GILBERTO CESPEDES PALMA

En un pedazo de tierra caliente conocido como “Las garzas”, en la vereda Cerrezuela del municipio del Guamo, nació bajo el signo de Aries el 19 de abril del año de 1920, un hombre que con el correr de sus días se ocuparía de una multitud de oficios diversos hasta encontrar en definitiva su acontecimiento verdadero, la razón de su permanencia en el mundo, en el quehacer musical. Un hombre que aprende las primeras palabras en una escuelita del Guamo y se va luego a estudiar la secundaria al Colegio de los Salesianos en Ibagué; que aprende luego literatura, dibujo y pedagogía; que se instala un día en el Conservatorio de Música del Tolima y conoce los secretos del trombón y el contrabajo; que de pronto se encuentra tocando el armonio en las misas dominicales de un pequeño pueblo durante muchos años; que escribe poemas y canciones; que se convierte de la noche a la mañana en sastre de profesión para confeccionar y hacer los vestidos de sus amigos entrañables; que se pone al frente del gremio de los músicos para defenderlo; ese hombre esperanzado que volvió realidad, junto con su puñado de músicos queridos, el sueño de formar una orquesta que se pareciera a la Sonora Matancera, no podría ser otro que Gilberto Céspedes Palma.

Inició estudios musicales en el Conservatorio del Tolima en el año de 1942, consagrando su atención al solfeo, teoría musical, armonía y contrapunto con tal dedicación que, dos años más tarde, ya integraba la orquesta del plantel invitado especialmente por el maestro Demetrio Haralambis y los coros Polifónicos del Tolima, de los que se retiró luego en su afán por hacer carrera junto a otras agrupaciones musicales. Es entonces cuando se vincula a la orquesta que dirigía el maestro Gustavo Gómez Ardila en Ibagué, alternando con otros conjuntos que interpretaban música bailable y amenizando fiestas populares en las muchas ciudades colombianas a donde eran invitados. En 1947 compuso la letra del pasillo Corazón leal con música de Eleuterio Lozano y que hiciera famoso la orquesta de Milcíades Garavito. En los inicios de la década de los cincuenta empezó a tocar el armonio en las iglesias pueblerinas, interpretando canciones religiosas que se elevaban nostálgicas en aquellas misas inacabables que mucha gente aún recuerda y extraña. Todo hasta que un día el cura párroco del templo de Santa Isabel lo descubre y se lo lleva a su pueblo para que organice la Banda Municipal; allí, el organista no sólo crea la banda del pueblo sino que conoce a la mujer con la que luego se casará y le dará hijos.

Un día, por allá en 1955, llega al Espinal donde lo acoge fraternalmente su amigo, el maestro Eleuterio Lozano, y sobre la mesa de trabajo del músico, Gilberto Céspedes le escribe la letra de Adiós como homenaje a las madres; se integra sin ninguna dificultad al ambiente musical de la ciudad y se vincula a la Banda Municipal como intérprete del trombón. Por aquella época empiezan ya a sonar las letras de sus canciones, pues es en este municipio y a partir de este período cuando escribe lo más fecundo de su creación.

Las melodías de sus amigos compositores fueron inacabable fuente de inspiración y se destacan entre otras: Calentana del Tolima, con música del maestro Gonzalo Sánchez; San Juan, composición musical de Eleuterio Lozano en ritmo de sanjuanero grabada en su momento por los tres Carlos, Silva y Villalba y el dueto de Garzón y Collazos; el bambuco Espinalunita musicalizado también por Eleuterio Lozano; la canción navideña Corramos pastores, interpretadas por la hermanas Garavito con la dirección de Jaime Llano González, así como la letra y la música del pasillo Tus cartas. Para la música de Emiliano Lucena escribió las letras de San Juan, Himno a la juventud y el joropo Alegría; la letra y la música del Himno de los Boys Scouts de Manizales y numerosas composiciones musicales sobre textos litúrgicos.

Por esos años, Gilberto Céspedes ya había ingresado a SAYCO en calidad de asociado y junto con otros compañeros de la Banda del Espinal formó la Sonora del Espinal, agrupación que pretendía continuar con el estilo musical de la Sonora Matancera y que por espacio de diez años llenó los clubes sociales con sus guarachas, rumbas cubanas y picaditas desde el contrabajo que él interpretaba, un par de saxofones, dos trompetas, el clarinete de Gonzalo Sánchez, la batería de René, el mismo baterista de Jaime Llano González y la voz cantante de Jorge Enrique Molina, “Kilómetro”.

En su dilatado oficio creador, Céspedes ha escrito poemas y textos en prosa que junto a sus canciones recogió en los libros Manojos de recuerdos y Ringleras hablantes; poesías íntimas y evocadoras que han sido publicadas en suplementos literarios nacionales. A Ibagué, A una paloma y otras. Fue dirigente musical del sindicato del gremio en Girardot y ha dedicado una buena parte de su vida a proteger los derechos de los músicos reunidos en la Sociedad de Autores y Compositores, actuando como Secretario desde 1958 y permaneciendo en esta posición hasta 1981, año en el que se pensionó.

Recibió Gilberto Céspedes Palma la Orden del Bunde en el Espinal en el año de 1973; reconocimiento de Honor al Mérito en Bogotá por SAYCO en 1978 con ocasión de sus 20 años al frente de esta organización y un homenaje de los músicos asociados el 17 de noviembre de 1987. Actualmente es miembro de la Sociedad de Ex-alumnos Salesianos del Sindicato Musical de Bogotá y aunque vive en la capital del país alejado de ese ambiente fiestero de su amada tierra tolimense, no deja de evocar con cierta nostalgia esos versos suyos que musicalizara Eleuterio Lozano y que grabaron Los Tres Carlos con ocasión de las fiestas del San Juan: Ya llegó el san Juan, / viva el alegre Tolima/ vamos a tomar/ el aguardiente que anima./ vamos al Caney,/ vamos mi negra a bailar,/ que tu taita de fiesta/ nos deja bailar y gozar”/.