitud de hacerles dar frutos benéficos para la economía de los pueblos. No es posible olvidar que para los nuevos conceptos, el Estado debe responder a la finalidad de propender por el bienestar colectivo y que dentro de esa noción el interés público debe prevalecer sobre el interés particular”12.

El debate culminó con la intervención del ministro de Gobierno Darío Echandía, quien muy pronto comenzaría a ser llamado por sus conciudadanos “el maestro”. Echandía inició sus palabras haciendo un elogio de Gaitán, por cuanto su personalidad reúne las dos condiciones necesarias para adelantar un debate con altura: Sensibilidad social y sentido jurídico. Luego explicó las políticas sociales del gobierno y consolidó en el imaginario de los colombianos la certidumbre de que nuevas instituciones se asomaban en el horizonte del país.

Echandía no era calificado aún como la conciencia jurídica de la República Liberal, ni de la Revolución en Marcha que preconizaba el presidente López. Pero el debate lo empinó hacia el liderazgo en el Congreso, en su partido y en el país. Durante el Frente Nacional y hasta el final de su vida, se convirtió en una especie de conciencia moral frente al avance de los malos hábitos públicos. En aquel famoso debate que se está recordando, Echandía expresó:

“Creo que, sin exceso de optimismo, tengo derecho a esperar que todos los extremos del congreso han de ponerse de acuerdo sobre este punto cardinal: que no caben los nuevos hechos sociales y económicos dentro de las viejas legislaciones exhaustas. Aguardo así mismo y por tales motivos, que los revolucionarios reconozcan la necesidad de hacer las reformas dentro de la tradición constitucional y legal. Si la ley fuere insuficiente, todos estáis en la obligación de acompañar al gobierno en sus firmes propósitos de renovación para ponerla a la altura del tiempo y de las exigencias que vive el país.

Ejemplo vivo de lo que llevo dicho es el caso de la hacienda Tolima…Porque cabe preguntar: ¿Quién es el culpable? ¿El agente del gobierno que ejecutó la sentencia calificada de inicua? ¿El juez que dictó la sentencia? ¿El arrendatario que se rebeló contra ella? ¿O el legislador que no ha dictado las normas justas y adecuadas para actualizar el concepto jurídico sobre el problema de la tierra, sobre el conflicto de propietarios y cultivadores?...Este asunto nos está demostrando bien claramente que no es posible que la vida económica colombiana se siga rigiendo por las normas que hoy imperan”.

Los sucesos de la hacienda Tolima dejaron marca en la región durante largo tiempo. Pero también permitieron conocer la vocación de un equipo dirigente que, con el propio jefe del Estado a la cabeza, iba a convertirse en un constructor de nuevas instituciones. Por eso dedico a ellos amplio espacio en esta primera parte del trabajo. El maestro Echandía, como vocero del gobierno, fue el gran líder de ese equipo en el Congreso, pero lo mejor de la inteligencia tolimense formó que, en ese momento, se confundía con lo mejor de la inteligencia colombiana, fue protagonista de aquel fecundo suceso.

El 10 de septiembre de 1934, casi un mes después del debate sobre los hechos de la hacienda Tolima, el ministro Echandía presentó al Congreso Nacional el proyecto de reforma, con el cual se inició un largo y enriquecedor proceso de debates que culminó con la aprobación del Acto Legislativo nº 1 de 1936. El ministro acompañó la presentación del proyecto con una Exposición de Motivos, de cuyo contenido extraigo los siguientes apartes:

“Desde hace algún tiempo se viene acentuando en la opinión general el anhelo de realizar una reforma que ponga los preceptos constitucionales que se refieren a la protección y guarda de los derechos del individuo, a tono con las concepciones modernas sobre el papel del Estado en la regulación de la economía y en la protección del trabajo…El proyecto establece que, en el conflicto entre el interés social y el individual, siempre debe prevalecer aquel. Mantiene el precepto de la que la expropiación requiere indemnización equitativa, pero amplía el texto actual en el sentido de agregar, como causa suficiente de enajenación forzosa, el interés social al lado de la utilidad pública. El proyecto, además, trata de hacer menos rígido el principio consagrado en el artículo 32 de la Constitución y 5º del Acto Legislativo nº 3 de 1910, y al efecto permita que cuando así lo determine el legislador, la indemnización pueda no ser previa, y que el mismo legislador fije la forma en que aquella deba hacerse.

Como veis, el proyecto sustituye la concepción excesivamente individualista de los derechos privados que caracteriza la constitución actual, por otra que considere que el derecho individual debe ejercitarse como una función social y debe tener como límite la conveniencia pública…En el texto de algunas constituciones novísimas se ha insertado el lema de que <la propiedad es función social y su ejercicio impone deberes>. El gobierno considera que a las nuevas concepciones sobre el alcance de los derechos individuales frente a las conveniencias sociales, deben corresponder facultades más amplias para el legislador, y de ahí las dos reglas que tiende a establecer el proyecto que tengo el honor de presentaros: determinación de la forma de la expropiación y de la indemnización por el legislador, e intervención legislativa del Estado para racionalizar la economía y proteger a los trabajadores13”.

Al iniciar su trámite en la Cámara de Representantes, el proyecto suscitó agudas controversias. La Comisión de ponentes no logró unanimidad y, por lo tanto, rindió una ponencia de mayorías y otra de minorías. Aquella estuvo liderada por los parlamentarios tolimenses Carlos lozano y Lozano y Antonio Rocha Alvira, cuyo informe favorable fue rendido el 2 de noviembre del mismo año.

La minoría conservadora, adversa al proyecto del gobierno, manifestó que el ‘estatismo absorbente’ que plantea el proyecto “tropezará con los inconvenientes propios del sistema y la naturaleza profundamente individualista de nuestro pueblo. Agregó luego que ha pasado a ser un axioma de la ciencia política que ‘el Estado no sabe administrar’ y que los rendimientos de la gestión privada son siempre superiores a los de la gestión pública”14. Sin embargo el proyecto avanza, un año después obtiene luz verde en el Senado y finalmente se adopta el 5 de agosto de 1936. Fue la reforma más importante de la Constitución en el siglo XX, en la cual quedó impresa la huella intelectual de un valioso equipo que funcionaba al lado del presidente López.

Alberto Lleras Camargo –otro de los grandes protagonistas de la República Liberal- se refería a aquel grupo como a un “concilio de jurisconsultos” que se caracterizaba por su falta de codicia pero también por su devoción por la controversia y, sobre todo, por una sed inextinguible de creación. En él se formó el equipo de tolimenses, cuya proyección sobre la historia colombiana significó la presencia de una auténtica escuela de pensamiento.

 

La Escuela del Tolima

López era un experto en combinar las ideas con la acción. Su talante liberal, su claridad mental, su visión de futuro, combinados con su sentido político y con su pragmatismo de hombre de empresa, lo convirtió en el líder más conspicuo de su tiempo. Como está dicho, trajo al gobierno un equipo que se impuso la tarea de construir instituciones modernas para Colombia. Más que un equipo fue una verdadera escuela que merece ser reconocida como tal: La Escuela del Tolima15.

No todos fueron hombres de leyes, pero todos fueron hombres de Estado. López fue su inspirador y su líder, Echandía el maestro, Lozano el ideólogo del liberalismo social, Caicedo el diplomático, Rocha el jurista, Parga el economista del agro. Pero tuvo otros protagonistas: Alberto Camacho Angarita, Carlos Peláez Trujillo, Alfonso Bonilla Gutiérrez, todos ellos comprometidos con una nueva visión del Estado de derecho. Alguien podría incluir otros nombres: El de Alejandro Bernate Castro, por su cercanía con Echandía, el de Eduardo Guzmán Esponda por su cercanía con Rocha, el de Luís Alberto Bravo, por su cercanía con Parga. A lo mejor tenga razón.

La Escuela del Tolima también tuvo discípulos y continuadores. El más notable de ellos –pues en un momento dado pudo ser uno de los presidenciables del liberalismo- fue Alfonso Palacio Rudas. Hondano y polémico como López, dialéctico como Echandía, polígrafo como Lozano, diplomático como Caicedo, jurista como Rocha y economista como Parga. Alguna vez le pregunté a Palacio por el origen de su “Cofradía de los que no tragan entero”. Tiene que ver con mi formación y con mi temperamento, repuso, pero también con lo que aprendí de mis mayores y de mis maestros. Se refirió a Echandía, a Caicedo y a Parga como sus grandes preceptores.

Hubo otros discípulos ilustres: Guillermo González Charry, Rafael Caicedo Espinosa, Alfonso Jaramillo Salazar, Felipe Salazar Santos, Alberto Rocha Alvira, Alfonso Reyes Echandía, Lorenzo Urueña Escobar, entre quienes tuvieron contacto con la actividad pública. Pero también pueden citarse los nombres de Eduardo Santa, José Ignacio Narváez, Miguel Ángel García y otros más jóvenes. Por supuesto, los tolimenses de mi generación, o próximos a ella –formados en la política o formados en el derecho- casi todos ellos se sienten herederos espirituales de la Escuela del Tolima. Es más, entre sus discípulos caben todos los que suscriben la fórmula democrática de nuestro tiempo: Estado social de derecho y economía social de mercado.

El discurso de posesión de López y sus informes presidenciales al Congreso Nacional; la exposición de motivos de la reforma constitucional de 1936 suscrita por Echandía, así como sus intervenciones en el seno de las cámaras legislativas; los proyectos de ley presentados por Caicedo Castilla o Lozano y Lozano, sumados a sus enseñanzas en la cátedra universitaria y a sus escritos periodísticos; los debates parlamentarios de Rocha Alvira y de Camacho Angarita, todo aquello respondía a una línea de pensamiento renovadora y coherente que buscaba sustentar un cambio en las instituciones políticas.

Mientras tanto en el Tolima se hacía eco de aquellas tesis en las afirmaciones doctrinarias o en los editoriales y artículos de prensa de Rafael Parga Cortés, Fidel Peláez Trujillo, Moisés Toro Osorio, Germán Torres Barreto, Ismael Santofimio Trujillo, Hernando Castilla Alvira, Gonzalo París Lozano, Julio Toro Gómez, Evelio González Botero, entre otros, quienes en la Asamblea del Tolima, en los concejos municipales y en los periódicos locales dejaban claro que formaban parte de un equipo comprometido con un liberalismo moderno, probablemente distinto a cualesquiera otro de los liberalismos vigentes en el mundo.

 

Entre la pausa nacional y la agitación regional.-

Siempre ha habido un debate en el liberalismo sobre el significado del gobierno de Eduardo Santos en la República Liberal. A juicio de algunos era necesario procurar un ambiente político tranquilo para aclimatar las reformas adoptadas en el gobierno de López. Para otros significó un freno al proceso de la revolución en marcha, apenas natural en quien había sido siempre un republicano moderado.

Para la gran mayoría de los liberales tolimenses el sucesor natural de Alfonso López debía ser Darío Echandía. Los conservadores, en cambio, no dudaban en señalar lo que consideraban excesivos compromisos del maestro con la izquierda. En una nota titulada precisamente “El Izquierdismo”, el semanario “El Derecho” consignaba así sus planteamientos:

“Los últimos decretos dictados por el actual gobernador José María Barrios Trujillo sobre nombramiento de secretario de hacienda en la persona del doctor Marco A. Vidales y de gerente de rentas en el señor Julio H. Ospina, tienen a disgusto a ciertos elementos exagerados del santismo, que ven muy mal en que esos importantes despachos se hayan puesto en manos de tan caracterizados elementos del izquierdismo tolimense.

No convienen los partidarios del señor Eduardo Santos en que los adictos a la candidatura del chaparraluno ilustre doctor Echandía, tengan todavía participación en los destinos públicos, y se desesperan cuando los gobiernos nacional o departamental los distingue con algún nombramiento…Grandes y desoladoras sorpresas tendrán que esperar, mansamente, en el correr de pocos días los que creen asegurado con tanta anticipación el triunfo del santismo, pues el señor López insiste con terquedad aragonesa en que su sucesor sea el doctor Darío Echandía16.

El paso de los días fue inclinando la balanza a favor de Santos, y Echandía se avino a la voluntad mayoritaria de su partido. Santos sucedió a López y significó una pausa que, independientemente de los juicios referidos, tuvo en el Tolima un impacto relativamente bajo. El fenómeno se explica por la notable influencia de la Escuela del Tolima en la conducta política de la dirigencia liberal del Departamento. Durante ese cuatrienio hubo un permanente debate doctrinario entre los dos partidos. Probablemente el tema social cedió un poco, pero el debate político permaneció vigente, y la impronta intelectual y política de López, de Echandía, de Caicedo, de Parga, estimulaba a jóvenes y a veteranos del liberalismo a debatir sobre sus tesis y a organizar tertulias, foros y diverso tipo de eventos en los cuales se hacía afirmación liberal y se insistía en la necesidad de profundizar los cambios políticos.

Por eso liberales y conservadores decidieron crear nuevos periódicos que defendieran las ideas y los dirigentes de cada uno de los partidos. Desde antes de 1930 venían publicándose “El Cronista”, dirigido por Aníbal Quijano y “El Pueblo”, dirigido por Gabriel González, en Ibagué, y “La Opinión” en Girardot, dirigida por Gregorio Salas, pero con circulación en todo el centro del Tolima. En Falan los hermanos Noel y Eduardo Arismendy fundaron el semanario “Renovación”, en el Fresno Luís Labrador y Carlos Betancur fundaron “El Norte”, en El Espinal Abraham Carvajal y Floro Pava fundaron el semanario “Juventud”.

En Ibagué nacieron “Tolima Liberal” dirigido por Alberto Camacho Angarita y “El Avance” dirigido por Luís Carlos Echandía en 1930 y 1931 respectivamente. “El Derecho”, dirigido por Juan María Arbeláez en 1934. Pero durante el gobierno de Santos fueron fundados “Frente Liberal”, dirigidos por conspicuos miembros de la Escuela del Tolima; “Acción”, dirigido por el abogado Octavio Laserna Villegas, más tarde gobernador durante el gobierno del presidente Laureano Gómez, y “Tolima” dirigido por el joven dirigente conservador Carlos Antonio Lis.

La prensa local se estimulaba el espíritu crítico y se empujaban las principales obras públicas regionales. El periodista Gregorio Salas, director de La Opinión, se convirtió en permanente vocero de la necesidad de comunicar a Ibagué con el resto de los municipios del Tolima. Las carreteras hacia los municipios cordilleranos del norte, la vía a Rovira y a Chilí, la terminación de la carretera a Girardot, fueron preocupaciones constantes del mencionado periódico liberal, cuya línea política apoyaba al gobierno.

Desde la otra orilla El Derecho hacía lo propio. En sus páginas abundaba el comentario cívico, salpicado a menudo de la crítica opositora y del debate político. El abogado conservador Francisco Restrepo Echandía ocupaba frecuentemente las páginas del mencionado periódico para la controversia teórica con los adversarios.

En “Tolima Liberal” su director Alberto Camacho Angarita hacía énfasis en la noción social de la política, como lo hizo después con sus compañeros de nueva aventura periodística en el “Frente Liberal”. Camacho defendía el proyecto de lo que más tarde fue la ley 28 de 1932, la reforma constitucional de 1936 y un proyecto de ley sobre asistencia y defensa sociales que él mismo presentó al Congreso en 1942.

Mientras tanto a la política regional –que venía siendo dirigida por veteranos generales de la guerra de los mil días- ingresaba un equipo de jóvenes: Alfonso Palacio Rudas, Gonzalo París Lozano, Germán Torres Barreto, Fidel Peláez Trujillo, Yezid Melendro Serna, Guillermo Umaña Rocha, Jorge Alberto Lozano, Luís A. Ferreira, en fin, un equipo humano que se incorporó a la actividad pública, facilitó la integración social e impulso una importante movilidad dentro del cuerpo de la sociedad tolimense.

Durante casi todo el período de López, el Tolima vivió en ebullición liberal. El ciudadano medio solía discutir los problemas de la actualidad con sorprendente información. “La Opinión” y “El Derecho” registraban examen internacional y daban cabida a noticias sobre la guerra europea. La dirigencia regional se interesaba por las concepciones sociales del Estado y de la política.

Por su parte las emisoras “Ondas de Ibagué”, de Luís Enrique Martínez, y “Ecos del Combeima”, dirigida por Mario M. Barrios y Nicolás Rivera, divulgaban amplia información cívica, política y cultural. En septiembre de 1935, ésta última organizó un ciclo de conferencias que inauguró el maestro Alberto Castilla Buenaventura y luego continuaron la escritora Luz Stella, el periodista Floro Saavedra Espinosa, el diputado Fidel Peláez Trujillo y el abogado Alfonso Vélez Botero.

Para las elecciones de 1935 el liberalismo tolimense inscribió una lista para la Cámara de Representantes integrada, entre otros, por Alberto Camacho Angarita, Miguel López Pumarejo, Noel Ramírez Moreno, Juan C. Molina y Luís A. Ferreira. Mientras tanto la Asamblea Departamental eligió senadores liberales al jurista José Joaquín Caicedo Castilla, al general Enrique Caicedo Carvajal y al abogado Alejandro Bernate. El partido conservador declaró la abstención electoral en todo el país.

De análoga manera la Asamblea envió las ternas debidas a la Corte Suprema de Justicia para la designación de los magistrados del Tribunal del Tolima. La Corte nombró a los abogados Germán Alvarado, Jorge Iriarte, Crispín Andrade, Belisario Arciniegas y José Antonio Caycedo. Los tres primeros son de filiación liberal y los dos últimos de filiación conservadora.

Desde el año anterior algunos dirigentes liberales del Tolima venían expresando la idea de que el gobierno convocara una gran Asamblea Constituyente que sustituyera el estatuto constitucional y diera un vuelco a las instituciones vigentes. En junio de 1935 la Asamblea Departamental aprobó una proposición solicitando al alto gobierno la reforma del Concordato con la Santa Sede y la Convocatoria de la Constituyente.

El presidente López desoyó las peticiones de Constituyente y prefirió que tal función la cumpliera el Congreso Nacional, conformado sin representación del conservatismo. Así se produjo la reforma constitucional de 1936, que incorporó a las instituciones colombianas una visión social del estado y del derecho.

Entre 1935 y 1937 Alberto Camacho Angarita y Carlos Peláez Trujillo dieron vida a una revista jurídica denominada “Ecos del Foro”. Providencias de los Tribunales y de las altas Cortes, doctrina de eminentes juristas y análisis sobre nuevas leyes tuvieron amplia acogida en la revista y contribuyeron a la difusión del pensamiento jurídico contemporáneo. Los dos juristas mencionados son protagonistas fundamentales de la Escuela del Tolima.

En 1938 inició su período el presidente Santos. Durante él la agitación liberal en el Tolima fue la misma, pero la acción del gobierno fue menos beligerante. Terminado el primer período de sesiones de la Asamblea, en la administración del gobernador de Santos, Mariano Melendro Serna, el escritor costumbrista conservador Nicanor Velásquez Ortiz, conocido literariamente como ‘Timoleón’, escribió una nota que dibuja bien el ambiente político de ese momento en el Tolima:

“Indudablemente el gobierno del Dr. Melendro tuvo su base de éxito en la frialdad de sus cinco secretarios. Hombres severos, ninguno de ellos llevó a la discusión el ardor político…(pero)…el secretario de Gobierno doctor Santiago Iriarte Rocha es un personaje desconectado de la realidad geográfica, política y social del Tolima. Pudiéramos decir, sin temor a equivocarnos, que el premier departamental es un insensible agente cuya ausencia mental de los negocios de su despacho perjudica los intereses de la colectividad que representa, del partido de oposición y de la sociedad.

El secretario de Hacienda, doctor Daniel Camacho Angarita, sin ser la figura central del gobierno, hombre de exquisita cultura…fue la bandera de conciliación y del análisis entre las distintas fuerzas que constituyeron nuestra duma…Pero frente a la cataclísmica situación económica porque atraviesa el Tolima, no llevó a la asamblea una sola iniciativa salvadora.

El doctor Guillermo Muñoz Rivas, secretario de Educación, caballero –de gran sociabilidad, pasó por la asamblea con el grave pecado de haber rendido un informe que no ha debido firmar. Informe triste, desolador, melancólico, angustioso. En el Tolima no hay educación y ni siquiera tenemos bancos de escuela en que se sienten los muchachos”17.

Los liberales tolimenses respaldaban tanto al presidente Santos como al gobernador Melendro, pero comenzaban a pensar en una nueva elección de López o, en subsidio en una candidatura de Echandía. Pero el nombre de López seguía siendo el más prestigioso del liberalismo y del país. Mientras en el partido conservador se consolidaba el liderazgo de Laureano Gómez, sus críticas a los liberales hacían más necesaria la presencia de un jefe aguerrido que la de un dirigente conciliador.

A mediados de 1940 un grupo de liberales decidió fundar un periódico para trabajar por la candidatura de López. Nació el 28 de septiembre de ese año con el nombre de “Frente Liberal” y bajo la dirección múltiple de Antonio Rocha, Alejandro Bernate, Rafael Parga Cortés y Alberto Camacho Angarita. Si bien los cuatro directores eran activos dirigentes e incluso protagonistas de la Escuela del Tolima, el eje del nuevo periódico era su Jefe de Redacción Fidel Peláez Trujillo, quien redactó una declaración de los directores al pueblo del Tolima, en la cual se comprometen con aspectos doctrinarios del liberalismo pero también con el nombre de Alfonso López para la presidencia de la República. Enseguida transcribo algunos de los apartes más políticos del texto:

“Desde nuestra posición de liberales sin adjetivos profesamos el sistema democrático sobre el cual está organizada la vida nacional…Desde este punto de vista propugnamos y defendemos la obra de conjunto llevada a cabo por el partido liberal y nos solidarizamos no sólo con las reformas políticas, económicas, fiscales y sociales alcanzadas en los últimos diez años, sino también con la orientación y métodos de la administración del actual mandatario doctor Eduardo Santos, que tan fielmente traducen el pensamiento y aspiraciones del liberalismo.

Igual adhesión nos merece el gobierno departamental dirigido por el doctor Mariano Melendro, modelo del mandatario, del caballero y del tolimense, cuya obra administrativa dejará huella imborrables en el progreso del Departamento…Dentro del partido nos sentimos estrechamente vinculados al movimiento que sostiene la candidatura del doctor Alfonso López, ilustre hijo del Tolima, para el período 1942-1946, la cual sostendremos en este semanario con todo el fervor que nos inspira la gran figura democrática de este eximio conductor y hombre de Estado”18.

Como está dicho, las líneas extractadas de los dos periódicos reflejan bien el ambiente político del Tolima durante la pausa de Santos. De hecho días antes del aparecimiento de “Frente Liberal”, un grupo de ciudadanos envió al presidente de la República un mensaje de respaldo, cuya importancia reside más en los nombres de quienes lo suscriben que en el texto mismo de la comunicación. Dicho mensaje fue publicado también en la primera edición del periódico:

“Excelentísimo señor Presidente Eduardo Santos. Dar al gobierno, dignamente presidido por su Excelencia, para el desarrollo de su gestión, tan nítidamente expuesta en su mensaje del sábado y adelantada con celo, decoro y patriotismo exquisitos, la plenitud de su apoyo leal, es para el liberalismo, dentro del parlamento y fuera de él, deber de impostergable cumplimiento. Obsecuentes servidores…

Alberto Camacho Angarita, Fidel Peláez Trujillo, Alberto Santofimio Caicedo, Carlos J. Martínez, Alfonso Caicedo, Emilio Rico, Antonio Ortiz, Alfredo Martínez, E. Castillo Caicedo, Oliverio Hernández S., Luís Martínez, Alberto Umaña Rocha, C. E. Vejarano, Jorge Rengifo, Roberto Santofimio, Daniel Salazar, Luís E. Salazar, Germán Torres Barreto, M. Hernández S., Ignacio García Buenaventura, Antonio Barrios M., José V. Céspedes, Nicolás Torres Rudas, Lino Franco C., Lisandro E. Carvajal, Delio Suárez, Daniel Melendro S., Ricardo Bárcenas C., Manuel Escobar, Ramón Vila, Luís E. Triana, Jaime Corredor, Absalón Guzmán, Jorge Ayerbe, Humberto Ardila, Jorge Pinzón, Milciades A. Pinzón, Jesús María Navarro Z., Benigno Escobar B. y Argemiro Muñoz E.”.

Detrás de los mensajes, editoriales y declaraciones, había preocupación en el seno del liberalismo tolimense por una división entre sus filas. De hecho el general Enrique Caicedo, jefe natural de la colectividad, no era partidario de una nueva candidatura de López, lo cual se hizo evidente en la campaña para las elecciones de mitaca de 194119. Por su parte el lopismo intentó neutralizar la posición de Caicedo –quien además de ser senador, mantenía notable influencia regional- a través de otro veterano de la guerra de los mil días, el coronel Mauricio Jaramillo. Éste –matriculado a favor de la candidatura de López- fue elegido como Representante a la Cámara.

La nueva Asamblea departamental, que se instaló el 20 de abril de 1941, estaba integrada así: Alfonso Vélez Botero, Alfonso Bonilla Gutiérrez, Fidel Peláez Trujillo, Hernando Castilla Alvira, Israel Méndez, Julio Toro Gómez, Fermín López Giraldo, Gonzalo Pradilla, Jorge Lozano Arciniegas, Carlos A. López, Estanislao Rodríguez, Félix Tiberio Guzmán, Marco Manuel Ruiz, Pedro J. Osorio y Hernando Bocanegra. En el liberalismo ya se expresaba la división entre partidarios y adversarios de López, la cual se ahondaría aún más cuando, a nivel nacional, surgió la candidatura liberal disidente de Carlos Arango Vélez, prestigioso abogado que venía de ser embajador en el Vaticano, estimulada por un influyente sector de liberales y buena parte del conservatismo20.

El gobierno fue neutral pero no indiferente en aquellos momentos. A pesar de su gran discreción, se notaban las reservas de Santos frente a la reelección de López. Cuando en agosto del mismo año se reunió la Convención Nacional del liberalismo, el ex ministro Carlos Lleras Restrepo, vocero de los antireeleccionistas y fiel discípulo del presidente Santos, formuló varias propuestas para diferir las decisiones de la Convención y mejorar la posición negociadora de su grupo.

Sin embargo, la mayoría de la Convención proclamó oficialmente la candidatura de López a la presidencia, lo designó jefe único y decidió investirlo de plenos poderes para reorganizar el partido. Los liberales de Ibagué le enviaron un mensaje de adhesión que firman Fidel Peláez Trujillo, Ignacio García Buenaventura, Alfredo Pabón Peláez, Alberto Umaña Rocha, Manuel de la Pava, Germán Torres Barreto, Julio H. Ospina, Severo Rocha, Alfredo Martínez, Jesús María Navarro, Jorge Rengifo, Alberto Valenzuela, Esteban Hurtado, Luís Alberto Torres, Carlos Aragón, Ismael Santofimio, Jorge Eduardo Cabrera, Néstor Llano, Arturo Gaviria, Emilio Rico, Alfonso Velásquez, Luís C. Cuellar, Alberto Páez Guzmán, Jorge Eyerbe, Luís Ayram, entre otros. El mensaje está suscrito por más de un centenar de tolimenses.

El partido, sin embargo, salió resentido de la Convención. En la edición del 18 de agosto el periódico bogotano “El Liberal” –vocero del lopismo, dirigido por Alberto Lleras Camargo- en una nota titulada “Comienza una etapa” calificó de ingrato, turbulento y ominoso el espectáculo que dieron algunos de los miembros de su minoría interesados en que la convención naufragara. “El gobierno –agrega la nota- que ha contribuido tan definitivamente a la situación actual del liberalismo, ahora intentará vanos esfuerzos por recomponer lo que ayudó a destrozar”. López ganó la elección sobre Arango, pero tuvo que afrontar problemas que hicieron muy polémica su segunda administración.

Entre tanto la pugna partidista adquiría un tono más alto de lo deseable. Laureano Gómez hacía uso de un lenguaje agresivo y los liberales no se abstenían de responderle. Pero el enfrentamiento verbal descendía de la culta capital de la república al difícil escenario de la provincia en términos francamente peligrosos. El 14 de diciembre de 1940 los periódicos ibaguereños “Frente Liberal” y “Acción” coincidieron en dar noticia sobre la muerte violenta del joven conservador José Luís Cortés González en el casco urbano de Santa Isabel.

El titular de “Frente Liberal” fue el siguiente: “La acción intrépida en marcha. Tres muertos y un herido son el resultado del primer ensayo de la política del atentado personal, preconizada por el jefe del conservatismo”. Por su parte “Acción” tituló así: “La policía asesinó cobardemente a José Luís Cortes González…El gobernador culpable de los hechos delictuosos”. Para los liberales Cortés, hombre agresivo, dio muerte a balazos a un adversario suyo de apellido Hernández, secretario del comité liberal del municipio, y mientras huía disparó también contra los agentes de policía que intimaban su captura. Para los conservadores Hernández era un reconocido maleante que injuriaba a las gentes de bien, y que atacó cuchillo en mano a Cortés, un ciudadano respetable, quien se vio obligado a defenderse21.

Durante la república Liberal la agitación intelectual y política corría pareja con los debates literarios. Surgió una nueva clase profesional, como ya lo expresé hubo cierta movilidad social que facilitó el ascenso de algunos dirigentes políticos regionales y fue evidente la preocupación por la cultura22. La escritora ibaguereña Luz Stella se proyectaba nacionalmente desde la capital del Tolima23. El escritor ambalemuno Timoleón y el poeta Martín Pomala, nacido en Ataco, publicaban sus primeros libros24.

Por su parte los abogados Alejandro Ramírez Hernández –conocido entre sus amigos como Timochenko por su parecido físico con el famoso mariscal soviético- y Julio Galofre Caicedo –a quien todos respetaban por su vasta cultura- alternaban con la élite culta de Bogotá y concurrían a tertulias capitalinas con León de Greiff, Jorge Zalamea y Hernando Téllez.

También la región se movilizaba en torno a propósitos cívicos. La pavimentación de la carretera Armenia-Ibagué, la construcción del aeropuerto de Perales, la adhesión a un movimiento descentralizador promovido en Cartagena pero acogido en la región antioqueña, ocuparon la atención de los tolimenses, en esos días, por encima de las pugnas partidistas. El fervor propio del debate político era trasladado a cada una de estas campañas con el mismo entusiasmo ciudadano. Incluso hubo un gran paro cívico que convocó a la ciudadanía de Ibagué, debido al anuncio hecho por el ministerio de guerra en el sentido de que se suspendería indefinidamente la construcción de los cuarteles de La Esmeralda y del campo de aviación de Picaleña.

Años atrás el gobierno nacional había prometido las obras, a condición de que el municipio aportase los lotes con las condiciones técnicas señaladas por dicho ministerio. En efecto, el municipio, con gran esfuerzo económico, adquirió por la suma de veinte mil pesos el lote y lo puso a disposición del ministerio. Cada vez que nuevos técnicos –dice la Resolución nº 9 de mayo 27 de 1944, aprobada por el Concejo local- oponían nuevos obstáculos a la realización de la obra, el municipio concurría a la solución exigida y ya se ha hecho una inversión aproximada de cuarenta mil pesos. Por lo tanto no tiene sentido que ahora se anuncie la suspensión de las obras pretextando razones técnicas, lo cual “acusa una falta de lógica y seriedad inaceptables…”.

La Asamblea Departamental se unió a la resolución del Concejo, lo mismo que la Cámara de Comercio, la Sociedad de Mejoras Públicas, el Círculo de Ibagué, la prensa local, la Personería, los sindicatos y las cooperativas, en fin, los sectores vitales de la sociedad tolimense enviaron sus voceros a una gran reunión que se convocó para el 1º de junio en lo salones del Bolo Club. La ciudad estaba ad portas del primer cabildo abierto que se sucedió en el siglo XX.

“No hubo morador ibaguereño que dejara de atender la invitación anterior…El primero en hablar fue el señor Lino Franco, personero municipal, alma emotiva del movimiento, cuya actividad en éste empeño es justo reconocer…En seguida el gobernador Bernate…(cuyas) palabras no alcanzaron a enfriar el entusiasmo; por el contrario, lo avivó. El señor Clemente Muñoz, en elocuente improvisación determinó el deber de la ciudadanía y extrañó la ausencia de notorias personalidades a quienes se invitó especialmente por medio de comisiones. Luego el señor Víctor Morales, vicepresidente del Concejo, habló para declarar el cabildo abierto y designar como su presidente al doctor Alfonso Vélez Botero, quien aceptó pronunciando un patriótico y emocionado discurso. Hablaron también los señores Alejandro Vélez Alzate, espíritu en permanente vigilia por servir a Ibagué, Ismael Santofimio y otros muchos.

Finalmente, de esta gran reunión, resultó elegida la Junta Cívica que ha de dirigir el movimiento cívico…La integran: Alberto Camacho Angarita, Celerino Jiménez, Lino Franco, Clemente Muñoz, Alejandro Vélez Alzate y el Presidente del Concejo…Este Comité Supremo realizó el jueves numerosas actividades y aprobó, después de poderosos considerandos, una resolución cuyo segundo aparte dice: ‘Decrétase el paro cívico de todas las actividades incluyendo el tránsito en las carreteras departamentales, a partir del próximo miércoles 7 de junio en curso, desde las 7 de la mañana hasta nueva disposición de este comité’.

El mismo Comité Supremo designó el Comité de Finanzas, integrado por los señores Gildardo Armel, Arturo Gaviria, Eustacio Tobar Q., Carlos Aragón, Nepo Arbeláez y Luís Guillermo Botero, que tiene a su cuidado la recolección de fondos para el sostenimiento del paro”25.

A las promesas del ministro de Guerra, Domingo Espinel, la opinión tolimense reaccionó con incredulidad. El paro se anticipó para el martes 6 y duró casi cuatro días. El miércoles los ciudadanos se sorprendieron al advertir que la ciudad estaba virtualmente tomada por pelotones del ejército, que prohibían el libre tránsito y la reunión pública de más de dos personas. El parlamentario tolimense Alfonso Palacio Rudas, presidente de la Cámara de Representantes responsabilizó al gobernador por haber dado al ejército una orden innecesaria.

El patrullaje del ejército exacerbó el ánimo de los ciudadanos. El Representante Carlos H. Pareja, que vino a Ibagué para solidarizarse con el paro, fue reducido a los cuarteles. Igual suerte corrió Alejandro Vélez Alzate, ampliamente conocido en el medio con un sobrenombre cariñoso: Conde D’Artaluz. En la calle se fueron formando sucesivamente grupos de ciudadanos, que los soldados eran incapaces de disolver. Aquellos grupos se fueron convirtiendo en manifestación que, hacia el medio día, chocó con las inflexibles medidas de control adoptadas por la fuerza pública.

En el enfrentamiento resultó golpeado a sable en la cabeza y herido de bala en el abdomen, por un oficial del ejército, el dirigente liberal Basilio Barbosa Reina, miembro del Comité del paro y Concejal de la ciudad. El gobierno decidió acuartelar a los soldados, mientras la población recorría las calles pidiendo la destitución del ministro de Guerra y coreando gritos de ‘abajo’ al ejército. Al caer la noche, oficiales y soldados salieron de sus cuarteles y golpearon a las personas que aún se encontraban en las calles y en los establecimientos públicos. En el café Madrid, de propiedad del empresario Servando Parra, dispararon sus fusiles e injuriaron a todos los presentes. El día siguiente la ciudad vivió un angustioso clima de zozobra. Unos líderes cívicos responsabilizaron a agitadores de estimular los desórdenes, mientras otros mantuvieron su actitud de protesta, en medio de interrogantes y expectativas ciudadanas que erosionaron la unidad del movimiento cívico. En semejante situación el paro colapsó, mientras el gobierno removía al comandante de la guarnición acantonada en Ibagué.

 

La división liberal

Cuando, en 1945, Alberto Lleras Camargo asumió la presidencia de la República, en su condición de Designado, debido a la renuncia del Presidente titular Alfonso López, quedaron dos figuras prestigiosas ad portas de la sucesión presidencial: Gabriel Turbay y Jorge Eliécer Gaitán. Otro gran prestigio era el de Darío Echandía, cuyo nombre tuvo especial resonancia entre el liberalismo tolimense.

Gaitán el duro, y Turbay el hábil, como los llamó el profesor Antonio García, tenían dos visiones del liberalismo. Aquel era un crítico del establecimiento liberal y, en particular de su máximo líder, el ex presidente López. Con el ex presidente Santos cuidó su relación, aunque se distanció mucho de Carlos Lleras Restrepo, uno de los grandes amigos de Santos y –de seguro- el mejor de sus discípulos. Mantuvo también fluida relación con Echandía, quien representaba la visión más progresista del lopismo. El maestro, aparecía como la mejor opción para mantener y continuar, desde la jefatura del Estado, los logros de la República Liberal.

Turbay, en cambio, manejó una línea conciliadora, atenta siempre a los sonidos oficiales de su partido. Contó con el respaldo, un poco tímido, de Santos y la no disimulada indiferencia de López, a quien agradaba más bien la opción de Echandía26. De hecho, mientras el liberalismo, nacionalmente, dividía sus preferencias entre Turbay y Gaitán, en el Tolima hubo una proliferación de listas liberales para la Asamblea y los Concejos locales, incluyendo las llamadas lopista y unionista, integradas por amigos de los ex presidentes tolimenses López y Echandía.

En agosto de 1945 el abogado Alberto Camacho Angarita fue objeto de nutrido homenaje, rendido por un amplio y representativo grupo del liberalismo tolimense, en cuyo nombre llevó la palabra el periodista Luís Carlos Echandía. Camacho hubiera sido la figura para dirigir el liberalismo turbayista del Tolima, pero poco tiempo después fue llamado al ministerio de Minas por el presidente Lleras Camargo. Las banderas del turbayismo fueron tomadas por un equipo encabezado por el abogado Germán Torres Barreto.

Por su parte el gaitanismo encontró un vocero en la persona del abogado Lisandro Carvajal, mientras dirigentes como Ismael Santofimio Trujillo, Ernesto Lucena Bonilla, Julio Ernesto Salazar Trujillo y otros más, proclamaban sus intensiones unionistas. Para la campaña electoral de 1946, se presentó también una lista comunista, encabezada por Pedro J. Abello.

El peso específico de la capital del Departamento, hizo fijar la atención general en el Concejo de Ibagué. En un llamado cívico, el periodista Floro Saavedra Espinosa, nuevo director de El Derecho, pidió a los partidos políticos olvidarse de sus figuras más sectarias, de sus caciques, de sus dirigentes de masas, para comprometer a quienes hayan probado afecto y servicio por la ciudad. En su editorial, el Derecho propone una amplia lista, integrada por los siguientes nombres:

Marco J. Ramírez, Delio Suárez, José Antonio Caycedo, Alberto Camacho Angarita, Juan María Arbeláez, Alfonso Vélez Botero, Rafael Dávila, Yezid Melendro, Félix Restrepo Isaza, Alfonso Caicedo B., Gilberto Polanco, Julio Ernesto Salazar Trujillo, Antonio M. Cardozo, Rubén Gamboa Echandía, Nicolás Rivera, Hernando Marín R., Guillermo Angulo Ruiz, Josué Isaacs D., Francisco Gonzáles Torres, Rafael Caicedo, Abel Jiménez, Ignacio García Buenaventura, Emilio Perdomo, Carlos Emilio Torres, Eustacio Tobar Q., Lisandro E. Carvajal, Adolfo Pardo Vargas, Luís E. Triana, Pedro A. Niño, Guillermo Molano García, Emilio Barrero, Francisco Vila Calderón, David Rincón Bonilla, Félix A. Martínez, José de Jesús López, Arturo Gaviria, Francisco Lamus Ordóñez, Rafael A. Díaz Martínez, Agustín Vásquez, Carlos Tobar, Luís Mariano Moreno y Marco T. Silva27.

No obstante, El Derecho ejercía una fuerte oposición al gobierno del presidente López y, sobre todo, al gobernador Ricardo Bonilla Gutiérrez y a su gabinete, que encabezaban los abogados liberales Arturo Álvarez Molina como secretario de Gobierno y Hernando Devis Echandía como secretario de Hacienda. Así mismo apelaba a la identidad entre religión y política como bandera electoral, lo cual era frecuente no sólo en el conservatismo de la época sino en la propia jerarquía católica. En su número 462, fechado el 15 de marzo de 1945, transcribe la lista de unión conservadora para la Cámara de representantes y para la Asamblea Departamental, así:

Cámara de Representantes Asamblea Departamental:

Principales: Principales:

Augusto Ramírez Moreno Jorge Altuzarra Lezama

Hernando Bocanegra Estanislao Pardo Gálvez

Juan María Arbeláez Eugenio Varón Pérez

David Gómez Díaz Demetrio Viana

Alberto G. Rubio Ángel María Salcedo

Suplentes: Suplentes:

Francisco García Zuluaga Hernando González Botero

Servando Gutiérrez Aragón Julio C. López

Eduardo Uribe Uribe Manuel I. Perdomo

Marco Tulio Cifuentes Josefino Herrera

Arturo Vargas Camacho Manuel Aragón

En la misma edición incluye las listas liberales –ocho en total, y una más de inspiración comunista- bajo el siguiente titular: “Una vorágine de apetitos inconfesables, florece en el turbio caos del liberalismo”. Luego transcribe cada una de las listas inscritas, en las cuales se refleja ya la influencia de las candidaturas que se avizoran en el horizonte de la división liberal, representadas en los nombres de Echandía, Turbay y Gaitán. Veamos algunas:

Lista oficial del liberalismo:

Cámara de Representantes Asamblea Departamental

Principales: Principales:

Alfonso Bonilla Gutiérrez Ernesto Lucena Bonilla

Evelio González Botero Juan de la Cruz Varela

Alberto Rocha Alvira Ricardo Alarcón

Alfredo Lozano Agudelo Luís Carlos Calderón

Rafael Parga Cortés Vicente Gaitán Rendón

Suplentes: Suplentes:

Alberto Barrios Víctor M. Morales

Carlos Castro Mosquera Abisael Varón

Mario Garcés Manuel Cartagena

Emiliano Bonilla Pardo Trino Blanco Torres

Manuel de la Pava Bartolomé Triana

Lista Directorista Liberal:

Cámara de Representantes Asamblea Departamental

Principales: Principales:

Germán Torres Barreto Carlos M. Aragón

Abelardo Uribe Durán Ignacio Perdomo G.

Ismael Santofimio Víctor Ramírez Mejía

Santiago Vila Héctor Echeverri Cárdenas

Suplentes: Suplentes:

Carlos M. Aragón Pedro Varón

Francisco Escobar Motta Bruno Bernal

Julio S. Cocuy Ignacio Rojas

Abel de J. León Jesús González

Lista Liberal:

Cámara de Representantes Asamblea Departamental

Principales: Principales:

Pedro Antonio Durán Solano Eutimio Rubio

Martín Durán Belarmino Cabrejo

Efraín del Río Juan M. Ángel

Suplentes: Suplentes:

Lázaro Galindo Aquiles Camelo

Bartolomé Triana Antonio María Sánchez

Leonidas Sánchez Cerbeleón Sendoya

La novena lista fue inscrita a nombre del partido socialista democrático, y estaba encabezada para la Cámara de Representantes por Pedro J. Abella, y para la Asamblea Departamental por Pedro J. Villamarín. Finalmente, la misma edición del periódico, incluye un recuadro en primera página, con la siguiente declaración del Obispo de la Diócesis:

“Nos Pedro María Rodríguez Andrade, Obispo de Ibagué, hacemos saber a nuestros sacerdotes que, vistas las grandes amenazas del comunismo y las palpables deficiencias de la política conservadora departamental para organizar con clara inteligencia y desprendimiento patriótico un frente contra el enemigo, aprobamos en un todo la campaña social del doctor Augusto Ramírez Moreno en pro de los intereses generales del Tolima y confiamos omnímodamente en las insignes capacidades, cultura cívica y reconocida catolicidad del mencionado doctor Ramírez Moreno, quien tratará los asuntos con el mayor tino. Ibagué, 7 de marzo de 1945, PEDRO MARÍA Obispo”.

Bajo el título de “Leed, empleados públicos del Tolima”, el Derecho transcribió en su bandera de primera, en su edición 481 del 11 de agosto de 1945, unas frases extraídas del discurso de posesión del nuevo jefe del Estado, Alberto Lleras Camargo: “Ni un día durará en su puesto aquel funcionario que tenga otro criterio o que aprecie sus obligaciones de partido por encima de sus deberes en el servicio público”. Luego, a partir de su edición 482, incluyó el siguiente texto: “Nada que invite tanto a un pueblo a la rebelión como ver triunfante e impune la injusticia y el desgobierno, e imperante el atropello de legítimos derechos. Y esto sucede en el Tolima bajo el actual régimen departamental”.

Los años finales de la República Liberal en el Tolima fueron testigos de una alta agitación política. Hay una conocida canción folclórica de Pedro J. Ramos, según la cual el tolimense llega de último a la guerra y vuelve de último a la paz. Tal cosa se demostró por esos días. Mientras desde el gobierno nacional el presidente Alberto Lleras Camargo insistía en la imparcialidad oficial y la practicaba, en el Tolima, liberales y conservadores agudizaban sus diferencias, las cuales se trasladaron también al interior de los liberales tolimenses.

Lleras trataba de fomentar un clima de concordia, pero en el Tolima todos estaban comprometidos en su propia lucha política. Augusto Ramírez Moreno, Celerino Jiménez o Félix Tiberio Guzmán recorrían el departamento defendiendo los valores tradicionales de la sociedad. Pero Alberto Camacho Angarita, Gonzalo París Lozano o Rafael Parga Cortés hacían lo propio proclamando la necesidad de profundizar los cambios en las instituciones y en la cultura política.

En medio de agudas pugnas internas, se produjo la división liberal en 1945. Con una bandera de “Unión Nacional” el candidato conservador venció en las urnas e inauguró uno de los períodos más polémicos de nuestra historia reciente. Frente a la victoria de Ospina los liberales tolimenses reaccionaron diciendo que no cederían el poder regional, pues su fuerza electoral duplicaba a la de los conservadores.

Ante semejante exceso de optimismo, el director del semanario La Voz del Líbano, Leonidas Escobar, publicó una declaración señalando el error de sus copartidarios, pues “el conservatismo llegará al poder para ejercer sus derechos de partido triunfante”, de modo que los liberales deberán prepararse para la adversidad28. Aún con esa advertencia, los líderes tolimenses confiaban en su dominio de la política regional.

Conciente del deterioro de la estabilidad política, el presidente Lleras intentó evitar los excesos en el ejercicio de la actividad pública. En su informe titulado Un año de gobierno, 1945-1946 acusa a los que desde arriba van moviendo la máquina abominable hasta que el suceso partidario se produce: “Cuando sembráis odio en las ciudades, en las aldeas tienen que sembrar muertos en la tierra humilde”29. Como lo anota Henderson, la nación descrita por Lleras en 1946 no respondía al perfil de la que su partido se había propuesto crear tres lustros antes. Y nada ilustraba mejor las contradicciones de una sociedad –en la cual unos sectores se modernizan, mientras otros siguen viviendo en condiciones de atraso- que el agrícola departamento del Tolima.

1 Semanario ‘La Opinión’ nº 81. Girardot septiembre 14 de 1926, Director: Gregorio Salas.

2 En su mensaje al Congreso en 1934, el Presidente López expresó: “La política seguida por el anterior presidente, de conformidad con sus compromisos, no fue liberal sino de concentración de partidos, y dio por resultado que se aplazara por espacio de cuatro años la sensación de victoria y derrota que correspondía a cada una de nuestras dos grandes colectividades políticas dentro de su pugna tradicional”. Ver mensaje presidencial 1934, Imprenta Nacional, Archivo del Congreso, Bogotá

3 Dulcey fue nombrado por el ministro de Educación, de una terna que le era enviada por el gobernador, de acuerdo con las normas vigentes.

4 Guzmán Campos, Germán y otros. ‘La Violencia en Colombia’, Ediciones Tercer Mundo, Segunda Edición, Bogotá 1962, p. 24.

5 Citado por Germán Guzmán Campos, Op. Cit. p. 24.

6 Molina, Gerardo. ‘Las Ideas Liberales en Colombia’, Ediciones Tercer Mundo, Primera Edición, Tomo II, Bogotá 1974, p. 117.

7 ‘El Tiempo’ nº 8217. Bogotá agosto 15 de 1934, Director: Eduardo Santos

8 El nuevo gobierno no había designado aún gobernador para el Tolima. Amador venía desempeñando el cargo desde hacía cerca de un año, designado por el presidente Olaya Herrera. Fue sucedido pocos días después por Andrés Rocha Álvarez.

9 ‘El Tiempo’ ibidem.

10 Unión Nacional Izquierdista Revolucionaria. Al poco tiempo Gaitán disolvió el grupo y se reincorporó al seno del liberalismo, en el cual permaneció hasta su muerte.

11 Gaitán inició su intervención con las siguientes palabras: “Antes de plantear el problema al señor ministro de Gobierno, citado para éste debate, séame permitido presentarle los testimonios de mi sincera felicitación, y expresarle los deseos de que su obra en el despacho corresponda a las ideas de izquierda que han alimentado el índice de su vida política desde los campos de la oposición”. (El Tiempo, ibidem).

12 ‘El Tiempo’, ibidem.

13 ‘El Espectador’ nº 7877. Bogotá septiembre 11 de 1934, Director: Luís Cano.

14 Vidal Perdomo Jaime, en Prólogo a ‘La Reforma Constitucional de 1936’, de Álvaro Tirado Mejía y Magdala Velásquez, Editorial Oveja Negra, Bogotá p. 16.

15 Según los diccionarios de filosofía, Escuela es la denominación convencional con la que se conoce a un grupo de estudiosos vinculados entre sí por principios y propósitos comunes. En la antigüedad existió, por ejemplo, la Escuela de Alejandría cuyos miembros eran judíos de la diáspora, influidos por la cultura griega, que se esforzaron en sintetizar los pensamientos judaico y helénico. En los albores de la modernidad se conoció la Escuela Española de Jurisprudencia que, partiendo del pensamiento cristiano y del derecho natural, se empeñó en desvirtuar la teoría del derecho divino de los reyes. El siglo XX vio nacer la Escuela de Frankfurt, interesada en desarrollar una reflexión global sobre el proceso de consolidación de la sociedad capitalista burguesa, cuyos análisis indujeron a sus discípulos a formular revisiones al marxismo.

16 “El Derecho” nº 114, Ibagué julio 10 de 1937, Director: Juan Mª Arbeláez.

17 “El Derecho” nº 210, Ibagué junio 17 de 1939, Director: Juan Mª Arbeláez.

18 “Frente Liberal” nº 1, Ibagué septiembre 28 de 1940, Directores: Antonio Rocha, Alejandro Bernate, Rafael Parga y Alberto Camacho.

19 Los adversarios de la candidatura de López, que se llamaban a sí mismos antirreeleccionistas, fundaron el periódico “Independiente”, dirigido por Fidel Murillo, que seguía orientaciones del general Caicedo.

20 Uno de los más fervientes partidarios de Santos fue el escritor tolimense Juan Lozano y Lozano, quien dirigía el periódico “La Razón”, fundado por los adversarios liberales de López y respaldado por la APEN, asociación de propietarios y empresarios que, afectados por las reformas sociales, estimuló también la candidatura de Arango.

21 En el sepelio de Cortés González hicieron uso de la palabra el médico Manuel F. Sarmiento, a nombre del Directorio Conservador y Adriano Tribín Piedrahita a nombre de la juventud conservadora. En mensaje a sus copartidarios, el Directorio señaló que la consigna del partido de gobierno era “sembrar el terror y segar vidas inocentes”. Por su parte la prensa liberal del departamento responsabilizó a Laureano Gómez de predicar la acción intrépida, como instrumento de lucha, en una torcida ética de la política que despierta instintos violentos y lanza al delito a los fanáticos. Ver “Frente Liberal” nº 12 y “Acción” nº 21, de la fecha mencionada.

22 A esa época corresponde la fundación del “Epicentro” que giraba en torno a la actividad de la poetiza Luz Stella, así como el nacimiento del grupo de “Los Tridentes”. Uno de sus miembros, el médico y ex alcalde de Ibagué Luís Eduardo Vargas Rocha, anota que solían reunirse en la casa de su colega Luís Ernesto Bonilla o en la de Félix Martínez Ruiz y recuerda entre los concurrentes a Rafael Parga Cortés, Rafael Caicedo Espinosa, Alejandro Ramírez Hernández, Alberto Santofimio Caicedo, Federico Melo Castilla, Felipe Salazar Santos y Miguel Ángel García. “Es cabalmente un cenáculo musical –escribe Vargas Rocha- y usan como distintivo un tridente de oro que ostentan con orgullo en la solapa”. Ver “Ibagué: médicos y medicina, 1941-1980”, Litoimagen Impresores, Ibagué 2006.

23 Alberto Castilla escribió sobre Luz Stella lo siguiente, a propósito de un texto de ella alusivo al maestro: “Ha escrito usted una página admirable. No me fascina de ella el corte académico que solamente usted y Teresa de la Parra saben dar a las narraciones…me interesa y me seduce en ésta égloga el ambiente pastoril en que usted ha iluminado su cuadro…me enorgullece el hecho de que una fiesta dada en mi honor, haya dado oportunidad a que una de las más insignes escritoras suramericanas y la más prestigiosa prosadora colombiana, escriba en los anales de esta ciudad legendaria una de las páginas que han de ser timbre de orgullo en su historia…”. “Tolima Liberal” nº 11, Ibagué septiembre 18 de 1932, p. 15, Director Alberto Camacho Angarita.

24 El nombre de pila de Luz Stella era María Cárdenas Roa, el de Timoleón, Nicanor Velásquez Ortiz y el de Martín Pomala, Jesús Antonio Cruz. El periodista Floro Saavedra Espinosa, gerente del semanario “El Derecho” hizo suya la idea de un grupo de ibaguereños en el sentido de que la Asamblea Departamental ordenara la edición de los libros “Sangre y otros poemas” de Pomala y “Río y Pampa” de Timoleón. A esa época corresponden las primeras publicaciones de los libros “Espejo de naufragios” y “Luna de Arena” del poeta ibaguereño Arturo Camacho Ramírez, quien ya alcanzaba proyección internacional, como miembro del grupo de “Piedra y Cielo”. A éste grupo –influido por poetas como el chileno Pablo Neruda y el colombiano Aurelio Arturo- pertenece también el poeta Darío Samper, nacido en Boyacá pero con algunos vínculos con el Tolima. Aparecen también el libro sobre Ibagué de Hernando Márquez Arbeláez; “El seguro social y su implantación en Colombia” de Alfonso Bonilla Gutiérrez; “Higiene integral” de Rubén Gamboa Echandía; “Guerrilleros del Tolima” de Gonzalo París Lozano y “La palabra triunfante” del maestro Manuel Antonio Bonilla, quien era un distinguido miembro de la Academia de la Lengua. Cobran importancia nacional el Colegio de San Simón y la Escuela Normal de Institutoras que, ante la ausencia de centros de educación superior, fungen como una especie de universidades locales. También se hacen nacionalmente conocidos el Coro del Tolima y el dueto Garzón y Collazos, cuyos intérpretes se volvieron famosos bajo el apelativo de “los príncipes de la canción colombiana”.

25 “El Derecho” nº 431, Ibagué junio 3 de 1944, Director Juan María Arbeláez.

26 De los tres grandes periódicos liberales editados en la capital del país, El Tiempo expresó su pleno respaldo a la candidatura de Turbay. El Espectador y El Liberal prefirieron inclinarse por la de Echandía. Gaitán no tuvo prensa capitalina a su favor aunque El Siglo, por instrucciones del jefe conservador Laureano Gómez, expresaba simpatías por su figura.

27 “El Derecho” nº 482, Ibagué agosto 18 de 1945, Director Floro Saavedra E.

28 Citado por James Henderson en “Cuando Colombia se Desangró, un estudio de la Violencia en metrópoli y provincia”, El Áncora Editores, Bogotá 1984, p. 128.

29 Ibidem, p. 122.

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