RAFAEL CAICEDO ESPINOSA

 

Cofundador del Nuevo Liberalismo junto a Luis Carlos Galán Sarmiento, Enrique Pardo Parra y Rodrigo Lara Bonilla, fundador con Pablo Casas Santofimio del diario El Cronista en su nueva época y fundador de la Organización Interamericana de Energía (OLADE) al lado de los ministros de Venezuela, Perú y Ecuador, examinó siempre con lucidez la política, la economía y el rumbo del país así como el de su región a la que entregó la mayor parte de su vida.

Fue gobernador, senador, ministro, embajador y jefe político. Nació en Ibagué el 28 de abril de 1920, y cursó sus dos primeros años de estudio en la escuela de Laurita Vila, una maestra virtuosa que le inculcó el rigor de la lectura.

Su tránsito por el colegio Jorge Isaacs, fundado por Narciso Viña, legendario educador, le dio la atmósfera de un medio en que la instrucción se hacía deliciosa. Después pasaría al colegio de San Simón regido por Gonzalo París Lozano, un intelectual hosco que lo agobió a regaños hasta hacerlo desistir de continuar.

Por eso tuvo que marcharse a Bogotá para terminar el bachillerato en el colegio Antonio Nariño, donde obtuvo el título en 1936 cuando apenas cumplía 16 años. Su abuelo, Fernando Caicedo, fue suplente de Manuel Murillo Toro en el Senado de la República y su padre, Enrique Caicedo, un general de la guerra y jefe liberal que combinó la política con el cultivo de la tierra en sus haciendas.

Tal vez fueron estos antecedentes familiares los que imprimieron la tendencia aguerrida de su trasegar político. Terminó sus estudios de derecho en 1941 en la Universidad Nacional y se graduó en 1943 con la tesis Conflictos de Jurisdicción, cuyo presidente fue Antonio Rocha, siendo el decano de la facultad Jorge Soto del Corral, rector Agustín Nieto Caballero y Ministro de Educación Rafael Parga Cortés.

El requisito final de la judicatura lo conduce a ser juez civil de circuito en Ibagué y las circunstancias del 9 de abril, con el asesinato de Gaitán, lo llevan al ejercicio de la política.

Único hijo varón tras dos hermanas, Virginia e Isabel, aparece en la actividad pública como Secretario de Gobierno Departamental de Hernando Herrera en 1948.

Más adelante, con la resistencia liberal, forma parte del directorio de ese partido que presidía Rafael Parga Cortés e integraban, entre otros, Felipe Salazar Santos y Alberto Rocha Alvira, acuñando una frase que se vuelve consigna: Vamos a declararle la paz al Tolima.

Los hechos que conducen al derrocamiento de Rojas Pinilla habrán de llevarlo a ser Secretario de Gobierno de Manuel Coronado en la época de la Junta Militar.

La figuración en estos cargos y la manera ponderada como los desempeña, comienzan a otorgarle una aureola de respetabilidad, hasta el punto que Darío Echandía, una de las personalidades del país de quien estará muy cerca toda su vida, lo designa, cuando es nombrado Gobernador del Tolima, su Secretario de Hacienda. En 1960 está convertido en todo un jefe político que ha sido varias veces concejal de Ibagué y Alvarado.

Llega al Senado de la República como suplente de Darío Echandía en 1962. Cuando eligen a Guillermo León Valencia Presidente de Colombia, es nombrado Gobernador de su departamento, dignidad que desempeñará otra vez en la presidencia de Misael Pastrana Borrero, entre 1970 y 1971, para pasar, tras un corto período, a ejercer la cartera del Ministerio de Minas y Petróleos hasta 1973.

Su itinerario político es culminado exitosamente cuando conforma junto a Alfonso Palacio Rudas y Alfonso Jaramillo Salazar el famoso y trascendente Triunvirato Liberal del Tolima.

En su calidad de Senador, título que logra por tres períodos, tiene ya ganada una jefatura dentro de su partido. Pero Caicedo Espinosa no sólo aviva su militancia sino que mantiene su preocupación por los agricultores colombianos, en particular los del Tolima, motivo por el cual es elegido, ininterrumpidamente durante una década, Presidente de la Junta Directiva de la Federación Nacional de Arroceros (FEDEARROZ).

Allí se inventa e impulsa el denominado peso arrocero, que hizo realmente importante e influyente a la entidad, gerenciada entonces por Jorge Ruíz Quiroga.

Como Ministro de Minas, cargo en el cual sucedió a Juan B. Fernández, asume una serie de cambios en las políticas oficiales frente a la inversión extranjera y, a contrapelo de las críticas sindicales, sugiere el de la figura de la concesión, consolidada en el siguiente gobierno.

En relación a la problemática del petróleo en América latina, se convierte, como ya se ha dicho, en fundador de la OLADE, que hoy cubre todo el continente logrando resultados benéficos para los productores. Como delegado de ella en México continúa obteniendo triunfos en esta materia y luego de ser reemplazado por nuevas generaciones de políticos, en particular por el equipo que comanda Alberto Santofimio Botero, con quien tiene fuertes diferencias, se retira de política activa durante un largo período.

En 1986 es designado embajador en el Ecuador, representación que desempeña hasta 1989 cuando decide apartarse en forma definitiva de la vida pública. A partir de entonces, su vida trascurre rodeado de una atractiva biblioteca, enterándose de libros de actualidad y visitando los fines de semana su hacienda. Fue galardonado con la Orden Nacional al Mérito en el grado de Gran Cruz, otorgada el 26 de enero de 1989 por el gobierno nacional, la Cacique Colorea, máxima prese del Tolima y la que le entregara el presidente del Ecuador.

Elena Melendro, una amiga de infancia que lo consideraba desde los días de niñez y adolescencia, superior e inalcanzable, es la mujer con la que este tolimense compartió su vida. Desde 1955, fecha de su matrimonio, doña Elena fue el soporte en las batallas que Caicedo Espinosa emprendió con la seguridad de una victoria que hoy contempla desde su biblioteca.

Hasta su muerte en el 2004, Rafael Caicedo Espinosa siempre creyó que su mayor riqueza fue la seguridad de saber que no pudo ser tachado por nadie y que el servicio íntegro que prestó a su país le permite estar donde quiera con la frente en alto. Un hombre que admiró profundamente a Darío Echandía, Luis Carlos Galán y al Che Guevara. Un tolimense que creyó que en la política se acabó la mística y se entró en el juego del interés personal, y que vio en Galán Sarmiento, la única opción para sacar de la inmoralidad al partido liberal y a la administración pública.

Ahí queda, finalmente, toda su obra de la fundación y el sostenimiento del diario El Cronista, el más importante periódico de la historia local, en cuyo seno se formaron buena parte de futuros dirigentes políticos y periodistas que llegarían a ser verdaderas figuras del oficio.