LA ECONOMÍA EN EL TOLIMA

 

Por Silverio Gómez


Guerra antes que economía

“La historia militar de Colombia siempre ha transitado por los polvorientos caminos del Tolima y la guerra de los Mil Días no fue una excepción. Su ubicación en el centro de la República, lo convirtió en lugar de tránsito obligado para todos los destinos. Su frontera con el Río Magdalena y su puerto de Honda, último lugar de atraque para los buques que conectaban la capital de la República con el resto del mundo, lo puso siempre en el vértice de todos los huracanes militares de nuestra historia”.1

No puede haber un relato más certero sobre el comienzo del siglo XX y sus incidencias en la vida social, política y económica del Tolima y de Ibagué, ciudad “que de por sí era pobre, se vuele más pobre que nunca” (Jaramillo pag. 394) como consecuencia de los conflictos que desde mediados del siglo XIX se vivían en el país, que aunque ciertamente tenían una connotación política, sus consecuencias económicas eran evidentes.2

Las “sociedades democráticas” que agrupaban a los artesanos quienes pretendían defenderse de las mercancías importadas como consecuencia de las ideas aplicadas por los liberales en el gobierno, bajo la orientación de Manuel Murillo Toro, llamados “Gólgotas”, pregonaban el libre comercio, en contra de los “Draconianos” quienes luchaban por el retorno del proteccionismo para proteger a la producción nacional.

Un ejemplo es la guerra de 1885 y los años que la antecedieron desde la misma Carta Política del Tolima (1877), cuyo impacto sobre la región es analizado magistralmente por el historiador Cuartas Coymat, refriéndose a la llegada al poder de presidente Rafael Núñez:

“…Núñez siempre fue un perdedor, un derrotado en todas las contiendas electorales del Tolima, y aún siendo elegido presidente jamás llegó a la primera magistratura con los votos de esta región. Esta adversa circunstancia engendraría en él inocultables sentimientos de rencor; de allí su odio visceral que sentía contra sus caudillos y dirigentes políticos, los que combatiría con todas las armas y todas las argucias, y no descansaría hasta hacerlos polvo en el campo político y militar”. 3

Un repaso de la historia de la época muestra que en el Tolima parecía no haber tiempo sino sólo para la guerra. Por ejemplo, la derrota de los Radicales a comienzos del 85 por parte del ejército de la Regeneración, produce una estampida que impacta a Espinal, Guamo, Ambalema y Honda, cuatro importantes municipios del Tolima, así como en Pitalito, en donde meses después se trata de montar una nueva rebelión en contra del ejército de Núñez que termina finalmente en la derrota Radical en la zona de Campoalegre. La postración económica de la región era muy grande.

El primer gobernador del Tolima de la Regeneración de Núñez, el general Manuel Casabianca,  luego de hacer una gran fiesta para promulgar la Constitución de 1886, traslada la capital del Tolima a Ibagué, que había rodado por Mariquita, Purificación, El Guamo, Natagaima y Neiva4.

¿Por qué Ibagué? Hay coincidencia de varios investidores como Hernán Clavijo y Delimiro Moreno, en el sentido que hubo la creencia entre algunos empresarios de que en el entorno de la ciudad había importantes yacimientos mineros. Núñez creía que Neiva estaba muy retirada de Bogotá y Antioquia, en tanto que Ibagué estaba más cerca de la colonización antioqueña. Además era el cruce de camino entre Bogotá, Antioquia y el occidente.5

Los siguientes años fueron de prosperidad. Casabianca (quién estuvo en la gobernación hasta 1892), hizo varias obras públicas, reconstruyó el Colegio San Simón que había sido fundado en 1821 el General Santander y estaba en ruinas, inauguró el primer ferrocarril de La Dorada para estimular la minería y en una acción estratégica para promover esa industria redujo los impuestos a la empresa del ferrocarril para que extendiera el tramo hasta Cambao. En 1889 se inauguró la línea férrea de Apulo a Girardot. “Fue una época de paz y progreso en el departamento”, cuenta el miembro de la Academia de Historia del Tolima y profesor universitario, Luis Enrique Gómez, en el Compendio de la Historia de Ibagué. Es realmente en este período en el que la gente de Ibagué comienza a mostrar sus cualidades musicales antes que de potencia económica y minera.6

Hernán Clavijo hace referencia graciosa en este sentido cuando dice que Juan de Dios Restrepo, comerciante antioqueño e ideólogo liberal decía: “En Ibagué se vive despacio, sin preocupación, casi sin interés”7.       

Ibagué adquiere importancia a medida que otras ciudades como Mariquita, Honda y Neiva la pierden como reguladores del comercio a través del río Magdalena y por una creencia poco real de que tenía un gran futuro minero, pero nunca logró convertirse en un  centro sobre el que gravitara la economía regional del departamento, lo cual limitó su propio desarrollo, pese aún a las importantes inversiones que promovió el general Casabianca, incluso de proyectos industriales como la Casa de Beneficio, la que pretendía hacer ensayos para la fundición de otro y plata, metales que no prosperaron y que condujeron al cierre del intento manufacturero. También se montó una Escuela de Minas, que también fracasó.

Jorge Isaacs autor de La María, llega a Ibagué atraído por la ilusión de los metales, pero no se sabe  si defraudado deja de ser conservador y se convierte en radical y toma las armas para enfrentarse al gobierno de Núñez. Termina derrotado en la casa de un amigo en Fusa y le vuelve a renacer su espíritu empresarial, pero ya no en la región sino en Urabá. Luego regresa a Ibagué e intenta volver a los negocios, aunque predomina su talento literario que ejerce en su casona del Combeima. Su comodidad es tal que un día le escribe a un amigo en Cali: “…Bien se está aquí”8.

En el siglo XIX, el desarrollo económico del Tolima estuvo ligado a las bonanzas que hicieron florecer pueblos y convertirlos en importantes centros comerciales, como el caso del tabaco en Ambalema o Purificación, y Honda como puertos, pero que luego terminada esas bonanzas, entraron en depresión. La historia no es profunda en este análisis, más allá de plantear que las rentas obtenidas se fueron para Bogotá. Pero la realidad sí fue que contrario a otras regiones, no se sembró la prosperidad a través de empresas montadas por gente de otras regiones y no oriundas del Tolima.

El tabaco prosperó en el país entre 1850 y 1875. Su impulso arrancó con la declaratoria de libertad de su producción con un decreto del año 1848 y a la región de Ambalema llegaron empresarios de Bogotá y Antioquia con el objeto de sembrar tabaco. Los primeros siguieron su expansión en el norte del departamento y los segundos se fueron trasladando hacia el sur-oriente del Tolima, con lo que se puede concluir que la colonización del Tolima la hicieron los antioqueños por el norte y en la cordillera central, mientras fue de origen cundi-boyacense en el sur-oriente.

El centro de acopio y preparación del tabaco fue Ambalema, pero desafortunadamente no hubo un desarrollo de la cadena productiva, pues sólo se instalaron empresas de comercio y no fábricas. De todas formas, el desarrollo alcanzado no puede desconocer la prosperidad en pensiones y hoteles, casas de empeño y conversión de grandes haciendas en cultivadoras de tabaco.  El cultivo se extendía a Apulo, Villeta y Guaduas, al otro lado del río e incluso llegó hasta la entonces pobre ciudad de Ibagué.

En el valle del Magdalena llegó a producirse alrededor del 90 por ciento del tabaco que se exportaba a Europa, en particular a Alemania9.  

Una de las características de los procesos políticos, económicos y sociales de la historia tolimense es que la mayoría de los estudiosos –excluyendo a Clavijo y seguramente otros pocos- siempre hacen gala en sus escritos de una amena escritura, muy propia de una tierra en la que pululan poetas y artistas. No de otra manera se entiende que se hablara de un reino de industrias tabacaleras, cuando la verdad es que aunque es cierto que el tabaco generó riqueza e importancia para Ambalema y otras poblaciones, nunca hubo un verdadero proceso de industrialización. Ese aire era nostálgico también, incluso cuando se hablaba de la tristeza.10

“Arruinada la industria del tabaco por causas múltiples e imposibles de prever, la tierra caliente cayó en absoluto; las antes ricas y prósperas ciudades de Ambalema, Honda, etc., desplomaron en ruina; las florecientes poblaciones como Lérida, Purificación, El Guamo, Ibagué y Piedras quedaron abandonadas; las valiosas haciendas de la orilla del río Magdalena, llenas antes de cosecheros, caneyes y trabajadores, se convirtieron en pastares inmensos; donde antes reinaban las industrias y el bullicio, y como si una magia maléfica hubiera tocado con vara funesta esas regiones, repentinamente sentaron sus reales la soledad y el abandono”, es la referencia que hace Jorge Luis González del escritor Alberto Pardo.11

¿Por qué Ambalema se acabó como potencia tabacalera? Es una pregunta complicada, y así como ha sido muy estudiada la prosperidad, su decadencia no lo ha sido lo suficientemente documentada. Los problemas por la tierra en la región entre cosecheros y terratenientes, los permanentes conflictos en el Tolima en la segunda mitad del siglo XIX y el establecimiento de impuestos, hasta razones de racionalidad económica que tienen que ver con la pérdida de competitividad de la producción frente a otros zonas del mundo como Java y Sumatra, la pérdida de calidad en el tratamiento de la hoja y el contrabando explican en buena parte el hecho.12

Finalizada la era del tabaco, buena parte de las tierras se dedicaron a la ganadería y en otras se intentó el cultivo de la quina y el caucho, y se buscó sin éxito oro y plata en la cordillera central. En medio de las dificultades, la colonización antioqueña que ya se había iniciado con el tabaco, se extendió a través del café por la cordillera central. Muchos pueblos volvieron a recuperarse y contrario a la estructura productiva concentrada del tabaco, se generó una distribución del ingreso y de la misma propiedad de la tierra. El fenómeno no sólo se dio en el Tolima, pero en este caso fue más evidente dada la crisis y pobreza que se afrontaba.

En el oriente del Tolima también se sembró café por efecto de la colonización cundi-boyacense. Sin  embargo, la prosperidad fue menor, por cuanto la renta no quedaba en la zona sino que se trasladaba para Bogotá. Una estructura poco distinta a la del tabaco. Sin embargo, así sea como mera referencia histórica, no es tan cierta la idea de que el cultivo del café en Colombia comenzó en Antioquia y así, con el paso del tiempo se convirtiera en el primer productor. La realidad es que a mediados de los años ochenta, el 90 por ciento del café se producía en  Santander y la cordillera oriental asentaba los principales cultivos.

Si la guerra de los Mil Días es considerada como devastadora para el país, para el Tolima fue mucho más por la ferocidad y brutalidad con que se vivió. Sin embargo, no menos grave fue la recuperación del departamento, explicada en buena parte por el abandono a que fue sometido por el gobierno central, que para algunos fue consecuencia del mismo carácter local pendenciero, con que se veía desde el centro a la clase política local, complementado con el ambiente en contra de los antioqueños que se adoptó. Para algunos, las radicales ideas políticas del Tolima fueron señal de ilustres hombres.

La guerra de los Mil Días significó la derrota final del proyecto liberal en todos los aspectos, tanto económicos como políticos. La guerra coincidió con la crisis de la actividad cafetera por una pronunciada caída de las cotizaciones internacionales”.13 

Por la época ocurrieron muchos hechos que aunque considerados por algunos historiadores (Clavijo) como factores que contribuyeron a “refundar la sociedad, la economía y hasta la cultura regional”, hicieron más daño que bien al departamento, al menos en el campo económico: la división del departamento en dos (Tolima y Huila), la implantación del monopolio de rentas y la pérdida de varios municipios en el norte como Manzanares, La Victoria y Marulanda.

Puede que resulte poco profundo conjeturarlo, pero la baja capacidad negociadora y política de la dirigencia política del Tolima, producto de su rebeldía desde años atrás, llevaron a Rafael Reyes a tomar medidas en detrimento regional, como separar a importantes municipios cafeteros para anexarlos a Caldas y hacer una clara discriminación política: los conservadores en el Huila y los liberales en el Tolima.

Las noticias sobre la mala voluntad de los tolimenses para aceptar la “invasión” antioqueña llegaron al gobierno nacional, promovidas por los mismos antioqueños que se consideraban como una raza con “fuerza creadora para un país de vida honrada”. Fueron varios los mensajes al gobierno central hablando mal de la cultura tolimense, su baja capacidad administrativa para manejar los asuntos públicos y su espíritu poco emprendedor.14

No recibió buen trato el Tolima en los siguientes gobiernos e incluso fue discriminado. Esto se evidencia en las obras, ferrocarriles y vías que conectaban a los centros que comenzó el gobierno de Reyes. En el caso del Tolima cabe mencionar la línea férrea Girardot-Ibagué y el contrato del gobierno para establecer un servicio regular de automóviles entre Honda y Mariquita.15

En el gobierno de Reyes se enfocó claramente la economía hacia la protección de la industria nacional frente a la competencia extranjera y los resultados fueron importantes. En el informe del ministro de Hacienda en 1916, hay una relación detallada de las empresas manufactureras que funcionaban en el país por la época y es evidente el desarrollo de regiones como Antioquia en textiles y tejidos, chocolates, cigarros y cigarrillos, fábricas de gaseosas, ferrerías, jabones y vidrieras.

En Atlántico se relacionan fábricas de zapatos, pisos, jabones, perfumes, cervezas y gaseosas, sombreros y cigarrillos. La reseña también es grande para Boyacá, Caldas, Santander y Valle. La nómina de empresas fabriles en Bogotá es la más importante, comenzando por Bavaria y cementos Samper.

“En el Tolima, el Huila y Santander del Norte, se hace mención de velerías, jabonerías, fábricas de cigarros y cigarrillos, sin importancia”, dice el libro de Ospina Vásquez. (21), al igual que lo ocurrido en los siguientes 10 años, en que el Tolima parece no existiera, y la verdad es que las fuentes bibliográficas son extremadamente escasas, lo cual denota que todo muestra no haber ocurrido nada importante en el campo económico, distinto a la puesta en marcha de una planta de electricidad, algunas jabonerías y un molino de trigo. Se habla de la existencia de dos cerveceras, pero en un inventario que se hizo en el año 1927 sólo se incluye una en Honda, que luego fue fusionada con Bavaria.

Decir que en el departamento no se montaron empresas en los años que siguieron a la primera guerra mundial es exagerado. Paradójicamente, el conflicto fue determinante para el desarrollo cafetero, pues los demás productos sufrieron el impacto de las compras en el exterior. El Tolima alcanzó a ser un importante exportador del grano hacia Europa.

En 1922 se terminó de instalar el cable Mariquita-Manizales que funcionó durante 50 años y a finales de década se construyó la carretera Ibagué-Armenia, que complementaba el transporte por el Magdalena y las vías férreas. Otras zonas del país como Cundinamarca, Antioquia y Boyacá, hacía rato habían logrado desembotellarse. En 1924 se creó la Cámara de Comercio de Honda y en 1931 la Cámara de Comercio de Ibagué.

Los datos sobre la evolución industrial en los años 30 no son muy confiables, pues la fluctuación de las estadísticas pone en duda su veracidad.16

 

Buscando la modernización

El florecimiento económico del Tolima no se dio a través de la industria, como en otras regiones del país, sino a través de la agricultura, siguiendo un concepto de racionalidad que imperó en ese momento: café en las laderas y agricultura moderna en los valles. En esta última, la mecanización y el riego fueron determinantes.

Uno de los proyectos más importantes en la agricultura moderna y quizá uno de los pocos  que pretendía superar la mera producción agropecuaria, enlazándola con la transformación, fue el montaje en 1940 del ingenio Central del Tolima (Pajonales) en Ambalema, con una gran infraestructura propia.

El proyecto, accionistas y capital eran de empresarios del Valle del Cauca, no del Tolima, y su montaje tenía todo el sentido económico: transportar azúcar desde el Valle hasta la capital del país era demasiado costoso por la virtual carencia de carreteras, especialmente en el paso de la cordillera Central, problema que no había en el Tolima.

Cuando ya hubo carretera pavimentada, el ingenio en Ambalema comenzó a perder importancia estratégica. A comienzos de la década de los sesenta del siglo pasado fue liquidado, aprovechando un costoso pliego sindical que lo hacia inviable. Se mantiene en Pajonales un gran proyecto de desarrollo agropecuario, pero no propiamente de transformación.17

El desarrollo agropecuario del Tolima tuvo elementos de planeación, al menos institucional. La Estación Agrícola de Armero y La Escuela Agronómica San Jorge, que luego dio paso a las Facultades de Agronomía y Forestal en la Universidad del Tolima, son ejemplos muy dicientes en ese sentido. El desarrollo de cultivos como algodón y arroz tuvieron en esas instituciones un soporte importante. 

El algodón en Armero y luego extendido a Espinal, Guamo, Saldaña, Natagaima y Purificación y el arroz en las mismas zonas más la meseta de Ibagué, le dieron una importante dinámica al departamento en los siguientes 40 años. Junto con el café, colocaron al departamento del Tolima en un importante sitio de la economía agrícola nacional e incluso le alcanzaron a dar protagonismo económico y político en el país. Es más, mientras otras regiones del país pasaban dificultades por la caída de los precios internacionales del café a mediados de los años 50, la moderna infraestructura de la agricultura de ciclo corto en el departamento, ayudó a mitigar ese impacto. Ibagué llegó a tener el molino de arroz más importante del país a mediados de los años cuarenta.

La estructura industrial del Tolima no era sofisticada por la época. Existían poco más de 300 establecimientos industriales, en las áreas de imprentas, producción de calzado, talleres de mecánica y reparación de maquinaria agrícola y trilladoras de arroz y granos, todas actividades con un limitado valor agregado. Lo mismo se puede decir de los municipios más importantes como Armero, Honda, Espinal, Venadillo y Líbano, que concentraban su industria en la producción de alimentos o la trilla de café y arroz. 

En octubre de 1949 nació en Ibagué la Federación Nacional de Arroceros, Fedearroz, cuyo trabajo sería determinante para impulsar más la cultura arrocera en la región, así como una mayor modernización, pues en los cinco años siguientes se construyeron los distritos de riego del Saldaña y Coello. La cooperativa Serviarroz nació en 1970.

Tolima llegó a responder por el 70 por ciento de la producción del algodón en el país hasta su virtual desaparición a comienzos de los años noventa y junto con la crisis del café desde finales de los 80 explican buena parte de las dramáticas cifras de desocupación. En arroz, el Tolima sigue siendo el principal productor del país.

Algunas empresas importantes en términos regionales se crearon en el Tolima en la década del cuarenta y siguientes. Por ejemplo, en 1947 nació Gaseosas Glacial de Mariquita (liquidada) y en 1949 inició operaciones una planta de la cervecería Bavaria en Ibagué, la cual operó hasta 1968, cuando una decisión administrativa anunció el cierre de las plantas regionales. La de Ibagué parece ser la única que finalmente se cerró, pues en otras regiones hubo movilizaciones en contra de la decisión.18

Otras de las empresas importantes que se crearon fueron y que Miguel Salavarrieta, entre otras fuentes, enumera:

- Gaseosas Tolima, filial de La Colombiana, se moderniza en 1945 y a comienzos  de los años sesenta se  constituye en sociedad Gaseosas Tolima. Posteriormente es absorbida por Postobón.

- En 1954, nace Café San Juan, luego que el industrial Jesús María Pinto, adquiere una fábrica. Luego desaparece.

- En 1958, nace la empresa Cementos Diamante del Tolima, que se instala en Buenos Aires. Luego, se transforma y se vende a la mexicana Cemex, su propietario actual.

- En 1962, surge la Granja Avícola Buenos Aires, montada por Salomón Tovar y Guillermo  Delgado. La empresa da origen al Grupo Vigor, procesador de alimentos y pollos.

- En 1963 se crea la pasteurizadora de leche El Trébol. (Desaparecida).

- En 1963 inicia operaciones Pastas El dorado, dedicada la producción de alimentos procesados, pero sólo diez años después se crea la sociedad formalmente. (Desaparecida).

- En 1964 fue creada la Asociación para el Desarrollo del Tolima, ADT, con el objeto de promover la inversión y el desarrollo económico de la región.

- En 1971 fue creada la Corporación Financiera del Tolima. (Desaparecida).

- En 1973 fue creada Textiles del Espinal S.A., Texpinal, con el fin de procesar la fibra de algodón producida en la región y elaborar las materias primas. En el mismo año se crea la Corporación Forestal del Tolima y se dio vida a Carlima, cuya función es el sacrificio de ganado y su aprovechamiento.

- A finales de 1978 se constituyó el Complejo Agroindustrial del Tolima (Catsa).

- En 1980 nace Aerovías de Integración Regional, Aires, con sede en Ibagué, con accionistas del Tolima Grande, pero que luego es adquirida en buena parte por el grupo Santo Domingo, dueño de Avianca, hasta hace muy pocos años.

- En 1982, el Banco de la República puso en funcionamiento la Fábrica de Moneda en Picaleña, para producir en un comienzo los cospeles o discos de metal, base para la elaboración de las monedas. Cinco años después se traslada a Ibagué la planta de acuñación para la integración de los procesos. La influencia de Alfonso Palacio Rudas fue determinante para que el Banco de la República tomara la decisión de montar la planta en Ibagué y no en otra región, pues no había ventaja alguna para hacerlo en la región. Muy poco de cierto tiene la versión de que la fábrica se instaló por gestión de la ADT.

 

Por la importante producción de algodón en la región, la industria textil y de confecciones tomó importancia gradual y aunque a comienzos de los ochenta había un número significativo de talleres de confección, fue luego de la tragedia de Armero y de los estímulos tributarios otorgados cuando se inició un desarrollo importante, con el montaje de empresas como Fibratolima y Fatextol. Durante los primeros años fueron empresas prósperas, pero luego entraron en dificultades. Fibratolima, considerada en su momento la empresa más importante del Tolima, fue virtualmente liquidada y sus talleres dedicados a la producción de maquila.

 

Armero y apertura económica

El 13 de noviembre de 1985, la erupción del volcán Nevado del Ruiz produjo la muerte de alrededor de 24.000 personas que vivían en la zona de Armero. Su impacto en la vida del departamento fue muy grande y su memoria siempre estará presente por generaciones en el Tolima. A la par con la catástrofe humana, desapareció el más importante centro agropecuario y agroindustrial del norte del departamento, con lo cual el impacto económico fue evidente. Desde el punto de vista social,  el desplazamiento de los sobrevivientes hacia otras zonas cercanas, incluyendo Ibagué, agravó la situación.

El gobierno nacional tomó medidas para la atención de la calamidad en la búsqueda de la rehabilitación de la zona, a través de la creación del Fondo para la Reconstrucción (Resurgir), que manejaría recursos públicos, créditos y donaciones para reconstruir la zona y atender a los damnificados.19

Mientras en Ibagué se discutía si las autoridades departamentales eran culpables de la tragedia, todo el plan de reconstrucción se diseñó en la capital del país e incluso se decidió nombrar a un importante empresario constructor bogotano para que presidiera el Fondo, cuyos conocimientos o interés sobre la región eran limitados. Así, la reconstrucción física  y la atención mediática a los damnificados fueron las prioridades, dejando en un segundo plano el problema social y la recuperación productiva de la zona.

Ni la clase empresarial regional ni la dirigencia política del departamento tuvieron una participación importante en el diseño y en el plan de ejecución. Muy distinto ocurrió 14 años después con el terremoto que alcanzó una parte importante del eje cafetero –Quindío y Risaralda-. La administración y ejecución de los programas de recuperación en esa región fueron entregadas a la dirigencia local.20     

La tragedia de Armero no tuvo un plan de desarrollo para su recuperación. Los resultados son claros hoy, si se compara con lo ocurrido en la zona cafetera. Los hechos lo demuestran. Los decretos expedidos por el gobierno nacional (como el 3830 de diciembre de 2005), establecieron exenciones a las nuevas inversiones en la zona y a las afectadas, y a la importación de maquinaria y equipo para la operación en la zona. También, el Banco de la República dispuso la refinanciación de las obligaciones contraídas a través del Fondo Financiero Agropecuario y Proexpo, estableció una línea de crédito para las empresas exportadoras de la zona, las cuales brillaban por su ausencia.

“El propósito de incentivar la inversión en sectores tales como el industrial, con el fin de generar empleo para la población damnificada, no se logró, pues fueron muy pocas y de muy reducido tamaño las empresas nuevas de este tipo que se constituyeron, debido a diversos factores, entre los que se cuentan: la permanente incertidumbre de que ocurrieran nuevas erupciones del volcán, la poca favorable ubicación geográfica de la zona con respecto a los principales mercados, la imposibilidad de contar con la infraestructura necesaria en materia de servicios públicos, el reducido tamaño del mercado local debido a la preocupante situación económica de la población y la inexistencia de la mano de obra calificada y suficiente, ya que gran parte de los pobladores se dedicaron a vivir  de las donaciones y subsidios, así como del rescate de los bienes que habían quedado”.21

La contundencia del investigador reafirma la idea de la carencia de un plan de recuperación de la zona de Armero que trascendiera las donaciones y subsidios, en muy buena parte por la poca participación local en el proyecto, trabajo que corresponde a una agencia que estimula la inversión y el desarrollo. Sólo dos años después de la tragedia se expidió la Ley 44 (diciembre 1 de 1987), mediante la cual se ampliaron los plazos para acceder a las exenciones tributarias del decreto de diciembre de 1985. Sorprendentemente Ibagué no fue incluida en las exenciones de la Ley 44 y el Ministerio de Hacienda debió expedir, a comienzos del 1988, un decreto (78) concediendo el beneficio. 30 meses después de la tragedia, el Concejo de Ibagué dispuso exenciones para las empresas hoteleras e industriales en la capital del Tolima.22

Pese a todo, durante el año 1988 se dio un auge importante en la constitución de empresas de acuerdo con datos de la Dirección de Impuestos Nacionales, al inscribirse 834 empresas, de las que el 30 por ciento correspondían al sector industrial. Una evaluación posterior de la oficina de impuestos comprobó que del total de sociedades inscritas, sólo se encontraban activas 267 y de ellas sólo 171 arrancaron a producir.

Las expectativas de importación de equipos tampoco fue satisfactoria: según la Secretaría de Desarrollo del Tolima, 233 empresas iniciaron trámites para obtener licencias de importación por cerca de 212 millones de dólares. Efectivamente entre 1988 y 1990 los reportes indican que solo se hicieron importaciones por 66 millones de dólares, esto es, el 31 por ciento de lo previsto.

“Desafortunadamente para la región, muchas de las empresas que se acogieron a los estímulos arancelarios y tributarios terminaron cerrando operaciones una vez que el período contemplado para las exenciones finalizó: más aún, algunas de ellas cerraron sus plantas en Ibagué y se trasladaron a la zona contemplada por la Ley 218 de noviembre de 1995, conocida como la Ley Páez, con la cual se benefició buena parte de los municipios localizados en los departamentos de Cauca y Huila, que se vieron afectados en forma directa o indirecta por el sismo y la avalancha del río Páez, ocurridos a mediados de 1994. También se dio el caso de algunas compañías que se vieron forzadas a cerrar sus puertas al no obtener los resultados económicos esperados”.23

“De las 132 empresas industriales constituidas, sólo 49 entraron en operación y funcionamiento en las distintas áreas de la producción…de estas, hasta la fecha se han liquidado, no renovaron su matrícula o han entrado en concordato 24 empresas”. Esto da un neto de sólo 25 empresas en el sector industrial vigentes, balance a todas luces muy pobre.24

De cualquier manera, pese a todos los vacíos, no se puede desconocer que las medidas adoptadas con motivo de la tragedia del Ruiz generaron beneficios a la economía regional. Aunque luego hayan ido desapareciendo, importantes factorías industriales se localizaron en la región. Los casos de Fibratolima y Gradinsa son ejemplos claros. Salavarrieta y Gutiérrez hacen inventarios detallados de las empresas que se instalaron.25

En los inicios de los años noventa, el país dio un giro grande en el manejo de la política económica, dejando atrás un esquema de protección a la producción interna y al fomento de algunas actividades, para exponer la economía a la competencia internacional. Fue el comienzo de la apertura indiscriminada de la economía colombiana que se dio en el gobierno de César Gaviria. La liberación comercial fue complementada con la liberación de los mercados financiero y cambiario.26

La eliminación de subsidios a la producción en actividades agropecuarias y la reducción de aranceles a la importación produjeron un impacto grande sobre la industria y la agricultura nacionales. El proceso de liberación tuvo un elemento perturbador adicional, cual fue la revaluación de la moneda desde comienzos de los años noventa, instrumento que conscientemente usó el gobierno y la naciente junta directiva del Banco de la República (Constitución de 1991) para controlar la inflación que había alcanzado tasas superiores al 30 por ciento, en el año 1990.

El PIB industrial del país, que en el año 1990 creció 4,2 por ciento registró tasas negativas en los dos años siguientes. Luego tuvo una ligera recuperación entre 1994 y 1995 para luego iniciar un proceso de caída que siguió hasta desembocar en la gran crisis de la economía colombiana en 1999.

De acuerdo con Campos Martínez, los primeros años de los noventa no favorecieron a la industria regional. En el primer lustro se presentaron crecimientos negativos o insignificantes, ocurriendo el peor en el 94, con -13,6 por ciento “explicada por las agudas dificultades enfrentadas por el sector productor de alimentos y la industria textil, debidas al contrabando y la revaluación, a tal punto que en dicho año fueron cerrados varios molinos procesadores de arroz y una importante fábrica productora de aceite, mientras que buena parte de las empresas textileras y confeccionistas redujeron, tanto los volúmenes de producción como el nivel de empleo”. 

La situación no cambió en la segunda parte de la década, sino que por el contrario empeoró. Entre 1996 y 1999 la industria regional presentó un crecimiento negativo, con excepción de 1997 en el que, por efecto de la ampliación de la planta de cementos en Payandé, el agregado fue positivo.

No es exagerado decir que la industria del Tolima nunca se recuperó de la crisis de los noventa y tampoco se inició un proceso de transformación productiva como ha ocurrido en otras regiones, como fórmula de recuperación. Bogotá y Santander son los casos para mostrar. 

El sector agropecuario, principal actividad empresarial del departamento, sustentada en cultivos transitorios, algunos semipermanentes y los permanentes (pese a la crisis del café)  sintió también el impacto de la apertura y la revaluación. Mientras que en 1986, representaba el 40 por ciento del PIB regional, a finales de los noventa rondaba en el 30 por ciento.

El caso más dramático se dio con los cultivos transitorios. Mientras que a finales de los años ochenta el área cultivada ascendió a 235.000 hectáreas, para el año 1998 se había reducido a 142.000 hectáreas. El área total sembrada en el Tolima en todos los cultivos pasó de 497.000 hectáreas en el 90 a 296.000 en 1999, según cifras del Ministerio de Agricultura y el DANE.

Uno de los cultivos que más se afectó con la apertura fue el algodón, que en el año 1990 alcanzaba siembras en 55.918 hectáreas. A partir de 1991 inició un proceso de caída hasta su virtual desaparición. En el 2002 sólo se reportaron siembras en 7.500 hectáreas y hoy se hacen esfuerzos para buscar una recuperación, pero las posibilidades son muy pocas por la poca competitividad del producto frente a la materia prima importada, por efecto de su calidad y altos costos de producción. Durante la gestión de Carlos Gustavo Cano, en la primera administración de Uribe Vélez, se dio alguna recuperación en la producción por el estímulo a la siembra. 

A comienzos de los años ochenta, el sorgo apareció como una importante opción agrícola para el Tolima y para 1983 alcanzó siembras en 68.000 hectáreas. Desde comienzos de la década de los noventa inició un proceso de reducción por efecto de la competencia del maíz importado. Su caída en las siembras llegó a casi 40 por ciento para el 2002.

El Tolima alcanzó a disputar el segundo lugar en la producción cafetera en el país y  el Líbano fue considerado como el municipio mayor productor del grano en Colombia. Sin embargo, desde comienzos de los años noventa, la actividad entró en decadencia como consecuencia del rompimiento del Pacto Internacional del Café que hizo caer los precios internacionales, a la par que se dio un aumento en los costos de producción. Se estima que entre 1990 y el 2003, el café redujo de 10,2 a 4,7 su participación en el PIB agropecuario del departamento.

Amplias zonas del Tolima abandonaron el cultivo e incluso fueron dedicadas a las siembras ilícitas, en particular en el sur del departamento, en municipios como San Antonio y Rioblanco. Otros cultivos permanentes como el plátano, la caña, el cacao y el mango tienen una importancia marginal dentro del total del área sembrada en el Tolima. Publicaciones periodísticas con reportes oficiales lo demuestran.27 

Nuevamente se observa aquí que, pese a la crisis tan larga ya en el sector agropecuario, no se ha iniciado un proceso de transformación productiva, como lo han comenzado otras regiones del país, tales como el eje cafetero con la crisis del café o Santander con los problemas del tabaco.

El Tolima es el principal departamento productor de arroz en Colombia con el 27 por ciento de la producción, e iguala al Meta en el primer puesto en área sembrada y en el rendimiento por hectárea es en el departamento el más alto en el país. Para comienzos del siglo, el área sembrada superó las 100.000 hectáreas con un aumento de 31 por ciento en los últimos diez años.28

Aunque la cadena productiva del arroz es corta y su principal componente es la molinería, su efecto multiplicador sobre la economía regional es importante y ha permitido el desarrollo de zonas como el Valle del río Magdalena, y son determinantes en la vida económica, social y cultural de municipios como Espinal, Guamo, Saldaña y Purificación.29

     

La realidad actual

El último censo (2005), cuyos resultados acaba de dar a conocer el Dane, registra datos sobre el tema económico de una gran importancia. En el Tolima hay 47.427 empresas, de las cuales el 97 por ciento (45.973) son pequeñas y microempresas, el 0,2 por ciento son medianas (147) y sólo 34 (0,1 por ciento) son grandes. No se tiene información del 2,7 por ciento. Esa composición empresarial no es sustancialmente distinta a la que se tenía en el 1990.30

Si se compara el número total de compañías del departamento frente a la situación nacional, los datos tampoco cambian en forma importante: en el año 1990, el Tolima tenía el 3,5 por ciento del total de empresas y ahora esa relación es del 3,3 por ciento, lo cual podría hacer pensar que el departamento ha mantenido su participación. Sin embargo, esto se ha logrado por la importancia de la microempresa y no de las medianas y grandes empresas. Por ejemplo, mientras en el Tolima el número de microempresas creció 38 por ciento, en otras regiones como Risaralda su aumento sólo fue del 17 por ciento, en tanto que se nota un aumento de las empresas con tamaño mediano o grande.

Por actividad económica, el censo muestra una gran concentración de las empresas en comercio (59 por ciento) y servicios (29). La industria sólo participa con el 11 por ciento. Nuevamente, en cualquiera de los sectores, la microempresa pesa más del 95 por ciento. La ponderación en el agregado nacional, coloca a la industria tolimense con la más baja proporción frente a comercio y servicios.

La microempresa genera en el Tolima el 60 por ciento del empleo frente a un 50 por ciento a nivel nacional y junto con la pequeña la relación todavía es crítica: 77 frente a 66 por ciento. Comparando con el año 1990, la ocupación se mantiene constante en un 2,5 por ciento, pero nuevamente gracias a la microempresa. La gran industria sólo genera el 11 por ciento del empleo en el Tolima, mientras que a nivel nacional aporta casi el 20 por ciento. La pequeña empresa aporta en el departamento el 16 por ciento de la ocupación, dos puntos menos que a nivel nacional.

¿A qué se debe este estancamiento y bajo crecimiento de la economía del Tolima? 

A comienzos de los años ochenta, el Tolima tenía una participación en el PIB de 3,6 por ciento, para 1985 era de 3,1 por ciento y en 1990 del 2,7 por ciento. Durante los años 90 se mantuvo en esa proporción, para luego volver a caer en el 2003 a 2,4 por ciento, último dato disponible.

Paradójicamente, en el período que siguió a la tragedia de Armero, contra todos los pronósticos, el departamento no aumentó su participación en el PIB nacional, pese a las exenciones tributarias a la inversión e importación de equipos y apoyo del gobierno central en distintos programas de tipo social. De todas formas, es evidente que de no haberse dado ese proceso de reactivación, la situación hubiese sido peor.

Varios y variados son los factores que explican ese estancamiento de la economía tolimense, dentro de los cuales se deben mencionar factores de tipo estructural.


- Desde comienzos de los años ochenta, la economía tolimense crece a una tasa inferior a la del promedio nacional, con contadas excepciones. Por ejemplo, en la década de los ochenta, mientras la economía nacional creció a tasa promedio de 3,1, el Tolima lo hizo a 2,1 anual. En los años 90, aunque el promedio en el departamento es ligeramente superior al nacional, hubo un desempeño mejor en los departamentos más importantes.

- Las crisis golpean más a los débiles y en las bonanzas ganan más los ricos. En el caso del Tolima esto se evidencia con claridad. Por ejemplo, en el año 1982, en el que la economía colombiana creció alrededor del uno por ciento, el Tolima presentó una caída de casi 9 por ciento en su PIB. Luego la recuperación en la región fue mucho más lenta.

- A finales de los años 90 cuando se registró en el país la peor crisis de la historia, el Tolima fue un gran damnificado: en 1998, el PIB nacional creció 0,6 y en Tolima cayó 2,3. En el 99 el nacional descendió un 4,3 y en Tolima bajó 5,7. En el 2000 cuando se inició la recuperación, a nivel nacional el aumento fue de 3,1 y en el Tolima de 0,9 por ciento.

- La estructura productiva del Tolima parece desventajosa cada día más. El sector agropecuario muestra un predominio muy marcado en el Tolima en su producto: 42 por ciento frente a 22 nacional en los años ochenta; 31 por ciento frente a 15 por ciento en los 90 y 28 por ciento frente a 14 en el 2003. Por el contrario, la industria manufacturera registra lo contrario: 21 por ciento a nivel nacional frente a 15 en el Tolima en los ochenta y 15 frente a 9 por ciento en los noventa.

- El sector industrial en el departamento es muy pequeño, al menos en lo que tiene que ver con el número de establecimientos de importancia: de acuerdo con los datos del censo, sólo hay 5 industrias grandes y 20 medianas, frente a 27 que había a comienzos de los años 90. En Risaralda hay 41 medianas y 12 grandes.

- La industria tolimense se fundamenta en la producción de bienes de consumo no durable (alrededor del 60 por ciento) frente a un 35 por ciento nacional. Los bienes de consumo duradero en el Tolima sólo son el 6 por ciento de la producción frente a un 15 por ciento nacional y los bienes intermedios el 17 por ciento contra un 32 por ciento nacional. Los bienes de capital apenas llegan al 1,0 por ciento frente al 8,0 nacional. La producción de bienes vinculados al transporte es el 0,4 contra un 6,5 nacional. En los términos anteriores, su aporte al valor agregado es muy reducido porque la cadena productiva es muy corta. Esta situación se refleja en la baja generación de empleo   

- En los sectores de comercio y servicios, donde para el caso del Tolima se supera la participación porcentual frente consolidado nacional, la estructura productiva genera muy bajo valor agregado y componentes como la inversión son muy reducidos. Por ejemplo, el 98 por ciento de los establecimientos de comercio en el departamento son microempresas  con 26.444 establecimientos, en tanto que sólo hay 7 grandes.

 

Por una visión del futuro

Desde hace varios años, Ibagué registra la tasa de desempleo más alta del país, llegando incluso a doblar a otras ciudades.

De acuerdo con las cifras del Dane, a diciembre pasado la tasa de desocupación ascendió a 19,9 por ciento frente a 13,1 por ciento del nivel nacional. La tasa de subempleo (o ‘rebusque’, como popularmente se le conoce), llegó a 36,7 en Ibagué, frente a 31,6 por ciento del país. Sin duda que este fenómeno constituye el reto más importante para la ciudad y el departamento hacia el futuro, y tiene sus explicaciones en los factores expuestos.

¿Fue la situación de desempleo en la región siempre crítica como lo es ahora? Definitivamente no. Es evidente que a medida que se ha estancado la actividad productiva, en particular en los sectores industriales y agropecuarios, la ocupación ha empeorado.

Entre 1973 y 1985, el Tolima mostró tasas de ocupación importantes con promedios mejores que a nivel nacional. El personal ocupado pasó de 231.000 a 337.000 durante el período, la Población Económicamente Activa creció 390 por ciento y la ocupación lo hizo a una tasa de 47 por ciento.

La situación cambió en el segundo lustro de los años noventa, cuando comenzó a verse el impacto de la apertura de la economía sobre el sector agropecuario, principal fuente de riqueza de la región. Los casos de café y algodón han sido determinantes en el deterioro en la generación de empleo. En 1997, la tasa de desempleo regional se ubicó en 10,4 por ciento frente a 9,8 por ciento del país y desde ese año se ha mantenido por encima frente al promedio nacional.

Durante la crisis de los noventa y años siguientes, la situación regional empeoró. La pérdida relativa de producción (PIB), las dificultades de la mayoría de las grandes empresas locales en los primeros años del siglo, caso Fibratolima y otras textileras, responden en buena parte por la adversa coyuntura.

La conclusión es triste: no se evidencia un cambio significativo en materia de empleo en el Tolima si la situación de la economía no mejora. Y todo indica que para que ello ocurra, debe haber un cambio en el modelo productivo local.

De acuerdo con el censo del 2005 elaborado por el Dane, la microempresa y la pequeña empresa responden en el Tolima por el 77 por ciento del empleo y del total de plazas, el comercio aporta el 51 por ciento y los servicios el 34 por ciento, para un total de 85 por ciento. La industria sólo contribuye con el 13 por ciento.

En los anteriores términos, cabe preguntarse ¿Cuál es la opción del Tolima para cambiar la situación? La respuesta más fácil es la de moda: exportar. Sin embargo, una evaluación sencilla muestra que la reflexión debe ser más amplia.

De acuerdo con datos de Fedesarrollo, las exportaciones per cápita del Tolima están por debajo del promedio nacional, pues mientras a nivel nacional la exportación por persona es de 349,8 dólares, cada tolimense sólo vende 32,1 dólares, superando apenas a Nariño, Chocó, Meta y Caquetá.31

Otras cifras también son desalentadoras: el comercio exterior del Tolima representa apenas el 1,7 por ciento de su PIB y las ventas originadas en el Tolima a Estados Unidos escasamente significan el 1,5 por ciento del total de las exportaciones de Colombia a ese país, principal mercado para los productos colombianos y con el que está próximo a ponerse en marcha un tratado de libre comercio.

Y para completar el cuadro, la mayoría de productos y sectores en los que Tolima podría tener ventaja competitiva para llegar al mercado norteamericano, no son importados en forma significativa o no hay vocación importadora en ese país, como el caso de tejidos de punto, tejidos de pieles, avicultura procesada, algodón, pulpa, harina de cereales y aceites de oleaginosas.32

No es el del caso entrar a definir qué se debe hacer, pero el debate se puede ampliar en función de varias preguntas:

¿Si Bogotá y Cundinamarca representan el 28 por ciento del PIB nacional, no constituyen esos los principales mercados para un departamento vecino como el Tolima, antes que el comercio exterior?

¿Requiere el Tolima una transformación productiva en su economía dada la pérdida relativa de la competitividad en la agricultura?

Cada día hay una tendencia a entrar al mercado internacional con marcas propias y a nichos muy localizados, lo cual requiere una transformación en la estructura de producción. El Tolima no tiene marcas propias o mejor, muchas de las marcas que un día fueron parte de la identidad local desaparecieron. Los ejemplos están a la vista: Café San Juan, El Trébol, Pastas El dorado, Aceitol, Fibratolima, CFT, Glacial y Ancla, entre otras. Sin embargo, es evidente que muchos de los productos típicos de la región podrían convertirse en marcas importantes a nivel nacional e incluso internacional, como lo fue un día el aguardiente Tapa Roja. Los procesos industriales de la lechona, tamal, quesillos y bizcochos de achira están en mora de ser desarrollados.

La promoción y el desarrollo de muchos de los proyectos debe ser liderado por el sector privado, pero desafortunadamente entidades como la ADT no han estado a la altura de ese compromiso, ni de la idea que un día tuvieron sus fundadores.

¿Qué dirán hoy empresarios como Roberto Mejía Caicedo, Salomón Tovar o los ilustres Alfonso Palacio Rudas, Rafael Parga o los fundadores de la Cámara de Comercio de Ibagué, Alberto Torres, Delio Suárez y Crispín Andrade, del trabajo de la ADT frente al drama social del Tolima y su capital?

Es un debate que las nuevas generaciones de profesionales y empresarios deben hacer para corregir el rumbo y garantizar un mejor futuro para los tolimenses.


BIBLIOGRAFÍA

 

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SALAVARRIETA MARÍN Miguel. Apuntes para la Historia de la Industria Tolimense.

 

1 JARAMILLO, Carlos Eduardo. La ciudad en medio de la guerra. El conflicto civil de los Mil Días en Ibagué. Compendio de Historia de Ibagué. Tomo I. Academia de Historia del Tolima. Pag. 383.

 

2 JARAMILLO, Op. Cit. Pag. 394.

 

3 CUARTAS Coymat Álvaro. Estado Soberano del Tolima. 2003. Pag. 105

4 Aunque hay controversia sobre lo que significó este General para el Tolima, nadie discute que su gestión fue determinante para la recuperación de la región. Coinciden en ello historiadores como Luis Enrique Gómez Casabianca y Augusto Trujillo Muñoz

5 “El furor de las minas de oro crecía en el Tolima; la fiebre llegaba al último extremo. Por otras partes descubrían minas y los cándidos creían que un mero prospecto era una riqueza, sintiéndose millonarios”. Hasta el gobernador Casabianca estaba contaminado de esa idea, al punto que promovió en Ibagué la creación del Club Minero. Referencias en: CLAVIJO Ocampo Hernán. Educación, Política y Modernización en el Tolima. Salesianos Ibagué, Universidad del Tolima. Dic. 2004. Pag. 39       

6 GOMEZ Casabianca Luis Enrique. La Regeneración. Compendio de Historia de Ibagué. (Tomo I). Pag. 369.    

7 La idea de la tranquilidad y calma en la vida de Ibagué, como si en efecto no pasara nada, fue usada luego por los antioqueños como una queja para obtener favores del gobierno central en los primeros años del siglo XX

8 GOMEZ Casabianca. Op. Ct. Pag. 372

9 Son muchos los autores importantes que han estudiado el caso de Ambalema y muchos los textos sobre el tema. Para destacar a Luis Ospina Vásquez, José Antonio Ocampo, Salomón Kalmanovitz y Jesús Antonio Bejarano. A nivel regional se destacan varios, pero quizá quién más aporte ha hecho es Hernán Clavijo Ocampo

10 Ese aire poético y musical parece vigente. Por ejemplo, Líbano alcanzó a ser el principal municipio productor de café en Colombia y su desarrollo estuvo montado sobre el grano pergamino y el casi inexistente desarrollo industrial. Con la crisis del café, su decadencia económica ha sido muy grande.  Importantes exponentes de esa tierra hablan con nostalgia de la situación, pero son orgullosos al hablar de la cantidad de poetas y literatos. Carlos Orlando Pardo, uno de ellos lo dice: “Líbano es el municipio del mundo en donde hay la mayor densidad de poetas y escritores por metro cuadrado”.      

11 GONZALEZ Jorge Luis. “De la Ciudad al Territorio”. Colección Universidad del Tolima 50 años. No. 10. 2006. Pag. 102.

12 CLAVIJO Ocampo Hernán. Formación Histórica de las Elites Locales en el Tolima. Tomo I y II. Biblioteca Banco Popular. Investigación patrocinada por la Universidad del Tolima. 1993. González Jorge Luis. Op. Cit.

13 KALMANOVITZ Salomón. Economía y Nación. Grupo Editorial Norma 2003. Pag. 231.

14 CLAVIJO. Educación, política y modernización en el Tolima. Op. Cit. Pag. 46.

15 OSPINA Vásquez Luis. Industria y Protección en Colombia 1810-1930. Editorial Oveja Negra. 1974. Pág. 392 y siguientes.

16 SALAVARRIETA Marín Miguel. Apuntes para la historia de la industria tolimense, una detallada recopilación de datos estadísticos acerca de las empresas y empresarios del Tolima.

17 RAMOS GÓMEZ Oscar Gerardo. Pajonales en la Historia de la Cultura Empresarial del Tolima. Organización Pajonales, cuya introducción es hecha por el gerente de la empresa Luis Fernando Murgueitio. Año 2.000.

18 GUTIÉRREZ Jorge Alfonso. Historia del Desarrollo Industrial de Ibagué, en Compendio de Historia de Ibagué. (Tomo II). Pag. 384.

19 Las principales medidas adoptadas estaban contenidas en el Decreto legislativo 3830 de 1985 y 2306 de 1986, expedidos antes de la Ley 44 de diciembre de 1987 y en el Decreto 78 de 1988, que incluyó a Ibagué

20 La ADT, creada en 1964, para promover el desarrollo regional, tuvo una influencia marginal frente a la tragedia en las decisiones del gobierno nacional. Los resultados lo demuestran así, comenzando por el mismo nombramiento del director de Resurgir, el constructor Pedro Gómez Borrero. Con esos resultados, no se entiende que haya evaluaciones que muestran “la gran tarea” de la ADT en la tragedia. Más protagonista fue la Cámara de Comercio de Ibagué

21 CAMPOS Martínez Álvaro Augusto. “Ensayos sobre economía regional”. Banco de la República. 2004. Pag. 20.

22 La historia deberá hacer la evaluación del trabajo de coordinación y promoción del desarrollo con motivo de la tragedia, en particular del trabajo de organismos como la ADT.

23 CAMPOS Martínez Op. Cit. Pag. 23.

24 CAMPOS Martínez. Op. Cit. Pag. 23. Hace referencia a la evaluación hecha por la ADT  sobre los resultados empresariales de los estímulos tributarios oficiales.

25 SALAVARRIETA, Op. Cit. y GONZALEZ Jorge A. Historia del Desarrollo Industrial de Ibagué. Op. Cit.

26 Departamento Nacional de Planeación. La Revolución Pacífica. Plan de Desarrollo Económico y Social 1990-1994.

27 Semanario Tolima 7 días y diario Nuevo Día, periódicos creados a comienzos de los años noventa por Casa Editorial El Tiempo y el grupo de Alejandro Galvis, respectivamente. Este último con participación de inversionistas locales, que gradualmente han marchitado su participación

28 REINA Mauricio. TLC: llegó la hora de enfrentar el reto. Conferencia en Ibagué Junio 15 de 2006. Reina es uno de los más estudiosos de lo que puede representar para Colombia el  TLC con Estados Unidos.

29 Arroz. Publicación de la Federación Nacional de Arroceros, con motivo de los 45 años de creada. El gerente de Fedearroz es el tolimense, Rafael Hernández Lozano.

30 Los datos fueron desagregados en un estudio promovido por la Corporación para el Desarrollo de las Microempresas. Plan de Desarrollo Microempresarial del Tolima. 2006.

31 REINA Mauricio. Conferencia citada.

32 REINA Mauricio. Conferencia citada.

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