VIDA Y OBRA DE DIEGO FALLON
Carlos Orlando Pardo
Diego de J. Fallón nació el 10 de marzo de 1834 en Santa Ana, Tolima, municipio que hoy lleva su apellido como homenaje y murió en Bogotá, el 13 de agosto de 1905.
Cuenta José Joaquín Casas, quizá el personaje e intelectual más versado en la vida del poeta y sobre cuyo itinerario escribió una minuciosa semblanza, cómo, "por los años de 1833 a 1835, vino a la Nueva Granada por llamamiento del gobierno para trabajar en las minas de plata de Santa Ana, cerca de Mariquita, el honorable caballero Irlandés Tomás Fallon, médico y naturalista sobresaliente, encontrándose allí, en la misma compañía explotadora, el joven ingeniero inglés Roberto Stephenson, hijo del inventor de la locomotora ferroviaria con quien llevó una prolongada y cordial amistad".
"Como en aquel tiempo no hubiese en Santa Ana entretenimiento alguno para los días festivos, los ingleses solían venir a pasarlos en Mariquita donde a la larga se enamoraron de la misma mujer". Aquella coincidencia, sin embargo, la resolvieron pactando amistosamente. Tras analizar diversas circunstancias, acordaron sería Don Tomas Fallon quien la llevaría al matrimonio. Por supuesto, bajo el condicionamiento de que el hijo del inventor educaría a los hijos resultantes, - pacto que llegó a cumplirse muchos años después.
De aquel matrimonio con Marcela Carrión y León y Armero, fueron hijos Tomasa, Diego y Cornelia, quienes recibieron una formación clásicamente religiosa no sólo a partir del hogar sino por los rigurosos jesuitas, en el caso de Diego Fallon, quien deseó ambicioso ingresar de sacerdote a la compañía, pero por ser único varón en la familia, no lo permitieron sus superiores. Sin embargo, bien parece, que el frustrado intento le marcará, de todas maneras, una serie ininterrumpida de normas de conducta.
Cumpliendo más adelante con lo pactado y cuando ya la familia Stephenson, a través del padre, ocupó un cargo importante como director de las obras ferroviarias en Bélgica, los hermanos Fallon viajaron a Europa en uno de cuyos países fueron internadas las mujeres en el sitio que consideraron adecuado sus padres y tutores como lo era el convento. Diego, por su parte, tras terminar su bachillerato en los últimos tres años en un colegio de Jesuitas, concluye sus estudios profesionales optando el título de ingeniero.
Pasado el tiempo, luego de la muerte de sus hermanas y la adquisición de admirables habilidades en el arte de la música, - a unos cuantos meses de su llegada a Bogotá, - tuvo el tropiezo doloroso de quedarse sin familia por la partida definitiva y sin regreso de sus padres.
LA SOLEDAD Y EL MATRIMONIO
- "¿Como se llama una señorita que está en la sala y que va a ser mi mujer? dijo, y la maestra a quien dirigió la pregunta mientras continuaba la reunión en la que don Ricardo Carrasquilla conversaba alegremente, repuso: ¿Y cómo sé yo cuál va ser su mujer? Aquella, indicó él, aquella que está en el rincón”.
Y más tarde, luego de transcurridos muchos días donde los galanteos comenzaron su ir y venir, Diego Fallon dijo a doña Amalia Luque y Lizarralde, asumiendo la misma infranqueable tranquilidad que supo tener durante los 70 años que duró su existencia, aquello de "Si usted llega a tener el mal gusto de casarse, le agradeceré que lo haga conmigo". Pero como ella aclarara tener pensamientos muy lejanos al matrimonio, el poeta añadió en el mismo tono de voz, entrelazando tal vez los dedos de las manos para apresar una no muy bien definida angustia, "Píenselo usted bien, y le ruego, eso sí, cualquiera que sea su resolución, sea la de casarse conmigo, sea la de no casarse nunca, no me lo vaya a comunicar de repente". Cuarenta años, entonces, duró aquel matrimonio.
EL MOSAICO Y LA APARICION DE LA LUNA
El poeta, continúa contando José Joaquín Casas, - la fuente textual de nuestro adaptado comentario hasta el momento, - confirma que sus contemporáneos atestiguaban cómo llegó a dedicarse siete años a la construcción de su poema La Luna. ¿Pero siete años? Y ello marca un indicio de la disciplina ejercida por el oriundo de la antigua Santa Ana. Bien lo sabía Fallon, dice Casas, que el tiempo no respeta sino las obras que se hacen con su concurso. Es curioso y útil seguir, dice, en sus cuadernos y borradores, las muchas formas de que revestía un mismo pensamiento, las diversas modificaciones de las estrofas, el estudio con que buscaba los epítetos más característicos, las expresiones más graficas, y ver surgir poco a poco dentro del zarzal de apuntes y borrones, la esbelta estructura deLa palma del desierto, la elegíaca Reminiscencias, Mintamos, o Las Rocas de Suesca. Según palabras de una de sus hijas, prosigue, - lo aquejaba la enfermedad de la perfectitis y de allí, en parte, que fuera escasa su producción artística y literaria.
Diego Fallon, según lo anotado por Andrés Holguín en su Antología Crítica de la Poesía Colombiana, ubica al autor en la generación que va de 1870 a 1880, a la que pertenecen Rafael Pombo, José Joaquín Ortiz, Jorge Isaacs, y Epifanio Mejía, siendo contemporáneo también de Candelario Obeso y el mismo Julio Flórez.
Fallon vive cuando se inicia la primera etapa romántica en el país y en los años donde se perfilan y realizan movimientos alrededor de grupos intelectuales reunidos en El Mosaico y la Gruta Simbólica. Sin embargo, estuvo mas cerca al primero. Allí, al definirlo Núñez Segura, nos dice que El Mosaico era una "agrupación literaria de intelectuales de diversas edades, tendencias políticas y afinaciones estéticas, cuyas reuniones no eran académicas sino íntimas y familiares, en la que se comentaban los libros nuevos, se discutía sobre ideas estéticas, se leían composiciones originales de toda clase mientras saboreaban el chocolate, los bizcochos y mantecados. En aquellas reuniones no había presidentes ni secretarios ni tesoreros ni programas fijos. En la revista El Mosaico se traduce aquella amena y divertida producción".
Cuando Fallon consideró terminada La Luna, la mostró a don Ricardo Carrasquilla quien, reuniendo de manera extraordinaria el grupo de El Mosaico, la leyó en ausencia del autor esa misma noche. Admirados todos por lo que en su momento fue una pequeña obra maestra, decidieron publicarla en una hoja suelta en forma inmediata.
"Y esa misma noche se hizo. Al otro día, por la mañana, yendo buenamente Fallon por esas calles, lo llamó don Miguel Antonio Caro para felicitarlo, - con sorpresa del poeta que no sospechaba las maquinaciones de El Mosaico. Una hora después, declamaba La Luna el célebre don José María Rojas Garrido, encaramado en el mostrador de La Botella de Oro ante un regocijado auditorio".
La aparición de La Luna fue un verdadero acontecimiento literario, un verdadero triunfo. Todos leían, todos aprendían de memoria, todos la recitaban y el nombre de su autor corrió de boca en boca.
EL EDUCADOR
Diego Fallon fue ante todo un educador. Más de 40 años, escriben los informados, pasó el poeta enseñando para ganarse la vida. Este siglo, había dicho, o ha de ser el de la pedagogía o no sirve para nada. Los hombres mal amueblados por dentro, solía afirmar, casi siempre están mal amueblados por fuera. Y uno de ellos era él. Vivió escaso de bienes de fortuna. Guardo una tarjeta de anuncio, recuerda Casas, allá como de 1884 o 1886, que dice: “Diego Fallon, profesor de Música e Idiomas. Por lección de una hora. $ 3,00 pesos; por lección de tres cuartos de hora $ 2,50.
"¿Quién puede olvidar aquellas clases de inglés, primero en las aulas del colegio, y mas tarde en las casa del generoso profesor, a cuyo cargo corría, sobre el trabajo de la enseñanza, el gasto de cigarrillos y de vez en cuando el del chocolate?. Don Luis María Mora, en un estudio sobre "El Maestro Diego Fallon", escribe que al llegar a Colombia nace el educador por cuanto eran en ese tiempo inútiles para el país los conocimientos de un ingeniero de ferrocarriles. La cátedra le brindaba, en cambio, ancho espacio dónde ejercer su desbordante actividad, y las tareas del profesor se acomodaban muy bien a esas disciplinas mentales. Hablaba como lenguas el castellano y el inglés, era muy docto en latín y conocía a fondo el italiano y el francés.
No aceptó en el fondo los textos de enseñanza y en medio de su temperamento místico dictaba sus lecciones paseándose, haciendo concurrir todas las artes para comunicar la ciencia y el entusiasmo a sus discípulos, sin el falso sentido del orgullo, la displicencia y la petulancia. Sus lecciones orales eran profundamente sugestivas y con las cualidades personales iba conduciendo los caminos hacia el sitio de sus creencias.
Con el arraigado sentimiento didáctico que tuvo el poeta, buscó, día tras día, un método que permitiera la enseñanza de la música sin la supuesta complicación de la lectura de corcheas y semifusas y logró conseguirlo finalmente. Su método fue difundido con la ayuda de la familia Samper Brush quien ofreció el dinero para publicarlo, anexando obras escogidas de difícil ejecución que por el nuevo sistema quedaban al alcance de los principiantes.
FRENTE A LA LUNA CON DIEGO FALLON
Entrevista imaginaria basada en descripciones y conceptos del poeta recogidos por José Joaquín Casas.
El autor de La Luna es un hombre de estatura más que mediana, cuerpo vigoroso, ágil y de buenas proporciones. Mantiene habitualmente inclinada la cabeza por la meditación y se observa que han desaparecido los cabellos. La tez morena, la nariz fina y suavemente encorvada, la barba puntiaguda y entrecana, cogidas atrás las manos carnosas que al calor de la conversación se levantan para accionar, simplemente, es como vemos al poeta dueño de las más exquisitas habilidades, según Casas, dando repuesta a los interrogantes de la entrevista mientras sabemos que para él es lo mismo explicar matemáticas o bailar rigodón. Así compone como mecánico ingeniero una máquina desvencijada como afina a título de sutil acústico cualquier piano destemplado, y con igual maestría y delicadeza toca el instrumento de Liszt, pulsa la guitarra acompañándose con el silbo y compone un aire musical doliente y espontáneo, como también una tonada montañesa o la improvisación de una copla chispeante.
- ¿Cómo definiría la música? decimos, y quien puede remedar los discursos y gesticulaciones de personajes contemporáneos como el Indio Parra, o imitar el ruido de una garlopa o de un cepillo al sacar de la tabla rizos de viruta, se inclina y afirma que ella es "El recuerdo de una patria feliz que no hemos visto". Al pedirle el concepto sobre las bellas artes, quien también imita el hervor de los huevos que se fríen en una cacerola, declara que ellas son "las primeras letras para entender uno el cielo".
Fallon vive enamorado de El Quijote, al tiempo que es amante de conceptuar sobre sus contemporáneos, sobre autores o personajes de variada procedencia y oficio. De ahí que lo inquiramos por Bolívar, a lo que dice reposadamente que "lo que el Libertador tenía absolutamente irresistible era la elocuencia y laIndependencia la hizo con la lengua". Sin embargo, alcanza a sumergirse en cierta seriedad y complementa que "él sacó a fuerza de genio recursos de la nada, creando patriotas, improvisando héroes para la gran lucha, como quien recoge en la calle a los primeros que pasan y distribuye entre ellos clarinetes, flautas y que se yo, para que en el acto y por arte infuso ejecuten una sinfonía de Beethoven”.
“Pero si pensamos en la gloria no hay nada más ridículo que ella”, sigue diciendo, “aunque si me pregunta respecto a la música cuántos genios hay, yo me atrevería a decir que en Bogotá hay apenas dos y uno de ellos soy yo”.
- ¿Qué se le ocurre sobre Lamartine?
- "Es el poeta elegíaco por excelencia, una elegía continua y viviente, y ese hombre, no digo más, se sentaba a sudar poesía”.
- ¿Qué opina de Pombo? ¿De Caro? ¿De José Joaquín Ortiz?
- "A Pombo no lo bajo ni una línea de Byron, Caro escribe de una manera insoportablemente perfecta y José Joaquín Ortiz es un maestro de la silva ondulante y heroica, el gran poeta al que no le cabe la inspiración en sonetos y por eso no los escribe”.
- Ingresando en lo trivial. ¿Qué es el dormir para usted?
- "Dormir es desensillar la imaginación y echarla al potrero".
Hemos querido soltarle una pregunta tras otra y Fallon sonríe como tomando nota.
-¿Cómo se definiría poéticamente, cuáles son sus libros favoritos, por qué escribe tan poco y cómo define el escribir?
Y va respondiendo desenfadadamente:
- "Yo no he sido poeta sino por despecho de no haber podido ser músico de profesión y lo de explicarme yo sin símiles no es riqueza de ingenio sino pobreza de lenguaje. En cuanto a mis libros favoritos no me aparto de El Evangelio, La imitación de Cristo y El Quijote.
-¿Y qué es el escribir?
-”Yo digo que el pensamiento escrito es canario en una jaula: puedes transportarle donde quieras y empero, los movimientos de traslado en nada se asemejan a la libre ondulación de su vuelo por los valles y bosques del suelo nativo. Las palabras son caricaturas de las ideas. Al transmitir un pensamiento al papel solo hacemos un obsequio a nuestro amor propio, pues nada hay nuevo debajo del sol. ¿Qué es escribir? Es encadenar la fuerza del alma a la tierra con suficiente soga para dar la vuelta la mundo. Los escritos son el mastín que deja el autor para cuidar de sus principios después de su partida. El asesino muere y sus brazos se desploman para siempre, perece él después de su partida, perece el ladrón y sus pies y manos quedan inmóviles y sepultados para jamás levantarse; la lengua del chismoso se convierte en polvo y sus sonidos vuelan con el viento, el cuerpo del lujurioso es conducido para el sepulcro y de él solo quedan las víctimas que ha dejado atrás; mas el escritor muere y su puñal, que es la pluma, y su lengua que son sus escritos, y sus pies que son la imprenta, siguen viviendo por él ... el puñal ciego ya no puede escoger víctimas: entra indistintamente en la cámara de la doncella en el silencio de la noche y se clava en su corazón, o la del niño, del viejo o la matrona. El escritor queda embizcado en las librerías como el alacrán entre los avíos y vestidos, esperando la primera mano que se ponga sobre él para hincar su ponzoña en ella".
Es un día de domingo y el poeta debe salir, luego de oír misa y marcharse a la comunión diaria, a enseñarles doctrina a los presos. Se nota cansado, como si ya se anunciaran en su frente los últimos días. Al inquirirlo dice: " Pienso que cada noche es la última y nada, cada día madrugo a amanecer”.
- ¿Está usted fatigado?
- "No tanto como para estar de viaje", dice y comienza a caminar calle arriba.
CONCEPTOS Y ANALISIS SOBRE SU OBRA:
La Luna, La palma del desierto y Las rocas de Suesca, así como Mintamos, constituyen los poemas más conocidos y publicados por el autor, cuya suma total alcanza tan solo a 17. Por lo demás, en cuanto a la prosa, se conoce apenas y bien parece fue lo único escrito, una Crítica a la oda a la estatua de Bolívar de Miguel Antonio Caro y su ensayo de investigación Nuestro sistema de escritura musical.
Si los poetas de entonces miraban el firmamento o la naturaleza para identificar en ellos no sólo su abstracción de soñadores sino el estado anímico del momento, Fallon no escapa a la tendencia y dedica gran parte de su tiempo a realizar la que pensara una obra con pasaporte hacia el futuro. En verdad lo consigue de varias maneras porque al mirarse retrospectivamente la poética nacional, aparece inefable su luna.
La Luna, por ejemplo, en definición de Núñez Segura, "es el viaje de ella durante la noche y sus efectos sobre la naturaleza y el alma del poeta que la contempla". El citado estudioso divide en cinco partes el desarrollo del tema, otorgándole al primero la descripción del ascenso en el firmamento guiada por un lucero, la marcha hacia la altura desde donde aquella ilumina las nubes, las llanuras, las rocas, las torres de las aldeas, los ríos, los jardines y las chozas. Posteriormente a los nueve primeros cuartetos el poeta procede, extasiado con la iluminación producida por la luna frente al panorama, a imaginarla en el desierto. Finalmente desaparece la luna y queda el último lucero mientras asoma la aurora.
El uso de metáforas, lo que Núñez Segura llama la "graduación ascendente " como un nivel que desemboca en lo ascético, en lo etéreo, en lo endecasílabo perfectamente medido como si un metro, al estilo del sastre cuidadoso hubiera sido trazado por cada uno de los 120 versos, se hace notorio. Pero al mismo tiempo el ritmo, apunta Núñez Segura, es aquí "lento", y en ello se denota, necesariamente, la aplicación de sus cualidades musicales en la forma.
A la Palma del desierto es ya un bajar concreto hacia la tierra para hablar al hombre de un ejemplar que lo acompaña, pero sin olvidar el paisaje, descrito también con la medida de un músico llevando la cuenta exacta de los compases para que el concierto resulte armonioso y digno de un obcecado amigo de ellos. Si en la Luna alcanza los 120 versos, la otra llega a los 162. Las rocas de Suesca, por su parte, describen a la manera de un pintor-poeta el "origen y transformación de un conjunto de rocas milenarias".
Todo este volcar imágenes trascendiéndolas con un fondo mítico no es una actitud gratuita ni caprichosa, sino el resultado de su formación recibida donde los Jesuitas y la medida exacta de sus composiciones el sentido matemático de quien estudia como él ingeniería en la sobria Inglaterra, aparejada con un amplio y delicado sentido de la cosa musical.
Si Fallon es el único escritor cuyo lugar de nacimiento lleva su apellido como homenaje, al tiempo que es la escuela central de Ibagué el que constituye otro ejemplo de admiración, - para los días de hoy se mira con alguna persistente indiferencia y los críticos no conservan el entusiasmo que ayer despertara entre la clase intelectual y académica contemporánea a su vida.
Andrés Holguín anota cómo, si bien es cierto existen en Fallon versos logrados y estrofas y metáforas excepcionalmente bellas, también se nos ofrece una triste pobreza conceptual, al compararlo, por ejemplo, con lo mejor de Pombo y ver los ripios tan frecuentes que fastidian con una rima pobre. Falta concisión poética y sobra palabrería, dice. Habrá notado el lector, escribe, que Fallon hace descripciones minuciosas que nada agregan, que no son creadoras y la poesía no puede limitarse a describir y registrar. Declara que casi nunca llega Fallon a la sutiliza, al misterio de la verdadera poesía, como si ya la luna se hubiera ocultado a esa viva comunicación que hallamos antes en Pombo o después en Silva.
Con Diego Fallon, dice Jaime Mejía Duque en su libro "Literatura y realidad", se presenta un caso al cual habría que considerar puente o transición entre romanticismo y modernismo en Colombia. Eutiquio Leal afirma que es no sólo el precursor del parnasianismo sino el primer parnasiano del país.
En sus conocidas poemas La Luna y Las rocas de Suesca, sigue Mejía Duque, el sentimiento y la ideología, ambos de indudable filiación romántica, se vierten en versos cuya factura ofrece la nitidez y el gusto por el vocablo inolvidable, como engastado en la metáfora,- que mas tarde se destacarían entre los rasgos definidores del modernismo. Este poema se asomó al modernismo y Silva, precursor de tal movimiento, admiró a Fallon como un maestro.
El escritor y crítico Fernando Ayala Poveda sostiene, como Leal, que Fallon es pionero del parnasianismo colombiano. Más adelante, - en sus consideraciones hechas en su Manual de Literatura Colombiana, ve que en el fondo de su fantasía lunar emerge la mortaja y el sentimiento pesimista del romántico y examina cómo, su personalización, está centrada en una doncella perfumada, misteriosa y desdibujada, al tiempo que define de qué manera en sus poemas se vislumbra una porción de su capacidad deslumbrante.
Para Antonio Gómez Restrepo, La Luna, por ejemplo, es una extraña mezcla de honda fantasía y reflexión que lo aproxima a los cantos de Shelley. Para Eduardo Camacho Guizado la limitación de La Luna radica en su hipérbaton sistemático y para Andrés Holguín, además de muestra parnasiana, lo recuerda como el mejor poema colombiano de todos los tiempos según los académicos de la lengua. El gusto de la época cambia y si ellos lo hicieron mediante democrática votación de sus miembros, ahora, más de un siglo después de aquel sonado acontecimiento, un nuevo censo dice lo contrario. En un concurso realizado donde participan muchos colombianos, El Nocturno de Silva, por ejemplo, que había perdido, resultó con mucha más fortuna.
Jaime García Maffla, en su ensayo sobre La Poesía Romántica Colombiana escrito para el tomo del Manual de Literatura publicado por Planeta y Pro cultura, afirma que "el factor de ser en esencia conservadores, se debe a que se da en los poetas románticos otro de sus rasgos significativos, aún definitorios: el esmero o el afán en el cultivo de las formas tradicionales, con todo lo que ello envuelve de contención y vigilancia, no de olvido, tras el dominio, buscando incluso llevarlas a su perfección máxima, como es el caso de Diego Fallon y su dicción que llega a hacerse casi antinatural. Si en rigor, no hubo aventura espiritual, tampoco la hubo formal. En el caso de Fallon, La Luna está edificada teniendo como sustento la adjetivación, que es selección, y es una adjetivación ciertamente deslumbrante, pero tan ajustada que casi inhibe la respiración. El poema nos lleva a comprender no sólo las posibilidades combinatorias de las palabras sino de las frases, en una indudable ascensión. Es un sistema llevado hasta la exasperación por lo infalible, aunque se cierre suavemente; todo el poema es plástico y todos los poemas de Fallon lo son, hablan de algo con algo, que se ofrece a la vista, y aquí la cualidad estaría no solo en la humanización de los seres de la naturaleza sino en la unión de las dos artes: poesía y pintura. Irónica es, pero sin ser romántica del todo, la intención de Fallon, al hacer de la poesía no una vía de expresión sino de construcción y resultaría la más contemporánea.
Si Fallon se hiciera célebre por sus trabajadas estrofas a La Luna, resulta curioso que los mejores cantos a ella realizados en el país sean escritos precisamente por autores del Tolima. Como ya lo afirmamos, los elementos de la naturaleza y los del firmamento constituían tema esencial y casi obligado para los trabajadores de la poesía. Se trataba de una concepción ideológica y contenidista abstractamente del mundo, pero él fue tomando, con el paso de los años, un camino múltiple.
El poeta Aurelio Arturo calificaba, a propósito de una introducción sobre la antología mínima de La Luna de los poetas, cómo, cuando el 20 de julio de 1969 dos astronautas sentaron su planta allí con la hazaña del Apolo 11, se partió en dos la historia de la humanidad, y ahora se define un poco con el antes de laconquista de la luna y después de ella.
Desde Fallon, con La Luna, muchos llegaron a cantarle como José Asunción Silva en el mismo Nocturno o Luz de luna, el Oh Luna, de Julio Florez, Noche de Luna de José Eustasio Rivera o los cálidos y divertidos versos de Luis Carlos "Tuerto" López con Versos a la luna.
Pero la internacionalizan Isabel Lleras de Ospina al escribir La luna de Portugal para no citar otra larga lista como el Viaje a la luna, de Carlos Castro Saavedra. Luego de su "conquista" la enfocan los tolimenses Germán Pardo García con su Antiestrofa a Apolo Lunario y Luis Enrique Sendoya con El Astronauta y Fueron a la luna, ¿regresaron y qué?
En otro sentido, rozando el problema de la narrativa en el campo del cuento o la novela, los del quehacer literario en el género lo realizaron al principio con la descripción del río o la llanura, los bundes o el bohío y finalmente dentro de la misma evolución ya se ofrece es el panorama de la lucha por su tenencia. Ya lo anota Eduardo Santa cómo, "desde las más antiguas culturas se ha tratado de relacionar la posición y el movimiento de los astros con el destino de los hombres y de los pueblos. La Luna, quizás por ser el astro más cercano, siempre ha tenido que ver con el crecimiento de las plantas, con la tala de los bosques y con la prosperidad y decadencia de los seres humanos. Todas sus fases tienen en las ciencias ocultas un profundo significado, desde la luna llena hasta el cuarto menguante”. Y justificando así el asunto que él trata, titula su novela Cuarto menguante, así como Eutiquio Leal lo hace con su libro de cuentos Cambio de luna.
EL ESCRITOR FRENTE A SU MEDIO HISTORICO
Es bueno establecer la relación que tuvo un "obrero de la palabra" testimoniando o no su época y ofreciendo la visión del mundo que le era propicia por razones claras de la ideología predominante, por una parte, y la que finalmente escoge el escritor manifestada en sus propios escritos y en sus actitudes personales.
Si Fallon nace en 1834, han pasado apenas 24 años desde la declaratoria de Independencia. En 1905, cuando muere, la nación está en vísperas de celebrar el primer centenario de ella. Abarcando entonces aquellos años, vemos cómo el Estado de la Nueva Granada empieza la supuesta organización independiente y de allí en adelante, configurando el espíritu de un país con reglamentaciones, surgen sus Constituciones,- se ofrecen cinco de ellas-, entre cuyos períodos suceden muchos hechos importantes.
De los Gobernantes se tropieza uno con Santander, los años de Mosquera, la administración de Hilario López, el gobierno de Obando, la dictadura de José María Melo, en fin, unos gobiernos sobre los cuales tiene el poeta Fallon directa participación, no sólo por lo que vive en Bogotá sino por la amistad que lo liga a los gobernantes y líderes de la época. Le corresponde, por ejemplo, la Regeneración de Rafael Núñez y la Constitución de 1886, la gran cercanía a Miguel Antonio Caro, quien le prologa su libro, el compadrazgo con Marroquín quien desempeña la presidencia por dos ocasiones y a quien admira Fallon casi hasta el instante de su muerte.
La pregunta sería: ¿Qué realidad de esas dibujó el poeta? ¿Qué actitudes tomó frente a ellas? Por supuesto que una continuada indiferencia, una fuga de su realidad y un remontarse a subjetivismos que se sumaron a las bellezas del verso y la descripción, pero no a las del verdadero compromiso con la realidad, con el mundo objetivo y con la existencia. ¿Cuál fue, podríamos preguntarnos ahora, el mínimo mundo de la vida social retratado por Fallon?. El enfoque que el maestro ofrece, en el fondo, está totalmente marginado del proceso histórico, buscando, a nombre de la belleza y a nombre de su mística, la orfebrería de la imagen. Si bien es cierto que el cantor de La Luna está en el período precario, quizá en que apenas nace la poesía colombiana, también lo es que se ofrece el nacimiento de un nuevo tipo de sociedad desde la señalada fecha de 1850. Muy a pesar de ser un romántico, de ser entretela y puente del modernismo en algunos apartes de su obra, fue un fugitivo de la realidad nacional. Porque Fallon no fue un romántico rebelde sino un representante de "todo ese romanticismo abstracto y estereotipado" como pudiera decir Jaime Mejía Duque. Estos románticos, siguiendo con el agudo crítico, "eran patriarcales como si dijésemos románticos "sanos". Era él un poco y un mucho la síntesis de la metafísica condensada del entonces.
Sin embargo, de determinadas condiciones ideológicas, sociales y políticas, no podemos exigir más allá de lo que pueden ofrecer, aunque en aquellos días se viera un ejemplo combatiente desde las ideas y la pluma a un José María Samper, compañero suyo del grupo de El Mosaico o a José María Vargas Vila. La actitud de Fallon estaba dentro de un momento típico de nuestro estado de cosas y que aquí nos sirven como un ejemplo del desarrollo mismo de ese "arte" y de esa “literatura " como para recordar qué papel cumplía el artista en ese instante, qué decía, como lo decía, para quién y por qué lo decía, invocando los interrogantes de Jean Paul Sartre.
También podríamos considerar de alguna utilidad, cómo, la visión genérica sobre la vida y las actitudes del autor, conforman elementos ejemplares o no para los días que actualmente vivimos. Si observamos de qué manera la formación religiosa y la misma obtenida en Europa le determinan normas de conducta, traducidas necesariamente en normas ideológicas, llegaremos a concluir entre su pasmosa tranquilidad y anhelo perfeccionista, su mirada con no cierto desprecio al mundo "material” que lo rodea. Es en la práctica la actitud de muchos de su generación de "sacrificar un mundo por pulir un verso", estar lejos del "mundanal ruido", retirado de la "muchedumbre", de la "ignorancia circundante".
Desde otro ángulo es admirable su consagración al oficio de la pedagogía, la que a través del pasmoso dominio de habilidades y destrezas como las anotadas al principio, ofrecen el logro de convencer y formar. Debe destacarse su amplio y denodado espíritu investigativo que sumado a las características del músico, del dibujante, del mil oficios y del extraordinario fabulador oral, demuestra parte de las auténticas cualidades del educador valioso.
De todas maneras quedan estos testimonios y criterios para ser revalorados si es el caso, profundizados como debe ser y no con la superficialidad que nos permite el tiempo. Al fin y al cabo es un recorrido a través de un autor, querámoslo o no, de verdad sobresaliente.
Ibagué, Rincón Santo, julio de 1988