LA REGENERACIÓN EN EL TOLIMA.1885 – 1899.

 

Por: Hernán Clavijo Ocampo

 

Introducción

La historiografía colombiana de la segunda mitad del siglo XIX ni la historiografía posterior tienen un estudio sobre lo que fue la Regeneración en el Tolima (1886 – 1899). En cambio, existe la clásica descripción analítica de Salvador Camacho Roldán sobre lo que fue, a nivel socioeconómico, la región tolimense hasta los comienzos de este periodo, en su obra, “Notas de Viaje (tomo 1)1. Camacho Roldán se refiere básicamente a la geografía, a las poblaciones más importantes, a las comunicaciones, a la economía y a la historia económica del Tolima en la época del federalismo.

Antes de Camacho Roldán, don Miguel Samper2 y Emiro Kastos3 ya habían dejado impreso el producto de su aguda visión sobre aspectos relevantes del Tolima poco antes de, o durante la Regeneración. En el capítulo de sus escritos Político Económicos dedicado a los Ferrocarriles en Colombia, Samper reconocía que el Tolima hacia parte del comercio interior más valioso de toda la república, al lado de Boyacá y Cundinamarca4. Los proyectos del Ferrocarril de Girardot y la carretera a Cambao así como el papel de Honda en el transporte y el comercio eran el centro de sus reflexiones. Por su parte, Lozano y Lozano5 nos dejó en la semblanza que hizo de su padre, Fabio Lozano Torrijos, finos y elocuentes trazos de la trayectoria y realizaciones de este personaje de la historia del Tolima y de Colombia a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX; es especialmente interesante lo que refiere a sus relaciones sociales y de poder y a la relación de los conflictos políticos con las empresas agropecuarias en el periodo de la Regeneración. Emiro Kastos hizo, poco antes de la Guerra Civil de 1885, la más penetrante y memorable descripción del trasfondo telúrico de Ibagué, huella imborrable de todo viajero, matizada admirablemente por su contemporáneo Próspero Pereira Gamba.

Sin embargo, la obra clásica de la literatura histórica que mejor contribuye como fuente secundaria a profundizar nuestra comprensión y conocimiento de la historia y la geografía humana del Tolima y particularmente de Ibagué en el periodo de la Regeneración es, sin duda, la crónica autobiográfica de Próspero Pereira Gamba “La Vida en los Andes Colombianos”6. Es la de única crónica sobre las gentes, los paisajes, la cultura, la política y un poco de la economía de la segunda mitad del siglo XIX, con un énfasis especial en el periodo de la Regeneración en el Tolima. Esta obra complementa, amplía y contrasta significativamente la obra de Medardo Rivas “Los trabajadores de Tierra Caliente7.

La obra de Charles Berguizt8, publicada a comienzos de la década de 1980, estudia las relaciones entre la economía cafetera y los monopolios como antecedentes de la Guerra de los Mil Días. La tesis central de este autor es la de atribuir poder explicativo de la Guerra al impacto de la crisis de las exportaciones de café en 1898 en la generación de la crisis política e institucional que desembocó en la Guerra. De otro lado, el trabajo de Carlos Eduardo Jaramillo9 sobre la Guerra de los Mil Días, en parte apoyado en el trabajo de Berguizt, profundiza en la crisis política e ideológica de la Regeneración en 1896 y 1898, aunque su análisis de fondo es el desarrollo y la estructura de la Guerra de los Mil Días. Estas obras son muy útiles para la comprensión y el conocimiento del contexto de cualquier estudio regional sobre la Regeneración. Finalmente, el estudio de Hermes Tovar Pinzón sobre las colonizaciones y el poblamiento a lo largo del siglo XIX tiene un capítulo dedicado al Tolima donde estudia las formas estructurales de estos procesos y sus dinámicas territoriales durante el Federalismo y de la Regeneración10.

A nivel de la historiografía contemporánea sobre la región y regional, autores como James Henderson11, Luis Henrique Gómez Casabianca12, Delimiro Moreno13, Álvaro Cuartas14, Jairo Ramírez Bahamón15 y Rubén Darío Ramírez Arbeláez16, entre otros, ha trabajado una serie de temas y fuentes con diversos enfoques e interpretaciones sobre la segunda mitad del siglo XIX. Con excepción del primero y del último, los demás se centran más sobre el periodo del Federalismo. Álvaro Cuartas ha hecho un esbozo algo retórico, sobre la Regeneración en el Tolima; su trabajo sobre Jorge Isaacs aporta elementos sugestivos sobre la relación entre educación, minería y política17.

Nuestro propio conocimiento sobre el periodo se ha venido acumulando y decantando desde el trabajo sobre los delegatarios del Tolima a la Asamblea Constituyente de 188618; al artículo sobre los Centros de Poder Político – Administrativo en el Tolima entre 1887 y 189919; el artículo sobre el papel del aguardiente en las rentas fiscales, la vida política y socioeconómica en el Tolima en la segunda mitad del siglo XIX20 y, sobre todo, los capítulos 1 y 2 del libro “Educación, Política y Modernización en el Tolima”21. Estos trabajos, sin duda, incipientes, nos han permitido avanzar en la comprensión y en el conocimiento de algunos aspectos del periodo del Federalismo y de la Regeneración en esta región.


II. ¿QUÉ FUE LA REGENERACIÓN?

La Regeneración fue el periodo de la historia de Colombia comprendido entre la Guerra Civil de 1885 y el principio de la Guerra Civil de los Mil Días, en 1899.

La primera de estas guerras terminó en la derrota militar del radicalismo liberal y el fin del régimen federalista por el triunfo de la coalición del partido conservador y del liberalismo Independiente, es decir el nacionalismo, el cual estuvo liderado por el presidente Rafael Núñez y el ideólogo Miguel Antonio Caro. Los hechos históricos fundacionales de este periodo fueron la promulgación de la Constitución de 1886 y del Concordato en 1887.

Distintos autores han destacado las características generales y fundamentales de la Regeneración. La centralización del Estado y la descentralización administrativa, el concordato y la entrega de la educación a la Iglesia y una política económica, monetaria y fiscal que privilegió de manera autoritaria los intereses del Estado y de la coalición de gobierno sobre los intereses privados y de los adversarios políticos. A estas características se agrega el contenido social del nuevo gobierno surgido de la coalición nacionalista entre conservadores y liberales independientes y la nueva concepción y estilo de la administración pública a nivel nacional, departamental y municipal.

Las interpretaciones más plausibles del sentido histórico de las reformas al Estado, la economía, la sociedad y la cultura colombiana han oscilado entre un nacionalismo populista y autoritario apoyado en la Iglesia y en el ejército conservador y un régimen centralista y presidencialista que intentó la modernización del estado y la integración nacional fundamentado en instituciones y políticas excluyentes, con un rígido control de las libertades y derechos civiles. En todo caso, el proyecto resultó tan conflictivo como el modelo federal pero no pudo sobrevivir sino parcialmente y a costa de la más grande guerra civil y de la reforma de la constitución de 1886. Ambos proyectos debieron enfrentar los efectos de la crisis de las exportaciones y las limitaciones del mercado interno que, en el caso de la Regeneración, se sumaron a la resistencia liberal contra la exclusión, la censura, la política económica, monetaria y fiscal del régimen nacionalista y a los efectos de la división política entre los nacionalistas y conservadores históricos que llevaron a la Guerra de los Mil Días (1899 – 1902). Buena parte de esta coyuntura fue analizada lúcidamente por don Miguel Samper.

La principal característica de la Regeneración en Colombia, la centralización del poder con ciertos grados y niveles de descentralización administrativa se dio en el Tolima bajo la forma de nuevo y prolongado caudillismo prusiano, el del General Casabianca, quien gobernó esta región en el plano político y militar, como prolongación de la victoria en el campo de batalla durante la Guerra Civil de 1885, con un sentido autoritario, excluyente y modernizador en tres periodos distintos y cruciales (1886 – 1892; 1895 y 1897 – 1898). Es decir que el periodo de “La Regeneración” en el Tolima Grande, significó la emergencia de un nuevo dominio conservador en esta región y el fracaso político -militar del liberalismo radical tolimense. Ese nuevo dominio coincide, en buena parte, con la etapa más importante de la vida del General Casabianca, quien como exitoso jefe militar de las tropas del ejército del gobierno nacional en la Guerra Civil de 1885 en el estado del Tolima, logró convertirse en uno de los más prestigiosos “caudillos – funcionarios” del partido nacional, concretamente, en gobernador del Estado del Tolima en tres ocasiones entre 1886 y 1899.

Tanto desde la perspectiva socioeconómica como de la perspectiva sociopolítica, el Tolima vivió cambios profundos por las distintas colonizaciones (antioqueña, cundiboyacense, santandereana y la tolimense de la zona del Caquetá) y sus procesos de poblamiento, asociados a las explotaciones mineras y cafeteras en zonas de tierras baldías de las cordilleras central y oriental; así como a la reconfiguración territorial y a la movilidad social. Estos procesos generaron cambios intensos en su estructura social y su identidad colectiva.

Durante la Regeneración se aplicó un patrón de control político y territorial fuerte, a través de alcaldes y concejales y de la fragmentación de municipios de gran extensión y de influencia liberal. Además, mediante formas de participación elitista como las juntas de comercio, beneficencia, hacienda, catastro, ornato y fomento en la ciudad de Ibagué. Así, el gobierno regenerador logró no solo ampliar las formas institucionales y los mecanismos de identidad colectiva sino el consecuente ascendiente en la sociedad y en la vida política, sobre todo en tiempos de elecciones. Finalmente, el conocimiento y evaluación del estado y la organización de las oficinas de la administración del estado en los niveles municipal, departamental y nacional mediante las visitas fiscales seguidas de la inversión de excedentes de tesorería, producto de la política fiscal y administrativa, la construcción de una infraestructura de comunicaciones internas con otros departamentos: caminos y puentes en las zonas más pobladas y productivas; de carreteras y ferrocarriles, permitieron al gobierno regenerador construir formas incipientes de hegemonía política. Esta labor estuvo alimentada, de otra parte, por el intento de reformar la educación y la cultura, con la inspiración del gobernador Casabianca, los Hermanos Cristianos o Maristas e intelectuales locales, especialmente en el conocimiento de la geografía y la historia local, sobre todo en los pueblos de la cordillera central, así como en la institucionalización de una banda de música, la educación musical y igual una biblioteca pública en Ibagué.

Ahora bien, la tradicional influencia de las regiones del Cauca, Antioquia y, sobre todo, de Bogotá en la vida política, cultural y económica del Tolima hacen imposible comprender en profundidad la especificidad histórica tanto del periodo del Estado Soberano como de la Regeneración en esta región, sin el conocimiento de las dinámicas e influencias de dichas regiones a nivel de los procesos económicos, educativos, culturales, político militares e institucionales.

Sin duda, el periodo de la Regeneración esta atravesado por procesos socioeconómicos de gran envergadura como fueron: el nuevo ciclo de la minería del oro; la expansión del cultivo del café y de la caña con sus industrias de trapiche (panela y aguardiente)22 y de la ganadería de leche, implicaron un intenso proceso de explotación de bosques y de deforestación que provocaron un rápido y profundo cambio del paisaje rural y social de la región, así como en la distribución geográfica del poder político entre liberales y conservadores. Simultáneamente, y sin embargo de la crisis de la agricultura y la ganadería del valle y la llanura del Magdalena, se dio un ciclo de auge del comercio a través del río Magdalena, desde Honda hasta Purificación, y la apertura de nuevas vías de comunicación entre los pueblos de las tierras altas y el valle del Magdalena, sobre todo en el norte del Tolima.

 

III. ANOTACIONES METODOLÓGICAS Y PERSPECTIVAS DE INVESTIGACIÓN

De otra parte, el hecho de que el periodo de la Regeneración en el Tolima esté identificado con el protagonismo social, político, administrativo, militar y económico del general Casabianca, imprime a su estudio ciertos condicionamientos metodológicos, sobre todo cuando una fuente valiosa como la de los archivos municipales y departamental, con muy pocas excepciones, ha desaparecido. La más importante de estas es, sin duda, el Archivo Histórico de Ibagué, en buena parte inédito para la investigación de la historia del siglo XIX y comienzos de la del XX. Con todo, la fortuna de haber trabajado el archivo personal del general Casabianca y las hemerotecas de la biblioteca Nacional; Luis Angel Arango y la de la biblioteca de la Universidad de Antioquia determinan las posibilidades de esta aproximación a dicho periodo en la región y su personaje principal.

En el caso de las fuentes oficiales, la nueva concepción y estilo político administrativo del gobierno regenerador dio lugar, entre otros efectos, a la creación de nuevas fuentes documentales. Se trata de los informes de los prefectos y de los visitadores fiscales de las diferentes secciones territoriales en que estaba dividido el Departamento. A estos documentos se agregan los tradicionales informes que presentaban a la Asamblea los jefes de los gobiernos seccionales. Durante la Regeneración, los gobernadores presentaron a la Asamblea del Departamento del Tolima informes en las sesiones de 1892, 1894 y 1898.

La visita fiscal fue uno de los mecanismos ideados por el régimen regenerador, tanto para efectos de la administración pública a nivel municipal como, sobre todo, para el control político y territorial en las zonas ideológica y políticamente adversas. Eran practicadas por hombres de cierta competencia en los asuntos de la cosa pública y de confianza del gobernador.

Los informes tratan asuntos como el estado de los archivos de las oficinas de la administración municipal y de las vías publicas; el comportamiento fiscal y la gestión de los responsables de las diferentes dependencias de la administración local. En ocasiones, los informes tienen juicios sobre aspectos políticos, económicos, territoriales e históricos de algunos de los distritos de su jurisdicción, como ocurre en el de la primera visita a los pueblos de la cordillera norte, fechado el 8 de diciembre de 1886. Desde la perspectiva de una historia cultural de la administración pública regional dichos informes pueden ser considerados como una especie de monografías subregionales, bastante esquemáticas por cierto.

El valor metodológico de las visitas radica en el hecho de que fundamenta documentalmente el tratamiento de ciertos problemas poco trabajados. Por ejemplo, la relación entre la colonización, el cambio social y agrario y el control político y territorial del gobierno regenerador del Tolima sobre la colonización antioqueña. En este sentido, el informe de la visita fiscal practicada a finales de 1886 contiene datos valiosos sobre el fenómeno del poblamiento en las zonas de colonización y su ordenamiento territorial. Más concretamente, revela algunos rasgos de la geografía política de la zona de colonización antioqueña y la importancia estratégica que el gobernador Casabianca le dio a la reorganización territorial como instrumento para extender y consolidar el poder del partido conservador y de la Iglesia. Este mecanismo estaba asociado a la adjudicación de baldíos como forma de pago a contratistas de la apertura y composición de nuevos caminos para controlar fronteras e integrar a la cordillera al mercado del valle del Magdalena.

Complementarios a los informes de las visitas fiscales son los más tradicionales informes de los prefectos departamentales. Un ejemplo de estos es el de los Prefectos del Norte y del Centro, a comienzos de 1887. La importancia de este radica en que da cuenta de fenómenos sociales como el generado por la Guerra Civil de 1885 y la devastación de los campos por la plaga de langosta, cual fue la movilidad geográfica de la población del valle del Magdalena hacia las tierras y poblados de la cordillera central. Dato de gran interés histórico porque obliga a revisar las ideas convencionales sobre los contenidos sociales de la llamada colonización antioqueña y la recomposición social de la población tolimense a finales del siglo XIX.

Con todo, el conocimiento mejor de la Regeneración en el Tolima esta determinado por la existencia del archivo del General Casabianca, pues permite contrastar las fuentes oficiales públicas lo cual le da una inusitada profundidad y amplitud al estudio.

El análisis de la información contenida en los documentos del Archivo del General Casabianca, especialmente de las cartas dirigidas a, o enviadas por este a lo largo de su carrera pública, en los diferentes oficios y cargos que desempeñó, ha sido decisivo para esbozar y matizar trazos de algunas de las dimensiones más significativas del periodo de la Regeneración. El trabajo del Archivo del General Casabianca nos permitió comprender y conocer aspectos de su papel en la historia política regional y nacional antes de y durante la Regeneración, concretamente, sus ideas y acciones como líder político y militar del partido conservador; como agente de la empresa de navegación del Alto Magdalena; como gobernador del Tolima; diplomático ante el Imperio Alemán; empresario en la zona de colonización de la cordillera norte del Tolima; comandante en jefe del ejército del Atlántico; ministro de Guerra etc..

Sin embargo, antes de abordar el asunto, conviene reconocer que uno de los productos del proceso de estudio e investigación de la historia del Tolima en el siglo XIX es la conciencia de unos capítulos pendientes de esta estudien la migración y las dinámicas socioeconómicas, territoriales, políticas y culturales de las colonias de ingleses, antioqueños, caucanos y bogotanos en el Tolima durante los periodos del Federalismo y de la Regeneración. Especialmente significativa es, por su impacto cultural y político, las migraciones de grupos de ingleses a raíz de la liberalización de la economía del tabaco; la concesión de las minas de plata y de oro en el distrito de Mariquita y, finalmente, del comercio y de los ferrocarriles pues llegarían a dar cierta dinámica innovadora a la tradicional vida pastoril y al dominio de los terratenientes conservadores de las llanuras tolimenses. La influencia de esos ingleses no fue solo económica sino laboral, tecnológica, cultural y política.

El papel de los ingleses en la cultura y en la vida política así como en la vida socioeconómica y comercial de las zonas tabacalera y minera del norte del Tolima nos ha sido casi del todo desconocido. Malcom Deas, buen conocedor de fuentes poco convencionales, diarios y crónicas de viajeros, apenas ha escrito unas frases sobre el asunto. Aún más, su artículo sobre la Guerra Civil de 1885 en el cual analiza, entre otros asuntos, la figura del general Ricardo Gaitán Obeso, vecino de Piedras o Ambalema, dice muy poco o, mejor, casi nada, sobre la política tolimense de la década de 188023. El ensayo de Thomas Fischer sobre las explotaciones mineras de Santana24 y el libro de Américo Carnicelli “Historia de la Masonería en Colombia”25, tienen otras líneas que apenas permiten vislumbrar el vacío sobre dicho periodo histórico de la región y las enormes dificultades metodológicas para asumir dicho estudio.

En términos más amplios, dicho capítulo debe hacer una análisis de los contenidos sociales, culturales e intelectuales de la vida política de los periodos en que gobernaron los conservadores (1868 – 1876), los radicales por segunda vez (1877-1884) y el periodo de la regeneración (1885-1899). Quizás el aspecto más relevante de ese capítulo sería el conflicto entre conservadores y liberales por al cuestión educativa y la producción literaria de sus intelectuales. El asunto tiene importancia por el protagonismo de personajes como Luis Segundo de Silvestre, Jorge Isaacs, Emiro Kastos, Isidro Parra y escritores anónimos y aparentemente aldeanos que esperan la justicia de la historia, especialmente los del nuevo fragmento de la sociedad tolimense, es decir de la zona de colonización antioqueña.

En todo caso, la singularidad histórica de la Regeneración en el Tolima dada por el liderazgo y versatilidad del general Casabianca permite que el enfoque regional de un estudio sobre esta etapa de la historia política e institucional de Colombia pueda y deba ser enriquecida con los fragmentos biográficos de dicho general. Tanto el enfoque regional como el biográfico permiten reconocer líneas más específicas del desarrollo de este proyecto de estado, sociedad y economía, desde los niveles y perspectivas locales hasta la nacional e internacional. Esta línea se debe destacar el papel de la organización de un ejército conservador; la administración del justicia asociada a una infraestructura moderna de cárceles; la política fiscal inclinada a los impuestos indirectos, básicamente los monopolios y las aduanas; la modernización de las vías de comunicación y los medios de transporte (caminos, puentes, ferrocarriles); la adjudicación de baldíos a grandes “empresarios” y la expansión de la frontera agrícola. Estos asuntos remiten a un complejo de temas y, por lo tanto, de fuentes poco convencionales.

Más concretamente, se debe destacar la cuestión administrativa y fiscal como uno de los ejes de la gestión gubernamental tanto en el periodo de paz (1886 – 1899), como en el control territorial de la colonización antioqueña. En segundo lugar, la cuestión cultural y educativa, pues es una veta inusitadamente rica de las temáticas y fuentes inéditas sobre la historia regional en este periodo, especialmente entre 1886 y 1898, y cuya importancia radica en que viene a modificar el imaginario colectivo sobre el periodo anterior a la Guerra Civil de los Mil Días. En tercer lugar, la cuestión económica que es compleja y muy interesante sobre todo desde las perspectivas ecológica y ambiental, de las cuales aparecen esbozos en la conciencia de ciertos sectores sociales, en especial la sensibilidad por la preservación de los bosques y el medio ambiente entre los gobernantes y algunos hacendados que tuvieron otra mirada de la colonización antioqueña y de la actividad de las compañías mineras de los extranjeros en el norte y centro del Tolima.

Por lo pronto nos vamos a concentrar en este artículo en dos de las principales dimensiones históricas del periodo de la Regeneración en el Tolima, concretamente en aspectos de la política y la economía. Entre los primeros debemos destacar la evolución política del régimen en el Tolima y los intereses del gobierno departamental en Bogotá. Igualmente, algo de las singularidades de la vida política en lugares diferentes a la capital del Departamento. La variante biográfica, a partir de un esbozo de la carrera burocrática del gobernador Casabianca, la podemos concretar al dar cuenta de su visión del papel del gobierno en la vida regional entre 1886 y 1892; su papel en las relaciones internacionales de Colombia y sus aportes a la reorganización del ejército. De otra parte queremos destacar elementos para la comprensión del proceso económico, particularmente el de la agricultura y la industria del aguardiente, en tanto revela dinámicas de esta etapa de la formación del mercado interno.


IV. ¿QUIEN FUE EL GENERAL MANUEL CASABIANCA? SU IMPORTANCIA TEÓRICA E HISTÓRICA.

Sin duda existe un contraste entre la visión que nos da el historiador norteamericano James Henderson en su presentación del general Casabianca y la que nos da Luis Enrique Gómez Casabianca de su antepasado. El primero lo hace a través del destino dado por sus herederos a su hacienda de la Yuca y el segundo busca el significado y el sentido de la actividad política, militar, burocrática, literaria y empresarial de su bisabuelo a lo largo de la historia colombiana de la segunda mitad del siglo XIX, especialmente en el Tolima.

La población del Líbano fue, desde finales del siglo XIX, el epicentro más importante de la colonización antioqueña de la cordillera central del Tolima. Las figuras del general Isidro Parra y de otros intelectuales anónimos así como el papel de estos en la configuración territorial de nuevos centros de poder en el norte del Tolima, hacen parte del conflicto social, ideológico, cultural y político de la segunda mitad del siglo XIX. El avance en el planteamiento del objeto de este capítulo fue hecho hace casi tres décadas por James Henderson. Sin embargo, después del trabajo de Hermes Tovar arriba citado y otros como el de Gómez Casabianca, podemos profundizar en este capítulo todavía difuso y fragmentado de la historia tolimense. La muerte del general Isidro Parra, del conflicto con el magistrado Ramírez, la erección del municipio de Casabianca en 1896 y el poblamiento de Santa Isabel son aspectos de dicho capítulo.

Según Henderson, el Obispo Ismael Perdomo, probablemente inspirado en la Encíclica Rerum Novarum, concibió un proceso dirigido de poblamiento, colonización y control territorial en la década de 1910, cuando extendió la bondad y el poder de la Iglesia, en ardua disputa con el liberalismo desde antes de la Guerra de los Mil Días, entre el campesinado conservador en los municipios de Santa Isabel, al norte, y el de San Miguel de Perdomo, al occidente de Ibagué. En efecto, con base en el libro Monografías de Rufino Gutiérrez, Henderson afirma que, en 1916, “el obispo de Ibagué, Ismael Perdomo, propició el establecimiento de centenares de familias conservadoras en Santa Isabel, a través de la formación de una corporación llamada Sociedad Fomentadora de la Acción Social. El obispo vendió acciones de la corporación y utilizó el capital para comprar la hacienda de La Yuca, de los herederos del general Manuel Casabianca, un caudillo conservador que ocupó seis veces la gobernación del Tolima. La hacienda, ubicada a lo largo del límite norte de Santa Isabel con el municipio del Líbano, fue dividida en 360 parcelas de 25 hectáreas cada una y vendida a leales familias conservadoras”. En 1928, agrega, la población de Santa Isabel se había duplicado respecto de la diez años antes, al pasar a ser de 6.682 almas26. Un dato para contextualizar e interpretar los vectores del conflicto agrario en el Tolima antes del período de la Violencia político partidista es el de la reacción del gobierno liberal a la revolución de los bolcheviques del Líbano, cual fue la parcelación de la hacienda Santo Domingo, ubicada en el distrito de Armero27.

Con base en entrevistas con herederos del General Casabianca28 y en documentación inédita de su archivo personal, pudimos establecer que Manuel Casabianca fue el hijo, al parecer único, de Agustín Casablanca, un inmigrante francés de la Isla de Córcega en el mar mediterráneo, y una mujer de la ciudad de Coro, Venezuela. Según la leyenda familiar, nació a bordo de un buque frente a las costas guajiras. Dedicado al comercio se estableció en la ciudad de Cúcuta. Su relación con familias de la elite local, especialmente con los Canal y otras, permitieron que Manuel creciera en el ambiente social de la elite conservadora de esta zona de Colombia. Agustín al parecer fue uno de los muertos que dejó el terremoto que destruyó a Cúcuta antes de junio de 1840, es decir poco después de haber nacido su hijo. Este creció entre Cúcuta y Pamplona donde pudo haber sido adoptado por algún miembro de la familia Canal quien le habría protegido en su formación y educación. Al parecer su madre poco tuvo que ver en esta. De su juventud poco sabemos. Solo que muy joven, a los 18 años de edad, entró en las filas del ejército organizado por el General Leonardo Canal, bajo cuyo mando hizo la campaña que en la Guerra Civil de 1860 lo trajo hasta Bogotá, ciudad donde fue capturado por las tropas del General Mosquera. Después de su liberación entró en relación con miembros de la familia Caicedo y, a través de ellos, llegó a hacer parte de los cuadros militares y políticos del Partido Conservador en el Estado Soberano del Tolima, estado que fue gobernado por este partido entre 1868 y 1875.

Establecido en la villa de Purificación, principal puerto fluvial del rió Magdalena entre Ambalema y Neiva, tuvo vida social y política al lado de la familia Caicedo, la cual por entonces tenía relaciones de parentesco con la próspera elite liberal de Chaparral, especialmente con los Rocha, como lo ilustra el hecho de que el eminente abogado, el doctor Nicolás Rocha Gutiérrez fuera casado con Lucia Caicedo Santamaría, hermana del ex - presidente Domingo Caicedo Santamaría. La importancia histórica y teórica de este dato radica en que, debidamente profundizado en las fuentes pertinentes, permite conocer las tensiones de la política intrapartidista conservadora, concretamente entre las corrientes antioqueña y bogotana del partido conservador. Radicado en el Tolima, participó en todas las guerras civiles que hubo en esta región entre 1865 y la Guerra de los Mil Días, es decir las de 1867 – 1868, 1876, 1885, 1895 y la de 1899 – 1902, durante la cual falleció, de muerte natural, en la ciudad de Bogotá. En su vida civil hizo parte de las actividades sociales de las familias Caicedo de Saldaña, Castro, Rocha e Iriarte de Chaparral y Purificación. Casabianca fue socio de las empresas comerciales y agropecuarias del Doctor y Jefe Conservador Francisco Caicedo Jurado, en esta zona.

En efecto, Casabianca fue uno de los talentos militares y políticos reclutados, primero por la familia Canal en Cúcuta, después por la familia Caicedo de Saldaña. Esta, una vez el partido conservador se hizo al poder en el Tolima como resultado de la crisis que generó la destitución del General Tomás Cipriano de Mosquera por la coalición entre radicales y conservadores en 1867. Como protegido de esta familia, Casabianca sirvió decisivamente en la campaña militar de 1867 – 68, que le permitió a su partido hacerse al poder y gobernar el Tolima hasta 1876, periodo durante el cual este hizo sus primeros experiencias en la vida política provincial y federal. Además, fue empresario de la quina, cultivador de arroz, trapichero y agente comercial de la casa Lorenzana y Montoya de Bogotá. Desde 1879 hizo parte, con el General Manuel Briceño, de la fracción no “liguista” del partido conservador, animada por los jesuitas. Compartía con aquél, la idea de que Holguín y el directorio querían convertir al partido conservador en la cola del Nuñismo, como en efecto lo fue para intentar hacerse al poder, luego del vacío de éste en el poder.

La inteligencia de Casabianca en la coyuntura histórica de 1882, cuando su amigo Briceño terminaba su trabajo sobre los Comuneros, era muy subjetiva y equivocada, como lo revela su razonamiento: “Núñez no es conservador, luego es enemigo nuestro”. Era tan refractaria, a la vez que aguda en su cálculo estratégico, la posición de Casabianca y de Briceño respecto de la orientación del directorio, que avanzaron en la organización de una sociedad secreta de carácter político militar denominada “La Restauración”. Esta solo admitía entrar en “ligas” con los liberales para efectos de la guerra, siempre y cuando tuvieran asegurada la capacidad logística de dominar a sus aliados luego de logrado el triunfo. Como en efecto lo lograron profundizando la división en el partido conservador y prolongando la confrontación con los liberales hasta desembocar en al Guerra de los Mil Días.

La personalidad política de Casabianca estuvo asociada al proyecto de centralización política autoritaria del Estado Nacional y sus relaciones sociales con miembros de las elites sociales de la región y de los partidos liberal y conservador en Norte de Santander, Bogotá y el Tolima. Era proclive a soluciones autoritarias de los conflictos políticos y tenía un fuerte apego a la disciplina, a la autoridad y al orden, actitudes y valores que proyectaba en su actividad económica como requisitos del progreso material. Su frialdad hacia el debate ideológico se advierte en el casi ningún entusiasmo que despertó en él el debate al proyecto de constitución.

Por lo menos hasta 1898, cuando suscribió el contrato de monopolio de aguardiente con José Maria Sierra, Casabianca compartió con los presidentes Núñez y Caro su aversión hacia los antioqueños. Al finalizar la década de 1880, la problemática conciencia de sus orígenes nacionales se agudizó, pues sabía que era un fuerte obstáculo jurídico para sus mayores posibilidades de encumbramiento dentro del partido y la política nacional. Los antioqueños lo sabían y se aprovecharon con sutil y hermético humor de esta circunstancia, la cual en cierto modo contribuyó a debilitarlo como alternativa de poder dentro de este partido, sobre todo en 1897.

Desde el punto de vista teórico la importancia del caso del general Casabianca para la historia social, económica y política de la clase dirigente de Colombia en el periodo 1880 – 1905, radica en su condición de jefe político y militar del partido conservador, hacendado, funcionario público y empresario privado que no solo puede ser evaluado bajo la categoría de negociante propuesta por Dávila para caracterizar a los empresarios colombianos en el periodo 1886 – 193029, sino la de clase tradicional en oposición a los miembros de la clase dominante con vínculos con el mercado internacional, como la que planteó Bergquizt en el estudio citado.

Dávila se refiere a los casos de los empresarios de Bogotá y del Valle del Cauca, desde la perspectiva de su diversificación económica, es decir de su falta de especialización y considera que es más pertinente referirse a ellos con la categoría de negociantes que de empresarios. Hacer negocios y consecuentemente “hacer plata”, definiría mejor el carácter multifacético y la formación práctica, empírica de estos negociantes30. Una vez se consolida políticamente en el gobierno regenerador, tanto en el Tolima como en Bogotá, la actividad económica de Casabianca es desarrollada en un marco familiar, combinando el préstamo a interés, la condición de ganadero en tierras de colonización, accionista en sociedades mineras, etc.31.

El caso de Casabianca no cumple el criterio determinado, según Dávila, por la experiencia que dejó Mariano Ospina Rodríguez, es decir, la de hacerse político solamente después de ser acaudalado: no antes. Casabianca tampoco comparte la caracterización que Dávila hace del negociante bogotano vinculado al comercio de exportación e importación como fuente de acumulación y actividad permanente que después irá complementando con otros sectores como las haciendas cafeteras de tierra caliente y la ganadería en la sabana; la banca y las finanzas, la finca raíz y la urbanización; los servicios públicos; la inversión en compañías de construcción de ferrocarriles y la industria manufacturera32. Como hacendado, una vez su posición en el gobierno le dio cierto prestigio y solvencia, fue un activo importador de semillas y de maquinaria y, como gobernante, de puentes para la creación de una infraestructura física del Departamento.

Al referirse a los negociantes bogotanos y vallecaucanos, Dávila agrega que unas y otras inversiones coexistieron conforme a una lógica económica que consistía en diversificar activos para disminuir riesgos y mantener cierto margen de liquidez, buscando complementariedad entre la agricultura, la ganadería y la industria. Casabianca, al compartir un poco el patrón de multiplicidad de inversiones en el marco de una economía minería como es el caso de los antioqueños, contrasta el patrón de complementariedad de los empresarios de la agroindustria vallecaucana, pero se desvía del patrón antioqueño en la medida en que la economía minera del Tolima fue hecha por negociantes de otras regiones del país y por extranjeros33.

De otro lado, pensado en la lógica de la relación negociantes, política y clase social, el caso Casabianca, si bien tuvo un carácter parcialmente familiar, sus sucesores no mantuvieron las inversiones en el Tolima sino que trasladaron el producto de la venta de la hacienda de la Yuca a Bogotá en donde, al parecer, invirtieron en finca raíz y en una hacienda ganadera de tierra fría. No llegaron a tener casa de comercio ni a hacer parte de los capitanes de industria, como en el caso de los negociantes vallecaucanos, bogotanos y antioqueños. Casabianca sólo ilustraría la formación y ascenso de inmigrantes que, desde la provincia y con su residencia en Bogotá y participación en el gobierno nacional, fue haciendo parte de una clase dominante a nivel nacional, con base en la región central del Tolima, mediante la integración con miembros de las elites conservadora (Caicedo) y liberal (Iriarte y Castro) del Tolima y de Bogotá34.

La altísima diversificación de activos que tenían las oligarquías colombianas a finales del siglo XIX, en particular Casabianca, es explicada por Dávila, como resultado de la pobreza y el atraso de la economía colombiana. La existencia de una elite económica apoyada básicamente en el comercio y la especulación financiera si bien sólo dio lugar, en medio de una pobreza generalizada, a una débil acumulación de capital, dichas actividades representaban una palanca poderosa cuando, en virtud del crecimiento demográfico y económico, aumentaron las oportunidades de acumulación de capital – dinero. Además, el acceso reducido al crédito y una probada experiencia mercantil, el manejo de información y contactos en el comercio internacional y las nociones de un mundo moderno con base en sus viajes al exterior, les aumentó las oportunidades de participar en la formación de un incipiente mercado interno35.

Desde la perspectiva de la relación negocios, política y clase social, Dávila plantea que su idoneidad en el manejo de la política y del aparato estatal, sobre todo cuando se fue estructurando el sector exportador cafetero, constituyeron un elemento fundamental de su capacidad empresarial36. Sin embargo, es necesario enfatizar, en el caso de los regeneradores, y en particular el general Casabianca el papel que jugó la estabilidad de su carrera político militar en su condición de caudillo - funcionario del Estado, apoyado fuertemente en la Iglesia y el Ejército, como una fuente de poder, ingreso y acumulación. Este aspecto esta ilustrado por unos pocos descendientes del general Casabianca, especialmente de su hijo Abel Casabianca Castro.

En efecto, el enfoque de Dávila debe ser matizado al considerar, al menos para el periodo final del siglo XIX, el papel de la guerra y la ideología como poder y negocio y, en consecuencia, como fuentes de movilidad social. El caso de Casabianca desde el apogeo de su carrera política y militar a partir de la Guerra Civil de 1885 hasta su muerte, puede ser evaluado con base en su percepción a comienzos de la década de 1880. En efecto, en mayo de 1882, cuando se vivían los efectos del declive del comercio exterior en la economía regional y particularmente en los intereses de Casabianca como trapichero y cultivador de arroz, así como el intento de salir del reflujo de político en el partido conservador, este escribió a su amigo el doctor Vicente Ortiz: “yo paso la vida afanosa del agricultor pobre de tierra caliente, y veo con cierto espanto, que la vejez se aproxima, y que pierdo la paciencia de sufrir resignado el infortunio, y que me va faltando la energía en esta cara lucha que el hombre honrado necesita para ganar, sudando, algo que le permita alguna holgura en los últimos días de su vida – pero en fin – ahí vamos, y no será sino lo que Dios quiera”37. La movilidad social y el éxito económico de Casabianca desde 1886 hasta su muerte en 1901 fue tan notario como notable.

De otra parte, un trabajo a fondo del caso del general Casabianca en el contexto de la historia del partido conservador y de la política nacional y regional permitiría contrastar las corrientes internas, regionales y sociales de esta organización política, especialmente con la liderada en Antioquia y en el país, a partir de 1891, por su copartidario el general Marceliano Vélez38.

Así, más allá de los planteamientos de Dávila sobre los rasgos estructurales de la formación histórica de clase dominante colombiana a partir del escaso nivel de diferenciación del capital, el caso de Casabianca, como el de su amigo Fabio Lozano Torrijos, contribuyen a ilustrar una etapa de la formación e integración de una oligarquía como forma histórica de la clase dominante en Colombia, concretamente la de fracciones de clase, por el tipo de articulación con las estructuras y fuentes del poder e intereses contradictorios (Estado, Iglesia, partidos políticos) que dinamizaron los conflictos de este tipo y que se expresaron en las fracciones de los partidos políticos y en sus coaliciones, en coyunturas históricas como la del periodo 1882 - 191039.


V. LOS INTERESES REGIONALES DE LA ELITE REGENERADORA EN EL TOLIMA

La primera crisis de la regeneración en el Tolima la suscitó el partido independiente en cabeza de su líder máximo desde 1884, el entonces candidato, después delegatario por el Tolima a la Asamblea Constituyente de 1886, Acisclo Molano quien, a raíz de su gestión inconsulta con Casabianca para lograr mayoría de independientes en el Tribunal Superior del Tolima, procedió a influir para que se diera una mejor representación a los jefes locales de este partido, dado que, según él, los conservadores tenían el monopolio de la administración pública.

El problema de la organización de la administración de justicia estuvo asociada a otro conflicto con la elite conservadora de la provincia del sur del Estado, a raíz del proyecto de Casabianca, insinuado por Rafael Núñez, de trasladar la capital de Neiva a Ibagué. Entre 1887 y 1891, algunos jefes conservadores del sur, se opusieron al nacionalismo como reacción al traslado de la capital. En las elecciones de 1890 justificaron su oposición a Caro (absteniéndose) con el argumento del traslado de la capital.

Un tercer problema fue el conflicto que se suscitó la implantación del monopolio de aguardiente. Por entonces el problema electoral coincidió con el remate del monopolio de la renta de licores.

En junio de 1887 Casabianca le reiteró al presidente Núñez la súplica de reorganizar el tribunal del Tolima. El problema permaneció como un asunto pendiente en el gabinete del presidente pues, en enero 5 de 1888, Casabianca les escribió a Olegario Rivera y a Roberto Sarmiento pidiéndoles que agitaran el asunto de la renovación total del tribunal. El Magistrado Pérez había renunciado40. Por entonces trabajaba con el gobierno con vistas a las próximas elecciones.

La conciencia que tenía el gobernador Casabianca del problema de la administración de justicia por la calidad de cada uno de los magistrados nombrados para integrar el Tribunal Superior del Tolima se hizo más demoledora en la carta al presidente Núñez en la cual pedía la reorganización del Tribunal. El gobierno designó a personas que no estaban en la terna propuesta por el gobernador Casabianca. Más aún, al amparo de un artículo transitorio de la constitución fueron nombrados personas que Casabianca consideraba incompetentes41. Uno de ellos era el delegatario Acisclo Molano. “No pido independientes, conservadores ni radicales para magistrados, decía Casabianca, lo que quiero y lo que queremos todos aquí sin excepción, son gentes idóneas y honradas, apellídense como se apellidaren”, advertía. Casabianca se refería con prejuiciado desdén a los méritos de los nombrados, es decir al delegatario por el Tolima, Acisclo Molano, a José María Villoria y a otro de apellido Pérez42. Los nombramientos le parecieron tan inexplicables como descortés con su dignidad de jefe militar y civil del Tolima, la omisión del vicepresidente Campo Serrano y su ministro de gobierno de no consultarle su opinión ni tener en cuenta las instrucciones del delegatario conservador.

Uno de los principales problemas del primer periodo de gobierno de Casabianca fue la reacción popular contra su política fiscal basada en los monopolios. El descontento se amplió con la política económica, monetaria y fiscal del gobierno central, sobre todo cuando apeló a la herencia colonial de los monopolios de aguardiente, tabaco y, esta vez, el de degüello. Por ejemplo, a raíz del rumor sobre el establecimiento del monopolio del tabaco en el distrito del Espinal, los campesinos cosecheros procedieron a quemar las plantíos, según lo hizo saber el alcalde del Espinal43.

Enemigo del proyecto del gobierno de centralizar todas las rentas públicas porque, según él, atentaba contra los intereses locales y contra las obras de fomento, el delegatario por el Tolima, el doctor Sarmiento, fracasó en su proyecto de hacer de la renta de degüello una de las rentas del departamento. Ni siquiera tuvo éxito su gestión para que se matizara la aplicación del decreto nacional en el Tolima. En respuesta a la petición de los delegatarios Sarmiento y Molano sobre rebaja del impuesto para el Tolima, el ministro del tesoro les objetó con el argumento de que este gobierno no debía considerar “crecido el derecho de degüello sobre aquellos ratones (pues éste sería) un estímulo para la mejora de la razas44”.

El Ministro del Tesoro justificó la medida ante quienes, como el gobernador Casabianca pedían su rebaja, con el argumento de que este sería un estímulo para la mejora de las razas en la ganadería del Tolima cuyos ganados parecían ratones45.

Una idea sobre el impacto que en las rentas fiscales del estado tenía la mala calidad del ganado tolimense se puede advertir en las objeciones que hacía el gobernador Casabianca al presidente encargado, José Maria Campo Serrano, al decreto que establecía la contribución de degüello. Casabianca pedía que se rebajara a 2p. en el Tolima debido al menor peso de las reses tolimenses respecto de las de otras regiones. Decía Casabianca, “En Cundinamarca, Antioquia, Boyacá, etc., cada res pagará $4, pero cada una produce también, término medio, de 20 a 24 arrobas de carne, mas en el Tolima no sucede lo mismo, porque la condición de los ganados es ínfima, y la mejor de las reses alcanza cuando más a dar 12 arrobas de carne”. Además, el empobrecimiento en que había dejado la Guerra Civil de 1885 al Tolima, y la devastación que había producido la langosta en la agricultura del valle del Magdalena, dejaban a la economía tolimense dependiendo de la ganadería, la cual producía, miserables rendimientos; la ganancia que dejaba una res, sin contra el pago de la contribución de degüello, era apenas de $10 aproximadamente.

Con un tono patético, el gobernador Casabianca intentó presionar al presidente encargado, José María Campo Serrano, para obtener la rebaja del impuesto de degüello: “Estoy lleno de angustia, en duro trance, entre ejecutar como agente suyo el susodicho decreto, y llevar nueva desolación a las familias que hoy apenas consiguen negro y mezquino pan, amasado con copiosas lágrimas que hace derramar la miseria, creciente cada día”46.

Por otra parte, después que el Consejo terminó sus funciones constituyentes y asumió las de cuerpo legislativo, el delegatario por el Tolima, el Doctor Roberto Sarmiento, hombre de confianza del Gobernador Casabianca en dicho organismo y a petición de éste, intensificó, como miembro de la comisión de crédito público, el ejercicio de sus habilidades políticas para tramitar los diferentes asuntos de la agenda del gobierno del Tolima ante el ejecutivo nacional y entre sus compañeros de legislatura. Los asuntos tomaron la forma de proyectos de ley sobre el desarrollo minero, concebido por muchos como el sector estratégico para superar la crisis económica que venía padeciendo el país. En segundo lugar, el traslado de la capital del estado a Ibagué, y cuya tramitación hizo más tensas que nunca las relaciones entre las elites del norte y del sur del estado. En tercer lugar, la anexión al territorio del Estado de parte del Caquetá y de los Llanos de San Martín. Finalmente, la reorganización del sistema fiscal apoyado en el monopolio del aguardiente47.

De otra parte, poco tiempo después, en abril de 1889, el entonces Ministro de Guerra del gobierno regenerador, el jefe conservador tolimense, Jorge Teodoro Lozano, participó al gobernador del Tolima de la opinión que existían en ciertos círculos provinciales de la política bogotana de las causas del descontento contra el gobierno, que a la vez estaban actuando como motivos para la guerra. Según opinión del general caucano José María Domínguez, las causas eran: la división territorial, la suspensión de los trabajos del ferrocarril de Buenaventura y la preferencia de los ferrocarriles del interior; el monopolio del aguardiente; el favoritismo a los antioqueños en la adjudicación de baldíos; la supresión de los bancos privados y las emisiones del papel moneda de curso forzoso48.

 

VI. ESBOZOS DEL CICLO MINERO.

El fenómeno social y económico de mayor impacto en la dinámica institucional del gobierno regenerador del Tolima fue el efímero auge de la minería. Dado el vacío sobre el tema y en especial la relación del auge minero con el éxito de la renta de aguardiente, creemos conveniente hacer aquí una muy somera aproximación a través de aspectos interesantes para una investigación ulterior sobre la interrelación entre minería, política, sociedad y estado en el Tolima a finales del siglo XIX, particularmente en Ibagué.

Casabianca había retomado la idea de los radicales de fundar una Escuela de Minas adjunta al Colegio de San Simón, pero esta vez asociándola a una comisión científica que evaluara la riqueza minera del Tolima como guía para los inversionistas y empresarios. Igualmente, una casa de ensayes y fundición de minerales. Enterado del propósito de los delegatarios antioqueños de obtener del gobierno nacional el apoyo para fundar una Escuela de Minas en Medellín, Casabianca reveló a su amigo Roberto Sarmiento toda la profundidad de su prejuicio contra los antioqueños, al cual consideraba un tipo religioso y racial en el cual no se podía confiar por su ascendiente judío49.

Hacia 1888 Ibagué y en general el norte del Tolima vivían al rojo vivo la relación entre minería y comercio al comenzar la coyuntura de la recuperación y expansión de las exportaciones de café. La fiebre minera en Ibagué en el segundo semestre de 1888 era notoria, como lo eran los efectos de esta: la ola especulativa que los comerciantes estaban haciendo con la inflación de precios. Según publicación del periódico el Tolima, “La población de Ibagué ha aumentado considerablemente, y el comercio ha tomado bastante vuelo, debido todo en nuestro concepto al desarrollo de la minería en este distrito, pero, Jesús, que precios los que señalan los comerciantes a los artículos…”50.

La excitación colectiva por el ansia de oro fermentaba las utopías de los vecinos y del gobierno en Ibagué. Era, según Pereira Gamba, un estado de alucinación, una locura, sobre cuyas dimensiones comentó:”…después he visto otras fiebres de esta clase pero como aquella ninguna”, concluía este testigo de la época51.

Simultáneamente en Bogotá, según el doctor Agustín Uribe, se produjo un desconcierto generalizado entre los dueños de minas en el Tolima, a raíz de la publicación del informe del ingeniero Randolph en contradicción con los anteriores informes de los expertos mineros White y Williamson. “Mucho desconcierto...o más bien diré desastre…”, precisa Uribe se produjo en el ambiente de los inversionistas y propietarios de minas52.

Sin embargo, con más visión y objetividad, Salvador Camacho Roldán explicó que los beneficiarios de la fiebre minera fueron las empresas que se formaron en Bogotá, con las acciones de las diversas compañías, con la especulación en la bolsa hasta amenazar la continuación de los trabajos y provocar, mediante el cambio de propiedad de los títulos de las minas de personas dotadas de cándida fe, a las menos escrupulosas de otras negociantes avisados, sumas que pasaban quizás del millón y medio de pesos, entre 1887 a 188953.

En 1891 y en los meses que van transcurridos de 1892, agrega el documento citado, se habían disminuido sensiblemente las peticiones de adjudicación, mientras que las peticiones de baldíos iban en aumento, sobre todo de los pequeños cultivadores, lo cual probaba la extensión que iba tomando la agricultura54. Es decir que por entonces, la industria minera ya no atraía el interés de los capitalistas o inversionistas: “...no habla hoy esta industria el seductor lenguaje que ahora cinco años, seguramente porque los hombres de buena voluntad se han apresurado a huir de un campo que quisieron monopolizar para si hábiles charlatanes”, escribía Pereira Gamba55.

Una expresión significativa de los beneficiarios del auge minero y de la acción del gobierno en apoyo de esta actividad fue la construcción del moderno edi ficio llamado “Club Tolima” por el ingeniero Mirtiliano Sicard, el principal contratista del gobierno regenerador del Tolima y amigo personal del general Casabianca56. En este edificio funcionó el “Club Tolima”, donde, según Pereira Gamba, el gobernador solía hacer fiestas y atenciones, y los mineros y otros miembros de la elite local se reunían para la bohemia y los negocios.

Con todo, el actor más poderoso del ciclo minero fue el de las compañías inglesas. Un signo del impacto de este en la economía fue sufrido y revelado, entre otros, por el hacendado inglés del valle de Lagunilla, John Vaughan, quien protestó en 1895 por el enlodamiento de las aguas de los ríos del norte del Tolima. Vaughan denunció el apoyo del congreso a las empresas mineras extranjeras, en perjuicio del sector agrario57.

Poco después, a mediados de 1897, el empresario inglés John Vaughan reveló la magnitud e integración de la colonia inglesa en el norte del Tolima. En las fiestas de junio se habían reunido en Santana, distrito minero cuya vida local era dominada por la colonia inglesa, un total de 38 súbditos ingleses para celebrar los 60 años de reinado de la Reina Victoria, el más largo hasta entonces de toda la historia de Inglaterra, observó este súbdito58.

 

VII. SIGNIFICADOS DEL NUEVO RÉGIMEN Y LA EVOLUCION POLÍTICA DEL RÉGIMEN EN EL TOLIMA.

De otro lado, desde la perspectiva de la región, conviene conocer algo del impacto del nuevo régimen político e institucional en sectores de la sociedad tolimense, en particular de las gentes de Ibagué, mayoritariamente liberales tanto en sectores de la elite como en el pueblo, sobre todo porque esta zona vivía un rápido proceso de doblamiento y recomposición social y política y en ella convergían intereses estratégicos.

Aurelio Martín Melendro denunció mediante carta personal al General Casabianca el escándalo que consternó a la ciudad, la noche del jueves santo, 22 de abril de 1886, por el ultraje al pueblo y matronas de Ibagué. Según el relato de Melendro, “a las dos de la mañana se sucedieron golpes sobre puertas y ventanas de las casas de las principales familias liberales de la población. A esa hora se escucharon los lamentos de varias señoras a quienes les arrebataron sus esposos, hijos y hermanos sin explicación de semejante medida y objeto de sacar a deshoras de la noche a personas pacificas y de respetabilidad en su mayor parte59.

El origen de los hechos fue una disputa sobre asuntos religiosos. El alcalde de la ciudad prohibió salir a la calle después de las diez de la noche, como consecuencia del violento desenlace de una discusión sobre religión que pocos días antes había ocurrido en una tienda del centro de la ciudad, entre un artesano y un oficial del ejército del gobierno que tomaban licor, en horas de la noche. La patrulla que hacía la ronda capturó a todas esas personas para hacer cumplir el decreto del alcalde60.

En carta reservada, el joven conservador Maximiliano Neira escribió al general Casabianca, desde Ambalema, con fecha 20 de mayo 20 de 1886, refiere que el Ministro Angulo justificaba el derecho del gobernador a imponer la Regeneración en el Tolima, mediante cualquier tipo de represión61.

De otra parte, un vecino conservador de la población de Ortega escribió a Casabianca comparando a este pueblo con Sodoma por los escándalos de las autoridades, particularmente del Director de la escuela pública y del alcalde por frecuentar el prostíbulo. La regeneración de Ortega, decía Nicolás Gutiérrez, no ha pasado de cambiar algunos empleados radicales por otros conservadores de igual sentimiento pues, según él, les faltaban los principios fundamentales: “la moral, la justicia i la religión"62.

En medio de la grave crisis coyuntural que se vivía por la conjunción de la casi total destrucción de los campos y agricultura del valle del Magdalena por la plaga de la langosta; la crisis monetaria padecida en los años 1884 y 1885 y los efectos de la guerra civil de este último año, en especial las contribuciones o empréstitos, un conservador doctrinario, José Cifuentes, escribió a Casabianca sus impresiones sobre la realidad del cambio de régimen en el Tolima a poco de terminada la guerra, con el fin de interceder por la clase desvalida, incapaz de hacer oír su voz63. Para Cifuentes, el Tolima era un pueblo que había sido educado durante 25 años en “las doctrinas del radicalismo”. Los alcaldes que habían dejado de gobernar el 31 de diciembre de 1884, agrega, y los que en el momento (junio de 1885) administraban la cosa pública, tenían la misma férula, la misma vara de hierro y el mismo azote para la clase desvalida y proletaria de la sociedad que la acostumbrada en la dominación radical64.

De otra parte, con ocasión del debate de la reforma constitucional de 1886 en el Tolima se dieron algunas expresiones de resistencia paradójica y elocuente. A comienzos de este año el presidente Núñez hizo agudas observaciones sobre el rasgo de la cultura política de los colombianos y, con la sutileza de su actitud escéptica, sobre el peso específico de la moral conservadora y de la mayoría electoral de los liberales.

En efecto, a raíz de las protestas de los curas de Garzón y Paicol por las bases de la reforma constitucional, el presidente Núñez le comentó a Casabianca: “Este país es de espíritu democrático intenso, y hay que emplear mucho tacto para establecer el principio de autoridad, la gran moral es conservadora acaso. Pero la energía de otros equilibra el número, sería grave error no ver esto”65. Núñez se inscribe en la tradición de estadistas que desde tiempos del virrey Mezía de la Zerda reconocía uno de los rasgos seculares de la cultural política del país, cual era el contraste entre un espíritu democrático espontáneo y las exigencias populares para acatar la autoridad política.

Sin embargo, en una coyuntura más crítica para el gobierno, el propio Núñez expresó una opinión diferente sobre la vigencia de ese rasgo en ciertas circunstancias del orden institucional, es decir sobre el papel de la autoridad en el modelación de la democracia política en Colombia. Casabianca le pidió opinión al presidente Núñez sobre el proyecto de ley de imprenta que en 1888 debatía el Congreso. Núñez, impactado por el develamiento de una conspiración de los radicales desde la cúpula del ejército, se refirió a las condiciones objetivas o mejor a las limitaciones para el ejercicio de ese rasgo de la cultura política de los colombianos. Núñez respondió a Casabianca: “Estamos… muy lejos de las condiciones de gobierno libre, y hay que aceptar por muchos años, el gobierno autoritario en todo su rigor. Toca a los gobernantes convertir ese rigor prácticamente en fuente de bien inequívoco”66.

Las opiniones de Núñez justificaban a su modo uno de los problemas que la Regeneración fue incapaz de solucionar, cual fue la no preservación de los derechos civiles y la representación política de la oposición, es decir del radicalismo liberal. En este sentido, resulta sorprendente la clara visión que, del impacto de la constitución de 1886 en la vida política de Colombia, tuvo uno de los intelectuales del partido conservador con un fuerte ascendiente en la vida pública del Estado del Tolima en el periodo 1868 - 1875, Don Luis Segundo de Silvestre, autor de la novela costumbrista “Tránsito”.

A juicio de Silvestre lo que en esencia hacía falta para consolidar el nuevo régimen político e institucional, según escribió el 16 de junio de 1886, en una carta a Casabianca, sobre la constitución, era la falta de dinero en el gobierno. “No dejará nada que desear para los mas extremados conservadores… se ha ido más allá de lo que la providencia aconseja. Ese para mí es un punto negro, germen de una tempestad que quizá no veré, pero que llegará. El orden de cosas presente no podría consolidarse sino con un elemento que falta, sin que sea dado encontrarlo, dinero para dominar la crisis de los negocios…Bien podemos presentar a los pueblos las instituciones más patriarcales del mundo, eso sin industria y sin comercio a nadie satisface…”, decía Silvestre67.

Otro punto de vista crítico sobre los proyectos de la Regeneración en el Tolima es el de un vecino de la promisoria población del Líbano, Don Jesús María Villegas. Villegas. Villegas se refirió a los proyectos de Casabianca en el contexto de la problemática económica de la región, con un diagnóstico certero de la pertinencia de la política económica del gobierno del Tolima con la coyuntura por la que atravesaba el país y la región.

En junio de 1886 Villegas se refirió al decreto del gobernador Casabianca que proyectaba la redención económica del Tolima con base en el fomento de la minería a partir de la creación de una casa de ensayes y fundición de minerales en Ibagué. Advirtió que si bien la idea podía producir muchos frutos, ese no era el único medio de sacar al país de la postración en que se hallaba pues, si se abandonaba la escasa agricultura, si se descuidaba la ganadería y no se estimulaban las artes ni se pensaba en empresas textiles, teniendo el país algodón casi silvestre en los bosques, de nada serviría que todos los colombianos se lanzaran a romper las rocas en busca del codiciado metal68. Además, relacionó el decreto sobre minería con el contexto de la industria del aguardiente, afirmando: “lástima que él esté tan oscuramente sombreado por el monopolio de la renta de licores tan odioso a las poblaciones como depresivo de la industria”69.

Don Marco A. Echeverry, líder conservador de la población del Líbano, intentó una disputa política con el gobernador Casabianca por la recomendación que este hacía de proceder de acuerdo con el General Isidro Parra en todo lo relativo a las obras de progreso material y a la educación de los jóvenes. Según Echeverry, como alcalde que fue en el año anterior de 1887, había logrado controlar el amancebamiento publico haciendo que 75 parejas se casaran por la Iglesia. La recomendación de Casabianca contristaba el ánimo conservador de Echeverry pues, según inquiría este a aquel, ¿cómo es posible que yo me ponga de acuerdo en la cuestión moral con el señor Parra enemigo acérrimo del catolicismo y propagandista de todos los errores calumnias y sarcasmos contra esta religión?70

Además, desde hacía 16 años el señor Jesús María Villegas V., a nombre de los principios conservadores, vivía rebatiendo al señor Parra y toda su escuela en cuestión de moral y religión, lo cual, ante la recomendación de Casabianca causaba “terrible decepción”, pues implicaba darle el triunfo a los enemigos de la iglesia, cuando decía: “No desconozco al señor Parra alguna instrucción i bastante talento; me parece hombre útil en una población cuando se trata del progreso material, siendo este, como lo afirmó, un enemigo del clero, pues no bautizaba a sus hijos y no se descubría ante el santísimo71.

Ahora bien, el sentido de legitimidad del nuevo régimen se cultivó con percepciones como la de un funcionario provincial sobre el pasado federal publicadas a comienzos de 1887 en la prensa oficial. El doctor José Ignacio Camacho, a la sazón prefecto de la provincia del centro del Estado, quien sucedería a su jefe, el general Casabianca, en el cargo de gobernador del Tolima en 1893, justificaba el propósito del gobierno regenerador del Tolima y su validez.

Decía Camacho: “después de 25 años de fallidos ensayos, que solo produjeron trastornos sin fin, la consiguiente desmoralización de las masas y una fundada desconfianza de los ciudadanos respecto de sus mandatarios”. Agregaba que con las nuevas instituciones el país se prometía una transformación completa y en todo sentido favorable a sus verdaderos intereses materiales y morales. Además llamaba la atención sobre la responsabilidad de los funcionarios públicos en la aclimatación de las reformas72.

El afecto al suelo natal, decía el prefecto, y la convicción profunda del triunfo definitivo de la causa nacional en el campo de la razón y de los hechos, más la existencia en esa provincia de un “lúcido personal de inteligentes, probos y bien intencionados ciudadanos, eran motivos poderosos para vencer los tropiezos en su labor al frente de la prefectura. En contraste, Camacho, advertía la postración y penurias consiguientes a las pasadas borrascas políticas, que impedía por entonces emprender mejoras de grande significación. Sin embargo, el énfasis lo colocaba no en el ambiente material sino en las relajadas costumbres que eran “el sistemático e incesante ataque contra la sana moral y la fe dominante en el país”. En tono mesiánico llamaba a “enfrentar los vicios y contener el desborde de la general corrupción para salvar la sociedad de la ruina moral a que la propagación de falsas; perniciosas y erróneas ideas han venido conduciéndola”. La causa de esa ruina eran los despropósitos políticos y las luchas fratricidas73.

Por otra parte, el prestigio político de Casabianca desde la Guerra Civil de 1885 y el establecimiento del nuevo régimen creció. Por ejemplo, el doctor José María Samper escribió a Casabianca felicitándolo con motivo de su designación como nuevo gobernador del Tolima. “Mi querido general y amigo. Yo, como hijo del Tolima, siento orgullo de que usted lo gobierne”74. Por su parte, el General Rafael Reyes le escribió a este en agosto de 1886 para advertirlo de una trampa que le estaban tendiendo con su nombramiento como embajador de Colombia en Italia. Casabianca, a juicio de Reyes, era más importante en el gobierno del Tolima que en Italia75.

El prestigio de Casabianca en Bogotá se consolidó en 1887, cuando visitó en varias ocasiones a la capital de la República para dialogar con los delegatarios del Tolima y con el presidente Núñez. La llegada a Bogotá era motivo de activación de los rumores y las suspicacias políticas; su presencia calentaba el ambiente político. Por ejemplo, a finales de febrero de 1887, el delegatario por el Tolima, Roberto Sarmiento, le comentó sobre el ambiente en que quedó la ciudad después de su partida: “Todos han recaído en la habitual apatía bogotana, desde que usted dejo la ciudad”. En mayo de este año Casabianca habló detenidamente con el presidente Núñez en palacio sobre la designación de Ibagué como capital del Departamento del Tolima y otros asuntos de interés regional y político.

Rafael Reyes y Manuel Casabianca, se autocalificaban de “obreros del orden y del progreso”, cuya misión patriótica era la de dignificar la autoridad política del hombre público76. El general Reyes pensaba que la obligación del gobierno, ante los efectos desestabilizadores de la oligarquía radical, era la de defenderse recurriendo a la táctica de hacerse temer, el resto vendría por añadidura. Para ello se debía pensar en la creación de un ejército conservador. Hasta tanto este no fuera una realidad, el proyecto político de la Regeneración sería un fracaso, le comentó Reyes a Casabianca77.

Con motivo del develamiento, en mayo de 1888, de una nueva tentativa de rebelión de los radicales y de la prisión de los jefes liberales Camargo, Acosta, Piñeros, Venancio Rueda y Felipe Pérez78, el gobernador Casabianca hizo al presidente Núñez unas reflexiones críticas sobre la reorganización del ejército.

Casabianca advertía a Núñez: “No hay sino que recorrer el escalafón militar para ver que la mayor parte de jefes y fiscales del nuevo ejército nacional son del regazo del radicalismo y que por no poseer una inteligencia superior ni un mínimo ni probado patriotismo, es de temerse que sus antiguos vínculos de sangre subsistan y que se inclinen a juzgar el actual orden de cosas, no como una nueva, noble y justa causa, sino como una traición hecha a la suya”. Con base en esta apreciación Casabianca sugería que el ejército fuera integrado homogéneamente por individuos que profesaran de todo corazón, las ideas elevadas a la categoría de instituciones, para poder asegurar la paz sin recurrir a agasajos para acallar los descontentos ni temer que el enemigo obtuviera sus propósitos con la dádiva del soborno79.

Las ideas de Casabianca y de otros jefes conservadores de modernizar y conservatizar el ejército se renovaría en 1896, con motivo de su comisión a la Costa Atlántica para inspeccionar y reorganizar el ejército, como veremos más adelante.

Ahora bien, los regeneradores colombianos eran concientes de la importancia de la evolución política de Ecuador y Venezuela en la evolución de la política interna de Colombia. En 1889, por ejemplo, el conflicto entre Florez y Alfaro. Según le comunicaba Carlos Holguín a Casabianca la situación en el ecuador era muy grave porque “el radicalismo ganaba terreno a la sombra de las tonterías de Flores” y existía el temor de que estallara la guerra. Holguín le ofreció a Casabianca ser el ministro general que estaba buscando el gobierno colombiano para que fuera a Ecuador y, según las circunstancias, sacara las credenciales o la espada con tal de no dejar “sucumbir a los conservadores”80.

 

VIII. ELECCIONES, TENSIONES Y DIVISIONES POLÍTICAS.

En el ambiente del debate sobre la institución de la vicepresidencia, el gobernador Casabianca caía en una mezcla extraña de adulación y advertencia al presidente de la República. A propósito le decía: “Decía debe reformarse la institución en el sentido de eliminar aquella institución y quitar al sucesor el derecho de herencia por todo el periodo en caso de falta absoluta del presidente. “...los misteriosos y extraños sucesos que de cierto tiempo ha esta parte han venido complicándose, han hecho de usted, el jefe del partido conservador. Todos nosotros nos agitamos bajo la inspiración de su genio, maravillosa consecuencia a la sumisión de todos a uno solo o mejor dicho la conciencia de todos en el saber de uno solo... pero si ese alto pensamiento, en el que hoy tenemos Fé y confianza ciega, desapareciera por cualquier motivo, cada uno recobrara su derecho de razonar y de examen, que por decir así decir, hemos como enfrenado, y en cuanto a las consecuencias de esto ninguno mejor que usted puede preverlo”81.

El ascendiente de Casabianca en el gobierno central de la Regeneración y su liderazgo en la formación de nuevas generaciones de parlamentarios y dignatarios del Estado se manifestó una vez más en agosto de 1890 cuando el presidente encargado, Carlos Holguín, nombró como Ministro de Guerra a Olegario Rivera82.

El debate electoral de 1891 dio lugar a divisiones entre los conservadores del Tolima. El candidato de Casabianca era el oficial del partido nacional, es decir, el doctor Miguel Antonio Caro. El candidato de la fracción disidente era el general Marceliano Vélez, con quien Casabianca tenía un profundo resentimiento desde la Guerra Civil de 1876. La candidatura Vélez era promovida por, entre otros, el doctor Carlos Martínez Silva quien, al parecer, contaba con adhesiones importantes entre los conservadores de Neiva; quienes así capitalizaban políticamente la oposición a Casabianca por el traslado de la capital a Ibagué.

Casabianca confesó: “He tenido profunda desilusión con mis paisanos, con los neivanos. Hacia mucho tiempo que Luciano Perdomo preparaba el terreno para celebrar la candidatura Vélez, y personas como Toribio la secundaban en ese camino y propósito”. Perdomo con respaldo de 70 firmas logra la cuestión candidaturas para expresar no tanto una solidaridad política sino una descendencia matizada por el resentimiento lugareño que le produjo el fracaso de llevar la capital del Departamento de Ibagué a Neiva83.

Rebolledo, socio de Casabianca en varias empresas económicas, creía tener argumentos para condenar las candidaturas oficiales de Holguín y de Caro. En carta a Casabianca, fechada en mayo de 1891 los llamó tahúres. Sin embargo, Vélez comentó que este entregaría el país a los rojos como ridícula arma de combate. Rebolledo comprendía las razones de la adhesión de Casabianca a Holguín y a Caro, es decir su imposibilidad de adherir a la candidatura Vélez por sus resentimientos militares y personales contra este desde la batalla de Garrapata en 187684.

En una perspectiva más centralista, el presidente Carlos Holguín consideraba que la candidatura Vélez era apoyada por los opositores a él y a su corriente política que era la misma que la de Núñez, Caro y Casabianca. Holguín no negaba los méritos y cualidades de Vélez pero criticaba sus inclinaciones federalistas, a las garantías absolutas y enemigo del control a la prensa85.

El uso de los dineros del tesoro nacional para ganar adeptos a la candidatura Núñez Caro fue usado por el propio presidente Holguín. Holguín ordenó a Roldán colocar dinero en Ibagué para pagar “agentes electorales” que lucharan y vencieran a favor del gobierno. Casabianca consideraba necesario abrir la bolsa y gastar, sin esperar la tardía y perezosa iniciativa particular. Además, Casabianca publicó un artículo en la prensa bogotana contra Vélez86.

 

IX. UNA PERSPECTIVA LOCAL DE LA DIVISIÓN Y EL CONFLICTO POLÍTICO. EL CASO DEL LIBANO EN EL MARCO DEL DEBATE ELECTORAL ENTRE VÉLEZ Y CARO.

A comienzos de mayo de 1892, el empresario conservador costeño, vecino de Bogotá y con fuertes inversiones el distrito del Líbano, escribió desde esta población al gobernador del Tolima, GeneraL Casabianca sobre sus enfrentamientos con algunos miembros de la elite local, partidarios del jefe conservador antioqueño Marceliano Vélez, en su intento por dirigir el gobierno e intervenir en la política local, concretamente en las elecciones municipales, a favor del círculo de Casabianca y los conservadores de Bogotá. El relato contiene una caracterización interesante de la elite local del Líbano en términos de política, economía y relaciones de parentesco, especialmente de sus actitudes. Según Fonnegra, su principal oponente era don Jesús Villegas, de quien dice que era “tan terco, tan apasionado, tan torpe y tan nulo como el maestro a quien imita y toma como modelo: Don Marceliano Vélez”87.

Las aspiraciones y las tácticas políticas de Fonnegra en el Líbano eran, en primer lugar, las de atraer a la amistad, a los diferentes círculos sociales de la población; a partir de la amistad hacerlos gobiernistas y, de ser posible, después, conservadores. Por entonces Fonnegra integraba una terna para las elecciones de concejo municipal de ese año, la cual incluía a miembros de las familias Echeverry (1); Villegas (3); Arangos (2) y Vélez. Entre los forasteros figuraban Fonnegra, Sarmiento, el doctor Duran Borda y Juan Ferro. Don Marco Echeverry, agrega, era el hombre más rico del Líbano. De otra parte, la lista incluía a tres liberales: Marco A. Vélez, de quien dice que era cuñado del General Camargo, hombre muy juicioso, que no se mezclaba en política activamente y tenía mucha cola que lo seguía, era hombre bien rico y jefe de una de las familias más importantes y más numerosas del lugar. Antonio Ferreira era cuñado de Zorrillo, el prefecto, agente de los parras y su compañero de negocios y, por último, Luis Castellanos era un joven de Ambalema...muy bien relacionado con los liberales de allí y de Bogotá, agente de Fonnegra en sus empresas del Líbano. De todos los anteriores concluye Fonnegra, Villegas no aceptó estar en su lista88.

De otra parte, en medio de las prevenciones y disputas de la elite local con miembros de la elite bogotana con intereses en el distrito del Líbano, se revelaron aspectos de la vida social y política de esta población en 1892. Uno de sus vecinos, Villegas, le contó a Fonnegra a comienzos de 1892 que el intento colectivo desde la fundación de esta población había sido evitar divisiones y vivir unidos como una sola familia y lo invitó a hacer parte de esta para trabajar sin vacilaciones por el progreso local. Fonnegra fue invitado a venir con esos propósitos y le aseguró que las familias más prestantes del Líbano: Echeverris, Parras, Ferreiras, Duques, Ceballos, Márquez, Aragón y Villegas lo recibirían con los brazos abiertos89. Sin embargo, el nombramiento de Fonnegra como alcalde suscitó un tumulto de conservadores y radicales en cantidad de 50, todos ebrios gritaban “viva el pueblo”, “viva el Líbano” y con menos frecuencia “viva el partido radical”. El 18 de enero, Villegas, uno de los líderes del tumulto le escribió a Fonnegra quien estaba en Bogotá, haciendo las paces90.

Todo lo contrario a lo prometido por Villegas ocurrió. En noviembre 19 de 1892 Fonnegra le escribió a Casabianca dándole cuenta de los ataques que recibió del general Villegas, de los Parras y los Ferreiras. Fonnegra relató que desde 1860 venía prestando su contingente personal y su dinero a la causa conservadora. En 1885, por ejemplo, le había prestado al gobierno del Doctor Núñez, “ciento y pico de miles de pesos”, sin obtener ninguna ganga. Esos actos eran merecedores de una conducta diferente de parte de un gobierno que lo dejaba indefenso en la lucha por la miserable alcaldía parroquial de una aldea en la que tenía cuantiosos intereses y enfrentaba una guerra política y social, personal y económica organizada por los antioqueños de ambos partidos, radicales y los falsos copartidarios91. No sabemos que impacto hubo de producir en Casablanca este incidente. Talvez habría confirmado la idea que tenía sobre los antioqueños en 1886.

Con base en lo anterior, Fonnegra le comunicó a Casabianca su decisión de separarse del Líbano, llevándose a su familia y su persona para Bogotá. Sus propiedades con todos sus elementos serían puestos bajo el cuidado de un radical de primera clase como lo era el Doctor Antonio José Restrepo de Medellín para proteger y defender sus intereses92. Finalmente, obligado por sus copartidarios se proponía cambiar de mentalidad estando en adelante al lado del sol que mejor alumbrare, para lo cual nada mejor, según su intención, que fundar en Bogotá un periódico.

La relación entre los negocios económicos, la política y el poder tienen otra elocuente expresión en las relaciones del empresario Juan Fonnegra con el General Casabianca. Poco después de haber dejado la gobernación del Tolima, para terminar de preparar su viaje a Europa, es decir, a principios de agosto de 1892, Casabianca recibió una insistente oferta de Fonnegra para participar en un negocio mercantil en una finca ubicada en el Líbano, población donde se proponía, además, fundar un banco de crédito, con el fin de hacer del Líbano el epicentro financiero, industrial y comercial de las 20 poblaciones que hasta entonces habían sido fundadas en el norte de la cordillera central del Tolima93. El proyecto pasaba por la necesidad de contar con una notaría y oficina de registro, lo cual implicaba hacer una modificación en la organización territorial, concretamente, en cambiar la cabecera del circuito notarial de Soledad, al cual pertenecía el Líbano, designando a esta población como cabecera o creando un nuevo distrito con esta, Villahermosa y otras94. Según Fonnegra, “En toda la cordillera hay muy bellas y famosas propiedades que se desarrollan muy lentamente por falta del vil metal y todo eso se levantará para sus dueños, engordando el Banco, o para el Banco en fin de fines.

La fuerte oposición de la elite liberal y conservadora de los antioqueños del Líbano al empresario y político conservador Fonnegra fue reforzada por la frialdad del gobernador Camacho con sus intereses. Con motivo de su viaje a Europa en misión diplomática, Casabianca había hecho designar a Camacho como su sucesor en la gobernación del Tolima. A finales de enero de 1893, Fonnegra sintió el vacío del apoyo político a sus intereses en el Líbano; le escribió de nuevo a Casabianca pidiéndole interceder ante el gobernador Camacho pues veía su “Persona, bienes, familia grandemente expuestas... (El apoyo) del gobierno y el nombramiento de un alcalde de fuera, respetable, con buen sueldo y conservación Zorrillo en prefectura sería desideratum”. La relación entre el éxito de su empresa económica y la protección política de un gobierno amigo se hizo más elocuente en el caso de Fonnegra cuando este, con mayor dramatismo, advertía: “Si el gobierno no me apoya quedarán recompensados mis servicios y adhesión a la causa con la ruina de mis cuantiosos intereses, que quedarán a merced de mis gratuitos enemigos. Todo esto lo conoce usted y lo comprende muy bien, mi buen amigo. ¿Qué lastima que no fuera usted, el gobernador?”95.


X. EL PRIMER BALANCE DE LA REGENERACIÓN EN EL TOLIMA

Quizás un deliberado propósito de dar un significado simbólico e histórico al momento de mayor euforia de la regeneración a nivel nacional y regional fue, en el caso del Tolima, la convocatoria que el gobernador Casabianca hizo a la Asamblea del Departamento a sesiones extraordinarias para dar parte de victoria en la eficacia de las nuevas instituciones.

La Asamblea Legislativa del Departamento del Tolima, escuchó en el marco de la celebración del IV Centenario de América el informe del gobernador. Un acontecimiento extraordinario en la historia administrativa y fiscal de la segunda mitad del siglo XIX en el Tolima estaba ocurriendo, un superávit de tesorería de gran magnitud debía ser invertido en obras de interés para el Departamento96. Este hecho fue explicado como resultado de la tranquilidad, el orden, la estabilidad y rigor de un gobierno de siete años consecutivos. La euforia patriótica salía del retrovisor de la historia reciente que parecía clausurada para siempre en la imaginación del gobernante: “…esta generación, agobiada por la desastrada herencia que le legaron diez lustros de disturbios y de matanzas, puede contemplar ya que los productos de su industria compensan las riquezas que el extranjero nos envía97.

Es decir que si bien buena parte del superávit se debía a la administración de la renta de aguardiente, para el general Casabianca la economía internacional concretamente la coyuntura económica por la que atravesaba Colombia desde 1887 con la recuperación de los precios internacionales del café, tenía un lugar destacado en el éxito político y fiscal del nuevo orden institucional.

El gobernador Casabianca imaginó una prolongación del ciclo de estabilidad y bonanza económica como para que “los hábitos de orden se arraigaran en las masas, el trabajo abriera las fuentes de bienestar y moralidad y los partidos pusieran fin a la guerra como medio para alcanzar el poder del Estado98. Casabianca aprovechó la ocasión para defender el papel moneda y exponer como justificación de la política monetaria del gobierno, una tesis de filosofía política al considerar que a los individuos, les correspondía buscar el remedio en el trabajo y en el ahorro y, al gobierno, la conservación del orden público, una política prudente y una administración honrada99.

La coyuntura del IV centenario fue ocasión para consolidar el proyecto de los nacionalistas con las elecciones de 1891 para presidente, vicepresidente y miembros del Congreso de la República. Según Casabianca, el certamen fue una conquista magna del orden político pues “no fueron ya los comicios sangrientos combates, ni arena en que campeasen la violencia y el fraude, sino reunión pacífica y solemne en que los ciudadanos invistieron la primera magistratura a dos varones eminentes, que la historia de la última década tiene señalados como los más dignos”100. Se refería a la reelección de Núñez y la elección de Caro como vicepresidente. Una mirada no apologética muestra que este debate suscitó hondas divisiones en el seno del partido conservador.

En efecto, la coyuntura de las elecciones para presidente de la república en el periodo 1892 – 1898, dio lugar a un debate interno en el partido conservador por la cuestión del candidato a la vicepresidencia, entre los partidarios de Miguel Antonio Caro y Marceliano Vélez. El debate puso de manifiesto las dos corrientes y escuelas del partido conservador, la antioqueña y la bogotana. La fórmula Núñez - Caro fue apoyada en el Tolima por, entre otros, el gobernador Manuel Casabianca, José I. Camacho, Enrique y Joaquín Caicedo Alban, Fidel Peláez, Joaquín Sicard y otros101. En cambio, la fórmula Núñez – Vélez fue apoyada por los conservadores del Sur, principalmente los liderados por el veterano general Joaquín María Córdoba. Córdoba publicó en el periódico “El Tolima” una carta dirigida a varios militares conservadores de la provincia del sur del Tolima en la cual afirmaba, entre otras cosas: “... no son los pueblos los que van a elegir presidente y vicepresidente y que bajo las fomentadas palabras de sufragio libre, patriotismo y disciplina se está entronizando una dictadura oligárquica que es preciso extirpar, no sea que luego tengamos que lamentar”102. La poderosa familia de los Puyo, en Neiva, se oponía a la reelección y apoyaba la candidatura de Vélez para presidente o vicepresidente.

De otra parte, el inventario de optimismo del gobierno tolimense incluyó una relación de obras en construcción; de propuestas de reformas de la política fiscal y agraria y una voz de alerta sobre el efecto patente de las tradicionales prácticas agrícolas en las montañas, es decir los desmontes o deforestación pues era la principal causa de la destrucción de los bosques.

Sin duda la magnitud de la inversión en obras públicas era modesta respecto de otras entidades territoriales del Estado. En el Tolima poco menos de medio millón de pesos destinado a la apertura y mejora de caminos, construcción de puentes y edificios públicos, bastaba para saludar el ingreso a la modernización del país y la sociedad regional. La suma era mayor pues no incluía los auxilios dados a los municipios para obras de igual naturaleza, ni el valor del trabajo hecho de los miembros del ejército y del presidio103. El caso es que el discurso sobre la modernización del Tolima que expuso Casabianca ante la Asamblea en el año del Bicentenario de América comprendía los colegios de San Simón y de Señoritas de Ibagué; Los colegios de Santa Librada de Neiva y el de Elías; el Panóptico, la casa de ensaye de minerales; las casas de gobierno; la de justicia en Ibagué; la casa provincial de Neiva y su cárcel y la provincial de Garzón. De otra parte, incluía la carretera de Ibagué a Girardot y tres caminos principales, así como la composición de otras 45 vías centrales. Once puentes de hierro; el de combinación del Ríorecio; cinco puentes de madera; las dos barcas en el río Saldaña y la reconstrucción de doce puentes. Curiosamente la utopía de la modernización agroindustrial incluía molinos de hierro en las provincias del Norte, Neiva y Sur, destinados al fomento del cultivo del trigo104.

En 1895, el periódico local “La Tregua”, publicó un editorial en el cual se puede advertir con mayor precisión la magnitud del ciclo de auge económico y fiscal por el cual atravesó Colombia y, en particular, el Tolima. Decía el editorial: “No desconocen los enemigos mismos del orden político actual, que en estos últimos diez años se han realizado en el Tolima, por cuenta del tesoro público, muy importantes mejoras materiales. Según documentos oficiales que hemos podido consultar, en puentes, caminos y edificios públicos se han invertido no menos de $800.000 que es mucho decir, habida consideración a lo modesto de nuestro presupuesto105.

En el campo de las reformas fiscales estaba la supresión del impuesto del trabajo personal subsidiario. Se trataba, a juicio de Casabianca, del impuesto más gravoso que a pesar de lo nominalmente cuantioso, no daba los resultados fiscales esperados, debido a que su recaudo y administración se había dejado, equivocadamente, sin reglamentación ni vigilancia, a los concejos municipales. Este impuesto, agregó, pesaba sobre todas las clases sociales, incluidos menestrales y jornaleros106.

De otra parte, Casabianca pedía salvar la responsabilidad histórica del gobierno con la inmediata reglamentación de la explotación de los bosques públicos porque la intensidad de los desmontes y las técnicas de explotación que desde la conquista se venían usando, estaban amenazando destrucción107.

Por último, la administración de justicia por fin tendría un soporte adecuado para el sistema penitenciario. Una cárcel moderna empezó a ser construida en 1890, en Ibagué, por cuenta del Departamento. El gobernador afirmó: “…por que la moral, los fueros de la justicia y de la sociedad exigen que se ponga término al desorden que reina en el sistema penitenciario del departamento, si es que merece ese nombre la aglomeración en campamentos abiertos de centenares de malvados, sin que haya un rayo de luz que penetre en esas conciencias, ni un acento que despierte las fibras de la expiación y del arrepentimiento”108. Esta patética visión implicaba a reos anónimos cuya voz la historia puede iluminar para determinar con mayor exactitud la justicia de la administración de justicia en ese periodo109.

Poco después de presentar su informe a la Asamblea, Casabianca influyó para que lo sucediera en el cargo, el doctor José Ignacio Camacho. El cambio de gobernador obviamente modificada la ecuación política y socio fiscal que Casabianca había construido durante siete años en el Tolima. Una expresión de los efectos de la salida de Casabianca en los contenidos sociales de la relación entre economía y política, concretamente entre negocios y política, fue la protesta del gobernador Camacho contra el empresario inglés John Vaughan. El gobernador Camacho debió enfrentar los efectos de la ausencia de Casabianca en el tejido de intereses y negocios con sus socios, amigos y aliados. Uno de ellos, el hacendado y empresario John M. Vaughn, quien tenía intereses en el asunto del monopolio de licores, hizo publicar en la Crónica Judicial un artículo, inserto en la solicitud al Tribunal Superior, en el cual pedía la suspensión de las ordenanzas que reglamentaban el impuesto de licores, hacía enjuiciamientos irrespetuosos a los funcionarios de la gobernación y sus actos administrativos110. Era el comienzo de una crisis que el manejo de la renta de licores habría de fermentar en la política regional.


XI. ELEMENTOS DE LA POLÍTICA EXTERIOR A TRAVÉS DE LA CARRERA BUROCRÁTICA Y POLÍTICA DE CASABIANCA.

El viaje de Casabianca a Europa como ministro plenipotenciario de Colombia ante los gobiernos francés y alemán implicó su relevo de la gobernación del Tolima por su amigo el doctor José Ignacio Camacho. Sin embargo, Camacho no era del todo bien recibido por los amigos de Casabianca en el gobierno departamental.

Las instrucciones del gobierno del presidente Miguel Antonio Caro y de su Ministro de Relaciones Exteriores, Marco Fidel Suárez, al General Casabianca para el cumplimiento de su misión en Europa, concretamente ante el Rey Guillermo II, Emperador de Alemania y Rey de Prusia, permite conocer un poco el estado de las relaciones entre Colombia y Alemania al finalizar el siglo XIX.

En efecto, si bien el objeto principal era estrechar las buenas relaciones de amistad y comercio entre los dos países, también tenía por objeto principal “procurar que el tratado firmado el 20 de julio de 1892 por el Congreso Colombiano recibiera la correspondiente aprobación del gobierno alemán”111.

Lo interesante del caso es que miembros de la colonia alemana en Colombia, en su mayoría comerciantes, lograron crear una corriente de oposición al tratado que se transportó a la prensa de la ciudad de Hamburgo y otras ciudades del imperio. Los artículos polémicos eran los que obligaban a los súbditos alemanes a reconocer los derechos de soberanía del Estado colombiano para expulsar al extranjero pernicioso, al igual que la responsabilidad del gobierno por actos rebeldes y la restricción del recurso diplomático en caso de denegación de justicia. Para el efecto, Casabianca debía recordar la favorable condición de los extranjeros en Colombia, la igualdad de derechos civiles que se les concedía; la fraternidad con la cual eran tratados y la prosperidad que alcanzaban en sus negocios112.

De otra parte, dada la misión que le encargó el gobierno a Casabianca a su retorno al país de inspeccionar y evaluar el estado del Ejército Colombiano en la región de la Costa Atlántica desde finales de 1895, conviene conocer otros aspectos que se le encomendaron como Ministro Colombiano en Berlín. Por sí mismo y por medio del Cónsul de Colombia en Hamburgo, Casabianca debía hacer estudios que en su concepto convinieran a la república, especialmente en los campos de la Instrucción Pública, la Milicia, la Estadística y otros asuntos de interés nacional113.

El viaje de Casabianca a Europa en calidad de ministro plenipotenciario ante el Imperio alemán empezó a mediados de agosto de 1893114. En su reemplazo ejerció la gobernación el abogado José Ignacio Camacho, es decir entre 1893 y mediados de 1894. De modo que la estancia de Casabianca en Europa fue corta. Gómez Casabianca explica un poco superficialmente el fracaso de la misión diplomática por la renuncia que Casabianca hizo de su cargo, una vez se enteró de la salida del emperador alemán de la capital del imperio, Berlín115.

La expresión que usa Casabianca para comentar la experiencia de un colombiano en la Europa de 1893 – 1894 sugiere que esta no valía mucho la pena, lo cual explica su resistencia al ambiente político e intelectual europeo caracterizado por la lucha contra el socialismo y el anarquismo. Su interlocutor, el doctor Joaquín Caicedo Alban, tolimense avecindado por entonces en la ciudad de Cartagena, le replicaba: “... no es un sarcasmo que usted con tales y tamañas ideas me diga que se alegra de que no me haya yo ausentado de Colombia?”116. Este comentario es indicio de la frustración y el fracaso de Casabianca en su misión ante el gobierno alemán.

De otra parte, la dimensión de Casabianca como diplomático no es clara. En las relaciones con Ecuador y con Venezuela su actividad no fue, al parecer, efectiva. Por ejemplo, comentando los sucesos revolucionarios del Ecuador y la conducta de Alfaro hacia Colombia en 1895, Casablanca fue considerado por el General Reyes como la persona que debía ir a Quito para negociar las relaciones con el gobierno de ese país. Reyes le comentó Casabianca: “La diplomacia, cuando es bien dirigida, obtiene mejores resultados que la violencia. Un buen ministro en Quito, apoyado por una actitud militar seria en la frontera, nos bastará para conseguir todo lo que queremos del gobierno de facto del Ecuador…”117. Esta gestión no se realizó. Durante sus comisiones como Inspector y Comandante del Ejército de Colombia, Casabianca iría a Panamá, desde donde intervino en el fortalecimiento de este instrumento del poder estatal que era en el cual verdaderamente creía.

 

XII. LA EVOLUCIÓN POLÍTICA INTERNA ENTRE 1894 Y 1897. LA VISIÓN DE CASABIANCA DEL EJÉRCITO DEL ATLÁNTICO Y SU PROPUESTA DE REFORMA.

Con base en una carta escrita por el gobernador del Tolima José Camacho al General Casabianca, el 31 de mayo de 1894, se desprende que éste, una vez regresó de Europa, permaneció en retiro de la política, entre Bogotá, Ibagué y la hacienda de la Yuca. A mediados de este año, un amigo muy cercano de Casabianca, el doctor Joaquín Caicedo Alban, le descubrió una parte esencial de su estado de alma después de la experiencia de Europa y le hizo explícitos sus expectativas de aprovecharse de su influencia para regresar al Tolima a la sombra de una participación en la compañía de licores.

El primero tiene que ver con el futuro político de Casabianca en la política nacional antes y después de la muerte del presidente Núñez (Cartagena, 18 de septiembre de 1894). Caicedo, que se encontraba en Cartagena, le comenta sobre el “melancólico desencanto” que le brotaba de la “fiebre de justicia” que primaba en el ambiente político de Bogotá y el contraste de ese estado con el “espíritu viril” y levantado que caracterizaba a su amigo Casabianca, a quien tenía como uno de los “hombres nuevos” que podían liderar la salida de una crisis del gobierno. Caicedo advertía los signos de crisis del nacionalismo ante la posible ausencia del jefe del proyecto regenerador, el doctor Núñez. En este sentido escribía: “Atravesamos (una) época realmente difícil y los defectos de la Regeneración que cada día miramos con mejor relieve, piden a gritos remedios heroicos aplicados por enérgicas voluntades, que no pueden, que no deben en ningún caso, mantenerse apagadas entre desfallecimientos de amor patrio y timideces a tribunales de salud pública desautorizadas y traidores…”118.

El caso es que Caicedo, para quien el estado de cosas de la política en el Tolima era “malo”, expresaba su esperanza de volver a esta región si tuviera participación en la actual compañía del aguardiente integrada por Hernando Villa, Piedrahita y otros rematadores del monopolio, podría contar con una permanencia en el Departamento de 3 ó 4 años, para lo cual sugería la mediación de su amigo, el general Casabianca119.

La muerte del presidente Núñez, la llegada a la jefatura del estado de Miguel Antonio Caro y, sobre todo, la Guerra Civil de 1895 marcaron el comienzo de un cambio profundo en la carrera política de Casabianca, caracterizada por su protagonismo dentro del gobierno, en el ejército nacional y en la vida política y fiscal del Tolima. La Guerra de 1895 fue la oportunidad para recuperar el aliento y el valor específico de Casabianca en el poder del estado y en la política regional. Su triunfo estratégico sobre las fuerzas liberales en la toma del sitio de Chicoral y el cerro de Gualanday renovaron su prestigio militar y su valor político. Casabianca mantuvo buenas relaciones con el general triunfante en la guerra de 1895, el general Rafael Reyes, quien, en respuesta a una carta de aquél, le reconoció su importancia en la política nacional y le prometió a mantener vivo el legado mesiánico de Núñez: “Por demás es decirte que ayudaré, en cuanto pueda, a fin de que no se nos desmorone la grandiosa obra del Dr. Núñez, que para mi representa la salvación a la patria…”120.

Quizás antes de ser nombrado en comisión político militar en la costa, Casabianca confesaba a su esposa, desde Ambalema, las impresiones que tenía sobre la situación del país. Consideraba incalificable la situación que vivía el país por la inminencia de una nueva guerra civil. El día 25 junio de 1895 Casabianca se disponía a partir para la Costa en compañía de Elías Quijano y otros amigos121.

Desde la Costa Atlántica Casabianca participó al presidente Caro de su opinión sobre el espíritu de la política que animaba a muchos colombianos. Para Casabianca, Colombia era un país agitado por un satánico espíritu demagógico. La decantada opinión pública era un sofisma de este. Estas opiniones precedían como justificación su tesis de que sólo un ejército bien constituido y siempre listo podía dar garantías de buen gobierno y asegurar el derecho de todos122.

Casabianca actualizaba su viejo ideal de organizar y fortalecer el ejército como base del nuevo orden institucional. Carlos E. Jaramillo afirma que desde finales de 1891, el delegado Carlos Holguín retomó la idea de crear una institución permanente de formación militar y creó otra vez una escuela de formación militar regida por el coronel Norteamericano H.R. Lemly, quien ya la había dirigido 10 años antes. Los resultados de la iniciativa, agrega, si bien fueron precarios: “Los pocos oficiales que se formaron bajo la dirección del coronel Lemly mostraron su superior calidad durante la guerra de 1895...”123.

Sin duda, la mejor expresión del prestigio de Casabianca antes de la Guerra de los Mil Días fueron las connotaciones de la etapa más importante de su trayectoria política y militar al haber sido labor de comisionado especial del Ministerio de Guerra en la Costa Atlántica en el segundo semestre de 1895 y en el primer semestre de 1896. En ambas comisiones Casabianca llegó a los departamentos de la Costa como amigo fiel del presidente Caro. En la primera de ellas, en opinión del General Juan Campo Serrano, Casabianca llegó a la costa rodeado de una muy buena opinión necesaria para “acabar con el “cisma suicida” que vino a agitar los espíritus en momentos en que más necesaria era la unidad de su partido. Usted tiene una gran autoridad moral en el seno del partido nacional autoridad que le ha dado su gran desinterés y patriotismo nunca desmentidos, le decía en tono de reconocimiento Campo Serrano124. Por su parte, el gobernador del Magdalena, Luis A. Riascos, en nombre suyo y de los nacionalistas de este Departamento le decía que eran “admiradores de uno de los más gallardos y veteranos jefes de nuestra común causa”125. El Jefe de Estado Mayor del Ejército del Atlántico, Rafael Palacio, lamentaba en octubre de 1895 que Casabianca no hubiera aceptado a la gobernación de Bolívar126.

En ejercicio de la primera de esas comisiones, Casabianca fue enterado por los gobernadores de Bolívar, Magdalena y Panamá sobre las necesidades de control militar sobre los opositores políticos en varias zonas de la costa. Además, como resultado de esta comisión Casabianca elaboró un informe sobre el estado de las guarniciones militares y la reorganización y mejor servicio de las fuerzas nacionales en los departamentos de Magdalena, Bolívar y Panamá. Este informe es un documento sumamente valioso por su contenido y significación para la historia del estado, de la sociedad y de la política colombiana, poco antes de la Guerra de los Mil Días.

Por ejemplo, el gobernador de Bolívar, Joaquín F. Vélez, escribió a Casabianca una carta en octubre de 1895 sobre las necesidades de control militar en la zona de la costa baja, es decir, desde las bocas del río sinú hasta turbo. En esta zona relata el gobernador, estaban “rochelados”, en casas aisladas y miserables caseríos, contrabandistas y bandoleros sin Dios ni Ley, armados convincentemente y dispuestos siempre a hacerle la guerra al gobierno”, y agregaba: “la rebelión latente en el partido radical, tiene allí un núcleo de partidarios decididos que le será particularmente útil para la introducción de elementos de guerra...”127.

El General Casabianca se mantuvo informado por su hijo José María de la evolución de los intereses del gobierno y de la vida política en el Tolima. A finales de octubre, por ejemplo, José María le refirió los problemas de la renta de aguardiente debido a su mala administración y al contrabando128. También le dio cuenta de cuenta de las reacciones de sus amigos, en particular Fidel Peláez, en contestar las acusaciones que el magistrado Ramírez hizo a la gestión fiscal y administrativa del gobernador Casabianca, en un artículo publicado por aquel en el “Correo Nacional”129.

A finales de 1895, Casabianca regresó de la Costa por el nombramiento que el presidente Caro le hizo como gobernador del Tolima. En efecto, circunstancias de la política interna llevaron al presidente Caro a oficializar a finales de 1895 la nómina de los nacionalistas que más le convenían a su proyecto en esta coyuntura política. La nómina de nuevos gobernadores no reflejaba, sino parcialmente, la distribución regional del poder político y militar del gobierno. Por decreto 595 del 10 de diciembre de 1895 el gobierno nacional nombró como Gobernadores para el periodo constitucional que empezó el 7 de septiembre de este año a: el general José M. Domínguez (Antioquia); el Señor Eduardo Gerlein (Bolívar); el general José Antonio Pinto (Cauca); el general Próspero Pinzón (Cundinamarca); el Señor Doctor Francisco C. Escobar (Magdalena); doctor don Antonio Roldan (Santander); general don Manuel Casabianca (Tolima)130.

Con el nombramiento de Casabianca para un nuevo periodo en la gobernación del Tolima significó una vuelta al equilibrio de la causa nacional perdida durante la administración del Doctor José I. Camacho. La separación de Camacho de la gobernación del Departamento, fue considerado provechosa desde el punto de vista de la unión del partido conservador, dividido, resentido y desorganizado, por causas locales de un tiempo atrás, sobre todo por la enemistad del magistrado Ramírez131 y el manejo que Camacho hizo de la renta de licores. Según un vocero del nacionalismo, durante el gobierno de Camacho el liberalismo se había recuperado en casi todas las poblaciones. Al parecer el eje de la nueva administración de Casabianca fue la reorganización de la renta de licores y el intento de reunificar el partido.

Curiosamente el gobernador Casabianca estuvo en el mes de febrero de 1896 de nuevo en Barranquilla. De allí partió para Panamá, llevando como su sargento mayor a Juan de Jesús Rengifo, administrador de su hacienda de la Yuca y alcalde del Líbano cuando ocurrió la guerra de 1895 y el acontecimiento de la muerte del general Isidro Parra132.

Por otra parte, las amenazas de desestabilización del régimen por la alianza entre el radicalismo y el velismo y la expectativa de poder en las próximas elecciones llevaron al doctor Miguel Antonio Caro a tomar de nuevo posesión de la presidencia133. En efecto, en medio de la crisis por la administración de las 100 horas, la del General Quintero Calderón, en marzo de 1896, algunos sectores del partido Nacional consideraban que ante la inminente caída del vicepresidente, el General Rafael Reyes, el General Casabianca era la persona indicada para asumir el ministerio de Gobierno, el cual, encargado del de Guerra, era más influyente que el mismo vicepresidente. “...Solo el nombre de usted es la garantía de paz o de triunfo en una nueva administración...”, le decía a Casabianca desde Cali, Joaquín Caicedo Alban134. El presidente Caro trató de fortalecer el gobierno organizando un ministerio nuevo, el de gobierno y guerra, para el cual nombró al General Casabianca.

De nuevo en junio de 1896 Casabianca estaba de regreso de su comisión en la Costa Atlántica. La muerte del general Isidro Parra fue aprovechada por la Asamblea del Departamento del Tolima para hacer cambios en la organización territorial y político administrativa de las poblaciones ubicadas al norte del distrito del Líbano. Uno de los resultados de la redistribución territorial del poder local ocurrió en la aldea de Santo Domingo, corregimiento del distrito de Villahermosa. El hecho fue convertido en un gesto de reconocimiento a sus méritos y jerarquía en la estructura de poder del Estado, de la historia militar y política del Tolima por vecinos de dicho corregimiento. Casabianca recibió, en junio de 1896, un telegrama de vecinos de la aldea de Santo Domingo, ubicada al norte de la población del Líbano, donde le informaban que la Asamblea departamental había aprobado la erección de ese corregimiento en Distrito con el nombre de Casabianca. La cultura política aldeana agregó “aquí enorgullecidos con el meritísimo nombre de un prócer de nuestra patria”135.

De nuevo en el segundo semestre de 1896, Casabianca fue llamado al servicio activo y comisionado por el Ministerio de Guerra en la Costa Atlántica. Por decreto de 15 de julio de 1896, el gobierno restableció el antiguo Ejército del Atlántico. Mediante decreto del vicepresidente de la república, encargado del poder ejecutivo, fechado el 10 de agosto de este año, el General Casabianca fue llamado al servicio activo en el Ejército y nombrado como Comandante en Jefe del Ejército de la Costa, con comisión especial para inspeccionar y reorganizar las guarniciones militares de los departamentos del Tolima, Magdalena, Bolívar y Panamá136 y con jurisdicción sobre las cañoneras nacionales “Boyacá” y “La Popa”137. El marco en el cual realizó esta comisión fue muy diferente al anterior pues una vez terminada la guerra, el presidente Caro, por intermedio de su ministro de guerra, Pedro Antonio Molina, fundó la escuela Militar mediante la ley 127 de 1896, y el decreto 284 del 15 de julio de este año. En julio de 1897 sería contratada en Paris, una misión militar francesa para apoyar la formación dada en la Escuela Militar.138.

Como resultado de la comisión en la Costa Atlántica, Casabianca elaboró un informe sobre los asuntos que le encomendaron. El informe trata temas insospechadamente reveladores de aspectos de la cultura política e institucional de la Colombia de finales del siglo XIX que, por los acontecimientos, procesos y prácticas de ocurrencia posterior resultan claves para la compresión y conocimiento de la relación entre el estado, la nación y la vida política desde perspectivas regionales de la realidad y su deber ser.

En primer lugar, refiriéndose al soldado de servicio en la Costa analiza las condiciones en que se desempeñaban los miembros del Ejército en dicha región, destacando la importancia de su servicio a la nación; los efectos de su desarraigo y la necesidad de cambiar el patrón de reclutamiento para mejorar la calidad de las funciones que cumplía según el entonces vigente código militar: guardia y custodia de mar y tierra, correo y presos. En este sentido afirma: “Las guarniciones de la costa atlántica que son sin duda las más importantes, ya en lo que se refiere a la conservación del orden publico, como en la custodia y vigilancia de valiosos intereses de la nación, son también por desgracia los que están en peores condiciones y las que hacen mayor repugnancia... (Por lo) incandescente del clima y (la) carestía de víveres...”. Además, agrega: “lejos de la tierra, sin esperanzas de salir del servicio aun cuando cumpla mas de los 4 años que señala el código militar de guardias en mar y tierra, custodias de correos, presos etc. Tiene más que ningún otro de la deserción cuando no al suicidio, perturbada su mente por las tribulaciones con su idea fija y atormentada de no volver nunca más a su hogar. Con pocas variantes, estas son las mismas circunstancias del oficial y aún del jefe y de allí las dificultades que he tenido ocasión de notar para conseguir personal para estas guarniciones y la repugnancia con que siempre vienen a ellas”139.

La composición que se daba desde la comandancia en Bogotá al Ejército de la Costa, tanto a nivel de oficiales como de soldados, muestra no sólo los criterios que en Bogotá se tenían para seleccionar la tropa de las guarniciones de esa región, sino el tipo de conciencia que se tenía de los intereses nacionales en ella. Según Casabianca: “Dadas las malas condiciones de una guarnición en la costa, el personal de oficiales que se consigue es casi siempre malo, el desecho de los cuerpos del interior y hasta llega el caso de que en Bogotá se destina oficiales y jefes a Barranquilla o Cartagena para de salir de ellos o para que no vayan y tener así un pretexto para separarlos del ejército. Un batallón son tales elementos en su seno y con soldados cansados, sin estimulo inquinados a la tristeza y al desaliento, tiene que ser siempre malo...”140.

La parte propositiva del informe de Casabianca era ciertamente innovadora, pues los nuevos criterios de reclutamiento implicaban una valoración más positiva de los habitantes de la Costa para la función militar y una crítica a la mentalidad de los gobernadores. Refiriéndose al asunto denunciaba las injusticias del sistema del reclutamiento como la causa principal, empieza por afirmar que si las guarniciones de la costa se hicieran con individuos de la costa, como lo había propuesto en un informe del mes de diciembre del año pasado, mejoraría la moralidad del ejército, se facilitaría su organización y se conseguiría un servicio tolerable al menos, mientras se establecían los medios para que Colombia construyera un ejército como el de otras naciones cristianas y civilizadas.

Las ventajas de tener una tropa integrada por costeños serían, advierte Casabianca, incalculables. Por una parte desaparecería la secular injusticia de tener un ejército compuesto casi totalmente por las clases proletarias de Boyacá, Cundinamarca y Tolima, cuando el beneficio era para toda la república. Por otra la tradición histórico militar de la costa eran enteramente satisfactorias pues el militar samario, el cartagenero, el momposino eran tan arrojados como los caucanos o tolimenses y tan disciplinados como el soldado indio de Boyacá.

De otra parte, la desorganización y mal servicio que resultaba de la pésima costumbre de dotar las guarniciones del buque de guerra, tomándolas indistintamente de los cuerpos de infantería y relevándolos con excesiva frecuencia. Debido al carácter incipiente de la marina de guerra colombiana, pues la que por entonces había no merecía ni el nombre porque era una mezcla informe de infantería y marina, la disciplina y eficacia en el servicio eran muy bajas, pues carecían de la preparación para el combate en el mar. Por esta razón era de sentido común tomar el personal de marineros de los jóvenes de Santa Marta y Riohacha, en el Atlántico, y de Tumaco y Buenaventura en él Pacífico, por ser aptos para las fatigas del mar. Curiosamente, Casabianca hace una extraña anotación sobre que estos marineros “tendrán hasta la ventaja de ser colombianos”. De estos puertos, agrega, podían sacarse las guarniciones fijas para los buques de guerra colombianos, poniéndoles sueldos especiales y estableciéndoles determinado y tiempo de servicio obligatorio.

La vida de las tropas en Barranquilla, Cartagena y Panamá sufría de los vicios y relajamientos propios del común de estos lugares141.

La mayor debilidad del ejército nacional era su artillería de tierra consideraba en su tiempo el arma que iniciaba y decidía los combates, por los efectos desestabilizadores de los obuses. Con ella había triunfado Alfaro sobre sus enemigos en el Ecuador142.

 

XIII. LA CRISIS DE 1898 Y EL FIN DE LA REGENERACIÓN.

En septiembre de 1897 Casabianca regresó al Tolima para tomar las riendas del gobierno del departamento. Fue el comienzo del último periodo como gobernador del Tolima y la antesala de su encumbramiento en la política nacional como ministro del gobierno de Sanclemente; jefe del Ejército del Norte en la Guerra de los Mil Días y Cónsul en puerto Le Havre.

Consultado por el ministro de Gobierno, Doctor Antonio Roldan, el entonces gobernador Casabianca comentó a finales de abril de 1898 sobre las amenazas de guerra por los radicales y las dificultades fiscales del gobierno por la crisis de las exportaciones de café, que la nación debía acostumbrarse a tener un ejército estable de por lo menos diez mil hombres, basado en el cálculo de que todo gasto en beneficio de la paz era siempre pequeño en comparación con el costo de la guerra. Casabianca defendía la tesis de que ningún gobierno era débil por falta de plata sino por falta de bayonetas143, y agregaba: “Yo tengo la mas profunda convicción de que debido al miedo que nuestros enemigos le tienen a la guardia es que hemos podido hacer lo que hemos hecho, y que, sin aquel y sin esta, ya estaríamos todos nosotros – los nacionalistas – bailando en el aire la mas ridícula danza macabra144.

De otra parte, la relación entre la crisis fiscal, el manejo del ejército y el conflicto de poder implícito en el dilema de las reformas o la guerra civil y el ambiente prerrevolucionario que siguió a la elección de presidente y vicepresidente para el periodo 1898 – 1904, dieron cierto protagonismo a Casabianca y a los jefes conservadores de Neiva, los Rivera. Es difícil seguir la evolución de los distintos grupos de poder en esta crisis pero vamos a intentar una aproximación, buscando la perspectiva regional en el conflicto.

El jefe conservador, Doctor Pedro A. Molina, comunicaba a Casabianca sobre la inminencia del estallido de la guerra y le advertía que con un ejército numeroso y bien armado, el gobierno no podía ser sorprendido por los revolucionarios145. Sin embargo, constataba que la oposición de la fracción histórica del partido conservador se veía engrosada en los departamentos del Cauca, Boyacá y otros, según su percepción, “por el deplorable ejemplo del clero que persistía en su hostilidad más o menos esbozada hacia el gobierno”146.

Molina centró su argumentación en la crítica al prejuicio que existía en algunos miembros del gobierno sobre el poder de los radicales, especialmente en el departamento del Cauca. Las sociedades democráticas ya no eran instrumentos de los demagogos. “Ya el espíritu de los pueblos caucanos – agrega - ha cambiado merced al crecimiento de la riqueza, a la saludable influencia de la enseñanza católica y sobre todo al desengaño producido por la esterilizante política de la federación que barbarizo y empobreció tanto a este departamento”147.

En tercer lugar, el doctor Molina pidió a la Asamblea del Tolima en el sentido de que anulara la inconsulta concesión del privilegio para la apertura del camino de Anaíme, dejando a la gobernación del Tolima la iniciativa de asociar su acción a la de los gobiernos nacionales y del Cauca para emprender trabajos en esa vía, como era el anhelo de esas poblaciones148. Ya desde 1886 el General Rafael Reyes había comunicado al gobernador Casabianca la intención de los empresarios del ferrocarril del Cauca de prolongar la red hasta las orillas del río Magdalena pasando por el Quindío149. Así pues los antecedentes remotos de lo que sería una de las más extraordinarias obras de ingeniería civil en la historia de Colombia cual fue el trazado y apertura de la carretera Ibagué – Armenia, construida en la década de 1920, está en la utopía de los empresarios del Ferrocarril del Pacífico.

A finales de septiembre de 1898, Casabianca decidió salir de Bogotá. Según le comentó a su camarada, el General Rafael Reyes, su intención era sustraerse de la crisis política. “Me vine de Bogotá huyéndole, mas que al dengue, a la horribilísima situación política por que a traviesa esa capital: yo no sirvo para contemplar indiferente ni infamias ni debilidades. Sigo hoy mismo para la yuca a dejar en la soledad de aquellas montañas la manía que me ha caído. Allá como en todas partes estaré a sus órdenes pronto a cumplir lo que me envié… puede ud. contar con el camarada y el amigo para cualquier emergencia”, afirmó150. Esta confesión revela además cierta jerarquía política y militar frente al General Reyes y la dependencia de esta para obtener ciertos intereses políticos en el Tolima, como fue el pedirle que influyera para el nombramiento del magistrado Acisclo Molano como gobernador del Tolima151.

El General Maximiliano Neira interpretó los cambios hechos en el ejército del gobierno por el vicepresidente Marroquín, en octubre de 1898, como una catástrofe política. La única esperanza, agregó, era la venida del presidente electo, el doctor Sanclemente, a pesar de la fuerte resistencia de muchos152.

Sobre la incierta posesión del presidente Sanclemente el gobernador encargado del Tolima, Enrique Caicedo Alban, afirmó que si Sanclemente lograba posesionarse se debía en buena parte “al tino, lealtad y prudencia del General Olegario Rivera”, pues este no se prestaba para golpes de estado153. Según Caicedo, Sanclemente había afirmado en Manizales y Fresno, estaciones de su viaje a la capital, que no era conveniente la disminución del ejército, ni la reforma de la ley electoral ni aceptaba los cambios hechos en el Ministerio de Guerra de los jefes nacionalistas para remplazarlos por los más exaltados históricos154. En este sentido concordaba con las tesis defendidas por los generales Casabianca y Rivera.

Rivera llegó al ministerio como consecuencia de la destitución que el vicepresidente Marroquín hizo del ministro Mutis, por haberse resistido a arrestar al director de la policía, Aristídes Fernández, cuando la Cámara de Representantes ordenó su arresto. La orden de la Cámara estuvo acompañada de la presión popular en medio de un ambiente callejero donde se podían leer cartelones enlutados que ironizaban sobre la crisis del partido nacional y el endeudamiento del gobierno, “el nacionalismo a muerto. No hay exequias por que no dejo deudos sino deudas...”155. Rivera nombró en reemplazo de Fernández al General Roberto Urdaneta156. El significado de este nombramiento lo haría explicito Rivera a Casabianca.

En efecto, el General Rivera, protagonista de la crisis de la sucesión presidencial en su calidad de Ministro de Guerra encargado del Ministerio de Gobierno de la administración Marroquín, relató a su amigo y jefe político, el General Casabianca el sentido de su actuación. En este documento están ausentes los nombres de los protagonistas de lo que a su juicio fueron los principales sucesos en los que tomó parte en la crisis que condujo al golpe al presidente Sanclemente157. Los personajes son la multitud (rojos en su mayor parte), sus compañeros de gabinete, la Cámara de representantes, el gobierno del vicepresidente Marroquín, el nuevo presidente, el Doctor Sanclemente, la junta de jefes regionales del radicalismo, el ejército, la plaza y la calle real.

Rivera carente de perspectiva histórica, sostiene que fueron días terribles en los que la firmeza del ejército salvó al país de la guerra y al partido de la deshonra y, quizá, de su caída. El radicalismo burlado y los conservadores desconcertados, agrega, “quizás me maldijeron en la noche de aquel memorable 3 de noviembre de 1898; los nacionalistas, enconados enemigos de tiempo atrás, debieron irritarse más al saber que continuaría en el gabinete y al considerar que, sin el cambio de jefes hechos un mes antes, aquella jornada les habría sido favorable, y...quizá hurté también las esperanzas de alguna otra fracción”158.

Es plausible en los escritos de la época que la Cámara de Representantes, con predominio de la fracción opositora del gobierno, es decir de la fracción histórica del partido conservador, utilizó al vicepresidente Marroquín para impedir el gobierno efectivo del presidente Sanclemente159. Rivera dice explicar cómo, dado su modo su modo de ser, se resolvió a continuar en el gobierno sin apoyo alguno. La actitud radical y el hecho consumado de la sucesión, la falta de apoyo en el ejército y la continuación del mismo Ministro, concluye, fueron parte de la terminación de aquella azarosa jornada. Los radicales se dispersaron desalentados y a eso de las nueve la situación se tranquilizó”160.

Por su parte, el empresario caucano radicado en Bogotá, Don Aparicio Rebolledo, relató a Casabianca que el día domingo había sido removido de jefe de la policía nacional, Aristídes Fernández. El Ministro de Gobierno, el doctor Mutis, le ordenó a Fernández resistir la remoción del cargo. Fernández recogió los 800 hombres de que consta la policía nacional y se preparó para la defensa, concentrando toda su fuerza en la central. Entonces el gobierno nacional mando la artillería a someterlos rodearon la manzana y así permanecieron sin dar un tiro, hasta por la noche que se entregaron”161.

El caso es que la oposición al nacionalismo adquirió expresiones populares y violentas en Bogotá. Rebolledo agrega que mientras en el Congreso y en el Ejecutivo ocurría el cambio en miembros de la cúpula militar, todo el pueblo de Bogotá, “hasta los viejos valetudinarios, salieron armados de revólveres, puñales y cuchillos, gritándole vivas al Doctor Marroquín y abajo a los obstruccionistas”162. Este apoyo popular a Marroquín era un rechazo a la rigidez de los nacionalistas.

El respaldo al presidente Marroquín entre los comerciantes liberales y conservadores de Bogotá era fuerte, según la percepción del General Francisco Sarmiento, a comienzos de octubre de 1898163. Un amigo íntimo de Casabianca le comentó a este que poco antes, el presidente Marroquín no sólo había negado la existencia del partido Nacional sino que había invitado a sus integrantes a volver al partido conservador164.

De otra parte, desde la perspectiva del centro, es decir la división del partido conservador entre históricos y nacionalistas y la presión del liberalismo radical, la política en el Tolima a finales de 1898 estaba animada por tres asuntos muy relacionados: la designación del gobernador, el conflicto por el monopolio de aguardiente y la implicaciones políticas e institucionales por las obras en el camino del Quindío.

En primer lugar, los candidatos para gobernador eran el doctor Abadía Méndez, el jefe conservador del sur del Tolima, Pedro A. Pizarro y Marceliano Vargas. Este último, apoyado por sus amigos personales y políticos, Manuel Casabianca y Maximiliano Neira, quienes, junto con el ministro, General Olegario Rivera, apoyaban el gobierno del doctor Sanclemente165.

Casabianca insistió como gobernador del Tolima ante el presidente Marroquín y su ministro de gobierno para que nombrara como su sucesor en la gobernación al magistrado Molano, con el argumento de que había escasez de personal idóneo para gobernación, agravada por las excepcionales circunstancias que atravesaba el gobierno por la ruptura del partido nacional. Molano era el Presidente del Tribunal del Norte del Tolima en 1898 y fue recomendado por Casabianca como hombre probo, adicto y bien quieto166. Esta recomendación no logró su objetivo.

El General Casabianca fue alertado para entrar en acción de un momento a otro, según la evolución de la crisis. Entre tanto los líderes de la fracción histórica le pidieron a Toribio Rivera que se encargara de la gobernación del Tolima, lo cual significó, en cierto modo, una derrota del candidato de Casabianca, el magistrado Acisclo Molano167.

Como sabemos, si la posesión del presidente Sanclemente tensionó el ambiente político, el estallido de la Guerra Civil precipitó en cierto modo el golpe a través de la prisión de este hacia mayo del año 1900. El General Luis Virgen González, oriundo de Ambalema, se negó a aceptar el cargo de Ministro de Hacienda ante su desacuerdo con la idea del gobierno de convocar a una convención constituyente, apenas concluyera la guerra, con el argumento de que la constitución no lo autorizaba. En este sentido escribió: “No admite en ningún caso nuestra carta fundamental que sus primordiales preceptos sean suplantados por el derecho de gentes, sino que en tiempo de guerra sucede a la ordinaria la legalidad marcial y terminado el alzamiento o la agresión exterior vuelve a imperar aquella...”. Para el General González la derrota de la rebelión significaba la afirmación de la legalidad institucional”168. En cambio, Casabianca llego al ministerio de guerra llamado por Sanclemente y como tal debió asistir al golpe contra este.

 

XIV. LA LEÑA Y EL FUEGO. EL CONTRATO SIERRA – CASABIANCA Y EL PRELUDIO DE LA GUERRA EN EL TOLIMA.

Desde otra perspectiva, el manejo de los asuntos fiscales y los negocios de los regeneradores en torno a la renta de aguardiente revela la incomprensión de la relación entre economía política y poder estatal si se tienen en cuenta los efectos que los contemporáneos tuvieron entre la crisis cafetera, la política fiscal, el gasto público en materia de defensa y seguridad del orden público y la rigidez en la defensa de la arbitrariedad en el manejo político de la constitución nacional.

Un cambio notorio en la mentalidad del General Casabianca se produjo con su experiencia como comandante militar y ministro de Estado. La crisis fiscal del Tolima y la oposición política especialmente en las provincias de Neiva y del Sur a la gestión centralista del gobierno desde Ibagué, movieron a este a aceptar la lógica de los negocios en las entretelas del poder, concretamente del ministro José Santos, quien recomendó al contratista José Maria Sierra para el remate del monopolio de licores del Tolima. Casabianca influyó en la Asamblea para que lo autorizaran por medio ordenanza para realizar el contrato.

La oposición arreció pronto, desde el mes de julio de 1898, contra el contrato Sierra – Casabianca. Este desde el gobierno la describió en los siguientes términos:

(…) como adrede, llueven peticiones, reclamaciones, memoriales (…) insultos (…) calumnias (…) avisos de coaliciones, ya armadas, ya pacíficas contra el monopolio, contra el gobierno, contra Sierra, y por último, don Guillermo que cada día toma más a lo heroico su puesto de director del noble y gran partido liberal (…) ¿a quién dejo en mi lugar?169.

Según el general Juan de Dios Lozano, el comité antimonopolio de Bogotá, envió varias circulares a los productores para que se negaran a hacer arreglos con los rematadores, induciéndolos inclusive a hacer todas las demostraciones de resistencia hostil, entre ellas el incendio de plantaciones170.

Casabianca reconocía el clima de tensión social en Honda, Girardot, Chaparral y otras poblaciones. Para él, liberales e históricos habían hecho del asunto del monopolio un arma política contra el gobierno de Sanclemente. Al respecto afirmó a comienzos del mes de agosto:

(…) se han comprometido a ponerle trabas al gobierno, prolongando indefinidamente la ya alarmante situación fiscal que atravesamos con el fin de colocarlo en duras y crueles alternativas: o disminuye el ejército, o da pasos que le comprometan la opinión pública: si lo primero, le queda a los revolucionarios el camino fácil y expedito y si lo segundo, precipitan la catástrofe171.

En ese ambiente, en los últimos días de agosto, el general Casabianca, se retiró de la gobernación en uso de una licencia para tratar sus asuntos familiares y particulares, dejando en el aire el arreglo directo de las indemnizaciones a los productores. Dicha licencia la renovaría en septiembre, de modo que evitó comprometerse en el arreglo. Sus sentimientos antiantioqueños encontraron ocasión de ser recompensados.

El contrato Sierra fue debatido en el Senado, en el marco de los debates a la política fiscal del gobierno. La oposición popular y oligárquica a dicho contrato dio lugar al éxito de la propuesta del congresista José Vicente Concha, quien logra la aprobación de la ley 17 de 1898, “la ley Concha”, la cual hacía depender el establecimiento del monopolio de los arreglos entre los gobiernos y los productores, pero no obligaba a éstos a recibir los ofrecimientos de indemnización172.

Por otra parte, el nuevo retiro de Casabianca del cargo de gobernador y las connotaciones política que se estaba dando en Bogotá al problema del monopolio en una situación prerrevolucionaria había convertido el cargo de gobernador del Tolima en uno de los más difíciles de toda la república. Por lo menos diez candidatos a ocupar el cargo se barajaron entre noviembre y diciembre. El recomendado por el general Casabianca, Asisclo Molano (independiente), fue rechazado por su filiación política.

De otra parte, uno de los aspectos de la crisis interna del régimen de la Regeneración en el Tolima fue el efecto político de la administración del gobernador Aquilino Aparicio. Al final del debate electoral de 1898, el exministro tolimense Olegario Rivera escribió a su copartidario y amigo el General Casabianca para exhortarlo a que influyera en la atención al desarrollo de las provincias de Neiva y del Sur, olvidadas durante la administración Aparicio.

Según Rivera para bien de Casabianca y del Departamento del Tolima, se debía consagrar mucha atención a las provincias de Neiva y el sur, “porque relajados sus vínculos con Aparicio, se tendía a fortalecer las tendencias al caucanismo, especialmente en el sur. La necesidad de estrechar los brazos del Departamento del Tolima debía contemplar medios como el fomento del regionalismo, si fuera necesario173.

La amistad de Casabianca con Lozano Torrijos, clave para el contrato Sierra Casabianca dio lugar a una oposición popular y política que en septiembre de 1898, después de una corrida de toros en Ibagué, se expresó en una manifestación callejera contra el monopolio. A comienzos de ese mes, Casabianca había resistido enérgicamente un intento de apedreamiento en Bogotá174. A propósito de la situación, Lozano Torrijos insinuó amenazante:

Si no hay Asamblea estaremos en el Tolima, a fines de diciembre, en plena revolución y después de todo, el departamento sería el más hondamente perjudicado, pues el sr. Sierra y yo seguiremos cumpliendo estrictamente el contrato, para no presentar flanco vulnerable175.

Casabianca aconsejó desactivar la bomba de tiempo volviendo al sistema de las patentes176. Probablemente a instancias verbales del general Casabianca, el Tribunal Superior del departamento del norte, presidido por el magistrado Asisclo Molano, por entonces, además de socio político, amigo personal de Casabianca, dictó una sorpresiva sentencia en la cual declaraba nulas las ordenanzas sobre licores y abolía el sistema de patentes177. Pocos días después, el contrato Sierra fue suspendido por el sucesor del general Casabianca en la gobernación del Tolima, el doctor Emilio Escobar (santandereano); era el 30 de enero de 1899178.

La Asamblea fue convocada a sesiones extraordinarias para debatir no sólo el asunto de la renta de licores sino el igualmente candente asunto del ferrocarril del Tolima y el contrato Camacho – Tanco. En febrero sesionó con once diputados, en su mayoría partidarios de las opiniones del gobierno respecto del sistema de patentes, con un gravamen menos fijo del que regía en Cundinamarca. La Asamblea optó por el restablecimiento del sistema de patentes, dejándole al gobernador, la facultad para reglamentarlo; además derogó el contrato Camacho – Tanco.

Curiosamente desde Bogotá, Casabianca giró en sus alianzas estratégicas en el mundo fiscal y en los negocios, de su amigo Lozano Torrijos a sus copartidarios y amigos Ignacio Galindo y Agapito Urueña, vecinos de Ambalema. El giro hacia el régimen de patentes tenia mayores dividendos para los intereses políticos de Casabianca quien ahora se movía con sutil destreza entre sus copartidarios, amigos, aliados y socios. El remate fue adjudicado, gracias a la decisiva influencia del general Maximiliano Neira, a Urueña y Galindo, hacendados y comerciantes del norte del Tolima. A propósito del remate, Neira le comentó a Casabianca: “Ya estará U. divertido con la nueva tarea de la prensa, esto es, de los que quedaron fuera del queso, que por pequeño no alcanzó para todos”179. Lozano Torrijos no fue excluido.

La crisis que desató el régimen de patentes y las actitudes del gobernador Escobar dieron lugar al nuevo hervor del espíritu localista y a la pugnacidad entre las facciones territoriales del partido conservador que terminaron por debilitar al ejecutivo departamental. Según lo percibió el doctor Agustín Uribe, líder conservador de Neiva, esta provincia “(y la del) sur se le han independizado a Escobar y marchan por su cuenta (…). Don Emilio está furioso, pero no ha podido imponerse”, anotaba en los últimos días del siglo XIX180.

A comienzos de la Guerra, las tensiones sociales en el sector de la caña y el aguardiente tocaron con furia la más lujosa y moderna de las propiedades del industrial Fabio Lozano Torrijos: la hacienda Michú. Esta hacienda estaba ubicada en la región comprendida entre los municipios de San Luis, Valle de San Juan y Miraflores. En ella Lozano había montado, probablemente en función del remate de la renta de aguardiente, uno de los más grandes ingenios de caña de azúcar y destilería, al ejemplo de las de Cuba. Según Juan Lozano y Lozano, con el estallido de la guerra, la hacienda Michú fue escenario de feroces combates entre las guerrillas del General Ramón Marín (liberal) y del General Eutimio Sandoval (Conservador) que terminaron por incendiar los cañaverales, robar los ganados y destruir el inmenso trapiche181.

Las formas de corrupción campeaban en la administración pública del Tolima. Escobar y su aliado, el general Maximiliano Neira fueron acusados de lo que hoy llamaríamos enriquecimiento ilícito. No sólo la opinión liberal criticaba al gobierno. En abril de 1900 el exjefe de la legación colombiana en Londres, doctor Juan N. Méndez, escribía sobre la situación en el Tolima: “Continúa el latrocinio y el desbarajuste en el gobierno (…) el descontento crece en el pueblo a causa (también) de la escasez en todo, especialmente de moneda182”.

Finalmente, el germen secular del conflicto político y territorial que dividía a la elite tolimense desde la Independencia, se expresó durante la Guerra Civil de los Mil Días, en el hecho de que la capital del Departamento hubiera sido trasladada de nuevo a la ciudad del Neiva, debido a que el entonces gobernador civil y militar del Tolima, el General Toribio Rivera, hermano del General Olegario, fuera vecino de esta ciudad183. Al conflicto social en la economía y la renta del aguardiente se agregaba el conflicto de poder entre la elite política del Tolima. Este conflicto comenzó a ser resuelto en el nivel eclesiástico a partir de la creación de las diócesis de Garzón y de Ibagué y su fruto, la creación del departamento del Huila. Los conservadores del sur encontraron la forma de darle entidad a sus aspiraciones políticas y territoriales. Entre tanto, los conservadores del sur de Antioquia, aprovechando el vacío político dejado por la muerte del general Casabianca, ocurrida en 1901, planearon y ejecutaron, en parte a costa de territorio tolimense, la creación el nuevo departamento de Caldas.

 

1 CAMACHO ROLDÁN, Salvador, Notas de un Viaje. Tomo I. Publicaciones Banco de la República, Bogotá 1973. Esta obra comenzó a ser escrita en 1887 a raíz de un viaje de Camacho Roldán a Estados Unidos. Publicada por primera vez en Bogotá en 1890.

2 SAMPER ,Miguel. Escritos político económicos. Tomo II, (Editorial Cromos. Bogotá, 1925). Reimpresión. Banco de la República. 1977.

3 KASTOS, Emiro. Artículos Escogidos. Bogotá, 1972.

4 SAMPER, Miguel. Escritos Político – Económicos. Op. Cit., p. 246.

5 LOZANO Y LOZANO, Juan. Ensayos Críticos. Editorial Santa Fe. Bogotá. 1934.pp. 279 - 315.

6 PEREIRA GAMBA, Próspero. La vida en los Andes Colombianos. Imprenta El Progreso. Quito, 1919.

7 RIVAS, Medardo. “Los Trabajadores de Tierra Caliente”, Bogotá. Edición Facsimilar. 1983.

8 BERGQUIZT, Charles W. Café y Conflicto en Colombia. 1886 – 1910. La Guerra Civil de los Mil Días: Sus Antecedentes y Consecuencias. FAES. Medellín. 1981.

9 JARAMILLO, Carlos Eduardo. La Guerra del Novecientos. Carlos Valencia Editores. 1991.

10 TOVAR PINZON, Hermes. “Que nos tengan en cuenta. Colonos, empresarios y aldeas: Colombia 1800 - 1900”. Premios Nacionales de Cultura. Colcultura. Bogotá. 1995. Capítulo 3.

11 HENDERSON, James. Cuando Colombia Se Desangró. Un estudio de la Violencia en metrópoli y provincia. El Ancora Editores. Bogotá. 1984. Un estudio innovador sobre la historia del Tolima, con consideraciones interesantes sobre el territorio y la historia colonial y del siglo XIX. A pesar del vacío sobre el periodo de la Regeneración, la centralidad que da al pueblo de Santa Isabel y en particular a la acción de la Iglesia sobre la hacienda de la Yuca, que fue del gobernador Casabianca, permite inferencias muy interesantes sobre la inspiración de la obra y sobre el control territorial de cierta corriente del partido conservador y de la Iglesia en esta zona del Tolima.

12 GÓMEZ CASABIANCA, Luis Enrique. El General Manuel Casabianca y su tiempo. Una historia épica. Cámara de Representantes. Santa Fe de Bogotá. 1998. Es una obra extensa abrumadoramente llena de anéctoas y notas al vuelo, con poca envergadura conceptual, sobre la historia política de la segunda mitad del siglo XIX colombiano desde la perspectiva de la participación del personaje biografiado en muchos acontecimientos de la vida política y del estado, particularmente en el Tolima. La obra esta apoyada en un gran esfuerzo de investigación y lectura de fuentes primarias inéditas y en bibliografía convencional. Su estilo es el de una narración un tanto anecdótica, con gran sentido del contexto pero poco crítica y escasa de interpretación. Por ejemplo, en el análisis de los episodios de la muerte del General Isidro Parra y del magistrado Enrique Ramírez hay sesgos, fruto de la afectividad familiar y los tonos épico - líricos de la publicidad política heroizante. Además, sobre una fase importante de la vida política y militar de Casabianca, el autor pasa por alto el informe que este presentó de su comisión para reorganizar el Ejército del Atlántico (ver páginas 229 – 230). Las partes quinta y sexta están referidas al papel de Casabianca en el periodo de la Regeneración.

13 MORENO, Delimiro. El Huila en el siglo XIX. Vargas Editor. Santa Fe de Bogotá, 1994. Esta obra contiene entre las páginas 44 – 196, una historia del Estado Soberano del Tolima con base en la fuente oficial y la escasa bibliografía disponible. Una idea del vacío sobre el periodo de la Regeneración la da el hecho de que apenas dedica al gobierno del general Manuel Casabianca tres páginas, de la 197 a la 199. La última sección se titula Decadencia Política y Económica dedicada a las guerras civiles de 1885 y la de los Mil Días en la provincia del Sur del Estado (p. p 200- 210). Estas secciones de la obra aparecen publicadas también en la Historia General del Huila, volumen 2. Academia Huilense de Historia. Neiva. 1996. p. p. 121 – 165.

-------------, -----------. Estado Soberano del Tolima. Personajes en su Historia. Instituto Huilense de Cultura. Neiva. 1995. Este es un libro de biografías de hombres y mujeres notables del Tolima Grande en ese periodo, que el autor consideró antecedente a una próxima obra suya, titulada Historia del Estado Soberano del Tolima.

14 CUARTAS COYMAT, Álvaro. Tolima Insurgente. Tomo 1. Pijao Editores. Volumen 77. Bogotá. 1991. El capítulo III, titulado Fragmentación del Tolima Grande, contiene unas secciones (p. p 223 – 238), en las que al reflexionar críticamente sobre aspectos de mi pobre trabajo sobre los delegatarios del Tolima a la Asamblea Constituyente de 1886, hace una defensa ideológica y política del liberalismo radical y un llamado a la circunspección académica en la referencia a los conservadores. Este enfoque es complementado en la sección 3.1.2 dedicada a profundizar sobre la Guerra Civil de 1895, vista como la derrota de la insurgencia liberal. La sección 3.2 trata sobre el Tolima en la Guerra de los Mil Días, de modo que el periodo de la Regeneración queda de nuevo en las tinieblas de la historiografía regional tolimense. Con todo, un mérito apreciable de esta obra esta en su innovación metodológica, al incluir en sus fuentes interesante material fotográfico.

15 RAMIREZ BAHAMÓN, Jairo. Historia Social De Una Utopía Escolar. La Educación en el Estado Soberano del Tolima, 1861 – 1886.Universidad SurColombiana, Instituto Huilense de Cultura, Fondo de Autores Huilenses, Asociación de Institutores Huilenses, Academia Huilense de Historia. 1998. No obstante estar excluido en el título, la última sección del capítulo 12 esta dedicada al comienzo de la Escuela Católica y al desarrollo de la Escuela durante los primeros años de la Regeneración. Véase páginas 314 – 325.

16 RAMIREZ ARBELAEZ, Rubén Darío. Ibagué (1890-1990). Evolución y Valores Humanos. Ibagué. Ediciones Astrolabio. 1991. Esta obra es un ensayo sobre variados aspectos de la historia de la ciudad, hecho en un estilo no académico, con fines cívicos, de educación de las nuevas generaciones para la participación en los asuntos públicos y colectivos. Contiene datos referenciales sobre la vida de la ciudad en las décadas de 1890 y 1900, concretamente sobre las administraciones de los gobernadores Manuel Casabianca, José I. Camacho y Aquilino Aparicio y Félix Antonio Vélez. La obra trae importante material fotográfico muy defectuosamente reproducido.

17 CUARTAS COYMAT, Álvaro. Jorge Isaacs. Peripecia y Drama. ACC. Editores. Ibagué, 1998.

18 BANCO DE LA REPÚBLICA. Los Constituyentes de 1886. Acisclo Molano y Roberto Sarmiento. Tomo 3. Bogotá, 1986

19 CLAVIJO OCAMPO, Hernán. Los Centros de Poder Político Administrativo en el Tolima 1887 – 1899. En Revistas Proceso en Marcha. Contraloría Departamental del Tolima. Ibagué. 1992.

20 ----------- -------------, ----------. Monopolios fiscales y guerras civiles en el Tolima, 1865-1899. Volumen XXX. N. 32, 1993, p.p 53 –76.

21 ---------- --------------, --------- . Educación, Política y Modernización. El Centenario Salesiano en la ciudad musical de Colombia. 1904 – 2004. Capítulos 1 y 2.

22 El capítulo III de la obra de Charles W. Bergquizt “Café y Conflicto en Colombia, 1886 – 1910, contiene un excelente estudios sobre los antecedentes y contexto de la Guerra de los Mil Días.

23 DEAS, Malcom. Del Poder y la Gramática. Tercer Mundo Editores. Bogotá. Primera reimpresión. Junio 1993. P.p. 308 – 309.

24 FISCHER, Thomas. Empresas extranjeras en el sector del oro y de la plata en Colombia. 1870 – 1914. En, Boletín Cultural y Bibliográfico. Biblioteca Luis Ángel Arango. Vol. XXXII, No. 39, 1995, p. p. 61-84.

25 CARNECELLI, Américo. La Masonería en Colombia 1833- 1940. 2 tomos. Bogota. 1975. Uno de los asuntos reveladores del cambio en la concepción de la patria y de la nación que se produjo en la década de 1880 y que esperan la mirada del historiador de la cultura republicana del siglo XIX es el conocimiento del autor, letra, música y contexto histórico del Himno de Guerra Colombiano que fue substituido por el actual Himno Nacional. El Himno de Guerra todavía se interpretaba en ceremonias cívicas en 1883, especialmente en las conmemoraciones del 20 de julio de 1810.

26 HENDERSON, James. Cuando Colombia Se Desangró... Op. Cit. p.33. Henderson describe lo que llama la “diabólica teoría” que crearon los conservadores para justificar la purga de liberales a partir de 1949. Estos, probablemente influidos por los hechos del Líbano en 1929 y por el asesinato del padre Ramírez en Armero, en los hechos del 9 de abril de 1948, los conservadores atribuyeron la decadencia del pueblo en este periodo a la supuesta conducta violenta y miserable de la policía y de la minoría liberal que dominó el gobierno municipal entre 1930 y 1949 (Ibid. p. p 34 – 35).

27 Ver mi trabajo Educación, Política y Modernización. El centenario Salesiano en Ibagué... Op. cit. p. p. 105 y 141.

28 Entrevistas con el doctor Jorge Casabianca Camacho en los años 1984 – 1985, a cuya generosa atención debo el trabajo del archivo del general y el conocimiento de parte de la tradición familiar.

29 DÁVILA LADRÓN DE GUEVARA. Diversificación económica y actividad política del empresariado en Colombia: Los negociantes de Bogotá y del Valle del Cauca, 1886 – 1930. En, Memorias V Congreso de Historia de Colombia. Bogotá. Icfes. 1986. P. 340. La muestra estudiada por Dávila incluye los casos de Pepe Sierra (el “campesino millonario”) y sus principales socios en el Banco Central y en otros negocios, los negociantes Félix Salazar, Nemesio Camacho y Luís Jaramillo Ochoa; a la familia Samper, herederos de Don Miguel Samper, y a Pedro A. López y familia. En el Valle del Cauca a los “negociantes y empresarios azucareros”: Santiago Eder, Jesús Sarmiento; Modesto Cabal y Hernando Caicedo. A ellos les dedica, en la versión original del trabajo, 94 páginas. El trabajo de Dávila tiene como principal fuente las biografías y autobiografías, es decir que no se apoya en la investigación directa en fuentes primarias. En relación con los casos estudiados por este autor, el de Casabianca resulta pertinente con los de Pepe Sierra y de Nemesio Camacho. El primero en virtud de la crisis política en 1898 en el Tolima por causa del contrato Sierra – Casabianca, y el segundo porque sus descendientes emparentaron con los del General Manuel Casabianca.

30 Ibid.

31 La pertenencia de Casabianca a un sector medio de la oligarquía colombiana del periodo 1882 – 1902 esta matizado por una anécdota de su esposa, en el comienzo de la fase tope de su prestigio militar y político. Según su esposa Laura, Casabianca dormía, aparte, en una cama que parecía más de colegio que de general regenerador. (A.G.M.C. Carta de la Señora Laura Castro de Casabianca al general Casabianca. Bogotá, diciembre? de 1895).

32 DÁVILA LADRÓN DE GUEVARA. Diversificación económica y actividad política del empresariado en Colombia: Los negociantes de Bogotá...Artículo citado en Op. Cit p. 342.

33 Ibid. P.p. 342 – 343. Dávila destaca el carácter excepcional del empresario capitalista Santiago Eder

34 Ibid. P. 344

35 Ibid. p. 343

36 Ibid. p. 339

37 A.G.M.C. Carta de Manuel Casabianca al doctor Vicente Ortiz. ¿ 1882.

38 Véase una buena síntesis en el artículo de Luis Javier Ortiz Mesa “Antioquia durante la Regeneración”. En, Historia de Antioquia. Dirección General, Jorge Orlando Melo. Suramericana de Seguros. Segunda reimpresión, junio de 1991. p.p 128 –138.

39 DÁVILA LADRÓN DE GUEVARA. Diversificación económica y actividad política Op. Cit. p. 345.

40 A.G.M.C. Carta de Manuel Casabianca al presidente Rafael Núñez. Ibagué, junio 10 de 1887.

41 A.G.M.C. Carta del Gobernador Casabianca al Doctor Don Felipe Angulo. Neiva, enero 17 de 1887. Casabianca se preguntaba ¿Cómo resignarme a que se me habiliten de la noche a la mañana de letrados y juristas a individuos que ignoran el Cristo del derecho y subían impasibles a la Magistraturas a impartir justicia y a decidir definitivamente cuestiones que no puedes entender, hombres que ayer no más y aun hoy mismo apenas logran hacer sonar su nombre entre los cuchivachines o leguleyos de aldea? ¿Cómo conformarme con la idea de que pronto haya de arrancar de su cural a alguno de esos señores magistrados para que venga a responder de una suma no despreciable de caudales públicos?

42 A.G.M.C. Carta del Gobernador Casabianca al General Don Jaime Córdoba. Bogotá. Neiva, enero 18 de 1887.

43 A.G.M.C. Carta de Aurelio Sandoval al gobernador Casabianca. Espinal, octubre 2 de 1886.

44 A.G.M.C. Carta de Roberto Sarmiento. Bogotá, septiembre 8 de 1886.

45 A.G.M.C. Carta de Roberto Sarmiento al gobernador Casabianca. Bogotá, septiembre 8 de 1886.

46 A.G.M.C. Carta de Manuel Casabianca al presidente José María Campo Serrano. Neiva. S.F. 1886.

47 BANCO DE LA REPÚBLICA. Los Constituyentes de 1886. Tomo 3. Bogotá, 1986. Por ley 46 de 1886 el gobierno nacional cedió al Tolima 100.000 hectáreas de baldíos, ubicados en su jurisdicción, para el fomento de la vías que pusieran al Departamento en comunicación con los de Antioquia, Cauca y Cundinamarca. Según un informe de la Secretaría de Hacienda, de estas 100.000 hectáreas sólo se habían enajenado hasta 1892, 35.000, a dos contratistas que abren dos caminos de herradura en limites con Antioquia (A.H.I. Informe del secretario de Hacienda al gobernador del Departamento del Tolima. 1892, p. 61).

48 A.G.M.C. Carta del Ministro de Guerra, Jorge Teodoro Lozano al gobernador Casabianca. Bogotá, abril de 1889.

49 A.G.M.C. Carta del Gobernador Casabianca al delegatario por el Tolima, Roberto Sarmiento. Octubre 19 de 1886. Casabianca terminaba la carta dándole “un sabio y prudente consejo” a su amigo, no confiar en ningún antioqueño, pues según él “esta raza no está ligada a nosotros con ningún vínculo, y nos profesa un odio implacable aunque solapado”. Sin embargo, como veremos, años después a raíz del restablecimiento del monopolio del aguardiente, en 1898, Casabianca suscribió un contrato con el rico empresario de rentas, don José Maria Sierra, para administrar el monopolio de esa renta en el Tolima.

Sobre la reacción de los conservadores antioqueños, después de la muerte de Casabianca en 1902, contra los conservadores del Tolima, a quienes calificaban de señores feudales, véase mi trabajo “Educación, política y modernización en el Tolima”. Universidad del Tolima, Ibagué, 2005, capítulo II.

50 El Tolima. Ibagué. 7 de Septiembre de 1888.

51 PEREIRA GAMBA, Próspero. La Vida en los Andes Op. Cit. p. 129

52 A.G.M.C. Carta del Doctor Agustín Uribe al General Casabianca, Bogotá. 2 de octubre de 1888.

53 CAMACHO ROLDAN, Salvador. Camacho Roldan Salvador, Notas de un viaje. Tomo I. Publicaciones Banco de la República, Bogotá 1973. P. 62.

54 Informe del Secretario de Hacienda del Tolima. 1892. P.P 70 –71.

55 A.H.I. Sección hemeroteca. Informe del Secretario de Hacienda del Departamento del Tolima el señor Gobernador. Ibagué, imprenta del Departamento. 1892, p. 69.

56 A.H.I. Fondo Notarías. A.N.1ªI. T.3, 1891. Mirtiliano Sicard contrató con el gobierno la construcción del edificio de obras hidráulicas y montaje de la maquinaría de la casa de ensayes, por 80000 de ley, en seguridad de lo cual hipotecó la mitad del edificio “Club Tolima”.

57 A.G.M.C. Carta de John Vaughan al General Casablanca. Ambalema 6 de mayo de 1895. Por entonces varios empresarios extranjeros se establecieron en el distrito de Ibagué, atraídos por el auge de la minería del oro. Entre ellos figuran Luis y Alejandro Parisot y Eduardo Ferroni. Este último trabajó el aluvión de Ibagué viejo y en pequeñas empresas agrícolas. En 1895 intervino en la política local pidiendo al gobernador Casabianca que no le diera la alcaldía a Prudencio Florez, por ser este su enemigo (A.G.M.C. Carta de Eduardo Ferroni al General Casabianca. Ibagué viejo, mayo 14 de 1895. Eduardo Ferroni era miembro de una familia de banqueros en Italia, caballeros de la corona italiana que, por especulaciones de bolsa, emigró a Bogotá, donde encontró enemigos que le llevaron a refugiarse en las montañas del Quindío. Ferroni fue pedido en extradición por el gobierno italiano pero el gobierno Colombiano la negó. El asunto dio lugar a un fuerte roce diplomático con el gobierno italiano.

58 A.G.M. C. Carta de John Vaughan al General Casabianca. Santuario, 29 de junio de 1897.

59 A.G.M.C. Carta de Aurelio M. Melandro. Ibagué, abril 23 de 1886 a Manuel Casabianca. Neiva. Melendro, agregó que cuando aclaró, estaban presos entre otros, Melo y sus hijos, Esponda y el suyo, Camilo Santofimio, Nicolás y Belisario Torres, Pedro J., Fernando e Ignacio Caicedo; los hijitos de Guillermo Vila porque no encontraron al padre; Aquilino Uribe, su hijo, que hacia mucho tiempo no venían a Ibagué y Rafael Vela. Mariano Molano, merced a esfuerzos de Rafael Espinosa, no fue aprehendido.

60 Ibid.

61 Ibid.

62 A.G.M.C. Carta de Nicolás N. Gutiérrez. al Gral. Manuel Casabianca. Ortega, agosto 1886.

63 A.G.M.C. Carta de José Cifuentes “la Polonia” junio 25 de 1885, escribe el general Manuel Casabianca.

64 Ibid.

65 A.G.M.C. Carta del Doctor Rafael Núñez al gobernador Casabianca. Bogotá, enero 13 de 1886.

66 A.G.M.C. Carta del Presidente Núñez al gobernador Casabianca. Bogotá, 3 de noviembre de 1888.

67 A.G.M.C. Carta de Luis Segundo de Silvestre al gobernador Casabianca. Bogotá, 16 de junio de 1886. Esta tesis resulta coherente con la visión que del nuevo régimen tuvo Don Miguel Samper, el crítico más lúcido de la Regeneración, la cual mencionamos al tratar sobre la crisis del régimen en 1898.

68 A.G.M.C. Carta de Jesús María Villegas al General Casabianca. Líbano. Junio 11 de 1886.

69 Ib.

70 A.G.M.C. Carta de Marco A. Echeverri al General Casabianca. Líbano, enero 12 de 1888.

71 A.G.M.C. Carta de Marco A. Echeverri al General Casabianca. Líbano, enero 12 de 1888.

72 CAMACHO, José Ignacio. Circular de la Prefectura de la Provincia del Centro a los alcaldes de su jurisdicción. Guamo, 1 de enero de 1887. En, REGISTRO OFICIAL, No. 140, enero 18 de 1887.

73 Ibid.

74 A.G.M.C. Carta de José María Samper al General Casabianca. Bogotá septiembre 22 de 1886.

75 A.G.M.C. Carta del General Rafael Reyes al General Casabianca. Bogotá 4 agosto 1886.

76 A.G.M.C. Carta del General Casabianca al general Reyes. Neiva, 10 de mayo de 1886. Reyes estaba muy convencido de su papel pues consideraba que debían marchar firmes, sin vacilación, sin importar que los demagogos los señalaran como los esbirros de la tiranía.

77 A.G.M.C. Carta del General Rafael Reyes al General Casabianca. Bogotá, Carta de enero 12 de 1886. Julio Campos, presidente de la Asociación Militar de Colombia, comunicó el 10 de septiembre de 1887 al General Casabianca su elección como miembro honorario de ella.

78 A.G.M.C. Carta del presidente Rafael Núñez al General Casabianca. Bogotá, 18 de Mayo de 1888.

79 A.G.M.C. Carta del gobernador Casabianca al Doctor Don Rafael Núñez. Ibagué, septiembre 22 de 1887

80 A.M.G.C. Telegrama del Doctor Carlos Holguín al General Manuel Casabianca. Bogotá 11 de marzo de 1889.

81 A.G.M.C Carta del gobernador Casabianca al presidente Rafael Núñez. Ibagué. Febrero 17 de 1888.

82 A.G.M.C. Carta de Agustín Uribe (Médico) al General Casabianca. Bogotá, 12 de agoto de 1890. En la perspectiva de la participación regional en el gobierno nacional, el Tolima, gracias al liderazgo de Casablanca, tuvo un grupo parlamentario y en el gobierno de gran protagonismo político y legislativo. El grupo tolimense de representantes a la Cámara era, a juicio de Ignacio Neira, una “diputación competente, compuesta de hombres instruidos y de palabra y al propio tiempo de tacto político y social, que obrará con acuerdos previos en todo sentido y podría dominar por si sola una cámara entera”. El más apto e idóneo de los representantes, agrega, era Adriano Tribín: “Se puede decir que en varios debates han prevalecido sus opiniones y se ha hecho sentir con éxito... Tribín esta en la cámara como el pez en el agua: la agitación y el bullicio son su elemento. Allí suelta toda su expansión, se levanta casi como colérico, se exalta y hasta se impone y domina”. El otro representante, Agustín Uribe, concluye, “...es muy inteligente y como hombre de partido, en los asuntos puramente políticos, se esfuerza notablemente. Si el se dedicara algún tiempo al estudio de la legislación en todas sus ramos, podría figurarse, como polemista parlamentario” (A.G.M.C. Carta de Ignacio Neira. Bogotá. Diciembre 13 de 1890).

83 A.G.M.C. Carta de Agustín Uribe al General Casabianca. Bogotá, marzo 24 1891, En, Libro Copiador de Correspondencia 1891

84 A.G.M.C. Carta de Aparicio Rebolledo al General Casabianca. Bogotá, Mayo 5 de 1891.

85 A.G.M.C. Carta del presidente Holguín al General Casabianca. Bogotá, marzo 10 de 1891.

86 A.G.M.C. Carta de Agustín Uribe al General Casabianca. Bogotá, marzo 24 1891, En, Libro Copiador de Correspondencia 1891.

87 A.G.M.C. Carta de Juan M. Fonnegra y Cia. Al gobernador Casabianca. Líbano, mayo 9 de 1892.

88 Ibid.

89 A.G.M.C. Carta de Jesús María Villegas a José María Fonnegra. 1892

90 A.G.M.C. Carta de Juan M. Fonnegra al General Casabianca. Líbano, enero 9 de 1893.

91 A.G.M.C. Carta de José Maria Fonnegra al General Casabianca. Líbano, noviembre 19 de 1892.

92 Restrepo fue miembro de la representación antioqueña en la Asamblea Constituyente de 1905 y uno de los corresponsables de la amputación territorial al Tolima para la creación del Departamento de Caldas.

93 A.G.M.C. Carta de Juan M. Fonnegra al General Casabianca. Líbano, 1º de Agosto de 1892. El banco tendría un capital de 100.000 pesos fuertes y tendría cobertura de crédito ó dinero en Popayán, Cali, Cartago, Manizales, Medellín, Honda, Barranquilla, Bogotá, La Mesa, Neiva, Bucaramanga, Cúcuta y el exterior.

94 Ibid.

95 A.G.M.C. Carta de Juan M. Fonnegra al General Casabianca. Líbano 31 de mayo de 1893.

96 A.G.M.C. Mensaje del gobernador del Tolima a la Asamblea Departamental – Ibagué imprenta del departamento 1892. p. 2

97 Ibid.

98 Ibid . p. 3

99 Ibid. p.p. 4 - 5

100 Ibid. p. 4. Casabianca aprovechó para reconocer a los miembros de la elite regeneradora del Tolima. Estaba integrada por Roberto Sarmiento, “prematuramente arrebatado a la patria y a sus amigos”, Adriano Tribín, Mirtiliano Sicard, Olegario Rivera, Juan Nepomuceno Méndez, Francisco C. Escobar, José Ignacio Camacho y Fidel Peláez.

101 “Adhesiones”. En; El Tolima. Ibagué, marzo 14 de 1891. El debate dejó roces y tensiones personales entre la elite casabianquista y su sucesor en la gobernación desde agosto de 1892. En efecto, tres de los diputados que inicialmente se opusieron a su nombre, Reyes, Sicard y Peláez, tramaron inasistencia a la sesión de la Asamblea para no darle posesión como nuevo gobernador. De ellos, Peláez, además de Méndez y Molano, no asistieron a la sesión. Peláez, quien además era uno de los secretarios del gobierno de Casabianca presentó la renuncia al cargo (A.G.M.C. Carta de José I. Camacho al Gral. Casabianca. Ibagué, agosto 5 de 1892).

102 “Curiosidades Marcelianistas”. En; El Tolima. Ibagué, marzo 14 de 1891. Los editores de este periódico publicaron una carta de los miembros del partido nacional, vecinos de la Plata, en la que criticaban la postura del general Córdoba y su papel como congresista por el Tolima en el primer periodo presidencial de la Regeneración.

103 Ibid. p. 20

104 Ibid. P.p 20 – 22. El informe contiene importantes reflexiones y estadísticas sobre la Instrucción Pública Primaria y Secundaria, así como sobre la de Artes y Oficios, de las cuales nos hemos ocupado en el trabajo sobre Educación, Política y Modernización, arriba citado.

105 La Tregua. N. 10. Ibagué diciembre 6 de 1895.

106 Ibid. p. 6. A la propuesta agregó el gobernador la de la venta de las tierras de ejidos rurales para fomentar la explotación productiva y eficiente de la propiedad privada. (Ibid. p.p 6 – 7)

107 Ibid. p. 7

108 Ibid. p. 16

109 Tres años después, poco antes de su partida hacia Europa, en la nota que el gobernador Casabianca envió al apoderado del Departamento del Tolima en Bogotá, don Ignacio Neira, podemos establecer que hacia octubre de 1893 los grandes proyectos de desarrollo que se estaban ejecutando en el Tolima eran: la línea telegráfica para comunicar a Honda con Antioquia, ordenada por el congreso en 1890, empezando por el sector de Mariquita a Salamina, pasando por el Fresno, Manzanares y Marulanda. El notable adelanto de la obra del Panóptico en Ibagué. Según el gobernador, el Panóptico de esta ciudad, estaba siendo construido con base en el modelo del de Filadelfia, con capacidad para contener 200 reos rematados con celdilla especial para cada uno y espaciosos salones para talleres. La obra, hecha de cal y ladrillo, se encontraba toda a la altura del segundo piso. En ella iban invertidos $50.000 se calculaba un faltante de $150.000 para su terminación, los cuales debían provenir como auxilio del gobierno. En cuyo defecto, el departamento no podría concluirlo sino en unos 6 u 8 años. Además, el gobernador hacía notar que la ciudad no poseía edificios de bastante capacidad, a excepción de la casa municipal, y que sólo desde 1887 se estaban construyendo los locales necesarios para las oficinas de la administración departamental. Es decir que la ciudad estaba siendo dotada de los establecimientos propios de una capital de departamento. Entre estos edificios contaba el Hospital, obra levantada con fondos públicos, el cual se encontraba ocupado en ese momento por. el Batallón 11 de Sucre. (Registro Oficial. No. 536, Ibagué, 24 de Octubre de 1893).

110 A.G.N. Sección República. Ministerio de Gobierno. Tomo 482. Carta del gobernador del Tolima José I. Camacho, al Ministro de Gobierno. Ibagué. Abril 27 de 1893. Camacho informó al Ministro que para evitar que en periódicos oficiales se continuara tratando de menoscabar la dignidad de su gobierno y de desautorizar los actos de su administración, dictó un decreto sometiendo dicha publicación al control de la secretaría de gobierno.

111 A.G.M.C. Instrucciones del ministro de relaciones exteriores de Colombia a su embajador ante el rey Guillermo II, emperador de Alemania. Agosto de 1893.

112 Ibid.

113 Ibid.

114 Los Constituyentes de 1886. Banco de la República. Bogotá, 1986. Tomo p. Al partir Casablanca vendió sus haciendas de Palobayo y Boluga a su amigo, el magistrado del Tribunal Superior del Tolima, Acisclo Molano (Los Constituyentes de 1886. Op. Cit..).

115 GÓMEZ CASABIANCA, Luis Henrique. El General Manuel Casabianca...Ob. Cit. p.p. 195 – 197.

116 A.G.M.C. Carta del doctor Joaquín Caicedo Alban al general Casabianca. Cartagena, Julio 5 de 1894

117 A.G.M.C. Carta del General Rafael Reyes al General Casabianca. Cali / Panamá. 1895.

118 A.G.M.C. Carta del doctor Joaquín Caicedo Alban al general Casabianca. Cartagena, Julio 5 de 1894. Caicedo agregaba: “... no es un sarcasmo que usted con tales y tamañas ideas me diga que se alegra de que no me haya yo ausentado de Colombia? Cree usted que yo pueda servir de algo cuando usted mismo se declara inútil?” (Ibid.)

119 Ibid.

120 A.G.M.C. Carta del gral. Rafael Reyes al general Casabianca. Bogotá, junio 11 de 1895.

121 A.G.M.C. Carta del General Casabianca a su señora Laura de Casabianca. Ambalema, junio 22 de 1895.

122 A.G.M.C. Carta del General Casabianca al Presidente Caro, Barranquilla, 9 de noviembre de 1895.

123 JARAMILLO, Carlos Eduardo. La Guerra del Novecientos...Op. Cit. p.

124 A.G.M.C. Carta de Juan Campo Serrano al general Casabianca. Barranquilla, agosto 5 de 1896.

125 A.G.M.C. Carta de Luis A. Riascos, gobernador del Magdalena al General Casabianca. Santa Marta. 6 de diciembre de 1895.

126 A.G.M.C. Carta de Rafael M. Palacio al General Casabianca. Cartagena. 14 de octubre de 1895.

127 A.G.M.C. Carta del gobernador de Bolívar, Joaquín F. Veles, al General Manuel Casabianca. Cartagena. 14 de octubre de 1895.

128 A.G.M.C. Carta de José María Casabianca a su padre el General Casabianca. Ibagué, octubre 31 de 1895.

129 Ibid. El artículo apareció en el No. 1.049. Desde Barranquilla, en su calidad de Comandante del Ejército del Atlántico, Casabianca le escribió a Lozano Torrijos sobre el incidente Ramírez. Dice haberlo visto con el mayor desprecio pues consideraba inmaculada su reputación. En este sentido comentó: “todos los actos de mi larga carrera pública, como todos los actos de mi vida privada, me autorizan para creer que sobre una y otra he logrado echar coraza de acero impenetrable a los dardos envenenados de la calumnia. Si no he logrado esto habrá perdido mi tiempo y habré de desesperar del buen sentido de los hombres (A.G.M. C. Carta del General Casabianca al Doctor Fabio Lozano Torrijos. Barranquilla, 9 de noviembre de 1895). Durante su estancia en la costa, Casabianca recuperó su vigor, se torna optimista, lúcido y literariamente fecundo. Es afirmativo en su copiosa correspondencia.

130 La tregua. N.11. Ibagué. Diciembre 20 de 1895. Una forma de conocer el círculo de poder que rodeaba al general Casabianca en Ibagué es la siguiente lista del grupo social que le expresó a Casabianca congratulaciones por su nombramiento como gobernador. En el figuran: Aquilino Aparicio, Manuel I. Gallego B., Fidel Peláez, Acisclo Molano, Feliz C. Reina, Marcelino Urdan, Manuel A. Ferreira, Zabulón Salazar, Wenceslao Chaves, Tiberio Paris, Santiago Sánchez Soto, Jesús Maria Cuervo, Abelardo Rico. J. R. Gastelbondo, Enrique Sicard, Juan De Dios Rocha C. Edmundo Vargas R. Esteban Paris, Claudio Rengifo, Elías Quijano, Arcadio B. Aya, Laureano Montealegre, Mirtiliano Sicard, Carlos Carvajal, Daniel Rocha R., Jesús González, Salvador Varón etc. (La Tregua. N. 11. Ibagué. Diciembre 20 de 1895)

131 Según un defensor de Casabianca, Ramírez se apropió de parte de los fondos recaudados en la más espléndida fiesta vivida en Ibagué a finales del siglo XX; un Bazar organizado a mediados del año 1889 por damas de Ibagué para financiar la construcción de un Hospital de “caridad”. De Ramírez, como magistrado del Tribunal Superior del Norte, agrega, se sospechaba que sin dejar de serlo, confundía sus funciones por las del litigante, complicado todo este con procedimientos de que se quejaban a una los dueños de almacenes, ventas y ventorrillos. Como resultado de estas anomalías, el general Casabianca, haciéndose interprete del clamor popular, expresó pública y privadamente que en el Tribunal Superior del Norte del Tolima había algo que no podía nunca hermanarse con la Justicia”. La enemistad se ahondó cuando, al regresar al Tolima en 1895 para dirigir la guerra y el gobierno como jefe civil y militar, Casabianca encontró que Ramírez era intendente general del ejército del Tolima, en virtud de nombramiento hecho por el gobernador Camacho. Casabianca exigió la remoción “por reputarlo inhabilitado para empleos de manejo”. Ramírez militaba hacia 1895 en la corriente del velismo, futura fracción histórica del conservatismo. (A.G.M.C. Avant Propos. Hoja suelta. Anónima. Ibagué. Agosto de 1895. El escrito se atribuye a Fidel Peláez, quien reprendió a machete a Ramírez en una calle de Ibagué). Ramírez acusó a Casabianca de negocios ilícitos en el manejo de la renta de aguardiente del Tolima; de complicidad en el asesinato del General Isidro Parra y de la amputación territorial del distrito del Líbano después de su muerte. Esta enemistad entre Casabianca y Ramírez traspasó las generaciones y permeó las corrientes internas del partido conservador.

A.G.M.C.

132 A.G.M.C. Comandancia en jefe del ejército del atlántico. Cartagena, agosto 8 de 1895. En octubre Rengifo ya estaba de nuevo en la Yuca como administrador.

133 El general tolimense Acisclo Molano, independiente y por lo tanto miembro del partido de gobierno, el nacional, advirtió el alcance histórico de la alianza entre radicales y velistas, al comentar que las próximas elecciones serían la avanzada de la próxima guerra civil, a menos que el gobierno pudiera “cruzar” los planes de los revolucionarios (A.G.MC. Carta del General Acisclo Molano al General Don Manuel Casabianca. Ibagué, marzo 27 de 1896.)

134 A.G.M.C. Carta de Joaquín Caicedo al General Casabianca. Cali, 20 de marzo de 1896. Caicedo adulaba a Casabianca diciéndole: “Ancho es el campo que le presenta a usted mi querido general y cuenta como colaborador en la batalla incruenta que se ha de ganar a todo el partido conservador que se electriza con el solo nombre de Casabianca, y no ve ante su gloria militar sino los reflejos de esa espada que tantos triunfos le dio y los dotes del administrador modesto que supo levantar el Tolima a punto de donde no volverá a llegar. Una usted las fracciones de nuestro partido y su claro talento y pronta visión le muestran él puesto que ha de merecer su obra”. (Ibid)

135 A.G.M.C. Telegrama de vecinos de Santo Domingo al General Casabianca. Junio de 1896.

136 A.G.M.C. Decreto del poder ejecutivo Bogotá, 10 de agosto de 1896. Informe del General Manuel Casabianca, comisionado especial del Ministerio de Guerra en la Costa Atlántica, al Ministro de Guerra. Enero de 1897. Como comisionado Casabianca debía visitar las guarniciones militares, intervenir y disponer lo más conveniente en la armada de la cañonera Nariño y en la composición del crucero Córdoba, las cañoneras Boyacá y La Popa, y el vapor de guerra “Hércules”.

137 A.G.M.C. Informe del General Manuel Casabianca, comisionado especial del Ministerio de Guerra en la Costa Atlántica, al Ministro de Guerra. Enero de 1897.

138 JARAMILLO, Carlos Eduardo. La Guerra del Novecientos. Ob. Cit. p. 35. Jaramillo concluye que ante el acelerado deterioro de la situación política y económica del país la Escuela terminó clausurada por el vicepresidente Marroquín, a los pocos días de asumir el ejecutivo

139 A.G.M.C. Informe del General Manuel Casabianca, comisionado especial del Ministerio de Guerra en la Costa Atlántica, al Ministro de Guerra. Enero de 1897. (Ibid). Casabianca estuvo acompañado en la Costa por su amigo Don Adriano Tribín.

140 Ibid. Una ilustración de este fenómeno fue la cantidad de soldados que le pidieron su baja en Panamá y Cartagena.

141 Ibid. Por entonces, el equipo de la Marina de Guerra de Colombia estaba compuesta solo por el crucero Córdoba, las cañoneras Nariño, Boyacá y La Popa y el Vapor de Guerra Hércules.

142 A.G.M.C. Carta del General Casabianca al Ministro de Guerra, Doctor Eduardo Cervantes. Panamá, septiembre 7 de 1897. Con todo la reforma del Ejército no se institucionalizó. Jaramillo afirma que “…el año 1899 tomó al ejército nacional en condiciones verdaderamente deplorables. Este se hallaba mayoritariamente constituido por oficiales sólidos de las guerras civiles, carentes de formación y con los dañinos hábitos de la ociosidad y el gusto por el alcohol. (Ob. Cit. p. 35).

143 A.G.M.C. Carta del General Casabianca Al Dr. Don Antonio Roldan. Ibagué, abril 28 de 1898.

144 Ibid. Por entonces se comentaba que Casabianca debía organizar primero el porvenir fiscal del Tolima antes de volver a la Costa en funciones militares. (A.G.C.M. Carta del General Casabianca al Ministro de Guerra, general Isaías Lujan, Ibagué, mayo 12 de 1898).

145 A.G.M.C. Carta del Dr. Pedro A. Molina al Gral. Casabianca. San Vicente, junio 2 de 1898.

146 Ibid.

147 Ibid.

148 A.G.M.C. Carta del Dr. Pedro A. Molina al Gral. Casabianca. San Vicente, junio 2 de 1898.

149 A.G.MC. Carta confidencial del General Rafael Reyes al General Manuel Casabianca. Bogotá, agosto 23 de 1886. Ciertamente el asunto parecía estar asociado al éxito en la negociación de un préstamo del gobierno colombiano, entre otras cosas para la financiación de la obra. Se trataba de recobrar el crédito perdido que tenía Colombia en el exterior, pagando la deuda y regularmente los intereses lo cual le permitiría colocar la empresa de ferrocarriles en la bolsa de Londres, asegurarla, traer dinero, trabajo y vías de comunicación.

2º Que Colombia recobra su perdido crédito

 

150 A.G.M.C. Carta del General Casabianca al General Rafael Reyes. Ibagué, septiembre 30. En libro Copiador de Correspondencia 1898. F. 367

151 Ibid.

152 A.G.M.C. Carta del General Maximiliano Neira al General Casabianca. Bogotá 4 de octubre de 1898.

153 A.G.M. C. Carta de Enrique Caicedo A. (gobernador) al Gral. Casabianca. Ibagué, 29 de octubre de 1898.

154 Ibid.

155 A.G.M.C. Carta de Francisco Sarmiento al General Casabianca. Bogotá, octubre 24 de 1898.

156 Ibid.

157 A.G.M.C. Carta del General Olegario Rivera (Ministro de Guerra) al General Casabianca. Bogotá, noviembre 29 de 1898. El General Olegario Rivera fue encargado del Ministerio de Gobierno por la abrupta remoción del ministro Mutis. Además adscribió a la policía nacional al Ministerio de guerra y removió a su jefe don Aristides Fernández, reemplazándolo por Roberto Urdaneta. (A.G.M.C. Carta de Maximiliano Neira al General Manuel Casabianca. Bogotá. Octubre 25 de 1898)

158 Ibid.

159 Los senadores del partido nacional fueron víctimas de ataques personales por partes de los empleados y policías de la cámara de representantes. A Próspero Márquez le dieron una trilla fenomenal; a Ignacio le rompieron el cubilete. (Libro copiador de correspondencia 1898. T.4). Hasta Jorge Holguín recibió unos garrotazos por haber tratado de defender a Márquez. La ciudad ha estado todos estos días en situación completamente anormal, y de un instante a otro se ha esperado el desconocimiento del Dr. Sanclemente y la noticia de su prisión.

160 Ibid.

161 A.G.M.C. Carta de Emilio Vélez al General Casabianca. Ambalema, 27 de octubre de 1898.

162 Ibid.

163 A.G.M.C. Carta del General Francisco Sarmiento al General Casabianca. Bogotá, octubre 4 de 1898.

164 A.G.M.C. de Fidel Peláez al Gral. Casabianca. Bogotá. Septiembre 27 de 1897.

165 A.G.M.C. Carta de Maximiliano Neira al General Manuel Casabianca. Bogotá. Noviembre 22 de 1898. El General Olegario Rivera tomó la iniciativa en el Consejo de Ministros de hacer aprobar una propuesta de convocatoria de la Asamblea del Tolima a sesiones extras.

166 A.G.M.C. Telegrama (confidencial) del General Casabianca al doctor A. Mutis. Ibagué, septiembre 28 de 1898.

167 A.G.M.C. Carta de Maximiliano Neira al General Manuel Casabianca. Bogotá. Octubre 25 de 1898.

168 A.G.M.C. Carta del General Luis V. González V. Al General Doctor Rafael M. Palacio. Bogotá. Mayo 24 de 1900. Algunos nacionalistas conservadores o conservadores creían que la idea de la convención era de Palacio, a quien consideraban “hombre desconocido en la política, sin principios fijos, sin antecedentes...”.

169 Ibíd., Carta del gobernador M. Casabianca a Fidel Peláez y a Maximiliano Neira, Ibagué, 28 de julio de 1898.

170 Ibíd., Carta del general Juan de Dios Lozano, Ibagué, 25 de julio de 1898.

171 Ibíd., Carta a los congresistas por el Tolima (Fidel Peláez y Maximiliano Neira), Ibagué 5 de agosto de 1898.

172 Por entonces, a petición del Senado, el gobernador encargado informó haber hecho hasta entonces veinticinco arreglos sobre indemnización, tener pendientes setenta y ocho y faltar “mucho más” (A.G.M.C. Carta de Enrique Caicedo Albán, Ibagué, 7 de octubre de 1898). Hacia noviembre de este año los grandes productores que abastecían a Sierra eran cincuenta y tres (La Crónica, núm. 366, doc, cit.).

173 A.G.M.C. Carta del General Olegario Rivera al General Casabianca. Neiva, enero 25 de 1898.

174 Ibíd., Carta de vecinos de Ibagué a Manuel Casabianca, Ibagué.

175 Ibíd., Carta de Fabio Lozano Torrijos, Bogotá, 22 de noviembre de 1898.

176 Ibíd., Carta de Fabio Lozano Torrijos, Bogotá, 29 de noviembre de 1898.

177 Editorial de “El Provinciano”, núm. 2, Ibagué. 23 de diciembre de 1898.

178 Mensaje del gobernador a la Asamblea. En Registro Oficial, Ibagué, 15 de febrero de 1899. El ascendiente jesuita de Escobar, se infiere del relato que Mariano Ospina hizo refiriéndose al origen de la sociedad Filotémica. Es cobar hizo parte de esta, junto con Carlos Holguín, Ricardo Villa y Joaquín Vélez, quien también actuó en la vida pública en el Tolima de poco antes de la Guerra Civil de los Mil Días. Curiosamente, la Filotémica nació, como el M-19, en la Quinta de Bolívar. Sin embargo, aquella organización lo hizo en 1850, no con el robo de la espada de Bolívar, sino con juramento de sus miembros por el Evangelio, por la patria y por el honor personal para propagar y defender los principios que propendían a la mejora de la humanidad. Véase HOLGUÍN Y CARO, Álvaro. Carlos Holguín. Una vida al servicio de la República. Barcelona. 1981. T.3 p.p 186 – 187.

179 Ibíd., Carta de Maximiliano Neira, Ibagué, 5 de junio de 1899.

180 A.G.M.C., Carta del doctor Agustín Uribe al general Casabianca, Bogotá, 29 de diciembre de 1899.

181 LOZANO Y LOZANO, Juan. Ensayos Críticos. Ob. Cit. pp. 296 - 297. Agrega Lozano y Lozano que su padre fue detenido desde comienzos de la guerra, trasladado a El Espinal y luego al Guamo y a otros lugares, atado de pies y manos con un rejo. (Ibid).

182 Ibíd., Carta de Juan N. Méndez al general Casabianca s.1., 11 de abril de 1900.

183 Ibid.

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