GARZÓN Y TORRADO

Diez años después de su conformación en el mes de noviembre de 1987, el dueto Garzón y Torrado mantiene aún la consigna que los alentó desde los primeros días al unirse musicalmente: afirmar la identidad nacional a través del trabajo artístico.

Garzón y Torrado es uno de los duetos más respetados e importantes a la hora de hacer la reconstrucción del itinerario de la música tradicional colombiana a través de sus intérpretes.

Carlos Ramón Garzón Durán, hijo del respetado maestro Darío Garzón, con quien aprendió las primeras notas y el amor por la música, aunque nació en Bogotá el 21 de febrero de 1961, creció en la ciudad de Ibagué, rodeado de un ambiente musical que desde entonces caló en su alma. Bachiller del colegio San Luis Gonzaga, Garzón Durán recuerda que aprendió de su hermano Darío las primeras notas en el tiple y la primera canción que, muchas veces, escuchó a escondidas interpretar a su padre en la sala de su casa: Al Sur.

Administrador de empresas vinculado al sector de los seguros, Garzón adelantó estudios musicales durante 11 años en el Conservatorio de Música del Tolima e hizo parte de las masas corales del mismo.

Wilfrido Torrado Tobón, guitarra y segunda voz, nació en Abrego, Santander, el 7 de febrero de 1947. Ingeniero Agrónomo de la Universidad Nacional de Colombia, donde también adelantó estudios de solfeo, teoría musical, guitarra y tiple, es heredero de una tradición musical invaluable.

Para 1982, fecha en que se conocen, el dueto comenzaría a hacer sus primeros acercamientos en Bogotá. Durante estos años la colaboración del maestro Darío Garzón, marcaría las primeras y, tal vez, definitivas directrices que el grupo aún sostiene.

A aquellos años pertenece la fundación del grupo Evocación que, con el deseo de trabajar la música tradicional colombiana con una buena y pulida orquestación, toma un giro que le permite, desde otras estructuras musicales, adquirir no sólo otra semblanza sino manipular otros sonidos. Bajo la batuta del maestro Jesús Clavijo, Evocación, que incluye instrumentos como viola, violín, piano y contrabajo, acopla durante su proceso de trabajo lo instrumental con lo vocal, sin perder en ningún momento la parte rítmica. Los matices y arreglos de piezas populares tan importantes como Bochica y Bachué, adquirieron bajo su interpretación un aire más libre.

La actividad musical del dueto trasciende al plano de lo pedagógico. La transmisión de su conocimiento musical a través de formas establecidas o no, le permiten a casi quinientos niños de escasos recursos acercarse a la música con la esperanza de encontrar en ella un camino distinto al de la violencia.

La gestión lograda con el esfuerzo del entonces alcalde de la ciudad de Ibagué, Rubén Darío Rodríguez, del concejo municipal, el Fondo Mixto de Cultura y la empresa privada se consolida desde 1993 como una de las tareas músico-pedagógicas más accesibles para niños de la ciudad. Allí, distribuidos en cuatro planteles, se preparan en canto e interpretación del tiple o de la guitarra, al tiempo que les guían en la disciplina de trabajo y les alientan para que a través de su estudio y dedicación comiencen a forjar una identidad regional que les permitan un lugar en el mundo.

Después de tres años de trabajo intenso y de continuos viajes de Bogotá a Ibagué, el grupo fue tomando su nivel y acoplándose. La presentación en el primer homenaje a Garzón y Collazos sería la prueba que el dueto pasaría sin problema alguno. Luego vendrían el auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional de Colombia, la Universidad Javeriana, la San Buenaventura y el auditorio de la biblioteca Luis Ángel Arango, sin olvidar las presentaciones en festivales tan importantes como el del Bambuco en Neiva, el del Folclor en Ibagué o el del Retorno en Acacías, Meta, donde entre 20 grupos llaneros y con una plaza pública que contenía más de 20 mil espectadores, el dueto, después de dos horas de presentación y programado para sólo treinta minutos, abandonó el escenario entre una sola voz, que era la de la plaza entera, vitoreando su nombre.

El regreso, La ibaguereña, El pescador y La verdad, entre otras, son las piezas musicales incluidas en su primer trabajo discográfico titulado La hora del regreso, que bajo la dirección de Armando Velásquez, uno de los mejores pianistas del continente, fue más allá del maquillaje musical que algunos colocan a la música colombiana, profundizando en sus formas a través de una excelente orquestación con chelos, violines, flautas, piano, un corno francés, trompeta con sordina y un bajo.

Con sesenta horas de grabación en los estudios H.N., prensado en Medellín bajo el sello de Fuentes, el disco, por segunda vez, ponía en evidencia que es posible trabajar con nuestro folclor sin desvirtuarlo.

Cada presentación del dueto también lleva su parte didáctica. Ellos no sólo se limitan a interpretar nuestro folclor andino sino que inducen al público por medio de historias que dan testimonio de los ritmos, sus orígenes y compositores, como una manera de consolidar la consigna que nunca los ha abandonado.

Garzón y Torrado que también tienen dentro de su repertorio temas como Si no fuera por ti y Memorias del pasado, composiciones del primero, continúan su labor impulsados por el amor y la responsabilidad, en un trabajo que a pesar de llevar ya diez y siete años, comienza todos los días.