GERMÁN CAMACHO SERRANO
Germán Camacho Serrano ha trabajado nueve años durante diez horas diarias para que lo reconozcan por su propias capacidades y no por el simple hecho de ser el hijo del maestro José Ignacio Camacho Toscano, un padre ejemplar para el que no ahorra calificativos, pues lo representó todo en su vida.
Germán nació en Ibagué el 7 de diciembre de 1959. Bachiller académico y músico bachiller del Conservatorio, maestro en música de esa misma institución y licenciado de la Universidad de Caldas, es además docente desde el año 1980 del Conservatorio del Tolima, integrante de la Sinfónica de ese centro educativo, de la Orquesta de Cámara de la Universidad del Tolima, director de la Orquesta Sinfónica del Bachillerato Musical y director de la Banda Musical de Ibagué, amén de otras agrupaciones en las que participa.
No sabe exactamente cuándo se interesó por la música, pues desde que tiene conciencia de la vida se recuerda asistiendo a los conciertos, jugueteando en el césped de la plaza de Bolívar y escuchando los compases que marcaba su padre. Tal vez esos movimientos enérgicos se quedaron en su mente y con los años optó por la dirección musical, luego de haber pasado por las otras etapas que van desde serenatero juvenil hasta intérprete del violonchelo.
Ese respeto y admiración que siempre tuvo por su padre, un músico íntegro que amó y divulgó nuestra música en todo el ámbito nacional, lo llevó recientemente a aceptar la propuesta de componer una cortina musical para la inauguración y clausura de los Juegos Sudamericanos de Natación, como en otra hora lo hiciera su padre en el año 1970 para los Novenos Juegos Atléticos Nacionales. En Huellas, que así se tituló el trabajo, logró plasmar las melodías clásicas de nuestro folclor.
Aunque como compositor no es tan prolífico como lo deseara, tiene actualmente unas 25 composiciones, especialmente instrumentales. Los motivos que toma para su trabajo tienen que ver con la naturaleza y la belleza de las mujeres. No sigue un método preciso y aprovecha los momentos en que un fragmento musical llega a su mente para escribirlo.
Frente a los avances tecnológicos, Germán los mira con beneplácito, pues es la posibilidad de escuchar con mayor nitidez e involucrar sonidos que únicamente se alcanzan con estos efectos. Pero las composiciones surgidas de una estructura casi matemática, haciendo acopio de toda la parafernalia moderna, no le llegan personalmente porque a esa música elaborada mecánicamente le falta lo esencial y es esa carga emocional que solamente la puede impregnar la sensibilidad de un hombre.
Sus grabaciones no las ha podido realizar a plenitud. Hace ocho años grabó con la Banda Sinfónica del Conservatorio. También fue llevado al acetato Estirpe colombiana y algunos himnos, pero en forma restringida. Muchas personas que han estado en el Conservatorio y viajan a sus patrias de origen, le solicitan grabaciones de sus composiciones. Su obra hace parte del repertorio de la Orquesta Sinfónica de Barranquilla, Orquesta de Cámara de Manizales, Banda Nacional de Bogotá y la Orquesta del Conservatorio.
Domina bien la música tradicional de la región y cree que en nuestro medio faltan letristas, ya que la mayoría de los compositores son instrumentales y se hace necesario que aparezcan quienes logren el complemento con las palabras. Ya a comienzos del siglo se dieron casos como el del poeta Gilberto Céspedes, quien escribió las letras de numerosas canciones.
Admira a varios compositores del Tolima como Miguel Ospina, Manuel A. Bonilla y Augusto Cervera, de quien afirma ya ha trascendido las composiciones tradicionales y ha logrado universalidad en su ritmos. Lo mismo opina de Luis Enrique Aragón Farkas, quien se inscribe dentro de las nuevas tendencias de la música colombiana.
Cree que todavía no ha llegado a puerto y hasta ahora se inicia por el camino de la perfección, objetivo que requiere de una gran disciplina. Le dedica diez horas diarias al estudio, la dirección, la docencia y demás actividades relacionadas con su oficio. El día que emplea menos de esas horas considera que ha perdido posibilidades de enriquecimiento espiritual.
Está casado con una licenciada en música de la Universidad de Caldas, con quien ha fundado el liceo musical El Artista, donde tiene la oportunidad de educar a menores y encarrilarlos por los vericuetos de la música. Su deseo es orientar la percepción y despertar una gran sensibilidad, elementos imprescindibles en una formación integral.
Es padre de un hijo a quien bautizó Laos Janacek, como un homenaje al compositor checoslovaco, y aunque en el futuro, lo dice sonriente, entable una tutela para cambiarse el nombre, por ahora considera que éste es demostrativo de su gusto y placer por todo aquello que tenga que ver con la hermosa expresión de la música.
Desde el año de 1985 está vinculado al Festival Mono Núñez que se celebra anualmente en Ginebra, Valle. Hace parte de su comité técnico y ha sido jurado en varias regionales, lo que le ha permitido viajar por distintos departamentos y enterarse de la situación actual de la música colombiana. Esas vivencias le han dejado un profundo conocimiento de las distintas tendencias y un concepto totalizador del movimiento folclórico nacional.
También está al tanto del movimiento bandístico del país, gracias a que ha sido nombrado jurado en los concursos departamentales de Cundinamarca, Nariño y Antioquia, entre otros. Estas bandas se encuentran en un proceso de consolidación debido al apoyo de Colcultura, en un principio, entidad que no se limitó a enviarles instrumentos para que los músicos viejos decidieran armarlas, sino que también envió a los municipios personal calificado para que realice sus montajes, lo mismo que un programa máximo que deben desarrollar durante un año. De esta manera las bandas dejarán de ser papayeras para convertirse en verdaderos reservorios de futuros músicos.
No se pierde ningún seminario o taller que se dicte en Ibagué o en cualquier parte del país y siempre es uno de los primeros en matricularse, puesto que lo acompaña el afán por estar actualizado. La gama de profesores que han participado en su formación es muy amplia y entre ellos figuran Quarto Testa, María Ángeles Fagoaga, Fanny de Ciociano, Holger Best, Fritz Voëgelin, Antonio Canedo, Germán Gutiérrez y Gerald Brown. Tanto el Conservatorio como la desaparecida Colcultura, al invitar a profesores extranjeros a que dictaran seminarios y talleres, lograron acercar a Colombia con el mundo a la vez que cualificar a estudiosos.
Como director ha estudiado la técnica de todos los instrumentos, pero se inclina por el violoncello que es el tenor de la orquesta y le resulta un instrumento muy práctico y ergonómico, pues no causa problemas de deformaciones y se siente muy bien interpretándolo.
Su proyecto de vida, su camino, está muy bien visualizado. Quiere seguir capacitándose y llevando la música colombiana a las grandes orquestas. Aunque ya ha dirigido la Sinfónica Nacional en tres ocasiones y ha sido director, por convenios de pasantías, de las orquestas de Manizales y Bucaramanga, desea volver a dirigir la Sinfónica y también la Filarmónica de Bogotá.
Germán Camacho es muy religioso, ha compuesto una Misa en aires andinos y cree que el papel fundamental de la música es el de lograr la paz espiritual, hacer que el oyente se recree y se sienta pleno. En el músico debe desaparecer la lucha con la obra y transformarse en un verdadero placer, en la alegría de encontrarse a sí mismo mientras pulsa el instrumento.
Precisamente por ese espíritu de estar aprendiendo permanentemente, Germán fue seleccionado en el mes de noviembre de 1997, para participar con 35 directores más, en un taller dictado por la Banda Sinfónica Nacional. En él fue escogido como uno de los cinco mejores directores del país. Este triunfo ha hecho que agrupaciones musicales como la Banda Sinfónica del Distrito lo haya invitado para dirigir varios conciertos.
Con el coro del Conservatorio realizó varias presentaciones al final del año 1997, conciertos de música colombiana fueron ejecutados en ceremonias como el cumpleaños de la Policía Nacional y del Das, seccional Tolima, quien lo condecoró por los servicios prestados a la institución, pues fue Germán el autor del himno de esa entidad.
En 1998 terminó un diplomado en dirección de bandas en la Universidad Nariño y continuó su proceso con un posgrado en docencia universitaria en la Universidad Santo Tomás.
En 1999 fue nombrado Director Artístico de la Fundación Garzón y Collazos.
Su incansable labor docente, la que ejerce no sólo en el Conservatorio, sino en todo lugar que se lo posibilite, convierte a Germán en un verdadero difusor de la música colombiana y en un hombre que no tiene espacios distintos en su vida que los necesarios para enseñar, dirigir, juzgar y aprender ritmos y aires autóctonos y universales.