EL DIALOGO DE LOS MUERTOS

POEMA III

 

Magnolia, la hija del panadero Austríaco

se encerró en su convento de lujurias,

violada por la verdad en su inocencia

buscó afanosa su verdad. Su única verdad.

 

Ni Poe en su miseria, ahogado por la

melancolía alcanzó tal angustia.

Pero tú lo sabes. Habitaste su cocina

y preparabas sus vinos.

Mucho del opio lo trajiste del Oriente

para verla sonreir mientras una mañana

frente al sol desangraba sus venas.

 

¡Ay de Magnolia! Murió en su verdad

y era mentira.

 

POEMA X

¿De qué prisión escapaste, leve soplo?

Gracias por visitar mi cementerio.

Toma: Te regalo mi espada, mi caballo de

papel, mis amuletos.

Llévalos contigo, no hay lugar donde no se necesiten.

Mejor tú, que sin vivir hoy vives

meditando entre tiempo, viento y silencio.

Cuando te marches cerraré mi cripta,

para caminar en el olvido de los muertos.

Visitaré el templo de Febo, el monte Ararat

y alguno que otro huerto,

buscaré respuesta a los misterios aunque sé que

no los tengo.

Cuando pase la llovizna de este tiempo

y en las carrileras del pasado crezca el musgo…

Regresaré aquí.

Hablaré contigo, te abrazaré mi pobre Juancho.

El único mortal que le extrajo un triste diálogo

a los muertos…


POEMA NUMERO IV

Agua que resbala en los abismos, refugio

de mis dioses: declaro vencida nuestra estirpe.

Aquí desnuda mi piel quema tus ojos.

Dios Bochica, impotente hacedor de cosmogonías,

dame un consejo.

 

¿Adónde irán mis tubérculos sangrientos?

¿A la montaña, al valle, a la llanura?

En la lejanía todo sucede. Se oyen tambores,

gritos de selva tragándose los hombres.

Desde mi lanza baja un sudor de sangre blanca

que encapricha. Mis dedos se contraen por el

fuego en borbotones.

¿Han existido seres poliformes en las cuevas?

¿A quién debo mi nombre?