MINTAMOS
Mintamos, pues mintamos, dulce amiga.
“Tú no has amado nunca ni amarás,
y a la verdad, lo que mi pecho abriga
por ti, mi sólo bien, es amistad”.
De tu casa en la fiesta los que vieron
Que tras tu leve pie volaba yo,
“Es imperfecta su amistad”, dijeron,
“Le falta aún la santa bendición”.
Que castigues al pérfido te exijo
Que así ofendió tu orgullo de mujer,
Y yo a la chica que también lo dijo
Un cartucho de dulces le daré.
Es de padre mi afecto, y es de hermano:
Un amigo más fiel no encontrarás;
Mas los furores del amor profano
Que por ti siento, nunca morirán.
Te has alarmado ¡ingrata!; no me amaño,
Con la verdad, mintamos otra vez:
“si dije que te amaba, es un engaño,
que yo de amor, señora, nada sé”.
Vuelve a tu calma y vamos al espejo;
Te has visto bien, ¿no es cierto que eres lin...?
No puedo terminar, fuera un cortejo
Y no es de amigos cortejar así.
Mas te enfadas! (¡enredo incomprensible!)
Y me exiges concluya mi expresión;
¿Cómo es posible, di, cómo es posible
te llame linda quien mentir juró?
“Con descuidado paso, cierto día
por el pensil vagábamos los dos;
tu lánguida mirada con la mía
se deslizaba de una en otra flor.
Era la tarde. El aura adormecida
Reposaba a la sombra del rosal,
Sonaba sólo la hoja desprendida
Por las tupidas ramas al cruzar.
Yo contemplé tu frente ruborosa,
Fijé mi vista luego en el jardín,
Y en vano entonces de la altiva rosa
Busqué el frescor y el virginal matiz.
Tu blando labio, dulce sonreía,
Y el brillo de tus dientes dejó ver;
Torné a un clavel que su botón abría
Mas ni las perlas ni el color hallé.
No eras mi amiga ya, no eras mi hermana;
En ese instante en tu sonrisa ví,
Un reflejo de dicha, aunque lejana,
Que iluminó mi oscuro porvenir”.
Más tu mejilla púdica se enciende;
Será imprudencia acaso, preguntar
Si porque miento yo mi amor te ofende,
O porque juzgas digo la verdad?
No me respondas, calla, no me amaño
Con la verdad; mintamos otra vez:
Si dije que te amaba es un engaño,
Que yo, de amor, señora, nada sé.