LA MOLIENDA
Acosadas por la fusta que levanta el arriador
las bestias van dando vueltas amarradas al mayal;
el trapiche va mordiendo hambriento y devorador
la cañas cuyo guarapo se oscurece por la canal.
El bagazo casi seco la máquina va escupiendo
y un peón lo va encarrando para dejarlo secar
mientras tanto de guarapo los fondos se van llenando
dulce licor que se encuentra listo para cocinar.
Se forma como una nata cuando el guarapo está hirviendo
y este grupo de impurezas van formando la cachaza
que con un gran cucharón un peón va recogiendo
cumpliendo con la misión de limpiar bien la melaza.
Mientras el bagazo arde en el vientre de la hornilla
el líquido va espesando al ritmo del remellón
y así se va transformando en una miel amarilla
que más tarde se convierte en un dulce canturrón.
No descansa el hornillero de alimentar la candela
para que la cocha salga de la mejor calidad
pues de la técnica empleada sale la buena panela
que se vende sin rechazo al postor de la ciudad.
Cuando ya va dando punto para cuajar la panela
se da comienzo a las pruebas, pasabocas deliciosos
como melcochas, batidos, cangrejos y caramelos,
los moscorrofios o monos avisperos esponjosos.
Se colocan las gavetas las cuales se van llenando
de aquella mezcla compacta con rápida maestría
dejándola cierto tiempo que se vaya reposando
para desmoldar los cuadros y esperar a que se enfríe.
Dos panelas, un atado que se procede a envolver
con mucho cuidado y tino en secas hojas de viao
que en bultos de treinta y seis se empacan para vender
a los viejos paneleros en el próximo mercado.