LA FLOR SILVESTRE
Apenas tiende por el prado ameno
Su primer rayo en la mañana el sol,
Y el cándido botón de aroma lleno
Despliega al viento la silvestre flor.
La flor perdida que jamás el hombre
Ni vió nacer ni la verá morir,
Ni labios de mujer le han dado nombre
Ni caricias recibe en un jardín.
Allá en la aldea encuéntrase escondida
entre las tumbas, de la cruz al pié,
Que ella sólo ama a quien el mundo olvida
Y va su aroma a derramar sobre él.
Vive para su Dios, y a Dios entrega
Su dulce olor y vida virginal;
Besa, al morir, la mano que la siega,
El cuello dobla, y muere en soledad.