SOBRE LAS NOVELAS DE ALEXANDRA CARDONA RESTREPO

 

Por: Carlos Orlando Pardo

 

La escritora, nacida en Ibagué en 1957, escribe películas, argumentos y guiones que han obtenido premios internacionales. Fragmentos de una sola pieza, su única novela hasta el momento, obtuvo una beca nacional de Colcultura en 1992 apenas como proyecto y fue publicada por la Editorial Planeta en 1995 con doscientas ochenta y cinco páginas.

Tienen razón los lectores de la casa editora cuando afirman: “La obra nos presenta una historia con infinidad de matices y de posibilidades, pero con un eje central sostenido por miles y miles de cristales de colores que representan toda nuestra esencia, los temores, las alegrías y las tristezas”.

La novela va mostrando su material en fragmentos, como escenas de una película que poco a poco irá descubriendo personajes e identificando oficios y situaciones. Son trozos de vida de seres que se suceden cumpliendo la función de articularse al final no sólo por los hechos sino por la soledad que padecen, por el fracaso que los hunde, por el miedo que los invade, por el deseo que surge y por el amor que no debe esconderse.

Fragmentos de una sola pieza es un pequeño tratado cuyos protagonistas nos señalan, frente al medio en que se mueven y por lo que hacen, lo que termina siendo el oficio de vivir, de soñar y no alcanzar la dicha. Pero es también la repetición de la lección que nos dice cómo el amor y la felicidad son definitivamente efímeros y de qué manera los encontramos tan cerca y tan lejos. Y no ha de faltar aquí el ver cómo el amor termina mezclándose con el poder, como en el caso de Manuel, líder del plan que pretende un golpe al establecimiento.

Aquí, sin embargo, de lo que se trata no es de relatar la historia de un golpe o el reflejo testimonial de una encarnizada lucha política e ideológica, sino examinar que todo, hasta la clandestinidad, es un juego y cómo las circunstancias de la vida nos obligan usualmente a tomar decisiones que cercenan principios pequeños o sagrados para conducirnos por eso al fracaso, a la necesidad del retorno y a ser fundamentalmente leales a nosotros mismos.

Los personajes forman parejas que se entrecruzan y se intercambian en medio de la aventura de vivir. Entonces es la soledad de cada uno la que los separa. Son parejas de alguna manera infelices. Klauss y Julia, Abril y Juan Pablo, Abril y Eliseo.

Pero miremos bien a los personajes. Ahí se encuentra Eliseo, escritor que participa directamente en la acción desdoblándose en ocasiones y tomando la voz del narrador. Pero no sólo para darnos idea de la acción sino que reflexiona con angustia sobre la hoja en blanco o sobre el mismo oficio de escribir. Sus interrogantes entonces se van convirtiendo en la historia misma de la novela a medida que van develándose los hechos en los cuales es también un actor principal. Es decir, la trama va dejando ver sus escenas y su construcción cada vez que se escriben las reflexiones de Eliseo.

La novela transcurre entre un ritmo en ocasiones visto como primera o segunda persona que se columpia entre el presente y el pasado, lo que pudo haber sido y no fue, lo que podría suceder o no, como en un eterno monólogo que plantea la angustia de las variaciones.

Su espacio, más que la ciudad, es el interior de todos los protagonistas. Eliseo evalúa en retrospectiva el papel del amor o el desamor y el cuestionamiento mismo como hombre y su papel en la literatura, los eternos interrogantes sobre el oficio de escribir.

Surge igualmente Manuel, amigo de Eliseo que representa el motor de un plan que pretende subvertir el orden establecido y va con Ana María, su esposa, o con Abril, amiga de Manuel y Eliseo con quien sostiene una relación que se muestra a lo largo del libro como difícil de solidificar y sólo hasta el final salta su unión auténtica como una de las necesarias y grandes decisiones de sus vidas.

Sara es la típica amiga de Manuel en un momento difícil cuando enfrenta la derrota y el fracaso con sus planes revolucionarios y se convierte en su sombra y su consejera para enderezar su camino. Ahí aparecen Julia Steinn, la típica burguesa sofisticada, sensual y decidida o Klaus, su forzado esposo, un funcionario de la fábrica de sus suegros que llega al país en condición de espía y contacto al servicio de Alemania. Pero su oficio no logra la perfección que se advierte en las películas y es descubierto por Julia quien ejerce el chantaje por poseer el secreto y sólo tiene el camino del matrimonio para guarecerse. Frente a la necesidad que lo lleva al altar se consuela con Mercedes Suárez, la amante comprensiva que lo salva por momentos del rigor de la relación impuesta. Pero en esta familia existe un hijo abogado, Juan Pablo Steinn, que solidario ayuda a que Eliseo salga de la cárcel mientras, para compensarse de su actitud fraterna, le consuela a su amiga Abril, separándose de ella, finalmente. Y surgen Felipe Castro, compañero de universidad de Eliseo que va a convertirse gracias a su audacia y talento, en ministro de hacienda; Tolosa, amigo pintor de Eliseo; Gretta Kozlauska, filósofa polaca quien llega al país con su esposo Alberto, un político que desarrolla su carrera en el país; Violeta Carino, estudiante de bellas artes; Enrique Cendales, padre de Enrique, hombre adinerado que clandestinamente participa en el plan de Manuel y Los Muchachos. En el escenario también participan Carmen Rosa de Cendales, madre de Enrique, una mujer que parece estar fuera de sí y fuera del contexto dentro de su familia, Diego Linares, integrante de Los Muchachos, profesor de literatura, definitivo en los planes de Manuel y el grupo de jóvenes.

Fuera de tener el enemigo por dentro, el enfrentamiento se ofrece entre Los Muchachos y Los Vaqueros, el primero encabezado por Manuel y que pretende subvertir el orden y el segundo que encarna a los representantes del establecimiento.

El poeta y el príncipe son la simbología típica de los personajes fantasmas al estilo de El caballero inexistente, de Italo Calvino, porque parecen no contar para nada así estén enterados de los planes de Los Muchachos. Son casi idénticos al lugar donde se reunen cotidianamente como lo es el Chiken, no un restaurante sugerido por el nombre sino un lugar donde se toma café y se pueden encontrar postres y pasteles. Allí va a estar por un tiempo Giulleta Vanelli, compañera del príncipe y por quien éste desaparece con problemas existenciales en su búsqueda. José Campos, amigo del príncipe que frecuenta el Chiken, Javier Arteaga, hermano de Manuel, compañero de Violeta Carini, la estudiante de Bellas Artes, terminan de conformar el panorama de los seres que integran Fragmentos de una sola pieza.

“¿Cómo pretender darle forma a una vida sin su historia? ¿Sin unir uno a uno los fragmentos, los rostros, las personas, los sentimientos que la componen? Cada uno de los sucesos afectan la vida y tiene una particular razón de ser. Soy esto y también lo otro. Abril, Diego, Los Muchachos, es igual. Depende de la forma en que se gire el calidoscopio, en que se enfoque la parte que corresponde. Todos estamos ahí…”

Alexandra Cardona sabe no sólo contar una historia sino reflejar un sentido del oficio literario tanto en la forma de seleccionar sus elementos verbales como en la distribución de sus materiales. Ahí se encuentra una escritora que no se queda en la simpleza de ser considerada una promesa de la literatura colombiana sino que se nos establece como una realidad patente en las letras del país. Y no de manera simple, como mera referencia bibliográfica o parte del inventario de los tiempos postmodernos, puesto que su categoría y nivel estético la elevan por encima de cualquier otra peregrina afirmación.



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