MARÍA MERCEDES FALLA

Cuando era una adolescente rebelde y alocada, solicitó a su familia que le regalaran una guitarra para aprender a tocarla en las clases del internado, pero nadie tomó en serio esta petición. Por eso, María Mercedes Falla tuvo que esperar cada tarde que una amiga suya saliera de clase, le prestara la guitarra y le repitiera la lección aprendida. A veces se escapaba de la clase de inglés y se escondía en un armario a ensayar las posturas y alcanzar la destreza necesaria que le permitiera demostrarle a su familia que de verdad quería ser intérprete de este instrumento.

Para unas vacaciones su amiga le prestó la guitarra y un hermano la escuchó no sólo tocar El limonero sino también cantarlo con mucha propiedad. Le preguntó quién le había enseñado y ella le contó sus peripecias para poder aprender. Esa misma tarde su hermano le compró una guitarra y en consejo familiar les hizo ver a todos que esas facultades artísticas no podían ser despreciadas y, por el contrario, debían estimularse.

María Mercedes nació en Tello, un pueblo del Huila cercano a Neiva, el 27 de noviembre de un año que se abstiene de mencionar. Allí vivió hasta los seis años y se fue para Bogotá donde inició sus estudios primarios, los que culminaría en el colegio La Presentación de Neiva. Regresó a continuar con el bachillerato y pronto descubrió una vena artística que estaba latente en su interior y que le hizo interrumpir por algunos años sus estudios, hasta que finalmente los terminó en Neiva.

Es la menor de ocho hermanos, seis hombres y dos mujeres. Tenía escasos seis años cuando comenzó a escuchar el tema Moliendo café, melodía que la impactó y le hizo pasar tardes enteras frente a un radio, repitiendo esta canción, hasta que su padre la escuchó y pronunció unas palabras que se convirtieron en una especie de consigna: “Esta niña va a cantar muy bien porque tiene medida y es muy afinada”. Su padre, aunque por esa época no lo hacía, tuvo fama en el pueblo de ser un buen cantante, por eso, cada que escuchaban a María Mercedes, los elogios se los llevaba él: “Cómo no va cantar bien con ese padre que tiene”.

Sus recuerdos de Tello son muy escasos. Después de iniciar estudios iba únicamente en vacaciones y muy pronto su familia se trasladó a Neiva donde conoció a Jorge Villamil, un personaje que marcaría su futuro artístico y del cual tiene los mejores recuerdos por su generosidad y altas calidades artísticas.

Por los años en que la Nueva Ola hacía furor en el país, ella era apenas una niña que no se perdía los programas del Club del Clan. Aunque no llegó a interpretar esas canciones, sí admiró a esos artistas como Vicky, Harold, Mariluz y Oscar Golden, quienes supieron concitar a la juventud en torno a un proyecto musical novedoso.

Su primera grabación fue de música colombiana. Todas las canciones eran de Jorge Villamil, quien logró convencer a la familia para que la dejaran viajar a Bogotá a realizar esta producción. En reunión de alto nivel y previas consideraciones de tipo moral sobre la vida disoluta de los artistas, terminaron con una determinación, la niña iniciaría su carrera artística pero siempre debía estar acompañada de un séquito de hermanos y primos que no la dejarían un momento sola. La experiencia de estar en un estudio de grabación, la hicieron sentir una artista de verdad. Experimentó un gran orgullo y le pareció que este era el mejor homenaje que le podía brindar a su padre ya muerto. Ahora se percibía como una artista, más allá del núcleo familiar, con una proyección superior, pues hasta ese momento sólo se había presentado en las veladas de amigos y en una sesión solemne del colegio, cuando terminó cuarto de bachillerato y cantó con éxito La niña y el toro, acompañada de su profesora de guitarra.

El primer LP no tuvo mucha promoción porque al mes de haberlo grabado se vino a vivir a Ibagué y se casó, sin que pudiera cumplir con los compromisos de radio y de televisión que son necesarios para la divulgación de este trabajo. Sin embargo, el mayor logro que alcanzó con esta salida en el acetato, fue el haber conocido al hombre de su vida, un ingeniero tolimense que ya se dedicaba a la política.

En una ocasión, el por entonces senador Jaime Pava Navarro invitó a Jorge Villamil a participar en una serenata que se le hacia a Ibagué. El compositor le comentó que estaba en la producción de un nuevo trabajo discográfico con una artista joven. Pava le dijo que deseaba conocerla y la invitó con su grupo familiar. Al día siguiente de la serenata se fueron a un paseo a su finca, sin imaginar que estaba alistando los lazos que la atarían definitivamente a Ibagué, pues allí conoció a Guillermo León Puerta, quien hacia política con el senador. Fue un amor a primera vista y cinco meses después ya estaban casados.

Aunque su esposo nunca le ha dicho nada sobre su afición a cantar, ella ha decidido interrumpir su trabajo por etapas, pues comprende que su contacto con los públicos en las presentaciones son actividades en las que pueden surgir malos entendidos y ella prefiere consagrarse al hogar que está conformado por su hijo Guillermo León y la niña Ángela Viviana.

En su segunda grabación hay un cambio sustancial, pues se trata de música ranchera, con una tendencia hacia la denominada canción “guasca” cuya principal característica es la de cantarle al despecho, la traición y el sufrimiento, producto de una sociedad machista que logra exacerbar el sentimentalismo superficial y genera un movimiento en latinoamérica, especialmente en México y Colombia, donde se alcanzan ventas importantes con ese discurso de violencia y tragedia que impacta a los espíritus elementales, quienes sienten que su dolor está siendo reivindicado en un corrido, una ranchera o un vals. La esposa olvidada es una larga duración que tiene música de Juan Gabriel y otros autores mexicanos. En este trabajo está incluido El borracho panzón, un tema que pegó en las emisoras locales y alcanzó a figurar en otras partes, ya que su contenido no sólo halagó a las mujeres, sino que puso a reflexionar a muchos hombres sobre sus comportamientos.

Aunque a este trabajo tampoco pudo dedicarle mucho tiempo a su promoción, el resultado fue satisfactorio y comenzó a hacerse a un nombre en el medio. Esta obra la grabó en los estudios de Sisar y fue acompañada por el grupo Síntesis integrado por jóvenes del Conservatorio y que actúan en exclusividad para sus presentaciones.

El contenido de las canciones de María Mercedes es la antítesis de su vida matrimonial. Las anécdotas e historias que cuenta en cada corrido en nada se parecen a esa vida feliz y tranquila que lleva en su hogar, donde la comprensión y el diálogo irradian una atmósfera que dista de las turbulentas relaciones que surgen como prodigios en su voz.

Ha alternado con artistas como Pastor López, de quien guarda un grato recuerdo por su caballerosidad, con Vicente Fernández y con Darío Gómez, un clásico de la música de despecho, y es precisamente en una de esas presentaciones que tuvo que cantar por más de dos horas, a pleno sol, esperando que se hicieran presentes sus compañeros de show. Actuó casi hasta el anochecer y cuando ya había agotado todo su repertorio y la garganta le ardía como si estuviera calcinándose, llegó el resto del elenco. Al final el público la premió con un estruendoso aplauso, por el esfuerzo realizado, su gran profesionalismo y su responsabilidad.

Ahora realiza presentaciones en público desde hace aproximadamente cuatro años. Esta experiencia le deja una sensación de orgullo, aunque tiene que controlar los nervios que le producen las incógnitas sobre lo que pueda pasar. Sin embargo ha logrado hacer de sus actuaciones verdaderos espectáculos y brindar sus potencialidades para que el público vibre de emoción con esas diatribas contra los hombres, enardecida ocasionalmente un poco por dos o tres tragos que aumenta el coraje y el valor para seguir cantando.

Sus hijos algunas veces la acompañan al escenario, su esposo siempre. El comparte todas las peripecias previas y durante el concierto. Una presentación es algo así como una especie de combate por lograr que el público se anime, que comparta y viva la música con el artista. Por eso María Mercedes siempre sale al escenario dispuesta a fajarse por lograr este objetivo. Algunas veces es más difícil que otras, pero siempre las gentes terminan tarareando, cantando y aplaudiendo, encantados por esa magia de una voz recia que da órdenes.

Antes de casarse realizó tres programas de televisión en el espacio denominado Maestros, donde actuaba Jaime Llano González, tocaban los Hermanos Martínez y otros artistas. Así mismo participó en el Concurso Nacional La Reina de la Canción Ranchera, celebrado en el coliseo Evangelista Mora de la ciudad de Cali. Allí vivió una experiencia agradable, pues al momento de iniciar su canción, se dio cuenta que el mariachi estaba un tono más alto, al cual no podía llegar y, en un acto de valor, se detuvo y le pidió que comenzara de nuevo en medio de la rechifla del público. Intentó aplacar los ánimos, pero éstos seguían exaltados. Le dijo al mariachi que iniciara de nuevo y comenzó a cantar entre la algarabía y las trompetas. Poco a poco se fueron silenciando esas voces y se irguió sobre la adversidad, imponente como una artista de temple. Al concluir el público aplaudió a rabiar y el jurado no tuvo otra alternativa que otorgarle el primer puesto.

Representó al Tolima en un concurso del Mono Núñez. Tiene varias composiciones que ha grabado en distintos larga duración. Una de ellas se llama No debería hablarte, en ritmo de corrido; la otra Tus celos, un blue y la tercera Gran señor, un vals. Esta última composición la hizo un amigo, quien quería llamar la atención de su pareja a través de la música, para que tratara de cambiar su comportamiento.

María Mercedes sólo es conocida como cantante de rancheras pero no pierde oportunidad de reconciliarse con la música colombiana. Por eso su tercer trabajo en casette fue sobre las obras clásicas de maestros de nuestra región y en él se incluyen melodías tan conocidas como Tupinamba, Las lavanderas, Oropel, Pueblito viejo. Doce obras en total interpretadas por un cuarteto vocal en el que participó Aristóbulo García, conocido cantante y compositor tolimense.

Después de 1998, María Mercedes Falla ha grabado varios trabajos: Pasado y Presente Ranchero Vol II, que incluye dos temas suyos, Vuela libre y Te lo buscaste.

En 1999, participó con cuatro canciones en el C.D. de Carlos Orlando Pardo, Sobre todo amor y se encuentra incluida en la selección del volumen dos del mismo compositor.

Actualmente integra junto a María Belén Vergara el dueto Canela y Miel, donde María Mercedes, además de ser la primera voz, interpreta el tiple.

En el 2001 el dueto participó en festivales como Príncipes de la Canción, donde fueron seleccionadas y finalistas. En El Mangostino de Oro de Mariquita también resultaron finalistas.

Ha colaborado con innumerables trabajos discográficos de los compositores del Tolima como Miguel Angel Chamorro, Carlos Orlando Pardo, entre otros.



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