EMILIO DÍAZ GRANOBLES

“Tiene buen oído pero su voz no es buena”, le dijo su padre don Emilio Díaz cuando descubrió su actitud musical. Sin embargo, el tiempo y la dedicación, convertiría años más tarde, el concepto de su progenitor, toda vez que se convirtiera por la década de los sesenta en uno de los más destacados solistas de los Coros del Tolima, aplaudido en las más selectas salas de Europa y América y partícipe activo en 1969 del triunfo de los coros en el Concurso de Arezzo, Italia, cuando obtuvo el segundo puesto entre más de treinta y dos países.

Aunque nació en San Antonio el 27 de enero de 1925, la memoria artística de Emilio Díaz Granobles se remonta a Chaparral, donde se trasladó su familia cuando él contaba con tan sólo ocho años. Hijo de don Emilio Díaz, un reconocido músico, famoso como cantante y muy estimado como profesor, y de doña Hortensia Granobles, el futuro barítono de los Coros del Tolima tuvo que presenciar las clases de su padre desde el anonimato para luego ingresar al coro del templo de Chaparral donde inicia sus clases vocales con el maestro Lugo.

Bachiller del colegio Santa Librada de Neiva, fue llamado por el maestro Pablo Casas a Ibagué, en 1950, para hacer parte de la famosa orquesta Caribe como cantante. El destino hace que Emilio Díaz llegue cuando el puesto ya había sido ocupado. Cesáreo Rocha Castilla y Germán Torres Barreto lo presentan a doña Amina Melendro y a Alfredo Squarcetta quienes, luego de oírlo cantar, le abren las puertas del Conservatorio, asignándole el cargo de copista para que pudiera amortiguar sus gastos en la capital tolimense. Ochenta pesos mensuales recibe por ese entonces. Al poco tiempo fue solista, jefe de grupo en el coro y luego profesor de materias teóricas y de instrumentos típicos por varias décadas en el mismo claustro.

La voz de Emilio Díaz, desde cuando llegó al Conservatorio, ha estado ligada a las giras y éxitos más memorables de los Coros del Tolima. Hacia 1953 encontró la amistad que lo marcaría de por vida: el tenor Félix Vásquez, poseedor de una potente voz, de gran registro, desaparecido en un accidente cuando se celebraba el primer festival folclórico colombiano, en 1959. Fue su cómplice dentro y fuera del coro. Juntos llegaron a conquistar un enorme prestigio a través de sus audiciones radiales por La voz del Tolima durante más de siete años y en los diversos festivales a que era invitada la agrupación del Conservatorio o Vásquez y Díaz, el dueto que formaron y del que se decía no necesitaba micrófono para cantar en recinto abierto. Sus composiciones, creadas exclusivamente para la voz de Félix Vásquez, recorrieron múltiples ritmos, boleros, pasillos, guabinas, sanjuaneros, bambucos, baladas y hasta himnos. Al morir Félix, murió también el deseo de componer y cantar en dueto.

Siendo integrante de la estudiantina Tolima Grande, dirigida por Pacho Rojas, de quien recibió estudios profesionales de teoría, Emilio Díaz alcanzó el Momo Dorado en Barranquilla en 1967, iniciando una saga de reconocimientos que seguirían con la medalla Alberto Castilla en 1973, el Escudo de Oro y Punta de Diamante del Conservatorio del Tolima en 1976 y la medalla Ciudad Musical, otorgada por el concejo de Ibagué en 1980.

Su carrera como compositor la inició en 1942 con los boleros Cuando te miro y Te amo en silencio, escritos para su orquesta debido a la escasez de repertorio y por ser el ritmo de la época. Más adelante escribiría Inspiración. Interpretada por el dueto Vásquez y Díaz, el Coro del Tolima y la Banda Departamental, su labor creadora da fe de un sentimentalismo tradicional que expresa en canción. Los pasillos Tras unos ojos mandingas, Recuerdos y Amina (instrumentales), las guabinas Reina Linda, con letra de Luz Stella, compuesta por encargo de doña Amina Melendro de Pulecio para el homenaje a una reina nacional de la belleza, quien visitaba la ciudad hacia 1959 y Tuluní (instrumental), el sanjuanero Costumbres tolimenses, los bambucos Canoita de madera y Niña hermosa, donde deja entrever su coquetería y galantería, Tolimensita, A mi guapo Chaparral, con letra de Isaías Romero, compuesta en Ibagué en 1957 y considerada por un tiempo himno de este municipio, Chapitas, (instrumental) como era conocido el maestro Díaz, y Manizaleña, la balada Hasta luego mi amor y los himnos Instituto Manuel Murillo Toro, Soledad Medina y Liceo Val, son muestra de la obra contínua de un auténtico, soñador, romántico, sencillo y sincero.

Hoy, pensionado por la nación y el departamento luego de haberse desempeñado como profesor en el Conservatorio de Música del Tolima, vive con el recuerdo siempre palpitante de salas europeas llenas coreando su nombre, su voz y su pueblo.