SOBRE LAS NOVELAS DE ELÍAS CASTRO BLANCO

 

Por: Carlos Orlando Pardo

Ensaya el autor del Líbano, 1961, con la novela El león dormido, 1997; 99 páginas. Una ficcionalización de la historia que tiene como protagonista el periplo del general Isidro Parra y todo el ambiente que lo rodeó entre el éxodo del que hace parte para fundar un pueblo, los avatares que la hazaña implica y las guerras civiles que tienen lugar por aquellos años de finales del siglo XIX.

El tema de la colonización antioqueña que fuera tratado setenta años antes por Eduardo Palacio Skinner en Don Jerónimo y que se convirtiera medio siglo atrás en el común denominador de las novelas de Alberto Machado Lozano, ambos oriundos del Líbano, Tolima, vuelve aquí en la obra del joven autor Elías Castro Blanco, nacido en 1960, con un empuje poético despojado de diálogos y descripciones de las que se valieron entonces sus antecesores y que fueron parte del estilo de aquella época.

Sólo Eduardo Santa, buena parte de cuya obra ha girado en torno al mismo tema, había logrado un alto puntaje en la narrativa de la fundación de un poblado y en la definición de un protagonista que encarnara a Isidro Parra bajo el nombre literario de Aristarco de la Rosa. Pareciera entonces aquí agotado el asunto que tan acertadamente alcanza Eduardo Santa con Cuarto menguante, pero Elías Castro nos señala que la literatura hace posible volver una y otra vez alrededor de pasiones y épocas que parecían olvidadas.

En El león dormido, se ofrece una recreación de esta historia que va desentrañando por encima de las batallas las que se dan por dentro de los personajes. Se advierte un profundo conocimiento del objeto de su trabajo. Nos entrega la obra los elementos esenciales que realmente sirven a la novela, es decir, subrayando los aconteceres que pudieron haber rodeado el ambiente a que hacemos referencia. No es pues tal como fue sino como pudo haber sido o como al autor le hubiera gustado que fuera, según lo refiriera Reynaldo Arenas en El mundo alucinante.

Lástima grande que la presencia de un narrador que se adivina sólido en buena parte de los apartados del libro, se pierda fácilmente entre el atiborrado número de datos que pretende mostrar como no queriendo dejar nada por fuera desde el punto de vista de la historia, pero que atentan contra el ritmo que sostiene en sus capítulos.

No logra Elías Castro dejar bien delineados o definidos sino enumerados la mayor parte de los personajes, salvo casos como el del pintor que ofrece un descanso y un paisaje de aliento imaginativo en medio de los avatares de la descripción de guerras y situaciones.

Por lo breve del texto bien podría considerarse esta obra como un acertado avance o borrador de lo que sería una novela destacada. Conserva páginas y relación de hechos memorables escritos con una impecable factura literaria y los ocho capítulos sin numerar en que está dividida la novela parecen un abrebocas que nos deja con el deseo de seguir, por cuanto el libro es esencialmente una atractiva provocación.