GILBERTO CORTÉS QUIROGA

Gilberto Cortés Quiroga nació, vivió y murió rodeado de música. Y no es exagerado afirmarlo, pues había nacido en Aipe, pequeña y calurosa población huilense considerada como la cuna de la música colombiana, el 9 de julio de 1892. Vivió entre serenatas y parrandas de pueblo, entre bambucos y pasillos en los caminos fiesteros del Tolima Grande durante ochenta y siete años y murió entre ahogos tatareando nostalgias en una clínica de la capital de la música unas semanas antes de las celebraciones sanjuaneras.

Sus padres, Antonio Cortés y Ana Dolores Quiroga lo dejaron viajar a Ibagué cuando el joven músico apenas terminaba sus estudios escolares en compañía de Carlos Enrique, su hermano, también talentoso compositor, autor, años más tarde, de páginas tan importantes como la Guabina Huilense y La cortesana. Ubicado en la capital, Gilberto, que ya tocaba la guitarra y el tiple sin conocer notas ni pentagramas, ingresa al Conservatorio de Música del Tolima donde desarrolla todo el talento y el conocimiento que parecía traer desde el momento mismo de su llegada al mundo, perfeccionando su natural habilidad hasta adquirir la destreza suficiente para interpretar toda clase de instrumentos.

Con un espíritu alegre y aventurero, Gilberto Cortés es llamado para conformar las bandas de muchos municipios tolimenses, en las que ejecuta instrumentos de armonía y conoce de cerca los aires folclóricos de su región. Empieza a componer sus primeras canciones ante la sorpresa de sus compañeros de fiestas que veían cómo el joven intérprete creaba melodías a medida que viajaban amenizando las celebraciones populares.

De aquellos días lo asalta el recuerdo de una noche de serenata cuando Gilberto, pasado un poco de aguardientes, intentó atravesar un puente construido apenas por un par de guaduas para acortar el camino hasta la casa de la mujer a la que brindarían sus canciones, con tan mala fortuna que resbaló y con todo y tiple terciado fue a parar a las aguas lodosas de la quebrada. Sus compañeros lo rescataron entre risas y tragos y tambaleantes y felices llegaron finalmente a la casa de la serenata. La primera canción, Niña Encantadora, bambuco compuesto por Gilberto Cortés, empezó a salir con dificultad del instrumento que escondía en su caja de resonancia un puñado de inquietos renacuajos.

Anécdotas como esta eran de permanente ocurrencia en los “Toques” a los que invitaban al maestro Cortés, dueño de un humor exuberante y alegre bebedor de aguardiente. Simultáneamente con su oficio de músico, trabajó durante algunos años en juzgados e inspecciones de policía como escribiente, haciendo gala de una prosa amena y una letra hermosa. Se casó un día con Ana Josefa Dussán y sus hijos Ana Dolores, Rosalba, Nelly, Stella y Gilberto, hoy recuerdan al padre músico que se pasaba noches enteras pensando y tarareando sus creaciones para dejarse sorprender por la madrugada con su tiple compañero con el que empezaba a darle forma definitiva a sus composiciones. De esas trasnochadas inacabables salieron el pasillo Rosalba, el danzón Stella y Calentita morena, como un homenaje sincero a sus hijas y que más tarde se escucharon en las ejecuciones de la Banda Departamental, el dueto de Garzón y Collazos y Los sureños.

De su enorme producción musical se destacan los pasillos Eduardo Santos, Ibagué social y Amor de siempre; los bambucos Niña encantadora, Bajo el alero de tus pestañas, Musiquita bella, Tus negros ojos y Guitarra mía; la rumba Amorcito mío; el danzón Anis Palermo; la guabina La calentana; la marcha Dios y patria; el fox-schotish Amor de novios y el joropo Quiéreme bien, querida; todas ellas reflejo de más de medio siglo de actividad creadora al servicio de nuestra música, con letra y melodía de su inspiración y recogidas en un bello larga duración por Discos Bambuco titulado Tolima grande presenta la música y canciones del maestro Gilberto Cortés Quiroga, interpretadas por el autor, el conjunto “El mejor” y el dueto Guarín y Londoño.

Recibió la condecoración de la orden Alberto Castilla del Conservatorio de Música del Tolima y la Medalla del Bunde en el Espinal en el primer Festival del Bunde el 28 de junio de 1973. Fue llamado en innumerables ocasiones para dirigir la Banda Departamental del Huila, uno de los pocos sueños que nunca hizo realidad en su larga existencia musical cuando murió en la ciudad de Ibagué el 10 de junio de 1979.