LA IGLESIA EN EL TOLIMA

Por Pedro Bernardino Sosa

 

La religión de nuestros aborígenes:

Los indígenas regulaban sus conductas basados en la ley natural que toma como elemento determinante nuestra conciencia y las facultades del conocimiento. Los aborígenes tolimenses no desarrollaron abundantes creencias religiosas como lo hicieron civilizaciones muy avanzadas en nuestro país. Los cronistas de la época que describieron al Tolima hacen comentarios muy someros. Adoraban los fenómenos de la naturaleza como el sol, la luna y los volcanes, entre otros. Respetaban las montañas, las fuentes, los ríos y las riquezas ecológicas donde se manifestaban sus divinidades. Pensaban en una vida del alma después de la muerte, pero no precisaban el lugar donde debían ir. Admitían espíritus benignos y malignos como las brujas que les hacían mucho daño.

Lulumoy, el díos supremo de los pijaos, habitaba en el nevado del Tolima. Fueron famosos algunos sitios de adoración como el cerro del Pacandé y el cerro de los Avechucos que tienen fabulosas leyendas narradas por los actuales indígenas. Sus dioses sólo se revelan a determinadas personas.

La maravillosa cultura Tolima que extendió sus dominios a varios municipios del sur tolimense, tuvo influencia de la cultura Calima y desarrollaron cultos religiosos similares a ésta civilización. Los pijaos y panches que eran de raza caribe, tenían unos sacerdotes llamados mohanes. Su contacto con la divinidad les permitía revelar los futuros acontecimientos de su tribu y la manera de gobernarla. En algunas ocasiones se convirtieron en jefes guerreros como el indio pijao Calarcá que defendió su tribu de la conquista ibérica.

En la hermosa región de Anaime, ubicada en el municipio de Cajamarca, los pobladores aborígenes tenían un importante centro religioso, afirmando que en ese lugar los primitivos pobladores del mundo habían brotado del centro de la tierra. En esa comarca apareció un misterioso caminante, profeta y predicador que aborrecía los vicios humanos. Les pronosticó la ruina de su pueblo si continuaban con sus orgías y seguían comiendo carne humana y les advirtió que vendrían hombres blancos montados en leones que los someterían a la esclavitud. De esa forma les señaló la llegada de los españoles.

En la actualidad algunos indígenas del sur tolimense mezclan sus creencias católicas con las heredadas de sus antepasados como la veneración al sol, la luna y la tierra. Ellos tienen a los curanderos que tratan sus enfermedades y se comunican con espíritus superiores. Algunos manifiestan que “El dios cristiano es un buen espíritu entre otros espíritus”. Sobresalen en su culto los aborígenes de Ortega, San Antonio y otros. Este fue el panorama religioso que encontraron los españoles cuando conquistaron las tierras del Tolima.

 

Llega la evangelización de Europa

En el año de 1504 la reina Isabel la católica dijo: “Que promuevan la buena obra de convertir y civilizar a los pobres indios, que los traten con la mayor bondad y corrijan todos los agravios que puedan sufrir en sus personas o en sus bienes”. Esta afirmación demostraba que por aquella época aceptaban como principio de derecho el que los pueblos católicos como España, tenían el privilegio de conquistar, subyugar a los infieles y evangelizarlos. Cumpliendo el precepto dejado por Jesucristo de: “Id y predicar el Evangelio por todas las Naciones”; los misioneros del siglo XVI penetraron en el Tolima con las huestes de los conquistadores españoles. Se establecieron en pueblos como Mariquita, Honda e Ibagué. En el sur, la gobernación de Tocaima enviaba predicadores de la fe a los sitios que gobernaba en esta región del país. Vino entonces el encuentro entre las religiones aborígenes y las creencias católicas.

 

La idolatría y los mártires indígenas

Es en la iglesia de San Sebastián de Mariquita donde Juan de Benavente, cura de la iglesia de Ibagué, organizó un programado evento religioso que trazó las pautas para la evangelización en la tierra tolimense, donde era claro el castigo severo con graves penas espirituales a los infractores de las normas eclesiásticas.

En 1576, el Prelado Fray Luís Zapata de Cárdenas publica un catecismo que combate la idolatría de los indios ordenando que se destruyan los ídolos y los adoratorios. Algunos fueron quemados en las plazas públicas. Anotemos que la Arquidiócesis de Santafé regía por aquella época los destinos espirituales del Tolima, mientras que en el Huila lo hacía la Arquidiócesis de Popayán. Numerosos indígenas fueron reacios a la propagación del Evangelio. En nuestra tierra falleció el aborigen llamado Chagualá porque los feroces perros de los españoles lo despedazaron, mientras hasta el último momento de su vida pronunció el nombre de sus dioses tutelares. No se rindió a los invasores ibéricos.

 

Resistencia a las nuevas creencias

Fue en el sur de nuestro departamento donde hubo abundantes manifestaciones en contra de la doctrina cristiana. En Natagaima los indios presentaron una dura oposición a la fiesta de San Juan Bautista que es el 24 de Junio. Metieron dentro de la imagen del santo un ídolo que representaba un dios tutelar, simularon que tenían una gran devoción al Precursor de Cristo; pero lo que estaban venerando era al ídolo. Descubierta la trama por las autoridades religiosas ordenaron destruirlo y fueron castigados sus adoradores.

En la aldea aborigen de Mercadillo los indios entraban a la iglesia cuando la celebración de la misa estaba muy adelantada y sacaban disculpas para asistir a las predicaciones de los misioneros. En aquella época los infractores de los preceptos eclesiásticos se hacían merecedores a penas corporales y sanciones de carácter religioso. Con el paso de los años los indios se adaptaron a las creencias católicas, pero no dejaron de conservar algunas tradiciones y conceptos morales legados por sus antecesores.

 

El patronato español

En la iglesia del período colonial se cumplieron las normas emanadas del Concilio de Trento y las disposiciones legales del gobierno español mediante la Institución del Patronato. Comprendía prerrogativas eclesiásticas hechas por la iglesia en agradecimiento a los valiosos servicios que le prestaba el gobierno Ibérico. Los españoles pagaban salarios a los sacerdotes, ayudaban a la construcción de iglesias y capillas y defendían la fe católica. El nombramiento de obispos, sacerdotes y sacristanes, tenían la aprobación española con el consentimiento eclesiástico.

 

Las comunidades religiosas

Por la extensa región del Tolima los curas doctrineros ejercieron su labor evangelizadora, especialmente en las encomiendas, los curatos, las reducciones aborígenes y los pueblos de indios. En esta misión también colaboraron los frailes de algunas órdenes religiosas. El convento de la orden dominicana comenzó a funcionar en Mariquita en 1565. Los primeros que lo habitaron fueron Fray Juan de Chávez, Fray Gonzalo Méndez y Fray Juan de Ossio. Tenían a su cargo apostólico las reducciones de los nativos pantágoras, marquetones y gualíes. En 1585 se estableció en esta ciudad la comunidad franciscana.

El legendario puerto de Honda albergó algunas comunidades religiosas y se distinguió esta ciudad por originar varios conflictos eclesiásticos. Los padres Jesuitas llegaron en 1620 encabezados por Pedro De Ossat y José Alitrán a quienes se les adjudicó la parroquia de Honda donde sin tregua moralizaron las costumbres de los pesqueros y de los indios. Sin embargo algunos adversarios y envidiosos se dieron a la tarea de entablar un pleito argumentando que esta comunidad religiosa, según las normas de la época, tenían la prohibición de ser curas de los feligreses españoles y de los negros. Las autoridades ibéricas fallaron a favor de los jesuitas, tuvieron un colegio que llevó a los hondanos la instrucción científica y religiosa más avanzada de aquellos tiempos. Fueron expulsados del virreinato en 1767.

Los padres franciscanos asumieron un hospicio que más tarde se convirtió en convento. La orden Hospitalaria de San Juan de Dios administró el hospital de esta ciudad colonial. Los agustinos descalzos auxiliaron a los desamparados en el hospicio de Nuestra Señora de La Popa.

En el sur de nuestro departament,o los franciscanos llegaron al poblado de Ataco para defender a los indios del crudo trabajo de las minas, hecho que sucedió en 1751. La doctrina de los padres agustinos originó la fundación del poblado denominado San Antonio Abad del páramo de los Dolores. Las comunidades religiosas no fueron numerosas en esta región tolimense, pero en el oriente la gobernación de Tocaima envió dominicos para evangelizar el hermoso valle de Melgar.

 

Surgen las leyendas de los frailes

En la labor de propagar el evangelio hubo sacerdotes y obispos muy santos, modelo de virtudes que cumplieron su objetivo en la Nueva Granada. Pero también existieron clérigos españoles y criollos obsesionados por la codicia de conseguir oro, plata y piedras preciosas, por divertirse en los juegos de azar o experimentar aventuras amorosas. Muchos fueron rechazados por los indios y otros anduvieron reprendidos por las autoridades eclesiásticas.

En Purificación mencionaban un fraile, furibundo apostador, que jugó su hábito religioso y lo perdió en una apuesta, teniendo que entregarlo al ganador para después internarse en el monte donde murió y se convirtió en espanto.

Muy conocida en Ibagué es la leyenda de la cueva del fraile en cuyo lugar se enamoraron un monje y una religiosa. Para evitar los comentarios de la gente, vivieron en aquella cueva ubicada en el parque centenario. Pasados algunos años encontraron los esqueletos de los amantes. En varias ciudades tolimenses surgieron los relatos del cura sin cabeza.

En los archivos del cabildo ibaguereño consta que Josefa de Cárdenas mantuvo relaciones amorosas con el cura de Coello Francisco José de Lugo, quien salía por las calles de esa población en las horas nocturnas portando una escopeta y haciendo tiros al aire. En 1747 hubo quejas contra este clérigo y llamadas de atención por parte de las autoridades eclesiásticas que le censuraban su conducta y parece que la locura invadió su cuerpo y perturbó su alma.

Las creencias religiosas trajeron innumerables anécdotas en nuestro territorio, algunas de ellas rodeadas de misterio y jocosidad. En la legendaria Honda el gobernador Manuel Anglés condenó a los peleadores de una fiesta popular a plantar la cruz en un cerro que circunda esta ciudad.

 

Piedad y prodigios en la colonia

En los pueblos de indios y en las fundaciones de los españoles comenzaron a surgir las viceparroquias y parroquias, y aparecen también las devociones, los milagros, las fiestas religiosas y folclóricas.

Piedras y Mariquita honraron al mártir San Sebastián para protegerse de las terribles flechas disparadas por los indios. En esta última ciudad se venera un milagroso cristo traído de España por mediación de una hija del Rey Felipe II.

Catalina García, una mujer mariquiteña dedicada a los placeres amorosos, fue afectada por un extraño mal que la tuvo al borde de la muerte, pero se curó milagrosamente implorando la protección de la virgen de Chiquinquirá. Desde entonces la llamaron “El ángel del Gualí”, porque repartió sus bienes entre los pobres y llevó una vida dedicada al trabajo social.

En la población de Armero, Guayabal, se venera desde la época colonial al Señor de la Salud porque un cacique panche halló su imagen en la orilla del río Sabandija. Invocando al milagroso Cristo, se alentaron algunos indígenas que eran víctimas de una terrible peste.

Santa Lucía es venerada en Ambalema desde la colonia porque ha curado a numerosos feligreses de las enfermedades oculares. Honda fue encomendada a la protección de San Bartolomé, devoción que trajeron los jesuitas a esta ciudad. La Virgen de Coloya, tuvo un santuario ubicado en las cercanías de Lérida, muy visitado por los peregrinos en la época virreinal.

 

Parroquias y fiestas sanjuaneras

En la extensa y dilatada hacienda de Llanogrande que abarcaba la llanura central del Tolima, se construyeron numerosas capillas como la que estaba ubicada en el hato del Retiro. También se crearon parroquias muy importantes como la de Santa Ana del Guamo en 1772 y Santa Bárbara de la Esmeralda en 1775. El 12 de Abril de 1783 se hizo el traslado de la parroquia de Upito al sitio del Espinal, por el Arzobispo virrey Antonio Caballero y Góngora. En el sur tolimense nacieron las fiestas sanjuaneras especialmente en Natagaima. En este sitio de misterio y de leyenda, los indios rendían culto al dios Sol y celebraran una ceremonia a la iniciación del solsticio de verano que comienza el 21 de Junio y agradecían a sus dioses el advenimiento de las cosechas. La iglesia para borrar todo culto de idolatría, propició el 24 de junio la fiesta típica del San Juan que celebraba en las tierras europeas. Las tradiciones, el folclor y la alegría popular se mezclan con la conmemoración religiosa del precursor de Cristo. Dos parroquias fueron creadas para venerar a este santo, San Juan Bautista de Chaparral el 3 de junio de 1773 y la del Valle de San Juan en 1756. Más tarde surgieron las fiestas del apóstol San Pedro en el Espinal que también son famosas en el país.

El 25 de mayo de 1664 el conquistador español Diego de Ospina y Maldonado, fundó la histórica Villa de la Purificación de Nuestra Señora, echaron a la suerte varios nombres de santos y títulos en que se honra a la Madre de Dios, saliendo favorecida esta advocación. En su jurisdicción estaban varios pueblos que más tarde fueron parroquias como Ataco, Coyaima, Natagaima, Prado, Chaparral y otros.

 

La floreciente iglesia de Ibagué

La ciudad de Ibagué fue fundada por el capitán español Andrés López de Galarza el 14 de octubre de 1550. El primer párroco de la iglesia Ibaguereña fue el sacerdote Francisco Antonio González Candís y desde la época colonial está consagrada a la Inmaculada Concepción. El 19 de julio de 1606, algunos feligreses ibaguereños encabezados por el sacristán de la iglesia, imploraron la ayuda de María Inmaculada para que no fueran víctimas de los indios pijaos. El sacerdote Vicente Valenzuela consumió la Sagrada Eucaristía y hubo confesión general. Sin embargo estos indígenas saquearon a Ibagué quemando las ermitas de Santa Lucia, el Humilladero y algunas casas ubicadas en esta ciudad.

Además de la fiesta de la Inmaculada fueron muy famosas varias conmemoraciones religiosas. Recordamos la fiesta del patrón espiritual de Ibagué que era el 14 de mayo y la celebración del Corpus Christi en el mes de junio. Era fácil observar la existencia de rezos, cantos, adornos callejeros y luminarias.

Existían así mismo numerosas capellanías y pequeñas iglesias ubicadas en los alrededores de Ibagué, como en el Pueblo Nuevo del Espíritu Santo y en la encomienda de Ana de Carrión. La jurisdicción eclesiástica de Ibagué era muy extensa. De esta región surgieron los curatos del Valle de San Juan, San Luís, Piedras, Payandé, Coello entre otros. El 13 de octubre de 1777 fue creada la importante parroquia de Santa Gertudris de Miraflores, antiguo nombre que tenía la actual población de Rovira.

El histórico convento de Santo Domingo de Ibagué fue fundado en la época colonial al finalizar el año de 1565, habiendo sido sus fundadores los dominicos Lucas de Osuna, Fray Juan De Tordesillas, Fray Andrés de la Asunción y Fray Gaspar Coronel. Los religiosos tenían una difícil situación económica que fue superada por las limosnas de los ibaguereños. Adoctrinaban las reducciones de los indios yalcones, metaimas, ambalemas y guataquíes, lo mismo que la doctrina de Piedras. También anotamos que el cabildo, el pueblo y las autoridades ibaguereñas se opusieron al establecimiento de los padres jesuitas que compraron varias haciendas cerca a esta ciudad pero más tarde fueron aceptados.

El rey Carlos III donó para la capilla del convento una imagen en madera de la Virgen del Rosario que todavía se conserva en Ibagué en el Palacio Arzobispal. En la capilla se celebró el Te Deum en acción de gracias por la derrota de los indios pijaos, al tiempo que el cacique Combayma se convirtió al cristianismo y adoptó el nombre de Baltasar en homenaje a uno de los reyes magos. Cuenta la leyenda que en una sangrienta batalla atravesó con su lanza al jefe pijao Calarcá, cuyo instrumento de batalla se conservaba a la entrada de la iglesia principal de Ibagué.

 

Huellas de la civilización española

En los territorios que actualmente conforman el departamento del Tolima, fue muy notoria la influencia de la iglesia en la época colonial. Sacerdotes como José Celestino Mutis investigaron la flora y la fauna en Mariquita, Ibagué y en territorios aledaños a esta ciudad; Fray Pedro Simón y Fray Pedro de Aguado, narraron hechos trascendentales que sucedieron en la conquista española y en la posterior guerra contra los pijaos. Fray Juan de Santa Gertudris, los curas Basilio Vicente de Oviedo y José Manuel Campos y Coto, describieron varios pueblos de indios y la parroquia de Prado donde queda el río del mismo nombre. Esta última narración mereció el elogio del sabio Caldas.

Por estos mismos años se construyeron hermosas iglesias coloniales en Mariquita, Honda, Coello, Lérida, Purificación, Alpujarra, Prado y otras poblaciones. La bandera del rey y la cruz fueron los símbolos de la conquista española, generando de manera inequívoca que iglesia y poder conformaran una llave inexpugnable de unión en la colonia. Este hecho originó algunas colisiones de competencia y pleitos de interpretaciones jurídicas que continuaron en los períodos siguientes de la historia colombiana.

 

Los primeros años de la independencia

En la época de la independencia gran parte de jerarcas católicos apoyaron a España, mientras los sacerdotes de pequeños curatos y algunos miembros de congregaciones religiosas, en su mayoría criollos, ayudaron a los patriotas en la causa libertadora. Nuestra tierra sigue dependiendo del Arzobispado Santafereño y parte del Huila del Arzobispado de Popayán. El clérigo de familia tolimense Fernando Caicedo y Flórez, fue desterrado de la Nueva Granada.

La ciudad de Ibagué fue escenario de algunos acontecimientos acaecidos en esa época.

El 12 de febrero de 1807 se posesionó como cura de Ibagué José Silvestre Vega, un sacerdote muy excéntrico y polémico, a quien amonestaron porque no prestaba juramento al nuevo gobierno granadino, pero celebró misa por el triunfo de las tropas del General Antonio Baraya en 1811. Cuando gobernaba nuestras tierras tolimenses José León Armero, el cura Vega apoyó los partidarios que combatían al prócer Mariquiteño porque este quiso legislar sobre unos privilegios religiosos que no le correspondían. El partidario de Armero, Manuel Varón, hirió al sacristán Andrés Zúñiga. José León Armero permaneció en Ibagué del 19 al 25 de febrero de 1815, arregló amigablemente la discordia y renunció a las pretensiones de carácter eclesiástico.

Armero fue presidente de la República Independiente de Mariquita y su administración estuvo marcada por un sangriento hecho religioso. Llegaron a la ciudad de Honda algunos prisioneros españoles, entre cuyos detenidos se hallaba el religioso capuchino Fray Pedro Corella, según los patriotas un exaltado realista, en compañía de otros siete ibéricos. El religioso fue fusilado en Honda el 30 de enero de 1815. Es uno de los pocos casos en la Nueva Granada en que sentenciaron a muerte a un sacerdote. En la época de la independencia a la mayoría los desterraban del territorio patrio. Cuando llegó la reconquista, española Armero fue fusilado el 1° de noviembre de 1816.

Los conflictos entre la iglesia y el estado

El Congreso de 1824 declaró que la República ejercía el Patronato Eclesiástico heredado de los españoles en el nombramiento de jerarcas de la iglesia. La Santa Sede aprobó los designados por el gobierno en mayo de 1827 donde Fernando Caicedo y Flórez fue nombrado Arzobispo de la Iglesia Metropolitana de Santafé, mediante una Bula Pontificia expedida por el Papa León XII. El Romano Pontífice establece que la iglesia debe disponer la provisión de todas las iglesias y parroquias que estén vacantes de administraciones eclesiásticas. Nuestros gobernantes hicieron caso omiso de esta determinación.

En 1835 entró a gobernar la Arquidiócesis de Santa Fe Manuel José Mosquera, quien al año siguiente recorrió las provincias de Neiva y Mariquita. En 1836 elevó a la categoría de parroquia la región tolimense donde está el Municipio del Carmen de Apicalá. Allí existe uno de los santuarios más famosos que venera la Madre de Dios. Según cuenta la tradición, en 1828 los habitantes del lugar contrataron un escultor para hacer una imagen de la Virgen del Carmen, apta para ser adornada con los vestidos que donaran los fieles de acuerdo a las fiestas religiosas. Cuando terminó la obra la descubrieron en el parque principal y observaron que era la bella escultura, mientras el artista desapareció misteriosamente del lugar.

El Arzobispo Mosquera había sancionado al clérigo José Calixto Leiva por haber apoyado en Ambalema la Revolución en 1840; pero aceptó que ejerciera el curato de Ibagué porque “allí había más personas de moral y respetabilidad que sería un estímulo para que Ferreira se portara bien”.

El 27 de mayo de 1852, el Senado votó el destierro de Mosquera porque se estaba oponiendo al cumplimiento de algunas medidas gubernamentales que hacían relación a la iglesia. El sucesor de Monseñor Mosquera en el Arzobispado de Santafé fue el tolimense, oriundo de Honda, Antonio Herrán Zaldúa. La Constitución de 1853 había consagrado la separación entre la iglesia y el estado y cuando el General Tomas Cipriano de Mosquera asumió el poder, expidió el decreto del 9 de septiembre de 1861, donde ordenaba la desamortización de bienes de manos muertas y combatía la acumulación de propiedades que había adquirido la iglesia desde la época de la colonia.

También se promulgó el decreto de tuición de cultos, establecía la autorización para ejercer el culto por parte del gobierno o de los mandatarios de los estados en que se dividía el país. También los sacerdotes tenían que pedir permiso al gobierno para ejercer sus funciones y se presentaba juramento de obediencia a la nación.

Unos prelados y sacerdotes católicos aprobaron aquellas leyes. El cura de Natagaima, Justo Moreno, defendió la norma de tuición de cultos, porque a su juicio, “pretendía mantener la paz en los estados”; pero la mayoría de los religiosos rechazaron estas disposiciones por no estar de acuerdo con algunas normas de carácter eclesiástico que dictó el gobierno; Monseñor Herrán fue desterrado por el presidente Mosquera. En 1864 el gobernante chaparraluno Manuel Murillo Toro le permitió regresar a su sede arzobispal. El 24 de agosto de 1861, Monseñor Herrán había dictado un decreto estableciendo en Honda la Viceparroquia del Carmen.

En esta convulsionada etapa de la iglesia colombiana, la educación religiosa, sufrió las limitaciones que imponían el gobierno nacional y los estados soberanos. En el año de 1870 la administración del presidente Eustorgio Salgar hizo una profunda reforma al sistema educativo, estableció que no intervenía en la instrucción religiosa, que se dejaba a la voluntad de los padres, para que los hijos la recibieran de los párrocos o de los ministros del culto. En el Tolima las autoridades impusieron la enseñanza religiosa obligatoria. El Arzobispo de Santafé Vicente Arbeláez convoca un sínodo diocesano, abriendo el camino para la regulación de las relaciones entre la iglesia y el estado, y prohibiendo a los sacerdotes intervenir en política. En 1887 se firmó el concordato entre el Vaticano y el Presidente Rafael Núñez. Nuestro país aceptó que su credo religioso era el Católico, Apostólico y Romano, terminando de esta manera el conflicto eclesiástico iniciado antes de 1853.

 

La expansión antioqueña

En el siglo XIX Antioqueños oriundos de Abejorral, Yarumal, Sonsón y otros pueblos paisas penetraron en el norte del Tolima abriendo caminos, descuajando montes y sembrando cultivos de tierra fría, intensificando ante todo el cultivo del café. Traían sus costumbres ancestrales y su religión católica, la defendieron de las leyes nacionales que fueron adversas, cuando existió la separación entre la iglesia y el Estado.

Antes de 1848 fundaron un próspero pueblo llamado Líbano; perteneció a la Vicaría de San Esteban Protomártir.

Por el progresivo sistema de la ocupación de colonos allí se crearon viceparroquias y parroquias en Herveo, Fresno, Villahermosa, Líbano, Casabianca y otros poblados. Hasta mediados del siglo pasado, la diócesis de Ibagué comprendía algunas poblaciones del actual departamento de Caldas como Marquetalia, Manzanares, La Dorada y otros. Los antioqueños también se establecieron en los actuales municipios de Roncesvalles y Cajamarca.

Creencias y censuras estatales

Las creencias religiosas en el Tolima durante el siglo XIX se mantuvieron incólumes a pesar de las disposiciones gubernamentales que “dictó la nación en contra de la iglesia católica. Estas creencias habían sido heredadas de España y predicadas por los misioneros.

A comienzos del siglo pasado hubo censura literaria, como lo demuestra una Ley expedida en Mariquita el 9 de julio de 1822. Allí se prohibió la introducción y circulación de algunos libros “que los consideraban corruptores de la mala moral pública, impúdicos y obscenos“, debían ser entregados a las autoridades civiles para quemarlos, o de lo contrario los dueños se hacían merecedores a una multa de cien pesos. Luego se enumeraban las publicaciones sujetas a esa sanción.

 

Las crónicas religiosas del siglo XIX

Existen numerosas anécdotas ocurridas en el siglo XIX, algunas de ellas de carácter jocoso. En 1853 vivió en Ibagué un sacerdote muy amante a las peleas de gallos y las corridas de toros; en ese mismo año el gobernador de aquella época prohibió el catecismo del Padre Astete, según el mandatario era “El más largo, el más aburrido y el más ortodoxo de todos”.

En 1873, el párroco Francisco de Paula Higuera fue víctima de improperios por parte de un grupo político. Para obligarlo a salir de Ibagué le cortaron las crines y la cola a unos caballos que pertenecían al clérigo.

Los oficios religiosos y las procesiones del Corpus Christi, de la Semana Santa, las fiestas patronales y la de Navidad, eran vistosas y muy alegres, especialmente en tierra caliente. Sobresalían las fiestas de San Sebastián en el municipio tolimense de Piedras. Fueron descritas magistralmente por el escritor costumbrista Medardo Rivas. En algunas poblaciones los entierros estaban acompañados por plañideras y músicos que tocaban guitarras y clarinetes. Al enfermo grave le tomaban las medidas del cuerpo para hacerle el ataúd cuando estaba agonizando, Son crónicas de hechos que sucedieron mezclados de folclor, religión e indiosincracia.

 

Creaciones de las diócesis

Finalizando el siglo XIX, ocurre un acontecimiento importante para la historia eclesiástica del Tolima Grande. El 30 de agosto de 1894, el Papa León XIII erige la Diócesis del Tolima con sede episcopal en Neiva. Nombra como Obispo a Monseñor Esteban Rojas, oriundo de la población Huilense de Tarqui. El mismo Pontífice crea las Diócesis de Garzón e Ibagué, mediante decreto consistorial firmado el 20 de mayo de 1890. El prelado fue nombrado Obispo de Garzón y Administrador Apostólico de Ibagué.

 

La iglesia tolimense en el siglo XX

Dos son las facetas muy diferentes que se desarrollaron en la Iglesia Colombiana en el siglo XX. Hasta el Concilio Ecuménico Vaticano II, se cumplieron las escritas normas del concilio tridentino. Había que abjurar de la fe católica para casarse por la Ley civil. Existía la censura eclesiástica y no se admitía, el ecumenismo con las iglesias cristianas no católicas y otros credos religiosos. Había demasiada intervención del clero en la política del país. El segundo período es el que vivimos actualmente, de amplia apertura religiosa apoyada por la iglesia. Estas dos épocas repercutieron en nuestro departamento.

 

La trilogía de los obispos huilenses

Monseñor Esteban Rojas fue un santo varón, celoso defensor de la fe. En 1896 llegaron a Ibagué los hermanos Maristas para difundir en tierras tolimenses la ciencia y la virtud. En 1898 se convocó el sínodo del Tolima para desarrollar la vida parroquial y combatir los abusos tradicionales de la época, en ese mismo año el prelado nombró dos Vicarios Generales para Ibagué, el Presbítero Jesús María Restrepo y para Neiva el Presbítero Rodulfo Pérez. El 12 de marzo de 1901 creó en Ibagué El Seminario Menor de San Joaquín. Las Hermanas Dominicas de la Presentación llegaron a la capital del Tolima en 1901, para educar a las jóvenes en las virtudes cristianas que deben tener las futuras madres de familia. Este Pastor de almas falleció en Agua de Dios, asistiendo a los leprosos de ese lugar que venían procedentes de toda la nación, era el año de 1953.

Monseñor Ismael Perdomo Borrero rigió los destinos de la Iglesia tolimense entre 1903 a 1924. Había nacido el 22 de febrero de 1872 en la población huilense de Gigante. Fue el primer Obispo de Ibagué, reunió el primer sínodo Diocesano. El 4 de diciembre de 1903 fundó el Seminario Mayor de Ibagué, poniéndolo bajo la protección de María Inmaculada, donde se han formado algunos prelados y los sacerdotes que han regido los destinos espirituales del Tolima y de otros lugares de Colombia.

En 1904 acogió a la Comunidad Salesiana; más tarde encomendó en Ibagué a los hijos de don Bosco la orientación de la juventud en la Escuela de Artes y oficios San José y apoyó la granja Agronómica de San Jorge. Fueron instituciones que prestaron valiosos servicios al pueblo tolimense. También protegió los sindicatos y las Cajas de ahorro del Tolima.

Monseñor Perdomo es recordado por la caridad que ejercitaba con los más necesitados. Invertía el dinero en remediar las múltiples necesidades de los pobres. Como buen nadador salvó la vida a un joven que se estaba ahogando en el río Sabandija. Era aficionado al juego del trompo y al deporte del tejo. Recordemos que San Francisco de Sales aceptaba la sana diversión y el baile en los seres humanos, sin exceder los límites de la moral y el buen comportamiento. Más tarde fue nombrado Arzobispo de Bogotá, falleciendo en esta ciudad el 3 de junio de 1950.

El segundo Obispo de Ibagué fue Monseñor Pedro María Rodríguez Andrade, nacido en Neiva el 22 de febrero de 1873. Era un escritor sagrado descendiente del poeta José Eustasio Rivera; gobernó la Diócesis de 1924 a 1950. Fue un defensor acérrimo de los principios religiosos. Con otros prelados dominó durante varias décadas el panorama de la historia política y eclesiástica en Colombia. Con motivo del asesinato el 10 y 11 de abril de 1948 de los sacerdotes Pedro María Ramírez y Simón Zorroza, fueron excomulgados todos los autores materiales, e intelectuales del crimen y los que profanaron templos y destruyeron los objetos sagrados.

Para la educación de los jóvenes tolimenses el Obispo Rodríguez fundó el colegio Tolimense en el año de 1934, el 14 de julio de 1942 coronó solemnemente la famosa imagen de nuestra Señora del Carmen de Apicala, promovió la acción católica y los movimientos obreros y campesinos. Pronunció esta célebre frase: “No es un orden nuevo lo que necesitamos, lo que nos urge más bien es volver a los caminos antiguos de nuestros mayores, quienes observaban con más rigor los divinos mandamientos y eran auténticos cristianos”. El Papa Pío XII lo enalteció con el título honorífico de Arzobispo de Brisi, falleció en Ibagué el 5 de noviembre de 1967. La comunidad franciscana llegó a Ibagué en el año de 1934. Un año más tarde se creó la vicaría se San Roque que en 1939 fue elevada a la categoría de parroquia con la advocación del mismo santo.

 

El fomento de las vocaciones religiosas y la paz

Monseñor Arturo Duque Villegas reemplazó al prelado Rodríguez Andrade en el gobierno de la Diócesis de Ibagué y fue un impulsor de todas las campañas tendientes al aumento de las vocaciones sacerdotales; también fomentó los movimientos católicos de los seglares. El 18 de marzo de 1957 fue creada en el Tolima la Diócesis del Espinal con territorio desmembrado de la diócesis ibaguereña, comprende la región sur y oriental de nuestro departamento. Su primer obispo fue Monseñor Jacinto Vásquez Ochoa. La labor apostólica de Monseñor Duque se extiende de 1950 a 1959.

Llega después un prelado de espíritu bondadoso muy amante de la paz, se trata de Monseñor Rubén Isaza Restrepo, permanece en Ibagué de 1960 a 1964. La Bula de nombramiento episcopal lo define como “Varón de gran prudencia y dotado de conocimiento de los hombres y de las cosas”. Fue la época de la gran misión tolimense que llevó un mensaje de paz y evangelización a todos los rincones tolimense. Con Isaza se empieza a perfilar la gran obra de la Pastoral Social que abarca todas las actividades eclesiásticas.

 

La iglesia después del Concilio Vaticano II

Monseñor José Joaquín Flórez Hernández fue el Pastor de la iglesia católica que más ha gobernado en el Tolima. Era natural del municipio santandereano de Onzaga. Su administración eclesiástica comprende entre 14 de julio de 1964 al 20 de mayo de 1993. Tres hechos trascendentales marcaron esta época.

1.- Se pusieron en funcionamiento las nuevas normas promulgadas por el Concilio Ecuménico Vaticano II, que llevaron a la iglesia a la modernización de acuerdo a la época contemporánea.

2.- El 14 de diciembre de 1974, el Papa Juan Pablo II eleva la Diócesis de Ibagué a la categoría de Arquidiócesis, siendo su primer Arzobispo Monseñor Flórez.

3.- El 8 de julio de 1989 es creada la Diócesis del Líbano-Honda, que abarca la mayoría de los municipios y parroquias que están al norte del departamento. Su primer obispo fue Monseñor José Luís Serna Giraldo.

El 13 de noviembre de 1985 ocurrió la espantosa tragedia volcánica de Armero, que destruyó toda la ciudad y lugares aledaños. La Pastoral Social ayudó a las víctimas del siniestro con auxilio monetario y materiales. El Papa Juan Pablo VI visitó la zona desvastada el 6 de julio de 1986, orando por los desaparecidos en esa catástrofe natural. El prelado creó el Instituto Arquidiocesano de Pastoral para formar a los laicos y educadores que deben confrontar los retos modernos que enfrenta la iglesia, falleciendo en Ibagué el 22 de julio de 1996.

 

La nueva predicación evangélica

Monseñor Juan Francisco Sarasti se posesiona como segundo Arzobispo de Ibagué el 20 de mayo de 1993, es oriundo de la ciudad de Cali. El Papa Juan Pablo II había expresado: “Es urgente emprender una evangelización nueva en su ardor, nueva en su expresión y nueva en sus métodos”. Por esta razón el Prelado promovió el Sistema Integral de Nueva Evangelización (SINE), que estaba dando magníficos resultados de renovación católica en México y que buscaba fortalecer los procesos de la fe y vida cristiana mediante pequeñas comunidades dentro de la parroquia. Este sistema se ha extendido a las Diócesis establecidas en el Tolima.

Sarasti fundó el Hogar de Paso y un Banco de Alimentos para darle albergue a los habitantes de la calle y comida a las familias pobres. Desde 1996 aparece la fundación Divino Niño que acoge a los ancianos desprotegidos por la sociedad. Se organiza el periódico Kerigma para divulgar el Evangelio y la vida religiosa en nuestra jurisdicción eclesiástica. La Pastoral Social es sometida a una completa organización en todas sus actividades. Actualmente es el Arzobispo de Cali.

La Arquidiócesis de Ibagué tiene como sufragáneas las Diócesis del Espinal, Líbano- Honda, Neiva, Garzón, Florencia y el Vicariato apostólico de San Vicente del Cagúan y Puerto Leguízamo. Su actual Arzobispo es Monseñor Flavio Calle Zapata, que la gobierna desde el 19 de marzo de 2003. Nació en la pequeña población Antioqueña de San Antonio, venía de gobernar la Diócesis de Sonsón – Rionegro, donde desarrolló una dinámica labor episcopal enmarcada por campañas en favor de la paz. Al llegar a Ibagué dijo la siguiente frase: “Seré el más pequeño de todos, seré un hermano”. Su gobierno eclesiástico se ha caracterizado por promover la defensa de los derechos humanos; viene impulsando los programas de la nueva evangelización que dejó su antecesor, porque la iglesia debe volver a la comunidad de bienes que tenían los primeros cristianos, practicar la caridad y cimentar una profunda fe religiosa. El año de la Eucaristía se ha venido celebrando en las diversas parroquias, explicando la trascendental importancia de la misma donde se desarrolla el misterio Eucarístico.

Se vienen realizando campañas de promoción campesina, se fomentan los comités parroquiales de Pastoral Social y se están creando nuevas parroquias y centros de culto. El carisma y el dinamismo apostólico de Monseñor Calle, ha hecho posible la labor evangélica que adelantan los sacerdotes, las comunidades religiosas y los laicos.

 

Sacerdotes famosos y labores de la iglesia católica en el Tolima

A través del tiempo los habitantes del Tolima han sido muy apegados a sus creencias católicas, las festividades populares se mezclan con las celebraciones eclesiásticas, el folclor y la leyenda. Debido a la libertad religiosa, a los descubrimientos científicos, a la aparición de iglesias no católicas, muchos tolimenses han buscado nuevos horizontes religiosos.

Han existido sacerdotes que los consideran mártires como el huilense Pedro María Ramírez, fue asesinado en Armero el 10 de abril de 1948, por fanáticas turbas que protestaban por la muerte del líder Jorge Eliécer Gaitán. No se comprobó que el religioso hubiera ocultado armas en la casa cural, como argumentaban sus enemigos. Otros tuvieron un acentuado dominio en las esferas eclesiásticas como Monseñor Luis Felipe Jáuregui, que vivió en el siglo pasado. El Tolima tuvo un famoso orador sagrado, se trata de Monseñor Marcos Lombo Bonilla célebre por sus sermones, su recio carácter y sus costumbres tradicionales. Hubo sacerdotes muy santos como Monseñor Rafael González, erudito en el latín y en los asuntos eclesiásticos. Exceptuando el Arzobispo del Tolima Grande Monseñor Ismael Perdomo, ningún religioso ni laico tiene en nuestra tierra abierta una causa de canonización.

Especial comentario merece el tolimense Monseñor Germán Guzmán que se retiró del sacerdocio. Nuestro paisano estaba convencido de que la mejor manera para pacificar el país era mediante el diálogo, pero basado en programas que beneficiaran al pueblo. Estuvo en el grupo colombiano que pregonaba la teología de la liberación. Las ideas que predicaban sus seguidores no estaban acordes con el pensamiento de la iglesia católica. Guzmán fue coautor del libro titulado “La violencia en Colombia”, que describe con lujo de detalles las causas que la originaron. Murió en 1989. El sacerdote Javier Arango sobresalió en el periodismo y el Padre Pedro María Idrobo fundó el primer bachillerato nocturno que tuvo el país.

El Papa Juan Pablo II luchó por una iglesia renovada en todos sus estamentos y proyectada hacia el futuro. En los municipios del Tolima, los prelados, los sacerdotes, las comunidades religiosas y los laicos, han trabajado con espíritu cristiano y encomiable labor en iglesias, colegios, escuelas, ancianatos y grupos de Pastoral Social que ayudan a los necesitados.

La arquitectura religiosa ha dejado hermosas iglesias como la Catedral, la del Carmen y San Roque en Ibagué, la del Espinal, Chaparral, Guamo, Villahermosa, Líbano, Cajamarca y otras, también ha dejado numerosas capillas.

 

Las manifestaciones religiosas no católicas

Algunas Iglesias no católicas en el Tolima que extienden su influencia en los municipio, están inspiradas en pasajes del Nuevo Testamento, como las iglesias Bautistas, Pentecostales, Menonitas, Adventistas y otras. Algunas han surgido cimentadas en el Antiguo Testamento como los Testigos de Jehová. Existen los Gnósticos regidos por el poder de la mente y el espíritu. Joseph Smith fundamentó su credo religioso en la famosa revelación del libro del mormón que tuvo lugar en los Estados Unidos. También analiza el Catolicismo haciendo unas recomendaciones que deben ser motivo de reflexión, se denomina “Iglesia de los santos de los últimos días”.

Encontramos que la iglesia Presbiteriana localizada en la calle 13 entre carreras cuarta y quinta, es una de las más antiguas de Ibagué. Tuvo un rechazo general, porque en aquella época de su fundación, no existía otra iglesia diferente de la católica en nuestra ciudad. El presbiterio administra uno de los colegios más conocidos en Ibagué, como es el Colegio Americano. El Papa Juan XXIII, llamó “hermanos separados “, a los integrantes de estos credos religiosos.

Estas creencias religiosas son maneras diferentes de interpretar la Biblia, de combinar la evolución científica con los conceptos religiosos, de analizar la obra salvadora de Jesucristo, a través del tiempo. Están amparadas por la libertad religiosa de los pueblos, por nuestra Constitución Nacional y las leyes que la regulan. El gobierno nacional debe revisar la legislación sobre libertad religiosa y hacer más drástica las condiciones para crear iglesias no católicas en Colombia. Están proliferando de manera alarmante en nuestros países. A veces son gobernadas por hombres con delirios religiosos, con poca preparación moral e intelectual.

Estamos en la época del ecumenismo aceptado por la Iglesia Católica. Hace algunos años el Pontífice Juan Pablo II se reunió en Asís con algunos representantes de credos religiosos para hacer un pacto de paz y entendimiento universal. Invocaron al máximo amante de la ecología, del amor de Dios y de la concordia, San Francisco de Asís.

Hay que evitar el fanatismo religioso que conduce al caos y la violencia. Ha originado guerras y la instauración en otra época de la fatídica inquisición. Estamos sufriendo el efecto mortal de las acciones cometidas por algunos grupos islámicos y de otra índole.

La mayoría de las personas que pertenecen a estas iglesias cristianas no católicas, lo hacen con sinceridad inspirada en una recta conciencia y un espíritu religioso. Otros lo han hecho por diferentes motivos, por no estar acordes con algunos dogmas tradicionales, por el comportamiento de algunos miembros de la Iglesia Católica. Deben ser respetadas por los seres humanos que no comparten estas convicciones cristianas. Hay un hermoso concepto del escritor Carlos Arturo Torres que dice: “Toda convicción es una fuerza, pero es preciso que no sea una fuerza ciega y estática, sino un impulso generoso y fecundo”.

 

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