JORGE AMIDO FERNÁNDEZ VARÓN

Lleva el ritmo en su sangre. Lo supo el día en que su padre, un joyero que tocaba la tuba en la banda municipal de Fusagasugá, le colgó de su espalda un gigantesco bombo para que marcara el ritmo de las canciones populares que interpretaban en el parque o en las procesiones religiosas.

Las vibraciones musicales del instrumento invadían el cuerpo sudoroso del niño quien, con tan sólo once años, tocaba con todas las ganas que el peso del aparato le permitía. Fue en esa banda municipal en la que este ibaguereño, nacido el 31 de agosto de 1960, tuvo que escoger entre aprender a tocar la trompeta o el bombardino.

Escogió la trompeta. Buena elección, porque si se hubiera decidido por el bombardino, un instrumento de poca salida comercial, tal vez no sería hoy el director, arreglista, dueño y trompetista de una de las orquestas más importantes y tradicionales de nuestro país, Los número uno de Colombia.

En 1974 inició sus estudios en el Conservatorio de Ibagué mientras terminaba su bachillerato en el colegio Leonidas Rubio. Siempre fue un alumno aventajado gracias a su sentido musical y en parte a lo aprendido en la banda de Fusagasugá. Su maestro fue el italiano Aldo Villa.

Con el deseo de estar más cerca de su familia, se traslada con excelentes recomendaciones al Conservatorio de la Universidad Nacional, en Bogotá, donde estudia tres años, pero siente que la enseñanza es muy lenta y se retira para tomar clases particulares de trompeta y piano con el argentino Juan Carría.

El bullicio de los clubes nocturnos lo atrae, aunque es duro dormir de día y tocar de noche, además del poco sueldo y el fuerte frío. Sabe que si quiere triunfar en esta carrera tiene que ser disciplinado y debe huir de la droga y el alcohol, fantasmas que atacan a la mayoría de los músicos de orquestas.

Alterna sus estudios con las agrupaciones Los Univox , Los Reales Brass y Los Ocho de Colombia, la que se desintegra para dar paso a los Número Uno, orquesta de la cual es director a los 24 años.

Desde 1984 han grabado nueve discos de larga duración con las disqueras FM, Sonolux, Icaro, Orbe y puesto a sonar temas como Corazón Rebelde, Tamboré, Copitas de amor, Los limones, Mi gran fiesta y El gallo de mi vecina. La orquesta ha sido invitada a Indonesia, Inglaterra, Alemania, Panamá y Ecuador.

Su primera composición se llama Luz Marina y fue grabada en 1980 por Los Califas; en el mismo año, el grupo Los Univox le grabó El pobre campesino.

Piensa que no hay nada más bello para un compositor que ver su obra en distintas grabaciones y ha tenido la ventaja de saber notación musical porque de esa manera puede expresar sobre los pentagramas lo que realmente quiere y es más fácil convencer a los músicos y a las disqueras de la calidad de sus temas.

Los Numero Uno de Colombia le han grabado temas como El gallo de mi vecina, Eras mi sueño, La negra palenquera, El amor es un llanto, La mujer morena y Cumbia colombiana.

Jorge Amido es ante todo un arreglista, oficio tan importante como el de compositor porque es el encargado de vestir, adornar y poner en escena las letras musicales.

La pasión que siente por la música lo lleva a estar pendiente de todos los detalles de su agrupación, para lo cual trabaja horas enteras en su pequeño estudio en la parte superior de su casa. Allí se aisla para entregarse de lleno a su profesión porque para dirigir una orquesta es necesario tener una formación musical sólida, desde la cual se puede exigir calidad en las interpretaciones y manejar la variedad de temperamentos, algunas veces difíciles. Para ello ha dedicado la mayor parte de su tiempo a prepararse para ser maestro, amigo y consejero de sus músicos.

Le molesta que a la música tropical colombiana, por la que siente un gran respeto, la llamen despectivamente “Chucuchucu”, porque en sus contínuas giras ha sentido que es el ritmo que realmente nos identifica en el exterior.

Su sueño es tener un estudio de grabación propio, porque aunque es de muy buen humor, las disqueras lo sacan de quicio.

Se considera un hombre romántico, sencillo, que ha tenido la suerte de cumplir sus sueños y dedicar su vida a algo que realmente le gusta, este amor por los sonidos, las notas y los instrumentos musicales, que comparte con su esposa, la también compositora Ligia Arias y sus hijos Yamit Mauricio y Yuli Paulina.

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