LUIS ANTONIO CASTRO URUEÑA

A sus 14 años, Luis Antonio Castro Urueña ya era clarinetista de la banda del Espinal. Su vocación había sido descubierta años atrás cuando le sirviera de atril a los maestros Emiliano Lucena, Eleuterio Lozano y Balbino Moncaleano, por la época en que las dos bandas del municipio, la nueva y la vieja, comenzaban a ser reconocidas departamental y nacionalmente.

Atrás quedaron sus estudios primarios realizados en la escuela pública de su pueblo, en tiempo de los profesores Valdez, Góngora y Juan N. Olmos. Los secundarios los realizaría en el tradicional colegio de la Salle, San Isidro, cuando éste era regido por los hermanos Paulino, español, Gaspar Marie, francés, y Blas, alemán, que le dieron una visión del mundo más universal y, a la vez , defensora de las culturas regionales.

Había nacido en el Espinal el 2 de julio de 1916. Aprendió a tocar la tambora a los cuatro años, el tiple a los ocho y gracias a las enseñanzas del maestro Moncaleano, lectura y escritura musical a los doce y clarinete a los catorce.

Instrumentista de planta de la banda que dirigiera Eleuterio Lozano, Luis Antonio Castro aprendió de su director guitarra y armonía: su vocación musical germinaba de manera temprana y natural, a través de sus manos y su voz, en una tarea que asumió como suya al tiempo que aprendía el arte de la orfebrería del famoso José María Pava.

Su primera composición, el pasillo Añoranzas, la realizó en 1938, y aunque su producción no es demasiado grande, el maestro Luis Antonio Castro ha logrado consagrarse como un verdadero creador, destacándose por la delicada factura de sus composiciones, algunas de las cuales ejecutaba frecuentemente el inolvidable Oriol Rangel y su orquesta, en el programa Antología Musical de Colombia transmitido por la emisora Nueva Granada. Más adelante sus obras serían interpretadas por el trío Los Carlos, el dueto Galindo y Rodríguez y el pianista Miguel Ángel Toledo, entre otros.

Castro, quien fuera alumno del connotado bandolista Delfín Castro y de su tío, el tiplista Manuel Urueña, asistió en 1937 al Primer Congreso Nacional de la Música organizado por Alberto Castilla y participó activamente en la celebración del IV Centenario de la fundación de Bogotá.

Luego del resonante éxito de sus obras se radica definitivamente en el Espinal donde funda el coro polifónico de dicha ciudad en compañía de dos de sus hijos, haciendo homenaje a una actividad que desde el inicio de su vida le robó gran parte de su tiempo: los grupos corales.

El trabajo musical del maestro Castro Urueña consta de 24 obras, con nueve composiciones poéticas alusivas a música propia y de otros autores. Tiene a favor 12 pasillos, 6 bambucos, 2 pasodobles, 2 vals y 2 marchas fúnebres. Unas de carácter regional, otras románticas, familiares y religiosas.

Sus obras más relevantes son los bambucos Nochecita campesina, 5 de mayo, Canto de un labriego inválido y Espinalunita; los pasillos Marina, Dora Inés, Pensamiento y Amistad y el vals Flor de un día, grabado por Los Tres Carlos.

No se trata entonces de uno de los músicos y compositores que han ido realizando su trabajo en medio de la angustia de la creación por figurar o vender, como ocurre en muchos casos, sino de quien, por encima de heredar un gran número de obras, ha tenido el cuidado de ir puliendo y dejando a la madurez trabajos que ya pertenecen al inventario indispensable de la música del Tolima.

No es gratutito entonces que figuras de la categoría de Oriol Rangel y de los tríos, conjuntos y papayeras que interpretaron e interpretan sus composiciones, las tengan como ejemplo de la buena música.

La oportunidad feliz de haber contado con el ejemplo y las enseñanzas de sobresalientes maestros que ya han logrado un paso en la consagración con merecidos méritos y la práctica en jornada contìnua de un oficio asumido con altísima devoción y disciplina, aunado a su talento que perdura, conforman la simbiosis de un éxito comprobado.