RAÚL ECHEVERRY ECHEVERRY

 

E1 grupo ecológico de la Universidad del Tolima lo denominó con justicia Vigilante de la tierra, exaltó el valor científico de sus trabajos y destacó su brillante trayectoria que le ha dejado ya varios premios de reconocimiento a su consagración y estudio. Dos plantas descubiertas por él fueron clasificadas y publicadas en la revista Phytología del Museo de Historia Natural de Whashington y en la de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. En homenaje al nombre de pila y apellidos del investigador tolimense, las plantas fueron clasificadas como Baccharis Raulii Díaz & Cuatrecasas y Meliosma echeverryana Cuatr.

La primera es un arbusto conocido vulgarmente como chuca ceniza en la región donde fue descubierta, la reserva Herencia Verde del Alto Quindío y la segunda un árbol de aproximados quince metros de altura que se encuentra en la finca El Silencio de la inspección de Juntas, corregimiento de Villarestrepo, municipio de Ibagué. Los clasificadores Santiago Díaz Piedrahita y José Cuatrecasas, tuvieron en cuenta al hacer esta denominación que Echeverry. un maestro de centenares de egresados de la facultad agropecuaria de la Universidad del Tolima, era, además, fundador del jardín botánico Alejandro Von Humboldt y del Herbario Toli del mismo centro superior de educación profesional.

El jardín botánico, creado a iniciativa suya en 1967 por el Consejo Directivo de la Universidad e inaugurado el 13 de junio de 1969 en el marco del V Congreso Nacional de Ingenieros Agrónomos, cumple ya una trayectoria mayor a los 25 años. En un área de aproximadas tres hectáreas con topografía de pendiente pronunciada, cuenta con más de 600 especies diferentes entre plantas inferiores sin flores y plantas superiores con ellas, tanto nativas como exóticas, de las cuales hay muestras de otros continentes.

El Herbario Toli, por su parte, iniciado en 1959 y cuya inauguración se cumplió el 26 de septiembre de 1978, tiene hoy más de 6.000 variedades cuyas primeras 4.423 muestras son de la colección del fundador.

Pero nada ha sido gratuito en la vida de Raúl Echeverry. Nacer en una finca en 1918 lo vincula al campo. Hasta los 10 años, antes de ir al Líbano, ya su infancia se motiva en el conocimiento de las plantas nativas que crecen silvestres en la región y cuyos nombres vulgares le enseñaba Néstor, uno de sus cuatro hermanos mayores de los quince que fueron. No pasará en vano la circunstancia de nacer entre matas y caminar entre ellas oliendo el rastrojo y el monte, porque de aquellas inquietudes le va a surgir en el futuro la pasión científica y el ánimo para luchar sin descanso por la conservación de la naturaleza que él viera virgen, silvestre, y donde la fauna y la flora nativas estaban casi intactas.

Sus padres, de Abejorral, Antioquia, descendientes de los fundadores del Líbano, cultivarán la tierra en la finca Primavera. Allí vive, como todos los niños de su época, en un trajín rural que se afana en deshierbar, desmatonar potreros, rajar y cargar leña, encarrar el bagazo de la caña y ordeñar, pero en su caso, saca tiempo para averiguar los nombres de las plantas que encontraba en el camino y grabarlas muy bien en su memoria. En la escuela pública de Primavera Alta, de la mano de Felicidad Grisales, su primera maestra, aprende a manejar la pizarra y el gis, elementos que el gobierno repartía entonces gratuitamente entre los estudiantes de primaria. Y vino por fin la ciudad. En el colegio oficial del Líbano, hoy Instituto Nacional Isidro Parra, el médico Alejandro Bernal Jiménez, profesor de botánica, estimula su afición primitiva y ordena su catálogo de conocimientos. Así diferenció raíces, tallos, hojas, flores y frutos, pero también encontró la distinción entre rastrojo y monte, árbol y arbusto, plantas útiles y malezas.

Con condiscípulos de la talla de Luis Flórez y Aristóbulo Pardo, el bachiller de la primera promoción que tuvo el Líbano en 1938 habría de convertirse más tarde en Ingeniero Agrónomo de la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional de Medellín, la única que existía entonces en Colombia porque por aquellos días apenas existía una escuela de agricultura en Bogotá.

Este profesional, que lleva más de medio siglo cumplido en su oficio, se graduó en 1953 y en el último año de su carrera realizó su práctica en la granja de Armero que pertenecía al Ministerio de Economía, departamento de agricultura. Su dedicación sobresaliente le ayuda para ser nombrado agrónomo de investigación de fibras liberianas, cuyos resultados experimentales se daban a conocer a los agricultores. Luego fue designado jefe de la zona agropecuaria del Norte de Santander, en Cúcuta, durante doce meses. Echeverry ha realizado postgrados en Colombia, México, Puerto Rico y Estados Unidos.

Adornando las paredes de su casa solariega de la Pola, mientras observa por la ventana que al frente construyen un espectacular hotel, se encuentran las múltiples condecoraciones recibidas a lo largo de su prolífica existencia, a más de numerosas publicaciones relacionadas con las especies del Jardín Botánico de la Universidad donde, como se sabe, existen más de 600 plantas nativas y exóticas que hacen parte de la inmensa biodiversidad de Colombia.

En 1965 publica Plantas halófitas del Espinal y algunos aspectos de su ecología que editó la revista Cespedesia, boletín científico del departamento del Valle del Cauca; en 1993 apareció su trabajo Plantas exóticas en aclimatación, 65 monografías de especies cultivadas en el jardín botánico Alejandro Von Humboldt de la Universidad del Tolima, ilustrado con fotografías a color; en 1994 Plantas nativas de la ciudad de Ibagué sobre más de cien especies que crecen silvestres en el jardín botánico, ilustrado igualmente con fotografías, y en el mismo año, para la Biblioteca Científica de la Presidencia de la República, publicó estudios en el libro Flora apícola colombiana, obra sobre la observación de las especies en el jardín botánico y el Herbario Toli, al tiempo que otros múltiples ensayos son editados en el folleto- guía del jardín botánico Alejandro Von Humboldt.

Entre sus distinciones figuran la Orden Cívica San Bonifacio de Ibagué, entregada en 1990 por el alcalde mayor por su conducta sobresaliente como ciudadano y su admirable labor de botánico, académico y científico así como por la divulgación de nuestra flora, la selección de especies sobresalientes y la estructuración del herbario y el jardín botánico de la UT.

Su condición de agrónomo y botánico de prestancia nacional que ha dedicado su vida excepcional a la docencia y al enriquecimiento de las ciencias naturales con el incomparable decoro de su acendrada ética y devoción por la cátedra universitaria, le ha ganado igualmente resoluciones de honor de la junta directiva de la Sociedad de Agrónomos del Tolima y, por su desempeño profesional, el profesor titular de la Universidad del Tolima alcanzó la de honor al servicio académico. Están también sus diplomas del Centro Regional para el Desarrollo de la Comunidad en América Latina, del Instituto Ecuatoriano de Ciencias Naturales que lo convierte en miembro correspondiente y el de la Universidad Nacional.

El 22 de octubre de 1990, en el marco del Primer Foro Científico Salud y Ambiente realizado en la tierra fundada por sus mayores, le fue entregado El Cedro de oro por sus aportes en pro de los avances de la botánica. Lo recibió en compañía de Manuel Elkin Patarroyo, Mario Echeverry, Gustavo Vallejo y el desaparecido médico científico Milton Arguello.

El 22 de abril de 1994, en acto solemne ofrecido en el internado campesino de su ciudad natal, al celebrar el día de la tierra, se le entregó un acuerdo del concejo municipal en el cual se cede un lote de terreno para destinarlo exclusivamente al Jardín Botánico Raúl Echeverry Echeverry.

Así lo homenajeaba su pueblo dando comienzo a uno de los mejores medios de vinculación con la comunidad, porque vio claramente que se colocaba en vigencia, una vez más, según lo expresara, sobre algún sitio del planeta, un principio esencial como la defensa y protección de las especies nativas o silvestres, al tiempo que la aclimatación y propagación de las especies exóticas y una ayuda a la docencia, la investigación y la sana recreación de las gentes. En junio de 1995 el Ministerio del Medio Ambiente le otorgó el tercer Premio Nacional del Medio Ambiente que le fue entregado por la titular de esa cartera, Cecilia López Montaña. La distinción fue compartida con la Fundación Natura y la Organización Regional Indígena del Chocó Embera-Wounaan.

Tal vez como nunca, Raúl Echeverry Echeverry vislumbró en el terreno cedido el futuro y seguro refugio acogedor de las plantas. Con nostalgia, frente a la destrucción de los robles, laureles, cumulas, guaduas y los cedros de diversas especies que hicieron famoso al Líbano, comprendió que en la actitud del Concejo se encerraba la esperanza para que esa devastación terminara y éstas y otras maravillas de la naturaleza no se perdieran para siempre quedando de ellas, tal vez, sólo un recuerdo en la memoria perecedera de su generación.

Murió en Ibagué en 2008.