ARTURO CAMACHORAMÍREZ

 

La categoría de su obra lo hace estar inscrito con honores en la historia de la poesía colombiana y bien lo definió Andrés Holguin al destacar el extraño contraste entre su personalidad y su obra lírica. Porque - dice Holguin - "era difícil encontrar una persona más cordial, más festiva, más llena de humor y que, gracias a los rápidos malabares de su inteligencia, sus juegos de palabras y su gracia chispeante, se convertía en deleite. Con la risa a flor de labio, los ojos vivaces reflejaban la continua ebullición de su mente singular. En las antípodas - sigue Holguin- se sitúa su obra poética, con versos casi nunca cruzados de humor, agrietados de gracia".

En 1935 publicó un volumen poético titulado Espejo de Naufragios en la editorial Minerva de Bogotá que, con un hondo lirismo y un nuevo vocabulario literario, inicia el que será, más tarde, el movimiento de Piedra y Cielo, surgido en las letras colombianas entre 1936 y 1940 y que intentó una renovación de la poesía al buscar nuevos cauces en sus metáforas, su ritmo sugerente, musicalidad de los versos y la actitud frente al enigma mismo de la poesía.

Los principales integrantes del grupo Piedra y Cielo, con pocos rasgos comunes entre si porque cada uno creó su obra en línea divergente, fueron Arturo Camacho Ramírez, Eduardo Carranza, Jorge Rojas, Tomás Vargas Osorio, Gerardo Valencia, Carlos Martín y Darío Samper. Su medio de expresión fueron atractivos cuadernos editados, gracias a la iniciativa y el fervor del poeta Jorge Rojas, en hojas de cartón sueltas que circularon ampliamente e influyeron de manera decisiva en los poetas que empezaban a escribir en la década de 1940.

Si bien es cierto surgía una poesía fresca, renovada e intensa, estaba marginada de los dramáticos conflictos que el mundo vivía, pero dejaba atrás al movimiento de ios nuevos que integraban León de Greiff, Rafael Maya, Germán Pardo García y Juan Lozano y Lozano.

La poesía acompañó a Camacho desde niño hasta el día de su muerte porque, por encima del periodismo, los viajes y la diplomacia, dedicó la vida por entero a ella conformando una larga y valiosa trayectoria en este campo.

Arturo Camacho Ramírez nació en Ibagué el 28 de octubre de 1910 y murió en Bogotá el 24 de octubre de 1982 aquejado por la asfixia junto a un tanque de oxígeno. Cuenta Fernando Charry Lara que a los dos años llegó a Bogotá para vivir con su abuela paterna en una vieja casa del barrio de La Candelaria y recibió la enseñanza primaria en el colegio de La Presentación. En el Instituto de La Salle, donde hace su bachillerato, comenzó a mostrar sus inquietudes literarias y a destacarse entre sus condiscípulos, como le pasaría en los años de derecho que cursó sin decidirse a terminar esa carrera. En 1934 ingresó al servicio oficial como funcionario del Ministerio de Agricultura y en 1935 estuvo al lado del jefe liberal Plinio Mendoza Neira, Ministro de Guerra, con quien, desde entonces, cultivó una estrecha amistad que lo llevó después, por algún tiempo, al periodismo y a las actividades editoriales y publicitarias.

Fue en aquel año de 1935 cuando circuló su primer libro en verso, Espejo de naufragios, con el que se inicia la bibliografía piedracelista. En 1938 viajó a la península de La Guajira, región entonces exótica de la geografía colombiana. Esta experiencia sería fundamental en su obra. En Uribia, su antigua capital, se desempeñó como secretario de juzgado y al año siguiente como comisario encargado. Recuerda Charry Lara que La Guajira es el escenario de la hermosa novela Cuatro Años a bordo de mi mismo, de su amigo Eduardo Zalamea Borda, aparecida en 1934, y lo sería también de Luna de Arena, obra teatral de Camacho Ramírez que fue transmitida por la Radio Nacional en una versión en la cual uno de los actores secundarios fue Alvaro Mutis. Varias veces representada y editada por primera vez en 1943, del éxito que dicha experiencia cosechó - relata Mutis -salieron los proyectos para otras no menos vastas empresas radiofónicas que incluyeron Macbeth y EdipoRey. Años antes, en 1939, Camacho Ramírez había dado a conocer los poemas Cándida Inerte, en San José de Costa Rica, y Presagio de Amor, en Bogotá, en los Cuadernos de Piedra y Cielo.

En 1945, cuando se editó su Oda a Charles Baudelaire, se trasladó a La Paz, Solivia, como secretario de la legación de Colombia. De regreso al país ocupó varios cargos en el Ministerio de Relaciones Exteriores, entre ellos el de director de asuntos culturales y en París, de 1969 a 1973, fue secretario de la legación colombiana ante la Unesco. Al mismo tiempo, publicó los poemarios La Vida Pública, 1962, Límites del Hombre, 1964 y Carrera de la Vida, 1976.

Fue colaborador y columnista de los más importantes periódicos del país y el exterior, publicando además en su fructífera existencia Cinco Poemas y Asuntos del extasiado, así como la farsa poemática Doncel de Amor.

En 1962 aparece su libro La Vicia Pública, donde el alejamiento del piedracelismo se consolida e incluso desaparecen en él los restos estilísticos que todavía subsisten en Oda a Charles Baudelaire. Aquí, una voluntad realista de conflicto bravío, da la tónica del volumen. Romantiza el autor la dramática dureza de los bajos fondos sin caer en el lamento y acudiendo a alusiones bíblicas. La relación directa entre vida y poesía que caracteriza el libro, está casi siempre matizada con ironía.

Carrera de la vida fue reeditado por el Instituto Colombiano de Cultura en mayo de 1976, con prólogo de Eduardo Gómez quien lo considera, con razón, uno de sus libros capitales. El poeta se distancia aquí de sus compañeros de movimiento no sólo por sus conceptos políticos sino por la búsqueda anhelante de otros mensajes líricos, otras lecturas y otras irradiaciones en su verso.

Camacho se sentía cercano a Baudelaire al buscar un juego de almas gemelas, espejos espirituales, experiencia humana y creación poética. Límites del hombre, fruto de madurez poética, ha sido denominada por algunos críticos como su creación más importante.

El poeta Alvaro Mutis, uno de sus grandes amigos, escribe en el prólogo a sus Obras Completas, tomo II, publicado por Procultura en la colección Nueva Biblioteca Colombiana de Cultura, que al hacerlo se le presenta el jocundo rostro de su amigo en cuyos ojos jugueteaba siempre una intensa chispa de ironía que alternaba con una fijeza alucinante y en cuyos labios vacilaba una permanente oblicua sonrisa. "Siento entonces - dice - que no va a tardar en oirse su carcajada cordial y desarmante". Agrega que, antes que su poesía, "estaba la presencia estimulante de su amistad y de otras prendas que hicieron de él un hombre excepcional, listo siempre a disparar con sabiduría verbal que hasta ahora nunca nadie ha logrado superar, los dardos de un humor inagotable".

Comenzando los años cuarenta, la Radiodifusora Nacional, dirigida entonces por Bernardo Romero Lozano, decidió montar su obra Luna de Arena. Entre los actores, además de Mutis, estaba Gloria Valencia. La Radio Nacional se convirtió por esos días en lugar de encuentro y tertulia por la presencia de Hernando Téllez y Otto y León de Greiff, colaboradores de aquella empresa.

Trabajó el poeta en la oficina de prensa de la Presidencia de la República por tiempos del segundo mandato de Alfonso López Pumarejo, compartiendo en ocasiones escenario con Alvaro Mutis que redactaba los boletines de la Radio Nacional. Allí, como lo hizo siempre a lo largo de su vida, la conversación sobre literatura dejaba ver, a las claras, "cómo en medio de la inagotable e incisiva pirotecnia verbal, escondía uno de los criterios más seguros y rigurosos, uno de los gustos más exigentes y certeros que en materia de letras se hayan conocido en Colombia".

Su amigo cercano, Pablo Neruda, cuenta en sus memorias que en una navidad en Europa no quería ver a nadie porque le parecía aburridor, precisando que aspiraba a pasar divertido en forma inteligente y entonces llama a Camacho, la única persona que poseía esas cualidades. El mismo Neruda escribió en París, en agosto de 1971, que "Arturo Camacho Ramírez, además de ser un gran politécnico del verso, es también un poeta gota a gota, un racimo que termina en ternura. Si bien es cierto que no tiene misterios, para él la arqueología del verso trasciende y se desenvuelve en los laberintos como en su propia casa. No olvidemos en él la última lágrima, el trémulo del cristal, los trinos del agua. Tiene mano santa. Todo lo que toca es poesía". Y señaló que "en sus últimas coordenadas, Carrera de la Vida, tan delantero y orbital, su gracia nos estimula y su verdad nos derrota. Ese poema es un triunfo".

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