DARÍO ECHANDIA
Diputado por el Tolima, profesor universitario de introducción al Estado de derecho y filosofía del derecho, profundo conocedor tanto de la filosofía escolástica como de Hegel, Kant, Dilthey y Marx, Representante a la Cámara, Senador de la República, Presidente del Senado, Ministro de gobierno, de Educación, de Relaciones Exteriores, de Justicia, embajador en dos ocasiones ante la Santa Sede, embajador en Londres, cuatro veces encargado de la Presidencia de la República, magistrado de la Corte Suprema de Justicia, Echandía recibió todos los honores con el mismo talante de sencillez chaparraluna que lo caracterizó siempre.
Fue el mayor de ocho hermanos nacidos del matrimonio de don Vicente Echandía Castilla y doña Carlota Olaya Bonilla. Don Vicente había iniciado estudios de derecho en Bogotá pero debió suspenderlos. Darío, su hijo, quien llegaría a ser uno de los más grandes juristas, al punto de ser calificado como la conciencia jurídica del país, nació en Chaparral el 13 de octubre de 1897 en la casa de la carrera décima distinguida con el número 8-15. Sus hermanos, cinco mujeres y dos varones, fueron Vicente, Domingo, Filomena, Carlota, Celmira, Beatriz y Julia. Cursó sus estudios de primaria en la escuela pública que dirigía la señorita Soledad Medina. Como entonces no había en Chaparral ningún plantel de enseñanza secundaria fue enviado por sus padres a Bogotá donde estudió, primero, en los colegios de Araujo y de Ramírez para pasar luego al prestigioso Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario donde termina el bachillerato y cursa toda su carrera de Derecho y Ciencias Políticas. Un compañero suyo en el colegio, Juan Lozano y Lozano, lo retrata de esa época: «Darío Echandía, fulgurante estudiante, iba un poco adelante de mí en el orden de los estudios. Llegó a ser colegial y por ello pasante, y tuvo el privilegio de habitar en pieza separada cuando fue alumno interno. Esa celda, un poco monástica, era como el germen pobrísimo de su casa de ahora. Libros y más libros. Retratos de filósofos, poetas y pintores, recortados de los periódicos y prendidos con goma de las paredes. En las horas libres, en ese ambiente se amodorraba Echandía ante los hechos de la rutina escolar, y se levantaba y se paseaba como un tigre en cuanto se mencionara a Santo Tomás de Aquino». Monseñor Rafael María Carrasquilla, rector del Colegio del Rosario, lo definió como el mejor alumno de su rectoría. Se graduó allí como abogado en 1917, a los veinte años de edad, y su tesis de grado lleva el título «De la responsabilidad civil por los delitos y las culpas».
Regresa entonces a su Chaparral natal y en la apacibilidad de la hacienda paterna La Siberia, pasa los días recostado en una hamaca leyendo y releyendo toda clase de autores, clásicos y modernos. Su padre, don Vicente, lo llamaba la biblioteca cerrada porque imaginaba el magín de su hijo como un atíborramiento de conocimientos e ideas a los que no se tenía acceso. En 1918 es elegido diputado a la Asamblea Departamental, en plena hegemonía conservadora. Al parecer, esta primera experiencia en el mundo de la política no lo satisfizo. Cumple, sin embargo, con los deberes de su designación y al término de esta etapa se orienta hacia sus disciplinas jurídicas y pasa a desempeñarse como Juez Civil de Circuito en Ambalema, por entonces un gran centro comercial tabacalero que exportaba los finos cigarros de la fábrica La patria a Londres y a Hamburgo, entre otras ciudades europeas, y puerto importante del nutrido tráfico por el río Magdalena. Permanece en esta bulliciosa población, dedicado a su trabajo y a la lectura en su idioma original de los clásicos griegos y latinos, hasta junio de 1927, cuando se le nombra magistrado del Tribunal Superior de Ibagué, oficio que desempeña de modo fugaz pues hace dejación del cargo en los primeros días de octubre del mismo año para dar un viraje de 90 grados y aceptar la gerencia del recién creado Banco Agrícola Hipotecario en Armenia.
El año de 1930 marca el final de la hegemonía conservadora. Para el debate electoral que debe cumplirse ese año, el conservatismo está dividido entre dos candidatos: el poeta Guillermo Valencia y el general Alfredo Vásquez Cobo. El liberalismo se presenta con un candidato único: Enrique Olaya Herrera. Finaliza el gobierno de Miguel Abadía Méndez. Echandía es llamado a engrosar en el Tolima la nómina de directivos de la campaña presidencial. En desarrollo de ésta se cumple en el Hotel Chicoral, en la población del mismo nombre, la convención regional del liberalismo, presidida por Alfonso López Pumarejo, director nacional del partido. Tras los primeros actos, López Pumarejo, fatigado por el viaje, se tiende en una hamaca de los amplios pasillos del hotel y desde allí no puede dejar de escuchar la voz de un orador desconocido para él y a pesar de su cansancio queda atrapado en el hilo de los razonamientos que expone el parlamentario de turno. «¿Quién está hablando?», preguntó. «Un doctor Echandía, de Chaparral», le respondieron. «Cuando termine, quiero hablar con ese doctor», dijo López. Fue el comienzo de una larga amistad tanto política como personal y el resorte que impulsaría a Echandía hacia altos cargos del Estado y de la política. En efecto, poco después del triunfo de Olaya Herrera, López Pumarejo viaja a Londres como jefe de la Legación Diplomática y al partir dejó integrada una nueva dirección nacional de cinco miembros. Entre ellos, al lado de su coterráneo y excondíscipulo Juan Lozano y Lozano, figura Darío Echandía. Tiene treinta y tres años de edad.
Las Asambleas Departamentales elegían entonces a los Senadores de la República. La del Tolima eligió a Echandía como primer suplente de Fabio Lozano Torrijos pero éste debió encargarse algún tiempo después de la Legación de Colombia en el Perú y Echandía pasó a ocupar la curul del Senado. Participa en las legislaturas de 1931-32. En esta última saca avante, contra una tenaz oposición, el proyecto de ley sobre régimen patrimonial en el matrimonio.
En febrero de 1934, el liberalismo, reunido en Convención Nacional, elige una nueva directiva de ocho miembros y en ella figura nuevamente Echandía. Se adelanta el debate electoral que terminará con el triunfo de López Pumarejo para la Presidencia de la República y Echandía, como miembro de la Dirección Nacional, participa activamente en la triunfal campaña. Echandía hará por tercera vez parte de esta directiva al ser nombrado nuevamente miembro, ese mismo año, al lado de don Luis Cano. Gabriel Turbay, Eduardo Santos, Darío Samper y Fabio Lozano y Torrijos. La nueva Dirección Nacional del Liberalismo se instala el 10 de agosto. Haría nuevamente parte de ella en 1947 y en 1949 y llegaría a ser su presidente. Por lo pronto, Darío Echandía entra el 20 de julio de 1934 al recinto de la Cámara de Representantes como principal por el Tolima.
López Pumarejo, al posesionarse, designa en su gabinete de ocho ministerios a don Luis Cano como titular de la cartera de Gobierno. El veterano periodista no acepta y surgen como posibles remplazos los nombres de Alberto Lleras Camargo y Carlos Lozano y Lozano. Simultáneamente con estos hechos un grupo de tolimenses pide al presidente López que incluya el nombre de Echandía en las ternas que se debían pasar a las Cámaras legislativas para elegir los miembros de la Corte Suprema de Justicia. El presidente accede a la solicitud de sus visitantes y éstos abandonan Palacio satisfechos sin sospechar siquiera la sorpresa que se llevarán días después. Echandía ha relatado el episodio: «Vine a Bogotá a una reunión como delegado del Tolima. Al día siguiente me llamaron de Palacio. Era el presidente López. Me dijo: «Por aquí estuvieron los tolimenses a pedirme que lo nombre en la Corte Suprema de Justicia. ¿A usted le gusta esa cosa?». A mí me gusta la cosa, le contesté, porque mi profesión es la de abogado. Me preguntó después que cómo se integraba la Corte y le dije que por medio de unas ternas que pasaba el ministro de gobierno. Al mismo tiempo me hablaba de sus planes institucionales y al fin me concretó: «¿Por qué no entra al gabinete de ministro de gobierno y me hace las ternas de la corte?» Le dije: Yo no sirvo para la política, yo nací para la judicatura, ese es mi oficio. Yo no le resulto para ministro de gobierno. Al menos déjeme unas horas para pensarlo... El doctor López llamó a la secretaria, dictó el decreto, ordenó traer el libro de actas y me dijo: «No lo piense, porque si lo piensa no me acepta». Y así salí nombrado y posesionado de una vez, hola...»
El 2 de agosto de 1936 contrae matrimonio con doña Emilia Arciniegas Castilla. De esta unión no hubo hijos.
En 1938 se debe elegir el sucesor de Alfonso López Pumarejo y un sector radical del liberalismo, encabezado por Jorge Eliécer Gaitán y Plinio Mendoza Neira, propone el nombre de Darío Echandía. La postulación fue aceptada pero en las elecciones parlamentarias de ese año obtiene mayoría el ala liberal que propendía por la candidatura de Eduardo Santos. Echandía declina su candidatura. Varias veces candidato a la primera magistratura, siempre algún obstáculo del momento le impidió llegar en propiedad a la Presidencia de la República. Así, por ejemplo, durante la campaña para la presidencia en 1946, el nombre de Echandía vuelve a considerarse. Pero ya Jorge Eliécer Gaitán y Gabriel Turbay se disputaban el apoyo del liberalismo para el cuatrienio 1946-1950 y Echandía dijo: «No quiero dividir por tres lo que está dividido por dos», y se abstuvo de participar en la contienda que dio al traste con el liberalismo en el poder. Es nuevamente elegido candidato a la presidencia para las elecciones que debían cumplirse el 27 de noviembre de 1949. Sin embargo, la prohibición de manifestaciones públicas, la implantación del estado de sitio y otras medidas dictadas desde el gobierno, llevan al liberalismo a retirarse de la rama electoral y a decretar el abstencionismo en las elecciones. Nuevamente la candidatura de Echandía debe ser retirada.
El 17 de marzo de 1949 las directivas nacionales de los dos partidos tradicionales firman un manifiesto contra la violencia que campeaba en el país. Echandía es Ministro de Gobierno de Ospina Pérez. El clima de violencia y diversos hechos de clara persecución oficial contra el liberalismo hacen que el llamado Gobierno de Unión Nacional se rompa y Echandía renuncie a su ministerio.
El 9 de noviembre, en discurso pronunciado en el Teatro Municipal de Bogotá, Echandía explica al país las razones de las medidas adoptadas por su partido al determinar la no concurrencia a elecciones del liberalismo y con ello el retiro de su candidatura presidencial. Se trata de un documento histórico. En su discurso, Echandía hace un juicio a fondo de la vida pública de Laureano Gómez. Recalca el daño que las prédicas de Gómez sobre la conveniencia del atentado personal y la acción intrépida han causado al país. Explica luego las razones que lo hacen abstenerse de participar en el debate electoral y las puntualiza, una por una. El proceso de violencia es encaminado abiertamente contra el liberalismo, se asesina o destierra a sus personeros en los municipios, es patente el fraude electoral, gobernadores y alcaldes son elementos sectarios del conservatismo escogidos para esos cargos justamente en razón de tales características, igual sucede con la policía y con el equipamiento armado por parte del gobierno de bandas de facinerosos, no existen garantías en las corporaciones públicas para los liberales que las integran. En tales condiciones, el liberalismo no puede exponer a sus militantes a una masacre segura.
Este mismo año, 1949, presencia la muerte violenta de su hermano Vicente. El viernes 25 de noviembre Echandía, su hermano y varios amigos se dirigen al centro de la ciudad. Caminan por la calle 39 hacia la carrera 13, pero al ser reconocido, varios estudiantes y simpatizantes se suman al grupo y se forma una pequeña manifestación silenciosa y pacífica. Al llegar a la carrera 13, cerca del colegio María Auxiliadora y Bavaria, una patrulla de la policía militar dispara contra el grupo. Caen muertos Vicente Echandía, dos estudiantes de 16 y 18 años y un comerciante de 32. El saldo arroja además numerosos heridos. Tal era el clima que se vivía a sólo cuatro días de las elecciones presidenciales.
El gobierno de López Pumarejo lo había nombrado mucho antes de estos episodios como embajador ante la Santa Sede y en calidad de tal debe encarar la negociación para un nuevo Concordato con el cardenal Maglione. Este Concordato sería después ferozmente atacado por el conservatismo con Laureano Gómez a la cabeza y Echandía debió defenderlo en el Congreso. Por múltiples y diversas razones el Concordato no entró en vigencia.
En la segunda administración de López Pumarejo, que se inicia en 1942, Echandía es designado Ministro de Gobierno. Se desempeña después como Ministro de Relaciones Exteriores. Había sido elegido por el Congreso como Primer Designado y como tal asume el poder durante el transitorio cese en la presidencia de López por graves quebrantos de salud de su esposa. Echandía permanece en la Presidencia desde el 17 de noviembre de 1943 hasta el 16 de mayo de 1944. Pero el 10 de julio del mismo año el presidente López es objeto de un conato de golpe militar en Pasto y apresado. Echandía se apresura a posesionarse de la presidencia, se hace reconocer por la tropa y en compañía de Alberto Lleras Camargo, Ministro de Gobierno, y contando con pleno apoyo de las fuerzas armadas, hace fracasar el golpe y el presidente López regresa a Bogotá a los dos días.
Durante la campaña presidencial de 1946, declinada ya su candidatura y tras una tenaz lucha por la unión del liberalismo que resultó infructuosa, Echandía acepta ser embajador en Londres y en calidad de tal asiste a la primera asamblea de las Naciones Unidas.
El 9 de abril de 1948 cae asesinado el líder liberal Jorge Eliécer Gaitán. Echandía se niega a la petición de la turba enardecida para encabezar el alzamiento popular con miras a tomarse el poder y en asocio de prestantes personalidades del liberalismo busca medidas intermedias y conciliatorias en la histórica entrevista sostenida ese mismo día con el presidente Ospina Pérez. Echandía acepta, con la aprobación de su partido, el Ministerio de Gobierno que le ofrece el presidente Ospina. Durante las candentes horas en que los directivos liberales permanecieron ese 9 de abril en Palacio, fue cuando pronunció su famosa frase Eí poder para qué. Tales palabras han sido citadas repetidas veces y objeto en no pocas ocasiones de burla porque se las trae a cuento fuera de su contexto histórico. El propio Echandía narra la anécdota y la sitúa dentro del marco en que ocurrió y que da un nuevo sentido a la frase: «El 9 de abril Bogotá estaba incendiada. Nosotros nos hallábamos en Palacio y el presidente nos recibió y estuvo con nosotros toda la noche. En cambio, Laureano Gómez estaba en el Ministerio de Guerra y no hacía sino llamar a Palacio y pedir la junta, la junta. Llamaba y decía: «Digan que junta militar». Y afirmaba que los militares estaban esperando para que los llamaran. Entonces, Arriaga Andrade, que también se encontraba en el Ministerio de Guerra, me llamó y me preguntó qué iba a pasar con el poder. La gente estaba en la calle... Yo le respondí: El poder para qué... Asómese a la ventana!»
El complemento de la frase, Asómese a la ventana!, da un nuevo sentido a la tan controvertida sentencia.
Otra frase suya que hizo carrera fue la pronunciada en el Hotel Tequendama durante el banquete bipartidista que se ofreció al general Gustavo Rojas Pinilla el 24 de julio de 1953. Rojas Pinilla había depuesto del poder al presidente Laureano Gómez el 13 de junio de ese año y tal hecho fue recibido inicialmente con alborozo por el liberalismo, pues significaba la caída de un gobierno que lo perseguía encarnizadamente. La violencia reinaba en el país. Todo el mundo hablaba de golpe de estado pero Echandia descartó en su discurso este concepto y habló de un golpe de opinión. Como contribución a la restauración democrática que se le asignaba al nuevo gobierno militar, Echandia aceptó el cargo de magistrado de la Corte Suprema de Justicia al igual que otros juristas copartidarios suyos. Debió renunciar cuando se puso en evidencia el ánimo dictatorial del gobierno y pasó a hacer parte directiva de la oposición en campaña abierta en Medellín hasta que el régimen militar cayó el 10 de mayo de 1957.
Ocupará dos veces más, por breves períodos, la Presidencia de la República en su calidad de Designado. Una durante el gobierno de Alberto Lleras Camargo en 1960 y otra durante el de Carlos Lleras Restrepo en 1967. En el transcurso de'. gobierno de Lleras Camargo fue llamado a la gobernación del Tolima y allí cumplió una tesonera labor en pro de la paz que la violencia política de los años anteriores había casi por completo erradicado. Enunció su propósito a favor de la cosecusión de la paz en la forma sencilla y hasta campechana en que solía resumir graves situaciones al expresar que trabajaría para que sus paisanos pudieran otra vez «pescar de noche» y en consecuencia orientó sus esfuerzos hacia la restauración de los municipios. En el gobierno de Lleras Restrepo fue también Ministro de Justicia. Participó, más adelante, en la campaña presidencial de Lleras Restrepo de 1976-77 que culminó con el triunfo de Julio César Turbay Ayala.
Su intervención en varias gobiernos y en el parlamento, hacen que se le deban en gran parte iniciativas de profundo contenido social como la intervención estatal en la economía, la función social de la propiedad, el derecho de huelga, la libertad de cultos y de enseñanza y muchas más enmarcadas dentro de la reforma constitucional de 1936. Fiel siempre a su espíritu escéptico y agresivo en los conceptos, el maestro, como cariñosamente se le llamaba, expresaría en alguna ocasión que este es un país de cafres y cuando, años después, le preguntaron si estaba arrepentido de esta frase, respondió que estaba muy apenado con los cafres. De igual modo tildaría a sus copartidarios de reaccionarios y afirmaría que el partido liberal no sirve para nada ni está haciendo nada .
Cuando, como Ministro de Justicia, era citado al Senado o a la Cámara de Representantes, Echandía, sin despojarse de un ajado abrigo amarillo oscuro, no ocupaba los sillones destinados a los ministros sino que escuchaba el debate paseándose por el recinto o sentado en cualquiera de las curules parlamentarias. El orador no interrumpía su discurso porque sabía que tras la actitud en apariencia distraída del «maestro» se ocultaba una concentrada atención. Y así lo comprobaba la inesperada y fulgurante intervención que en un momento dado soltaba Echandía para rebatir tal o cual punto argumental de su contrincante. De igual manera había logrado derrotar en el Congreso la iracundia oratoria y fulgurante de Laureano Gómez con sólidos argumentos jurídicos en las largas sesiones que se adelantaron durante la reforma concordataria.
Parapetado tras un carácter que podría parecer hosco a quien no lo conociera se escondía un socarrón dicharachero y el dueño de un humor agudo y veloz. En una entrevista sobre su vida una reportera le preguntó qué era lo que más le había gustado en vida de su esposa y, sonriendo maliciosamente, Echandía contestó: «Todo».
Sus últimos años los vivió en Ibagué, privado ya de la compañía de su esposa, doña Emilia. Murió el 8 de mayo de 1989 y a sus exequias asistieron representantes del gobierno y viejos compañeros de la política y el derecho, las dos pasiones de su vida.