MAS DE NOCHE YOTRAS APARICIONES

 

Por qué uno siempre desea encontrar seres diferentes a las constantes apariciones y sueños que hacen posible el continuar otro instante de vida, enfrascarnos en un remolino de viento hasta perder la referencia del lugar y volver a sentir el enorme vacío que ha venido existiendo desde todos los tiempos, siendo esta una de las más sucias épocas y tal vez la menos respirable. Conocer y desconocer a los seres vivientes, llegar a hacerlo a través de pequeños frasquitos e infundirles un cerebro de acuerdo a las conveniencias, es de otra manera un infanticidio, es como violar la parte más sagrada del ser y luego marcar sus sueños y despertarles, arrancarles el propio impulso y luego contemplar cómo los pequeños monstruos van creciendo sin reconocer padres verdaderos, sin sentimientos ni voluntad, ajenos a los problemas del mundo y mucho menos se puede esperar un ser fuera de serie, cada uno marcado con su profesión y es esta la forma más práctica de evitar en un futuro los rebeldes sin causa.

Entonces, uno que está fuera de todo esto tiene que temer por su vida y cada despertar está envuelto en una bruma gris que paraliza los nervios y el pesado aire no termina de caer. Es como si en aquellos momentos estuviésemos siendo paridos, y aún nos encontráramos en el final, atrapados en un conducto sin salida y vienen los recuerdos de otras tantas vidas con sus muertes, porque el espíritu del nuevo cuerpo aún está sin terminar de abandonar al moribundo. Es un contínuo girar de cientos de siglos, un juego de miles de millones de apuestas, una eterna subasta que nunca termina de vender a los infinitos vivientes. Así el cuerpo haya sido sepultado en las profundidades del mar, hay otra vida que nos espera en este u otro mundo, otro período marcado por un ser fatídico que nos maneja como quiere, al igual que cualquier director en la escena o escritor sobre su máquina, mientras tanto ellos disfrutarán de la payasada o genio creado, brindarán como el hombre con sus sonrisas disfrazadas por la estupenda creación y sus copas cuadradas terminadas en punta volverán a llenarse del aire embriagante del lugar.

Estos y otros tantos temores son los que van creciendo, cuando las luces de la ciudad comienzan a apagarse y sólo el ruido motorizado de la noche nos impide escuchar lo que se encuentra al otro lado del silencio. Aquella algarabía de seres colgantes en el Paraíso de los Ahorcados, y el cadalso que no para de funcionar y amenaza con cerrarse definitivamente, la soga al cuello que a cada segundo se va marcando más y más espera el menor movimiento para llegar al punto final. Creo que el tiempo trascurrido desde el momento en que me acosté, se ha convertido en siglos desesperantes, intento moverme pero ninguno de los músculos quiere responder, parece como si una camisa invisible de fuerza intentara triturarme, o uno brazos enormes se fueran cerrando cual tentáculos devoradores. Quiero gritar, pero de la garganta salada y seca escasamente sale un débil suspiro ahogado, que por fortuna llega a tiempo para auxiliar y desterrar la oculta niebla del terror. Vuelvo a intentar entonces el movimiento de cualquier parte del cuerpo, escucho voces cercanas invitando a cruzar aquel punto lejano y contra mi voluntad soy arrastrado al lugar de la sombra en donde ya nada existe, pero de mi interior nace otra serie de fuerzas que luchan por arrancarme de aquel laberinto, en una batalla intestinal cuyo campo de acción es mi reducido cerebro. Vuelvo a sentir –eso creo- , y las manos tiemblan. Intento moverlas pero en estos momentos el cerebro no tiene suficiente dominio sobre el resto del cuerpo y las manos continúan inmóviles como pesadas barras de acero sujetas al cuerpo. Una extraña sensación de abandono logra hacer surgir –lo siento- un escandaloso ronquido con el que intento despertar a medio mundo nocturno. Trato en lo posible de llamar la atención a los enfermos de insomnio, deseo volver a la luz oscura y esperar a que llegue el verdadero sueño. Pero aquí no se queda todo, las sorpresas continúan, ese débil ronquido que me pareció emitir y escuchar, era ajeno a mí y en estos momentos no podría asegurar si estaba en el cuarto, lo cierto es que las manos seguían sin responder y era inútil intentarlo con otra parte del cuerpo. Estaba allí suspendido en la noche, abandonado a cualquier suerte. Había llegado a ese montón indefinible de la desesperanza del que hablaba algún apóstol menor, cuando ya la vida pierde su atractivo y la muerte invade los sentidos. Sin embargo, ese mínimo instinto de conservación me hace pensar que aún no estoy listo para el empaque, y que debo intentar por todos los medios un primer movimiento. Luego será más fácil con el resto del cuerpo y nuevamente la duda revuelve los pocos segundos de tiempo que se tienen para pensar. ¿Quién puede decidir el momento de tirarse al cajón sin inventar un suicidio?, entregar la figura al descanso eterno y al banquete de los gusanos que están a la espera de poder florecer e iniciar el asqueante rito del polvo eres y en polvo te has de convertir. Insisto, volveré a intentar un movimiento, pero ya no con la mano ni la cabeza que antes había procurado levantar. Ahora lo haré con la cintura o tal vez los pies, si es posible para que a través de los dedos pueda dar impulso al resto de la pierna. Primero moveré el dedo gordo del pie y si no puedo lo volveré a intentar pero con el meñique. Lo tiraré para un lado y luego para el otro, haré que suba y baje, lo retorceré sobre su eje y poco a poco iré dando movimientos al resto de los dedos. Nada. Es como si estuviera muerto o sometido contra mi voluntad a aquel cuerpo que responde a mi nombre, y una especie de escalofrío lo recorre. Siento las mantas tibias cubriéndome pero la sensación de frío crece, penetra hasta los huesos. Trato de envolverme para entrar en calor y despertar, salir de aquella prisión de rasgos penumbrosos, una especie de mujer en celo que no puede dormir mientras su hombre no se encuentre acostado, o un hombre desesperado ante el deseo de una suave caricia y un cuerpo que corresponda a su sed animal, pero es la nobleza urbana la que le impide sobrepasar los límites establecidos sabiendo que con seguridad encontrará respuestas a sus deseos.

De pronto algún sonido lejano nos hace creer estar despiertos y vemos el primer conocido. Quisiera llegar hasta él, abrazarlo por su oportuna aparición y comienza el interminable caminar y cada vez el hombre está a una distancia mayor. Parece que sus movimientos nos retrasan aún más y llega un momento en que se hace inalcanzable, es como un oasis que aparece en el desierto con una fuente de agua cristalina que se eleva sobre su centro, y la lengua pastosa se agarrota en la boca, la sed crece de manera salvaje, es cuando nos arrojamos llevados por el delirio en la arena tragando por manotadas. Caemos al abismo sin terminar de caer, nuestro brazos siguen ausentes, y los pasos de alguien que se acerca nos pone alerta ante este nuevo visitante. Hablo con el recién llegado del que escasamente recuerdo su cara, tal vez algún viejo conocido pero no sé de dónde, lo cierto es que sin saber por qué presiento que él tiene algo que ver con mi inmovilidad. Quiero salir corriendo pues el personaje me asusta, no es de fiar y viene el desespero, una lucha abierta que tendré que ganar, de lo contrario será mi desgastado cuerpo el que muera y quede petrificado en esta pesadilla. No puede ser –piensa uno- es imposible saber que sin causa alguna y vaya a saber por qué razón, el cuerpo se pueda quedar ahí, tieso y congelado. Es para cagarse del susto. El terror una vez más nos invade, intentamos gritar y oímos el grito pero nadie escucha, el cerebro trabaja con mayor intensidad, y cada vez se pierden más las esperanzas, aquel cuerpo ya no me pertenece. Muy en el fondo subsisten deseos controlados de terminar para siempre de abandonar el cuerpo, y por un momento comienza a ganar terreno, elimina los elementos humanos que le diferencian del animal y le hace sentir superior, cuando mantiene las mismas costumbres de comer y dormir para luego volver a tragarse sus propias miserias.

Es posible que esta sea una buena causa, tal vez la más noble que haya reconocido en mí, y es por eso que quiero eliminar ese otro lado servil digno de desprecio. Por ese motivo y no por otros, se le puede dar la razón a los suicidas, están agotados de tener que arrastrarse por unas cuantas monedas, y la otra parte que se mantiene digna les impide continuar con este juego de andar creando trampolines para escapar a la hora definitiva en que los sueños se vuelven al vacío y una corriente de realidad los arrastra y confunde en la niebla despojándolos de identidad en una vida y la otra.

Puedo decir que en estos momentos de sueños reales, rechazo el terrible tesoro de la muerte, deseo despertar, escapar de aquella fuerza invisible e indestructible, volver a recuperar los movimientos y si es preciso eliminar en lo posible el maravilloso sueño. Intentaré nuevamente el movimiento del dedo pequeño, lo siento enroscado, relajado como el resto del pie, y una pereza plácida le impide obedecer a las contínuas órdenes de urgencia, parece que poco le importara la vida o estuviera ausente de ella. El se sentía muy bien, no percibía ningún peligro, además que si lo pusieron ahí fue para cualquier cosa menos como servicio de alarma, y realmente siendo objetivos, el aparato al que pertenece es igual que un cuerpo de bomberos que arman el escándalo y hacen resonar sus sirenas, así la misión sea simplemente abrir una ventana o puerta cerrada. Sí, es eso lo que pasa, seguro que si despierta al ser aquel, lo único que va a conseguir será soportarlo otros minutos más, o tal vez horas caminando de un lado para otro, y luego en la mañana continuar soportando su peso prácticamente sin descanso, es decir, peor que una sirvienta, pues por lo menos a ellas les dan sus horas de dormir, además de haber corrido con la peor de las suertes como es la de ser el ser más arrinconado del universo del zapato, una vida arrastrada de la que sólo quedan callos, y total qué importa un día más o menos para este miserable. Intenta recogerse un poco más en esta libertad reprimida y momentánea pues siente frío, y sin querer llama la atención del dedo siguiente y este del resto del pie y viene el movimiento completo. Cada uno de los dedos se mueve por su lado, luego es el pie que gira sobre el tobillo intentando despertar el resto de la pierna que se dobla a la altura de la rodilla. Es muy interesante esta cierta independencia de cada una de las partes, es como si sus futuros gusanos cobraran vida en los tiempos del sueño e intentaran apoderarse de aquellos que les pertenece, y en el fondo la pierna también se siente cansada y parece decidida a terminar, o mejor decir que está aburrida de soportar el peso del cuerpo, pero sabe muy bien que de mí depende su existencia, que su poder es muy limitado y que decide a último momento no abandonarme en este tramo difícil. Da aviso a la otra pierna y ahora las dos se contraen entre sí, y la pierna despierta –no la confunda- al ver que la otra no responde en su totalidad, golpea fuertemente a la altura de las espinillas y esta se dobla con dificultad al no lograr despertar del todo al muslo que se encuentra en su cuarto sueño. El movimiento le sirve de arrullo y apenas responde al llamado, se siente las partes encogidas del cuerpo, junto con las caderas, y la cara de su belleza plástica depende del futuro del ser que se mantienen, por esta razón se pelean uno al otro desgastando pantalones, a ver quién llama más la atención. Casi siempre termina gustando más uno de los dos y es por esta razón que se desvelan tratando de servir con mayor eficacia, y como buenos gemelos terminan dependiendo el uno del otro, (es bueno sugerir una recomendación) lo mejor es mantener las piernas separadas, sea hombre o mujer, pues se corre el riesgo de un ataque desprevenido y hacerse daño y espero que no sea necesario mencionar las alarmas rojas. A esta alturas he logrado mover parte de las piernas, la rodilla (es necesario decirle que es la parte más flexible- no se hace esperar, se dobla e intenta el primer golpe bajo, la respuesta llega de inmediato y un nuevo impacto las coloca a la misma altura, el movimiento sigue creciendo debajo de las mantas –eso parece, los muslos se aferran a las rodillas y toman una posición angular con respecto al resto durmiente. El movimiento es bastante fuerte y un brusco pinchazo se clava en las caderas. Por un momento el cuerpo no sabe cómo reaccionar, se enrosca sobre sí mismo, vuelve a estirarse y es cuando vuelvo a sentir un movimiento, las manos se lanzan con todo sobre la garganta, el pecho se levanta, toma y vota aire como un fuelle, la cabeza se mueve de un lado a otro intentando liberarse de ese algo que le rodea, y una maraña espesa y gris impide abrir los ojos. Es como si estuviera en el centro de un lago lleno de algas, me hundiera y volviera a salir con el pelo mojado tapándome los ojos. Intento gritar nuevamente a ver si alguien me escucha pero de mi boca escasamente se escapa un gesto.

Uno nuevo impulso y puedo levantar parte el tronco, ahora la cabeza ha quedado doblada sobre la almohada y si con esto no despierta, es que definitivamente estamos condenados al desnuque. El peso del cuerpo recae sobre ella y las piernas, es posible que también las piernas quisieran levantarse, y ¡ay! Sí, lo mejor es no pensarlo. Es como un ataque epiléptico sin babasa y la cabeza se mantiene petrificada, vuelve a lograr el control del cuerpo, sin embargo, algo le impide desarrollar sus propios movimientos. El cuerpo cae con todo su peso, la respiración tiende a normalizarse y los primeros pasos del despertar llegan con sobresalto.

Abro los ojos y un sudor frío cubre la frente, cae sobre las mejillas y vuelvo a desesperarme con el calor de las mantas que me asfixia, siento algo pegajoso debajo del cuerpo y vuelve el terror, de un manotazo destapo la cara para respirar libremente.

La noche se mueve, es un murmullo sepulcral acompañado del sonido acosante de algún motor en marcha. Es este el nuevo silencio que cubre la niebla de la ciudad, me volteo contra la pared e intento pensar, tengo miedo a volver a pescar el sueño, cambio de posición una y otra vez intentando buscar sitio para las manos, poder acomodarlas de tal manera que no queden aprisionadas. Recuerdo muy bien los hechos del auto-intento de muerte por asfixia que casi consigo y esta vez si vuelvo a dejarme llevar en el tétrico expreso me será muy difícil volver a despertar, no importa amanecer con los ojos abiertos como lámparas que se resisten a la luz del día y seguir dando vueltas como un pollo que se va haciendo a la abrasa, con tal de conseguir el verdadero sueño. Cierro los ojos y quiero imaginarme la clásica historia de la manada de ovejas, las veo sobre un monte y el pastor las guía, de pronto él salta, toca la flauta para llamarla y unas comienzan a cruzar la quebrada, alcanzo a contar hasta diez y continúo la remuneración cinco números más, pero ya ha desaparecido de mi mente al pensar en otra cosa que luego tampoco recuerdo. Creo que comienzo a divagar sobre las gentes, en lo que voy a hacer o decir al día siguiente a ciertas personas, hago planes desmesurados con ideas catastróficas y llega un momento en que no puedo continuar, quiero reírme de tan tremenda ilusión, restablezco el diálogo y me imagino respuestas dadas sobre lo que pienso voy a decir, pero tampoco puedo continuar al pensar que con seguridad la conversación se encausará por otras vertientes.

Hace más de una hora que giro y giro sobre el duro colchón y los resortes de la cama no paran de chirriar. Mantengo los ojos cerrados e intento conciliar el sueño, pero surgen nuevos pensamientos e imágenes, ideas absurdas e irrealizables viajes, y cuando no es esto, es el volver intentar a explicarme lo que está andando mal con esto de dormir y tener que despertar casi al borde de la muerte, perseguido y acosado como un perro ladrador en la iglesia. Parece una contradicción esto de querer y no querer llegar al sueño, pero tan sólo se puede comprender si se vive la misma situación y esto es demasiado tortuoso, es un prolongado sufrimiento que al igual que la tortura, puede llegar a enloquecernos, y cuando menos lo pensamos estamos metidos en el sueño y monstruos sin cabeza cubren la pantalla óptica, vuelve el terror, la angustia y terminamos por ceder a un sueño a plazos, si se le puede llamar sueño a esta manera de dormir.

Trato de mantener la mente en blanco y estar despierto con los ojos cerrados, pero en aquella oscuridad comienzo a descubrir sombras y formas de seres indescriptibles que intentan atraparme, y me obligan a abrir los ojos buscando mi única defensa distante de la luz.

Escucho el tic tac sin tiempo del reloj, miro la hora, ya falta muy poco para que los primeros rayos del sol destapen el horizonte. Es esta una noche cualquiera y las primeras puertas comienzan a sonar, el canto de los gallos se destaca al murmullo de la ciudad y a esta hora siempre me da por pensar que soy el único ser solitario de este medio mundo en tinieblas que mira a través de la ventana, que conoce el horario de los felices durmientes y ve como se van apagando las luces de la ciudad.

Una vez más y antes de que los primeros rayos de luz golpeen en los cristales, intentaré dormir, pues por suerte o desgracia no soy uno de los millones de madrugadores que a esta hora se levantan, le madrugan al sol, y cuando este aparece ya están en la fábrica dispuestos a continuar el duro trabajo de todos los días. Las primeras caricias refrescan mi cuerpo tenso, ya no es necesario el seguir contando ovejas, ni letras, no hay amigos, nada, todo es un sueño que ha pasado.



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