JOSÉ LIBARDO FONSECA

José Libardo Fonseca jamás se imaginó que la nostalgia por la patria pesara tanto y que fuera más poderosa que su entusiasmo por entonar una canción frente a sus compañeros del seminario en Canadá. Estaba acompañado por un pianista y seleccionó El bunde Tolimense del maestro Castilla para iniciar su actuación. Sin embargo, al empezar la segunda estrofa, el llanto afloró y no alcanzó a detenerlo, mientras los flemáticos espectadores asistían silenciosos y perplejos a la velada. Interrumpió su presentación para enjugarse las lágrimas y minutos después trató de explicarles que no había podido contener la emoción al interpretar el himno de su lejana tierra, precisamente de la que acababa de recibir noticias amargas, pues el desborde de un río había arrastrado a más de trescientas personas que él sentía como sus familiares, en ese junio de 1959, cuando el Combeima extravió su cauce.

José Libardo Nació en Anzoátegui en el año 1935 y desde sus primeros años de vida se entusiasmó por la música al escuchar El trío Fonseca, agrupación de la que hacían parte sus hermanas mayores. Ellas animaban todas las fiestas del pueblo, como lo registra Liborio Osorio en su libro de memorias sobre el municipio. Esas voces y ese trinar de tiple, guitarra y bandola, hicieron que un adolescente inquieto iniciara el tránsito por los caminos de los diapasones y las cuerdas.

Sus primeros estudios los realiza José Libardo en Anzoátegui, con Carlos Blanco Nassar, un destacado maestro de varias generaciones. Viajó a Ibagué e inició estudios de bachillerato en el Seminario. Siguió estudios de filosofía y en Bogotá cursó inglés y francés, lo que le permitió acceder a una beca para un seminario de Canadá, donde continuó la profundización de sus estudios filosóficos durante dos años, al cabo de los cuales regresó a Ibagué.

Intentó continuar estudios en el seminario para optar por las órdenes sacerdotales, pero el Obispo Duque, quien tenía algunas prevenciones con la formación que se adquiría en Canadá, logró persuadirlo para que no continuara la carrera, entre otras cosas porque él ya era un hombre recorrido. Una vez que renunció a servirle a Dios de tiempo completo, se fue a servirle a los estudiantes del Líbano, como profesor de francés en los colegios de este municipio, que todavía no contaba con el magisterio del profesor Roncancio, otro personaje que entregó gran parte de su vida a la enseñanza del idioma de la diplomacia. En el Líbano también validó sus estudios de bachillerato y viajó a Bogotá a continuar estudios superiores.

Se presentó a la Universidad Nacional cuando no existían las pruebas oficiales, los exámenes eran exhaustivos y los realizaban los más sobresalientes profesores de la especialidad. Al final logró obtener un puesto entre los diez mejores puntajes e iniciar sus estudios de derecho que culminaría con excelentes notas académicas. Con su título de abogado fue nombrado juez en Cajamarca, un pueblo similar a su Anzoátegui natal. Casó con Martha García Echeverry, de Villahermosa y para sellar su unión le compuso la primera canción que él recuerda y después de internarse por los vericuetos de los códigos y las declaraciones, dejó un espacio para la práctica de la guitarra como terapia necesaria para enfrentar las trivialidades de la vida.

Sin precisar cómo ese espacio fue creciendo, las canciones iniciaron sus desfiles por unas carpetas que fue guardando con gran interés. Amor de los dos, el vals que fuera su primera canción, fue grabada por el dueto Viejo Tolima y algunos entendidos hablan de que esta composición es un verdadero himno al matrimonio. Después vendrían otras grabaciones por el mismo dueto, que ha llevado al acetato cuatro obras de este compositor. Los Hermanos Casallas también grabaron dos temas suyos y el dueto Gran Colombia, uno.

En la actualidad José Libardo cuenta con unas treinta canciones inéditas, aunque algunas de ellas ya hacen parte del repertorio de duetos y serenateros, pero no han sido grabadas. Su tema de inspiración es el amor, con todas sus variantes, también la mujer y el paisaje tolimenses. Como todo colombiano dolorido por la violencia, le ha cantado a la paz y ha hecho llamados a la reconciliación.

Compuso un himno para Anzoátegui, su pueblo del alma, el mismo que interpreta otro canta-autor, Fabio Gómez, paisano suyo. En alguna ocasión compuso un himno para Ginebra, Valle, como homenaje al concurso Mono Núñez que, sin embargo, no ha sido oficializado.

Los ritmos de la música tradicional andina son manejados con alguna destreza por parte de este abogado quien ha transitado por los cargos de la judicatura, fue juez municipal, abogado de la Procuraduría General de la Nación, jefe de la Oficina Judicial del Consejo de la Judicatura y secretario general de la misma.

El vals ha sido precisamente la composición que más ha trajinado, ritmo en el que tiene unas diez obras, unos 4 boleros que generalmente no muestra mucho, pasillos, bambucos y danzas. Precisamente con un bambuco obtuvo en el año 1990 un tercer puesto en el XV Concurso Nacional del Bunde celebrado en el Espinal, con el tema Canto a mi tierra.

En el año 1972 ingresó a los coros del Tolima y estuvo bajo la dirección del maestro Nino Bonavolonta, realizó presentaciones en Bogotá y en varios municipios del departamento del Tolima. Se retiró al año siguiente y siguió su trabajo solitario, el mismo que de vez en cuando ponderan organismos que velan por las tradiciones, como lo hizo la Corporación Folclórica del Tolima que en el año 1992, al otorgarle un reconocimiento como compositor y le entregó una placa.

José Libardo, en algunas composiciones como Yo también soy tolimense plantea el sentir de los nacidos en la cordillera central y para quienes el Tolima no es simplemente el habitante del llano y las riberas del Magdalena, sino que está integrado por grupos étnicos que, a pesar de sus diferencias, se entroncan solidariamente como un sólo pueblo que ha hecho de la música la arcilla que cohesiona las costumbres y unifica esta identidad.