FELIPE COIFFMAN

 

Nadie nunca imaginó que un hombre nacido en un pequeño pueblo situado entre los límites de Rusia y Rumania llamado Nuevasulita, y quien se hiciera tolimense por adopción y convicción, se convertiría en uno de los cirujanos plásticos más famosos del mundo.

Felipe Coiffman comenzó a trazar su destino desde los primeros años de enseñanza en el colegio San Lorenzo, de Armero, cuando sus inquietudes intelectuales motivaron a sus padres a enviarlo al famoso Instituto Isidro Parra, del Líbano, haciendo caso omiso de sus dificultades económicas y soñando únicamente con el promisorio futuro de su hijo.

Era la época en que su padre instalaba en Armero un taller automotriz que durante mucho tiempo sería el único de la región y en donde se practicaba soldadura autógena - tan extraña por aquellos días -, y cuando su madre añoraba los días y las noches de un país lejano en donde alguna vez oyó, junto a su esposo, hablar de un sitio mágico llamado Colombia.

Pero el norte del Tolima no sería el sitio de llegada de estos extranjeros. Primero la costa y más tarde la sabana de Bogotá, fueron testigos de la actividad de un hombre de acento extraño que les quería vender a sus habitantes telas de otros países. Con el tiempo llegaron al Tolima, a la ciudad de Armero, donde se instalaron con la seguridad de haber encontrado tierra buena para echar raíces.

Desde la primera mitad de la década de los cuarenta, Felipe Coiffman soñaba con ser un prestigioso médico y alimentó su vida con la búsqueda del conocimiento en todas las áreas. Durante esta época es designado director de la revista Adelante, editada en el colegio que le vio iniciar su ascenso.

Allí publicaría emocionado sus primeros cuentos, indispensables en la adquisición de la disciplina que años más tarde necesitó para escribir más de 140 artículos, tanto en español como en inglés, ponencias en decenas de congresos, y el texto de Cirugía Plástica Reconstructiva y Estética que en su primera edición contó con la colaboración de 63 autores iberoamericanos bajo su coordinación y que, en su segunda edición, bajo el nombre de Cirugía Plástica Reconstructiva y Estética, se convirtió en el segundo libro más extenso que sobre el tema se ha escrito en el mundo. Para esta última edición, contó con la ayuda de 362 autores consagrados entre norteamericanos, ingleses, españoles, franceses y latinoamericanos que escribieron bajo la batuta magistral de Coiffman.

Ser médico de la Universidad Nacional de Colombia, miembro de número de la Sociedad Americana de Cirugía Plástica y Reconstructiva, miembro correspondiente extranjero tanto de la Sociedad Peruana de Cirugía Plástica como de la brasilera, fundador de la Sociedad Colombiana de Cirugía Plástica, profesor honorario de la Universidad Nacional de Colombia y miembro del departamento de cirugía plástica de la Fundación Santafé de Bogotá, completan, de alguna manera, las metas que Felipe Coiffman ha cruzado a lo largo de su vida.

Este tolimense adoptivo, nacido el 10 de diciembre de 1926 en lo que hoy se llama Moldavia, realizó su medicatura rural en Armero en días en que la violencia bipartidista le creaba situaciones tan absurdas como la de pretender obligarlo a atender sólo a pacientes de un color político determinado, lo que forjó su carácter de médico decidido a preservar la ética de su juramento hipocrático.

Se enamoró precisamente del temperamento fuerte y leal de una mujer de origen polaco, Fanny Fraint, con la que contraería matrimonio años más tarde y quien ha sido no sólo su soporte emocional sino una compañera de trabajo incansable que ha sabido convivir casi cuarenta años con el mismo sacrificio, dedicación y persistencia con que Coiffman emprende cada uno de sus trabajos.

Poco después de casarse viaja a los Estados Unidos, al hospital Monte Sinaí, con el fin de especializarse en cirugía plástica. El doctor ArthurJ. Barsky, el gran maestro, cimentó las bases que Felipe Coiffman aprovechó para ingresar a su regreso, como interno, al hospital San Juan de Dios, en donde sus directores, José Ignacio Mantilla y Guillermo Nieto Cano, manejaban un incipiente servicio de cirugía reconstructiva. Es en este momento cuando Coiffman se liga a la carrera docente, su gran pasión, que le permite ir escalando posiciones hasta ser jefe de clínica, profesor agregado, profesor asociado de la Universidad Nacional y en 1994 convertirse en el primer Profesor Honorario en cirugía plástica que ha tenido Colombia.

Dedicar 17 años a la cirugía reconstructiva en los Seguros Sociales, crear el servicio de cirugía plástica del hospital infantil de La Misericordia, realizar campañas en favor de los niños quemados y efectuar recolectas para ayudar a los damnificados de Armero, son, quizás, las obras de las que más se enorgullece un hombre que no contento con escribir y traducir obras sobre el tema que ha marcado su vida, introdujo en Colombia la cirugía de órganos genitales externos para pacientes transexuados. Mediante ella, muchos hombres con mentalidad netamente femenina, o mujeres con psiquis masculina, han podido cambiar de sexo y llevar una vida normal.

Y es que durante su ya larga carrera profesional, la investigación ha subyugado el alma de este profesional. Desde sus primeras incursiones en el hospital San Juan de Dios, comenzó a realizar trabajos investigativos que le valieron poco a poco un prestigio entre sus colegas. Fue así cómo, en compañía de Guillermo Rojas, creó la Sociedad Colombiana de Cirugía Plástica que en un principio contó con la participación de los 13 especialistas del ramo que para esa época existían en el país.

Desde ese momento, Felipe Coiffman ha participado en todos los congresos de su especialidad que se han realizado en Colombia. Dos veces presidente de la Sociedad Colombiana de Cirugía Plástica, delegado de Suramérica ante el Consejo Central de la Confederación internacional de cirugía plástica y creador de la Fundación Educacional de la Social Iberolatinoamericana de cirugía plástica, serían los pasos anteriores al encargo que se le hiciera de escribir un libro sobre la materia.

Pero desde 1966, cuando hizo su primera especialización, hasta 1992, año en el que recibió un curso sobre medicina láser en cirugía plástica, Coiffman no deja de estudiar el tema en que ha obtenido grandes éxitos. Para ello consulta archivos, está al día en la lectura de revistas y libros especializados, habla con sus colegas. De algún modo - y esto seguramente jamás cambiará - sigue en permanente investigación.

Dos libros que le han dado la vuelta al mundo, la siembra de decenas de árboles y tres hijos: Gladys, quien realizó estudios de comercio internacional; Bernardo, ingeniero civil y Sandra, siquiatra, le dan a Felipe Coiffman la seguridad de que. al volver la mirada atrás, encontrará la satisfacción del deber cumplido más allá de las simples obligaciones que conlleva ser padre, médico y hombre como cuando, junto con su familia, ayudó a superar el conflicto de una madre que, después de haber cambiado de sexo, tuvo que afrontar con su hija todos los problemas que este tipo de situaciones puede engendrar.

Así, su periplo como médico y como hombre ha sido trazado por la sabia combinación de la medicina con una formación humanística de hondo contenido social. Su propia vida lo condujo de la mano por ese camino y piensa que lo ha recorrido a conciencia con el claro propósito de servir a la comunidad.

Hoy ya no practica la cirugía reconstructiva ni la de órganos genitales externos, pues ha creado una escuela de médicos que lo hacen perfectamente y que constituye, entre muchas más, una de las herencias positivas que ha legado a la ciencia colombiana. Su labor perdurará no sólo en sus propias y brillantes ejecutorias sino en el trabajo que esta escuela realiza y continuará realizando. Ahora, en paz consigo mismo, Felipe Coiffman dedica su tiempo a su familia y a dos viejas pasiones: la literatura y la pintura. Hojear preciosos ejemplares de arte, releer sus autores predilectos, escuchar música, constituyen serenos intervalos de alegría.

Colma ahora lo que sus múltiples actividades nunca le permitieron hacer: pasar buena parte del tiempo con su familia.»A mis hijos Gladys, Bernardo y Sandra, a mi esposa Fanny y a los hijos y las esposas de todos los coautores, por las largas horas de compañía que no les dedicamos», reza la dedicatoria de uno de sus libros y en ella se encuentra la evidencia de que Felipe Coiffman es un hombre que sacrificó parte de su vida por entregarse a la academia. El tiempo lo ha compensado con creces.



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