SOBRE LAS NOVELAS DE JERÓNIMO GERLEIN

 

Por: Carlos Orlando Pardo

 

Con Las nietas del tejedor, libro de ciento treinta y nueve páginas divididas en nueve fragmentos titulados, el autor, nacido en Cali en 1949, pero vinculado por muchos años a la docencia en el Tolima, ingresa al mundo de la literatura con personajes juveniles y fantásticos. Jerónimo Gerlein es el seudónimo literario de Julio César Espinosa.

El secuestro es la narración de un muñeco de ojos de vidrio y pelo negro llamado Tomy, cuyas dueñas, Lady Di y Ranita, dos niñas sorprendidas ante el aviso de su osito Draxor que ha sido raptado, deciden pedir ayuda a su hermana Auris, un poco mayor que ellas. Si bien es cierto las voces a manera de coro griego van relatando la historia, es la última quien detalla los incidentes de la narración. Draxor las conduce hasta el río Magdalena y allí les pide que se dejen guiar por Walditrudes, el perro de las niñas. Al fondo existe un paisaje fantástico que va mezclando personajes míticos o de leyenda del Tolima, inclusive lugares geográficos turísticos como charco del Poira; el paso de la barca y El cerro de Pacandé. No falta aquí el hallazgo de un cofre azul de nácar que las asusta, porque de allí salen esferas amarillas que se convierten en una canoa de cristal manejada por un boga enano y La Estrella del río calmado, que le otorga el don de hablar al muñeco Tomy, al tiempo que les revela quiénes han sido sus secuestradores, “El movimiento pro-enrojecimiento de las aguas del río Magdalena”.

El abuelo y el río, segundo fragmento, se abre con un alegato del viejo por el color del río Magdalena, quien insiste en que el color debe ser azul y no el rojo del movimiento o el amarillo que solicitan otros. Los terroristas envían a las niñas el cuerpo mutilado de Tomy y ellas, doloridas, le piden a Estrella del río calmado que lo salve. Para cumplirles, en su canoa de cristal se desplaza hasta la Ciudad del Cabo, en el Africa, adonde arriba luego de vicisitudes y tormentas. Sólo Randolph, un parasicólogo malo pudo haber cometido el desgarramiento del muñeco, pero Estrella, con oraciones, magnetismo y algunas yerbas en un conjuro, busca volverlo a la vida, resultando infructuosa su tarea porque deben reunirse las otras partes de su cuerpo para resucitarlo.

Los elementos dispersos terminan siendo un juego que arma Lady Di, imaginando dónde podrían estar las otras partes del cuerpo de Tomy. En pequeñas crónicas especula sobre el paradero del pie izquierdo, el derecho o la boca y se advierte al final que todo es divertimento en la clase. El maestro ubica el corazón y plantea el debate sobre el color del río, esbozando valores como el amor y la paciencia, en especial. Concluye con la voz de Ranita, una de las niñas, en la exaltación de las virtudes de su educador.

El espanto es el deseo de las niñas que han adquirido el sarampión y se encuentran en cuarentena, desde la cual invocan el alma de Tomy y tratan de averiguar qué pasa en el más allá. Walditrudes, el perro que las acompaña, les señala que para ir a esos lugares deben untarse lagañas de perro, conduciéndolas así al lugar donde habitan esas almas, una selva que les produce miedo y les despierta el anhelo de volver a la casa.

El tejedor de redes para pescadores, un tejedor de destinos, igualmente, es el abuelo Baudilio. Le advierte a lady Di que él teje el destino de sus nietas, pero asustada se unta lagañas de perro para ver su futuro y lo que se le revela es la de una mujer con bastantes problemas personales, con lo que las espanta, pero les explica que cada quién es hacedor de su destino y que cuenten con su apoyo para toda la vida.

El principio del fin establece un paralelo entre Randolph, el parasicólogo malo y Estrella del mar, maga que busca hacer el bien. Para regresar a su misión, resucitar al osito, requiere perfume de las tres flores de Besotunia, hierba de enamorados y flores de Colombia que hacen olvidar el odio.

El choque de sueños describe la pesadilla de Ranita con cantidad innumerable de relojes, objetos de hierro y fuego que por fin se extingue cuando ella despierta.

En Desembarco en el infierno surgen El Mohan, La Patasola, y La Madremonte, pero como seres humanos con otros nombres y, hasta Cantalicio Rojas. Los ancianos de Talagaima describen el camino de la quebrada de los muertos que deben seguir Lady Di y las otras niñas, tropezándose con varios Cantalicios, quienes representan para el lector las obras musicales de este destacado compositor y maestro. Están finalmente en el infierno y se tropiezan con un tahur, la representación del azar y lo que no deben hacer y hombres pequeños que están en la no memoria, en el definitivo olvido. Tras los obstáculos, Tomy es resucitado como se tenía previsto.

La transposición de elementos reales que devienen en fábula a través de un lenguaje sencillo, el designarle nombres de seres a los mitos y leyendas del Tolima, en particular, la presencia de un compositor como Cantalicio, el reflejar un discurso de valores morales que provocan elección por lo mejor para los niños, el simbolismo que maneja con los colores de la bandera, crean un divertimento y una aventura con moralejas prácticas que revelan la imaginación y el cuidado de un autor por organizar una historia con buen material verbal e imaginativo.