EL CONSERVATORIO

 

Por Carlos Orlando Pardo Viña

 

Fundación

En 1906, el maestro Alberto Castilla dirigía la Escuela Orquesta a raíz de la suspensión de la Academia de Música de Ibagué, por falta de recursos, como relatamos anteriormente.

Jorge Añez en su libro Canciones y Recuerdos, narra el proyecto en voz del violinista bogotano Josías Domínguez: "Castilla había acariciado por largo tiempo la idea de fundar un centro musical en Ibagué. Pero como no tuviera dinero con que iniciar la obra y como nuestros gobiernos, ya sean nacionales, departamentales o municipales, siempre se han mostrado tan indiferentes a todo lo atañedero a las cuestiones de arte, sus ambiciosos proyectos, esas sus caras ilusiones, poco a poco iban esfumándose".

El origen de la escuela tiene tintes que van de lo doloroso a lo simpático. En 1906, Castilla alquiló una casa; llamó a Pacho Lamus, medico, dueño de botica y flautista, y a Pablo Domínguez, violinista, proponiéndoles que dieran clases de solfeo, flauta, violín y piano. Lamus y Domínguez aceptaron y, con ayuda le algunos discípulos, montaron un repertorio le piezas instrumentales apropiadas para visitas de salón con el que ofrecían recitales “gratuitos” a las familias acomodadas de Ibagué, quienes luego de la atención musical obsequiaban floreros, lámparas, carpetas, asientos o mesas, que Castilla y sus amigos se llevaban entre graciosos comentarios y con los que iniciaron la escuela. El colegio San Simón facilitaría más adelante unos violines, violas, un cello y un contrabajo, que había adquirido por la época de la escuela dirigida por Temístocles Vargas.

En la publicación Libertad y Orden aparece una nota acerca de un concierto que confirma la existencia real de la academia. "El gobernador del departamento, con la banda oficial, la empresa eléctrica del doctor Hernando Villa con su espléndida luz, la imprenta con sus avisos y programas, la simpática, interesante y siempre aplaudida Academia de Música con su lúcido y competente cuerpo de profesores y alumnos, la distinguida y hábil pianista señora Tulia de Páramo con su hermoso y tierno ramillete de inteligentes discípulas de la Academia... todos presurosos acudieron a la llamada que en nombre de la caridad hicieron las damas directoras del club San Antonio en el corazón generoso de la sociedad ibaguereña".

Corría el año de 1908. Sin lugar a dudas, incluso sin soporte oficial, la academia seguía manteniendo sus labores, empecinada en subsistir a través de los sueños de sus promotores.

Josías Domínguez y luego Guillermo Quevedo, dirigieron aquella escuela que fue proclamada establecimiento oficial mediante decreto número 191 de julio 7 de 1909.

Hector Villegas Villegas aclara un poco las contradicciones legales que han llevado a que la creación del Conservatorio se mantenga envuelta en un misterio.

El decreto citado arriba decía en su artículo primero: “Declárase establecimiento oficial la Academia de Música que funciona en la capital del departamento”. En realidad, la Academia de Música fue fundada en 1893 y jamás fue suprimida legalmente. La única escuela que subsistía en 1909 era la Escuela Orquesta de Castilla. Quizá el maestro hubiera querido continuar la suspendida academia pero no con este nombre sino con el de Orquesta. Sin embargo, su escuela fue reorganizada como academia por el mismo decreto y se encargó para su dirección a don Edmundo Vargas. A Castilla le ofrecen el cargo de director de la sección de varones pero no acepta.

Tres días después, gracias a la presión de las damas de la sociedad y a la renuncia de Edmundo Vargas, el gobierno, mediante decreto 202 del 10 de julio, nombra como director de la academia al maestro Castilla, Concretándose, un lustro después, el sueño de este bogotano que se erigía, cada vez más, en protagonista indiscutible del departamento.

Luis Umaña López, gobernador durante el año de 1910, definió el personal de la Academia de Música, que ya Castilla comenzaba a llamar Conservatorio. El decreto 38 de enero 15 señalaba los distintos cargos: un director, una directora de la sección de señoritas, un profesor de piano, solfeo, vocalización y armonía, uno de teoría superior, violín, viola, violoncelo y contrabajo, uno de instrumentos de viento, uno de lectura y teoría inferior - que ejercerá como prefecto de estudios -, uno de flauta, una celadora en la sección de señoritas y un portero. En el mismo año, el. 7 de julio, Castilla es nombrado director de la Banda Militar de Música de Ibagué que ya cumplía 21 años de existencia.

En 1911, el gobernador Eduardo Posada, alegando pobreza del fisco departamental, dicta el decreto número 308 del 26 de octubre, "por el cual se suspende el auxilio para la Academia de Música de Ibagué". Sin embargo, para Castilla, éste era sólo uno de los muchos obstáculos con los que se venía enfrentando y no se amilanó. En el momento de la suspensión del auxilio, trabajaban en la academia Guillermo Quevedo Z., Josías Domínguez, Francisco Lamus, Miguel Buenaventura, Balbino Guzmán, Vicente Olachea y Carlos Julio Montalvo.

 

Itinerario y protagonistas : Primeras décadas

Durante los años siguientes a la supresión de ayuda económica por parte del gobierno, los directores de instrucción pública gestionaron en varias ocasiones la reapertura de la academia. Las presiones de Rafael Martínez en 1913, Rafael Escobar en 1914 y Telésforo Jiménez en 1919, lograron su cometido. Es así como el 10 de mayo de 1919 mediante decreto número 45, se restableció la Academia de música con los cargos ya señalados y con una asignación presupuestal fijada en doscientos pesos oro.

Guillermo Quevedo es nombrado Director de la Academia de Música el 10 de septiembre de 1919, en un cargo que ocuparía hasta 1923. Este zipaquireño, hijo de aristocrática cepa y de familia de poetas, nieto de Nicolás Quevedo Rachadell quien fuera edecán del libertador Simón Bolívar y uno de los primeros profesores de música de Bogotá por el año de 1835, sobrino de Julio Quevedo Arvelo, iniciador de los estudios de armonía en el país junto a Oreste Síndice (autor de la música del Himno Nacional de Colombia) y Pedro Morales Pino, orientó junto a Castilla sus sueños musicales y había sido director ejecutivo de la Academia desde 1909, fecha de su fundación legal.

Castilla, entretanto, actúa como director Ad honorem lo que le permite dedicarse a sus otras ocupaciones que, como veremos más adelante, serían de gran valor para el desarrollo del departamento.

Alberto Castilla se había dedicado, además de ser profesor del claustro, a su profesión de ingeniero, construyendo puentes y edificios; a la de periodista, como director del legendario El Cronista, y a la política, actuando como diputado a la Asamblea del Tolima y representante al Congreso en varios períodos, siempre en nombre del departamento donde cumplía su labor cotidiana.

El 12 de marzo de 1920 surge una propuesta del entonces director honorífico del Conservatorio de Música del Tolima: buscaba llevar a cabo una exposición que tuviera como principal objeto hacer conocer cuanto hubiera en Ibagué de interesante, bajo el punto de vista arqueológico. La exposición, realizada este mismo año, abrazó todo un plan general clasificado en varios grupos: mobiliario, indumentaria, paleografía, epigrafía, bibliología, diplomática, sigilografía o esfragística, filatelia, numismática, heráldica, emblemática, iconográfica, cerámica, vitrería, orfebrería, broncería, panopliaria o tormentaria, maquinaria, operaría, música y mixto, como fomento a la búsqueda indispensable en posteriores estudios históricos.

Dos meses más tarde, el gobernador Luis V. González delimita la función del Conservatorio mediante el decreto 31 de 1920. En uno de sus artículos, el Conservatorio queda adscrito como instituto oficial dependiente de la gobernación del departamento y de la dirección general de Instrucción Pública; además, según continuaba el documento: "El Conservatorio de Música se dividirá en dos escuelas que funcionan independientemente, una para señoritas y otra para varones. En cada una de dichas escuelas se recorrerán las materias que determine el reglamento".

El mismo decreto, en sus artículos 10 y 11, obligaba a los profesores a prestar sus servicios en la orquesta del Conservatorio, la cual no podría ejecutar ningún tipo de presentación musical, exceptuando los conciertos y audiciones reglamentarios, sin orden escrita de la gobernación: el decreto había realizado una modificación sustantiva en la filosofía del plantel: "un centro de degustación musical, dedicado no sólo a afinar la inclinación de minorías por la música como espectáculo o exclusivamente a la difusión, sino un plantel motivado con propósitos sociales, para que a través de la formación clásica, cultural y artística, se forjara un hombre integral, equilibrado en su intelecto y en su sentimiento y se propendiera por la creación de un profesional que, dentro de sus diferentes niveles de estudios y perfeccionamiento, amalgamara la necesidad económica con los anhelos de la realización en el arte y la ciencia".

El Conservatorio ya era parte de los gobiernos de turno.

En junio del mismo año, Quevedo solicita licencias renunciables para separarse de su puesto como director y se encarga del mismo a don Miguel I. Buenaventura, un ibaguereño que había nacido en 1889, alumno de la Academia de Música de Ibagué en 1894, bajo la batuta del maestro Temístocles Vargas, y más adelante profesor de lectura superior, contrabajo, solfeo y violín, del mismo plantel. Compositor de varias obras entre las que sobresalieron el pasillo Cariño y los valses Tolima romántico, Nocturno, Polka y Minueto. Muere en 1946.

Y es que los Buenaventura formaron una saga que traería tres directores al Conservatorio: Alberto Castilla Buenaventura, Miguel I. de Buenaventura e Isabel Buenaventura de Buenaventura.

Doña Isabel B. de Buenaventura nació en Ibagué en 1903. Dedicada por entero al estudio de la música en el Conservatorio del Tolima, logra ser profesora, subdirectora y directora encargada del mismo plantel. Sus obras más sobresalientes fueron Al calor del vodka, Oriental, Preludio romántico, Acuarela y Nostalgia.

En 1924, luego de dos años de cierre debido a dificultades fiscales, el maestro Quevedo parte a Bogotá por problemas personales y es encargada la dirección del Conservatorio al maestro Miguel Uribe, quien la ejercería durante dos años, para entregar el cargo, de nuevo, al maestro Quevedo.

El 20 de julio del mismo año, con motivo de la fiesta nacional, se llevó a cabo un acto concertado entre el Conservatorio Departamental de Música y la Junta de Festejos del 20 de julio. El certamen se realizó en el salón de la Asamblea Departamental, y causa curiosidad una nota al final del programa: "Los asientos se reciben desde la víspera hasta las tres de la tarde del día 20". Desde este momento surge la necesidad de una sala de conciertos.

La Academia de Música del Tolima fue reorganizada y legalizada como Conservatorio Departamental de Música en febrero de 1929 por medio de los decretos 102 y 106. Tales mandatos disponían el personal directivo y docente así: Director: Alberto Castilla; secretario: José Vicente Melo; celadora: Señorita Eugenia Torres; profesor pasante: Josué Montalvo; conserje de la sección diurna: Matea Merchán; profesor de lectura, música y violín: Lucio Prada; de violín y viola: Juan J. Flórez; de instrumentos de cobre: Arturo Trujillo; clarinete: José A. Guzmán; flauta: Josué Montalvo; contrabajo: Manuel Gómez; solfeo, piano y curso elemental: Isabel B. de Buenaventura; piano y canto: Isabel Carvajal Roldan; lectura: Amelia Melendro, hermana de doña Amina Melendro de Pulecio y, según sus palabras, "la mejor músico de la familia"; piano y melografía: María Teresa Melo; y teoría, armonía, dictado y piano superior, a cargo del director del instituto.

El Conservatorio del Tolima también se dio a la tarea de iniciar conferencias culturales que se realizaban todos los lunes a las ocho de la noche en el local del instituto. La primera charla que inauguró el ciclo a mediados de 1931 estuvo a cargo de Manuel Antonio Bonilla, en un acto que fue registrado por el bisemanario matinal El Pueblo en su primera página al exponer cómo el "distinguido literato que disertó magistralmente sobre tan vasta e interesante materia, subyugó al público con su estilo incomparable". El ciclo continuaría con un estudio del arte tolimense preparado por don Víctor A. Bedoya.

En el mismo año Castilla es acusado, junto con otros familiares, de ser nombrado en diferentes cargos por el gobernador Antonio Rocha. El maestro responde las acusaciones en una carta publicada por El Pueblo. Afirmaba Castilla:

"Advierto a usted, señor -dirigiéndose al director del bisemanario que el doctor Rocha no me ha nombrado a mí, director de nada; que cuando él llego gobernador aquí, yo era más o menos director de una murga; y que la única gracia que me ha hecho el doctor Rocha es rebajarme el sueldo, por lo cual estoy indignado, a tal punto que he querido irme a las manos con él; no tanto por mí, sino por mis venerables y amables acreedores, que contaban por A más B con los emolumentos del maestro Castilla para cobrarse de tragos, automóviles, cinematógrafo y otras picardías", dejando ver su estilo ágil, directo e irónico.

Sin embargo y pese a los comentarios de la gente, el gobernador Antonio Rocha designa a Castilla como Secretario de Gobierno. El maestro vería en este nombramiento una oportunidad única no sólo para ejecutar algunos de sus proyectos políticos sino para hacer realidad uno de sus sueños: la sala de conciertos. Atrás quedaban sus peleas con el mandatario.

Desde este cargo, Castilla crearía la revista del Centro Tolimense de Historia, denominada Páginas Históricas, bajo la dirección de dicho ente y que funcionaría a partir del 15 de marzo de 1932, a pocos días de su ingreso como secretario departamental, y luego de haber sido aprobada en la Comisión de Instrucción Pública de la Asamblea del Tolima.

Mediante decreto 26 de marzo de 1934, se realizan nombramientos de profesores. Alberto Castilla en armonía, dictado y piano; Martín Alberto Rueda en orquesta, solfeo nocturno y piano; Miguel I. Buenaventura en lectura diurna y nocturna; Isabel de Buenaventura en solfeo diurno, piano y piano de orquesta; María Isleña Vela, en sección elemental diurna; Juan David Estrada en teoría nocturna y violín; Lucio Prada en violín, Juan J. Flórez en melografía, Arturo Trujillo en teoría diurna e instrumentos de cobre, José E. Guzmán en instrumentos de madera, J. Manuel Montealegre en lectura elemental y flauta; María Teresa Melo en piano, al igual que Amelia Melendro, Cecilia Torres, Conchita Lamus, María Orejuela y Ester Carvajalino, quienes dictaban piano elemental.

A un mes de su nombramiento como secretario de gobierno, Castilla es nombrado secretario de hacienda por el gobernador Rocha. Desde este cargo, el maestro dispone de varias partidas presupuéstales para la construcción de la sala de conciertos.

Corre el año de 1934 y un nombramiento se vuelve el punto de partida de la renovación generacional del instituto: Amina Melendro de Pulecio, antigua alumna de Castilla, es encargada de la cátedra de piano elemental. Sería esta mujer la depositaría de los proyectos del maestro y quien engrandecería el Conservatorio cuando llegara a la dirección de la institución, dos décadas más tarde.

Como vemos, el año de 1934 se convirtió en un año clave en la consolidación del Conservatorio de Música del Tolima. A la ayuda económica de Castilla desde altos cargos gubernamentales y el nombramiento como profesora de la que sería directora del plantel, se suma la creación de la Revista Científica, Literaria e Histórica del Conservatorio Departamental, también llamada revista Arte, a la que el maestro destina una suma de quince pesos mensuales desde la Secretaría de Hacienda.

El decreto 71 de este año, además, reorganizó el Conservatorio bajo la complicidad de Castilla. En su artículo segundo dice: "El Conservatorio Departamental tiene por objeto la enseñanza artística y cultural. Por eso se dará enseñanza de música vocal e instrumental, de declamación, dibujo, pintura y escultura e idiomas", y más adelante, en su artículo tercero: "El personal directivo y docente del instituto será de libre nombramiento y remoción del gobierno y se compondrá de los siguientes empleados: director, subdirector, secretario, archivero mecanógrafo, pasante, conserje y los profesores que sean necesarios según el número y calidad de los alumnos". El mandato también conformaría el Consejo Directivo, compuesto por el director de Educación Pública, quien lo preside, el director del Instituto, un profesor nombrado por el gobierno, y como secretario, actuaría el mismo del plantel.

Y como si fuera poco, septiembre de 1934 sería testigo, gracias a los planos diseñados por el propio Castilla, de la inauguración de la sala de conciertos. Dirigida por el arquitecto Helí Moreno Otero y con los auxilios del gobernador Andrés Rocha, se estrenaría en el mismo edificio que hoy ocupa - antiguo caserón oficial al servicio de la administración pública-, el centro a donde convergerían los proyectos más importantes del Conservatorio.

Carlos Martínez Silva, en su Reseña de la forma urbana de Ibagué, publicada en el libro Ibagué, ayer, hoy y mañana, comenta: "Las instalaciones educativas oficiales y religiosas llegaron a tener una gran trascendencia en la formación de las primeras generaciones del siglo. Entre las primeras cabe destacar el legendario Colegio de San Simón y la Escuela Normal de Varones, cuya edificación de la carrera primera con calle novena, se acondicionó para el Conservatorio de Música del Tolima, institución de importancia internacional; sus instalaciones no son apropiadas para la enseñanza de la música, pero constituyen uno de los monumentos arquitectónicos más apreciados de la ciudad.

El claustro del Conservatorio es un espacio central de hermosas proporciones, adornado y refrescado por una fuente, alrededor del cual hay una galería continua en dos pisos, sostenida por columnas de madera.

En el costado frontal opuesto a la entrada hay un espacio que transparenta el patio de las "camias", donde está el busto del maestro Castilla y el acceso a la sala de conciertos. En su fachada, típica republicana, se fijan en bajo relieve las notas del Himno del Tolima: El Bunde de Castilla.

La sala de conciertos fue inaugurada en 1934 y fue construida por iniciativa del propio maestro. En la obra intervinieron Helí Moreno Otero, como arquitecto y su hermano Domingo, pintor de óleos -autor de los retratos de grandes músicos que ornan la sala-; y la ornamentación y decoración estuvo a cargo del maestro Félix María Otálora. Consta de 404 butacas y un escenario y está dotada además de una excelente acústica, calificada entre las mejores de América Latina; reúne las formas arquitectónicas neoclásicas con escultura de bajo relieve y la pintura de cuadros preciosamente enmarcados, de los más famosos compositores de la música clásica universal, constituyendo un conjunto excepcional que merece ser declarado monumento nacional".

Contaba además la sala con un busto de Ludwig Van Beethoven.

El gobernador Rocha en su discurso de inauguración expresaría acerca de la sala: "Señoras y señores, vigilan el ambiente musical de este hermoso recinto consagrado al arte más exquisito, algunas imágenes hieráticas deliciosamente silenciosas y profundamente sugeridoras de la más viva emoción. Son los lienzos que objetivan el recuerdo de varios de los genios más portentosos entre los que han sabido sublimemente, encadenar al trono exigente y glorioso de la estética, la anárquica pléyade de los sonidos. Hállase aquí también un bronce evocador y verídico de quien en la dinastía de los maestros de la música ha sido siempre dueño de la supremacía, sin que nadie haya sido jamás osado a disputársela".

El 11 y 12 de octubre de 1934, se realizarían dos conciertos cuyo programa reunía a Beethoven, Chopin, Mendelssohn, Quevedo, Verdi, Schubert, Mozart, Saint Saens, Bach, Meyerbeer, Rossine, Weber, Bretón y Wagner, ejecutados por la orquesta de profesores y alumnos del instituto.

Debido a la reorganización del Conservatorio citada anteriormente, en febrero de 1935 surge un desacuerdo entre el gobierno y el maestro Castilla. El Tiempo, en su edición de febrero 28, registra la noticia: "El maestro Alberto Castilla renunció al cargo de director del Conservatorio de Ibagué debido a que el gobierno departamental expidió un decreto reorgánico del instituto por el que se crean ochenta becas, y se exige una pensión de tres pesos mensuales a los alumnos no becados. Dispone además el referido decreto, un examen de revisión a los alumnos que deseen ingresar al Conservatorio", y en un cable de última hora y publicado en la misma edición del diario, a una columna, "Círculos sociales agitadísimos motivo renuncia maestro Castilla. Profesores, alumnos instituto decretarán boicoteo Conservatorio. Mañana damas ibaguereñas, público general, haránle grandiosa manifestación Castilla, ocho noche. Numerosos matriculados este año, han pedido retiro matrícula". La manifestación lograría su objetivo y Castilla, completamente revitalizado, volvería a la dirección del plantel.

La entrega correspondiente a los números 9, 10 y 11 de la revista Arte, apareció el 13 de abril de 1935. Pulcramente editada y bajo la dirección de Manuel Antonio Bonilla, contiene material que reúne nombres como los de Juan Lozano y Lozano, Daniel Samper Ortega, Tomás Carrasquilla, Liborio Aguiar, Víctor A. Bedoya, Martín Pomala, y por supuesto, Castilla, entre otros, quienes dieron un prestigio invaluable a la publicación del Conservatorio del Tolima.

Un tributo nacional al maestro es rendido en Ibagué el 27 de julio de 1935. En la sala de conciertos, que él llamara Sala Beethoven pero que a partir de este momento lleva su nombre, pronunciaron discursos Alberto Camacho Angarita y Juan Lozano y Lozano, además de la "ofrenda en verso" de Luz Stella. El gobernador del departamento le impuso en aquella ocasión, la Cruz de Boyacá.

Es importante recordar que Juan Lozano y Lozano fue uno de los más grandes poetas tolimenses. Bachiller del Colegio del Rosario y oficial de la Escuela de Cadetes, estudió tres años en la Universidad de Cambridge (Inglaterra) y cinco en la Universidad de Roma. Fundador del diario La Razón y director de la revista Semana, además de codirector junto a Carlos Lleras Restrepo del semanario Política y Algo más, Lozano y Lozano, miembro del las academias de la Lengua y de Historia, publicó dos libros de poesía: Horario primaveral y Joyería, a más de ensayos como Mis contemporáneos (2 volúmenes), Ensayos Críticos, Introducción a la vida heroica, y La patria y yo, entre otros.

Por su parte, Luz Stella fue una de las pocas escritoras colombianas que alcanzaron renombre nacional durante varias décadas. Recibió distintos homenajes como poetisa, educadora, periodista, autora de libretos para radio, mujer con sensibilidad social y ánimo persistente en la lucha por consagrar los valores del espíritu. Publicó entre otros Rincón infantil, poemas y cuentos para niños; Viaje de canción en canción por el Tolima, poemas y cuentos infantiles, La llamarada, Pétalos y Sin el calor <lcl nido, relatos publicados en la serie de Luis Enrique Osorio, "La novela semanal". En teatro dejó las obras Ambalá, La conspiradora y El milagro, al igual que los dramas Qué bodas de plata, El congreso de los ratones, Juguetes cómicos, Comedia sanjuanera y Comedia folclórica.

Amalia de Camacho Angarita y Raquel Isaacs de Vélez, compusieron algunas coplas que fueron cantadas por cientos de personas en el homenaje.

 

"Hoy celebramos la fiesta

del gran maestro Castilla

a quien solo se le tacha

que se quedó sin costilla.

Más aunque esto así haya sido

no nos causa desconcierto

pues con mujer y diez hijos

no habría sala de concierto.

Las señoras y muchachas

nos mandan aquí a cantar

que sin Alberto Castilla

queda Ibagué de Alquilar"

 

Sin lugar a la duda, es esta una muestra definitiva del fervor del pueblo ibaguereño hacia el maestro.

Pocos meses antes habían sido nombrados Manuel Antonio Bonilla y Leonor Buenaventura como profesores de francés y piano elemental, respectivamente.

Leonor Buenaventura de Valencia nace en 1914 el 10 de mayo. Su primera profesora fue doña Isabel de Buenaventura. Durante treinta y siete años permaneció enseñando en el Conservatorio. Dirigió los coros infantiles, enseñó piano complementario, fue jefe de sopranos y, como era natural, formó parte de los Coros del Tolima, siendo directora del famoso muñequero -coro infantil creado por Alberto Castilla. Compositora de la famosa pieza Ibaguereña , su obra es publicada por la biblioteca Darío Echandía del Banco de la República. En 1939 alcanza el Premio Nacional de Música con su canción Yo vide unos ojos negros, otorgado en la tercera Feria de Manizales. Así, Leonorcita Buenaventura, como es conocida por los ibaguereños, inició un camino que le llevó a consagrarse como una de las grandes compositoras y protagonistas del presente siglo.

Desde el Conservatorio de Música de Buenos Aires, Argentina, llegan noticias acerca de un congreso eucarístico reunido en julio de 1935. Castilla decide entonces realizar el Primer Congreso Nacional de Música cuyo proyecto cuenta con el visto bueno, aunque temeroso, de Rafael Parga Cortés, gobernador por entonces. En Bogotá, Castilla consigue un auxilio de ochenta mil pesos de parte del Congreso Nacional y de mil pesos del Concejo Municipal de Ibagué. En enero del siguiente año, superados varios problemas internos del Conservatorio, se realizaría el congreso al que estaban invitados todos los departamentos, las primeras ciudades del país y los mejores artistas y críticos de la nación.

En carta dirigida al director del Instituto de Bellas Artes de Bogotá, Gustavo Santos, con fecha del 16 de septiembre de 1935 y en la cual solicita apoyo para su proyecto del Primer Congreso Nacional de Música, Castilla resume lo que en ese año es ya el Conservatorio: Un centro que desde la primera década del siglo venía tratando de forjar artistas en condiciones casi paupérrimas.

El texto decía así: "Por ello encuentra usted en nuestro instituto, en embrión o en pleno desarrollo, una sala de música con todas las dependencias necesarias, en donde se estudia la teoría y la práctica de todos o la mayor parte de los instrumentos disciplinados a la orquesta y la banda; una aula de pintura y escultura donde se estudian la geometría, el dibujo, la perspectiva, la anatomía, el modelado y la decoración -varios de quienes se convertirían en protagonistas del Tolima en sus diversas áreas, como Jorge Elias Triana, en la pintura, y Camilo Medina, en la pintura y en la actuación, iniciaron en este claustro sus primeros estudios plásticos, participando como decoradores y escenógrafos en algunas de las obras teatrales que organizara el Conservatorio como parte de sus actividades culturales a mediados de siglo-, un departamento de idiomas, para aprender el inglés, el francés, el italiano y, más tarde, también el alemán; un centro de historia al que concurren los inscritos en él a estudiar el pasado de nuestro pueblo y de nuestras costumbres y a excavar el cementerio de las cosas olvidadas, en busca de los hechos que nos dieron gloria y fisonomía; y encuentra usted una revista, académicamente dirigida, que recoge y refleja toda la labor cristalizada del instituto y fuera de él y es vehículo lujoso del pensamiento literario colombiano y álbum de todo lo bello y lo clásico que merezca redondearse como inspiración; y una modesta biblioteca, con su sala de lectura y su adecuada reglamentación; y un campo de deporte para que los niños que estudian en el plantel jueguen y atiendan a su educación física; y, por último, una sala espléndida de conciertos, las conferencias culturales y científicas y la presentación de los valores artísticos que llegaron a la capital de nuestro departamento".

 

Congresos nacionales de la música

Para diciembre de 1935, un mes antes de la realización del congreso, el edificio del Conservatorio Departamental albergaba la radiodifusora Ecos del Combeima que, además de difundir nuestra música, programaba diversos ciclos de conferencias culturales dirigidas por Alberto Castilla, Luz Stella, Floro Saavedra, Nicanor Velásquez y Alberto Santofimio Caicedo.

Tres días antes de la iniciación, los hoteles estaban llenos y los músicos e instrumentos venidos de todo el país y del exterior se paseaban por la Plaza de Bolívar, en una especie de rito que no desapareció sino hasta varios días después de la clausura.

Entre el miércoles 15 y el domingo 19 de enero, según reza el programa oficial, se llevó a cabo el Primer Congreso nacional de la Música, que tuvo características de "Confesión General", por parte de todos los que, de una u otra manera habían dedicado su vida a un arte que logró su "cédula de ciudadanía" al entrar a ser parte de las preocupaciones nacionales: también sería la entrada triunfal del Conservatorio al ámbito nacional e internacional.

Presidido por doña Teresa Tanco de Herrera, compositora, pianista, violinista, virtuosa del oboe y el arpa, el congreso fue inaugurado el jueves 16 de enero de manera oficial, aunque en la noche anterior se habían ofrecido conciertos con temas de Schumann, Bach, Rueda, Galeotti y Wagner.

Registrado en todos los periódicos locales y nacionales, el congreso se instaló con la presencia del gobernador Rafael Parga Cortés y del Director Nacional de Bellas Artes, Gustavo Santos.

Todo fue música: además de las interpretaciones brindadas por los asistentes se realizaron foros académicos en donde se analizaron los nuevos caminos de este arte en el país. El pianista Antonio María Valencia presentó un estudio acerca de la pedagogía musical en Colombia; José Rozo Contreras, director de la Banda Nacional de Bogotá, realizó una nueva instrumentación del himno patrio, para gran banda, en donde introdujo una creación rítmico melódica de trompetas que le dieron un carácter "épico y brioso a la melodía nacional", y numerosos proyectos fueron presentados y aceptados como conclusiones del Congreso: la formación de masas corales, la creación de cursos instrumentales además de escuelas especiales para maestras, con el fin de preparar elementos que después prestarían eficaces servicios a las escuelas primarias y normales, y la exigencia de mayor presupuesto al ramo de Bellas Artes de parte de los gobiernos de turno.

La Semana de la Música, como también fue llamado el primer congreso, abrió su programa el viernes 17 de enero con la participación de la señora Tatjana Gontscharowa, además de las señoritas Ana y Sofía Villamizar, Teresa Melo, Giacomo Marcenaro, Hernando Delgado y Joseph Matza, mientras que el sábado 18 se contó con la presencia del solista Ismael Posada que incluyó temas de Mendelssohn, Borodine y Wagner. Un desfile notable de músicos reconocidos nacional e internacionalmente, comenzaba a hacer gala de todas sus virtudes.

El domingo 19, último día del congreso, se realizó un concierto de música sagrada presentado por los coros de la Catedral de Bogotá, en donde se mostró una pequeña parte de la producción de la música sacra que tuvo su máximo esplendor hacia el siglo XVI y cuyo tema influyó en algunas de las composiciones de Castilla.

La clausura estuvo a cargo del doctor Darío Echandía, Ministro de Educación por aquel entonces. En su alocución, Echandía destacó la tarea del maestro Castilla y la calificó como digna y merecedora de apoyo estatal: "Es imposible para un solo gobierno y para muchos, la formación efectiva de una cultura nacional, alcanzando solamente a canalizar y encauzar toda manifestación que propenda por la formación de esta misma cultura" - en realidad, todo el empeño de Castilla y sus cómplices, había iniciado la construcción de una cultura que nos llevaría a erigirnos como la Ciudad Musical de América -.

El diario La Opinión, expresaba: "El parque de Bolívar y el amplio patio del Conservatorio estuvieron todo el día y largas horas de la noche colmados con un enorme público que con un buen sentido social, alegría y sentimiento artístico ha venido formando un ambiente consolador y honroso. En el referido parque, las bandas del departamento, la de Manizales, la del Espinal, Líbano y Venadillo, conquistaron triunfos ruidosos", en contra de lo que algunos "puristas" de la música pudieran pensar.

Víctor A. Bedoya, en su columna del mismo diario, destacó "el fervor continuo que el público dispensó a la banda espinaluna, quienes con sus bambucos y pasillos, sus joropos y sus valses, sostuvieron la alegría popular sin sentir cansancio ni fastidio", y más adelante, "para el cronista ha sido motivo de justa complacencia esta actitud del pueblo, al que rara vez se le proporciona un placer que lo llene y lo conforme, ya que el pan no es propiamente abundante y de lo mejor, désele música espinaluna, aperitivo espiritual que es como un nirvana que hace olvidar las penas de la vida. Dejemos al pueblo que siga tras la banda espinaluna, ya que nosotros los que soberbiamente nos llamamos intelectuales, somos de la misma carne y necesitamos otro lenguaje "divino" para aplacar la fiera dañina que llevamos dentro de nosotros mismos".

Y es que el Congreso no se limitó a los muros del Conservatorio. La transmisión de algunos conciertos por la emisora Ecos del Combeima y las retretas al aire libre, solidificaron el proyecto de Castilla quien pensaba el Congreso como una semana en donde todos respiráramos acordes y melodías.

Georgette de Rentería, una artista francesa, afirmó acerca del congreso: "hemos escuchado la interpretación de los grandes maestros del arte musical europeo por medio de nuestros grandes expertos en la técnica de la ejecución y de la interpretación, y, quizá, no sea excesivo afirmar que bien poco tenemos que envidiar al viejo continente en cuanto a los artistas interpretadores de sus grandes genios" .

A pesar del éxito del gran evento, Castilla exponía en La Opinión, cómo el Conservatorio se hallaba amenazado por la incomprensión oficial que quería cobrar gravamen a la matrícula y a la enseñanza de una manera exagerada. A fínales del mes, Castilla renuncia a la dirección del Conservatorio, y como en épocas pasadas, recibe el apoyo de cientos de ibaguereños que salieron en una "imponentemanifestación", como titulara el diario, a brindarle simpatía y adhesión al maestro.

En El Derecho, Castilla publica una carta manifestando al gobernador su inconformismo por el plan que suprimiría las clases de armonía y lectura, cuatro profesoras de piano elemental, clases de idiomas, la revista Arte y la sección de artes plásticas, además de elevar en veinte pesos los sueldos de tres profesoras de piano para recargarlas con el enorme personal de cuarenta niñas y disminuir el sueldo de los profesores de instrumentos de cobre y madera, que por entonces eran los más populares. El maestro afirmaba que el nuevo plan impediría la excelencia académica que hasta el momento se presentaba en el Conservatorio.

A todo parecer, el problema se originó en una carta que Gustavo Santos, Director Nacional de Bellas Artes, enviara al director de Instrucción Pública de la época. No sería la única pelea que libraría Castilla con Santos, quien jamás entendió el espíritu del maestro en una ceguera mental que cedería gracias a la presión de la sociedad de Ibagué. El Derecho publicaría un titular que rezaba: "Proceso concluyente para liquidar dos falsos prestigios: el de Gustavo Santos, director de Bellas Artes y el de Daniel Zamudio, director de estudios del Conservatorio del Tolima".

El conflicto se solucionaría gracias al decreto número 16 del 26 de febrero de 1936 que echaba por tierra las disposiciones que eran centro del problema, dejando la tarea del Conservatorio intacta hasta que, en 1937, en el mes de junio, muere el maestro Alberto Castilla al parecer por un problema hepático aunque en la partida de defunción aparece como causa del deceso un aneurisma. La noticia corrió y la sociedad ibaguereña entró en uno de los lutos más sentidos en toda su historia.

"Nunca como en esta ocasión se había visto en Ibagué una tan grande profusión de carteles murales, expresivos del dolor público y contentivos de invitaciones a las exequias del maestro", expresaba el interdiario La Opinión. La gobernación, con José María Torres a la cabeza, y la alcaldía, regida por Julio Ernesto Salazar Trujillo, dictaron decretos de honor. El 12 de junio se realizaron las exequias del maestro luego de estar en cámara ardiente en la sala que lleva su nombre en el Conservatorio del Tolima. Sería enterrado bajo la sombra de las camias que vigilaban su obra en el patio del Conservatorio (Ver El binomio inmortal)

Luego de la muerte de Alberto Castilla, el gobernador, mediante decreto 331 del 22 de junio del mismo año, encargó la dirección del Conservatorio al subdirector, el maestro Alfredo Squarcetta, quien había sido traído por el mismo Castilla desde Italia. Durante su estadía en Colombia fue maestro de Carlos Julio Ramírez, Alicia Borda de Zalamea, Alba del Castillo y Anita Chaparro.

El 15 de julio fue nombrado Guillermo Quevedo, el gran aliado del maestro, quien asume igualmente la dirección de la banda departamental y la dirección ad honorem del Conservatorio. Quevedo renunciaría un año más tarde y lo reemplazaría de nuevo Squarcetta.

En Medellín se realizó la segunda versión del Congreso Nacional de la Música que se vio interrumpida por la muerte del expresidente Carlos E. Restrepo. Más de setenta artistas participaron en el evento que se organizó en memoria del creador de la idea, el maestro Castilla. La embajada del Tolima, compuesta por 98 personas y presidido por don Guillermo Quevedo, se hizo presente, obteniendo uno de los más brillante triunfos. Quevedo y Squarcetta, este último como Director Artístico del plantel, se constituyeron en figuras centrales del congreso que fue motivo de dogios por parte de la prensa antioqueña.

La clave del éxito tolimense estuvo a cargo de las corales, organizadas por Squarcetta un mes antes del viaje a Medellín. No eran éstas las primeras agrupaciones corales del Tolima, pero serían la revitalización de un proyecto que se había iniciado en 1908 con el primer coro femenino, conformado por Julia Vela, Inés de Buenaventura, Victoria Caicedo, Tulia de Páramo, Sarita Molano, Elvira Vela, Helena de Rengifo, Sixta Tulia Caicedo, Julia Santofimio, Raquel Casas, Felisa Valenzuela e Isleña Vela.

Las nuevas masas corales, desde el congreso de Medellín, se convertirían en el alma viva del Conservatorio que, en 1940, con Mariano Melendro como gobernador, contaba con el siguiente personal: Director, Alfredo Squarcetta; Síndico, Floro Saavedra; Secretaria, Amalia Vélez; Sección elemental e infantil, Josefina V. de Varón; Director del aula de Artes Plásticas: Julio Fajardo, uno de los más grandes pintores del Tolima en toda su historia, y profesores como Salvatore y César Ciociano, Isabel de Buenaventura, Miguel I. Buenaventura, Amina Melendro de Pulecio, Leonor de Valencia, Carmen Alicia Viña y Darío Garzón, alumnos desde jóvenes del plantel, como profesores de canto para las escuelas de la ciudad, cumpliendo el Conservatorio con uno de los proyectos aprobados en el primer congreso, tres años atrás.

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