HUMBERTO GRANADOSESPITIA

 

E1 8 de noviembre de 1993, el mundo científico se sorprendió agradablemente al ver en la gaceta de la Universidad Nacional de México, UNAM, la noticia sobre la creación del Neotomodón, un nuevo animal de laboratorio que se ofrecía a la ciencia biomédica internacional, hallazgo tanto más notable por cuanto, en 65 años, sólo dos especies de roedores para la experimentación se han agregado a las existentes. El ratón de volcanes, que la revista de la capital azteca presentaba como el primer descubrimiento de un país envía de desarrollo y que entra a ser parte fundamental de estudio en los campos de la biología, la fisiología, la patología y la medicina experimental, se debía a un consagrado tolimense.

El periodista e investigador Camilo Pérez Salamanca, rastreador incansable de archivos y curiosidades, probó con numerosos documentos la importancia de los aportes a la ciencia mundial de Granados Espitia. Este exprofesor de la Universidad del Tolima, cofundador de la Asociación de Profesores Universitarios (ASPU) a nivel nacional y fundador de su seccional en el Tolima, que por un tiempo lideró, fue igualmente miembro de la Academia Mexicana de Investigación Científica y estableció, tras veinte años de búsqueda y con base en los requerimientos de los organismos especializados, que el ratón de los volcanes, Neotomodón alstoni alstoni, Merriam 1898 Cepa GFC-UNAM, posee características específicas para declarársele como nuevo animal de laboratorio a nivel internacional.

Antes de la segunda guerra mundial existía ya el Comité Internacional sobre nomenclatura de animales de laboratorio, el cual exigía requisitos claros y precisos para proponer un animal nuevo como modelo de experimentación. Sin embargo, tras sentar estas bases, desapareció el mencionado comité y sobrevino una completa anarquía al respecto. Para terminar con tal caos, el Institute for Laboratory Animal Resources (ILAR) de Estados Unidos y el International Committee for Laboratory Animal Sciencie (ICLAS), establecieron en la posguerra nuevos comités para dicha nomenclatura, los que han publicado un sistema internacional estandarizado de la misma a nivel exogámico para dichas especies.

Granados Espitia, jefe del laboratorio de biología animal experimental de la facultad de ciencias, realizó su trabajo en colaboración con la profesional Juanita Luis, el zootecnista Agustín Carmona y las biólogas Isabel Antúnez y Teresa Arenas, estudio que a disposición de la ciencia biomédica es una importante arma en la lucha del hombre por mejorar la salud humana.

El científico, oriundo de Rovira, se convirtió en el fundador de la cátedra de biología y técnica de animales de laboratorio y fue discípulo y colaborador del danés Henrik Dam, premio Nobel y descubridor de la vitamina K, tan útil en la coagulación de la sangre. Con la aureola de haber pertenecido a ese equipo, obtener doctorados en Dinamarca y Suecia y trabajar como docente en varias universidades de Estados Unidos, regresó a Colombia. Se vinculó entonces como profesor a la Universidad del Tolima y jalonó un trabajo sobre las ostras de agua dulce en Piedras y otros lugares del departamento, así como en Huila y Caldas, cuyas conclusiones servirían de base a personalidades como Alberto Mendoza Morales para continuar el trabajo en este campo.

De otra parte, descubrió un enorme fósil en su tierra natal, Rovira, y gracias a sus contactos internacionales, la seriedad de sus conceptos y su prestigio, numerosos científicos del mundo, entre ellos varios franceses, se desplazaron de inmediato al lugar. Sin embargo, la investigación tropezó, por los años de 1964, con múltiples obstáculos porque los dueños del lugar pensaron que se trataba de entierros de oro dejados por primitivos pobladores indígenas. Este tipo de incomprensiones terminaron por aburrirlo y a ellas se sumaron las no por veladas menos directas persecusiones que sufrió por parte de las directivas de la universidad en Ibagué, donde permaneció por espacio de cinco años.

Humberto Granados Espitia no se conformaba con su actividad en el laboratorio de física, sino que incursionaba en la labor política de manera amplia y radical. En sus clases magistrales, que llamaban la atención de todos por su aparente excentricidad, lo que le valió ser calificado de loco, orientaba con lucidez sobre qué era un científico y lo que ello significaba para el mundo, pero también se explayaba en ideas sobre la organización del profesorado en todos sus aspectos.

El pintor Edilberto Calderón, entonces joven profesional egresado de la Universidad Nacional, perteneció al selecto grupo de sus amigos personales y lo evoca llegando a clase con sombrero de corcho, vestido caqui y botas pantaneras. De pronto, durante los cinco años aproximados que residió en Ibagué, aparecía en esta indumentaria arrastrando una enorme babilla del río Magdalena. Calderón señala, no obstante, que tal conducta no pretendía llamar la atención y que el extraño atuendo con que solía vestirse obedecía a razones de comodidad.

Con su habla en ocasiones atropellada sabía orientar con convicción y al enseñar la razón de ser de la universidad encarnaba al líder ágil y visionario que llevaba a clase resoluciones y acuerdos para someterlos a discusión con sus alumnos. Dueño de una enorme capacidad de trabajo, su intensa actividad investigativa y académica no le quitó el deseo de visitar con frecuencia cantinas y prostíbulos. Se acostaba invariablemente a las tres de la mañana pero a las siete estaba ya en el laboratorio.

Tal conducta despertó el recelo provinciano de sus colegas. Varios rectores quisieron sacarlo alegando problemas de moral, aduciendo que no era correcta la forma de orientar sus clases y atacando el hecho de que en ellas hiciera intervenir su posición política. A este respecto mostraban como antecedente peligroso su permanencia en La Habana, tras el triunfo de la revolución cubana, donde, en efecto, prestó durante varios meses su concurso científico a la universidad.

Amigo cercano del optómetra y urbanizador Carlos Mazuera, logró que buen número de profesores universitarios como Miguel Ospina y Jesús Niño Botía, entre otros, se motivaran para adquirir vivienda propia en la entonces recién construida urbanización de La Macarena. Con el padre Libardo Jaramillo Aristizabal, uno de los mejores profesores que ha tenido la universidad a lo largo de su historia, reía y conversaba sobre todos los temas, amistad que les valió ser llamados la cruz y el diablo .

El ya jubilado titular y profesor emérito de la UNAM, que sigue allí a pedido de las directivas, no ha dejado de trabajar. Por ahora, disfruta del hallazgo de un roedor que presenta una gran facilidad de adaptación permanente a las condiciones de cautiverio en el laboratorio, gran capacidad reproductiva, longevidad prolongada y una notable resistencia a las enfermedades propias de los roedores en el bioterio convencional. Todo esto, sumado a su sorprendente docilidad desde que se le captura en su hábitat natural, hacen concluir que el Neotomodón es un modelo de singular importancia para investigaciones sobre neurofisiología y comportamiento.

Humberto Granados Espitia, miembro del sistema nacional de investigadores en México, demuestra una vez más al mundo que el concepto negativo sobre la rata o el ratón se basa únicamente en los perjuicios que causan al hombre y se ignora su papel decisivo como animal de experimentación e investigación en beneficio de la salud humana y de la zootecnia. Su logro es el resultado de largas tareas desde cuando llegó a México en 1972, contratado por la Facultad de Medicina de la UNAM, con el reto de enfrentar la ciencia biomédica internacional frente a los ratones, especialidad investigativa que empezó treinta años antes, en 1942, en la Universidad de Róchester.

De este modo, el profesor de la Universidad del Tolima cuya conducta escandalizaba a sus directivos, es hoy por hoy una de las figuras científicas más importantes en la ciencia del mundo entero. Su triunfo y el de sus colaboradores no fue, en cambio, desaprovechado por la Universidad Nacional de México (UNAM) en cuya gaceta oficial la noticia se publicó con gran despliegue y el país azteca se atribuyó para sí, sin beneficio de inventario, la autoría del hecho: MÉXICO Y LA UNAM OFRECEN ALA CIENCIA BIOMÉDICA INTERNACIONAL, reza el titular y en la información respectiva señala que "nuestra nación es el primer país en vías de desarrollo que descubre una nueva especie".

Pero si bien su trabajo se adelantó en la UNAM, no es menos cierto que fue bajo la dirección del colombiano en el Laboratorio de Biología Animal que se llegó al trascendental suceso. Ahora, Granados Espitia, el ratón no de biblioteca sino de laboratorio, sonreirá con malicia de roedor cuando recuerda los tiempos en que llegaba con sombrero de corcho y botas pantaneras arrastrando una gigantesca babilla a la Universidad del Tolima.

Sólo en 1906, el fisiólogo nortemericano Henry H. Donaldson creó la cepa de rata blanca, el animal de laboratorio más usado desde entonces a nivel internacional. A partir de esa fecha, los roedores de laboratorio han contribuido, mediante aisladores estériles para el nacimiento y mantenimiento de los mismos, a uno de los avances más importantes en toda la historia de la biología animal experimental: la producción de animales libres de gérmenes o animales axénicos.