ONOFRE BONILLA

El camino del puente hasta la orilla pedregosa del Magdalena, bajando entre arbustos y pisadas húmedas, de pronto deja al caminante en la mitad misma del alboroto de los pescadores descamisados que le salen al paso con su carga plateada sobre la espalda húmeda, cuando apenas empieza la mañana. Esa misma mañana cálida, pintada de azul en el cielo y en la casa donde acaba de abrir por primera vez los ojos al terruño tolimense Onofre Bonilla, cerca del río y entre una multitud de puentes en Honda el 27 de junio de 1910.

Onofre Bonilla es hijo de Onofre García, el trompetista de Honda, y de Ángela Bonilla Arancales. Con ese nombre tan tolimense de abuelo centenario, empezó a caminar por la vida con una carga de sentimientos que se le notaban ya, como a los pescadores de su tierra, cargados a la espalda desde los primeros días, entre la felicidad y la nostalgia que lo hicieron conocer los caminos de la música que escogió desde los siete años como el oficio que ocuparía para siempre su tiempo.

Se inició el joven músico alentado por las lecciones gratas e ingenuas de su padre, tarareando y silbando en su compañía hasta que empezó a rasguear la guitarra inspirado por los dejos melancólicos de la gente humilde que le rodeaba, haciendo de sus primeras melodías toda una fiesta del corazón que entusiasmados empezaban a escuchar los campesinos. Con los días, aprendiendo “de oído”, alcanzó a puntear el instrumento y con él llegaron las primeras composiciones que, convertidas en ritmo, tomaban el aire del bambuco expresivo y alegre o ensoñador y amoroso, mientras iba descubriendo las raíces de la música tolimense como una exigencia de estudio e investigación que se propuso desde sus comienzos. Así fue conociendo otros instrumentos como la bandola y el tiple entre la bohemia y las serenatas del puerto acompañando a su padre y a su suegro, también músico, Hernando Charry, que lo familiarizaron además con los instrumentos de viento que resultaron ser sus preferidos, convirtiéndose con el tiempo en un excelso trompetista pero sin olvidar nunca el clarinete y el saxofón que interpretaba con la misma maestría.

Simultáneamente con su oficio de músico, Onofre Bonilla se enfrentaba sin reparos al sol de su tierra como estibador de barcos en los que cargaba y descargaba mercadería por allá en la década del treinta, mientras en las noche, luego de su faena diaria, se reunía con su padre para recibir la herencia musical que crecía con el repertorio que juntos iban construyendo desde sus instrumentos. Ingenioso, ocurrente y parrandero, enamorado por igual de la música y de las mujeres hermosas, Onofre conoció tempranamente a Georgina Cortés, la mujer con la que se casaría para traer al mundo a sus hijos Efraín y Onofre, el último también heredero del legado musical de su padre y de su abuelo, virtuoso de la trompeta en la Armada Nacional en los años del 48 al 50.

Casado ya,, el joven músico Onofre Bonilla viajó a Bogotá con el deseo de distribuir sus composiciones entre algunos músicos que se interesaban en grabarlas, por la época en que estaba de gira por el país el famoso circo Ataide. En una de sus presentaciones, desde las escalas de la carpa, Onofre se enamoró perdidamente de una bella trapecista y sin pensarlo un par de veces se unió a la comitiva del circo, abandonó el país y vagabundeando a lo largo y ancho del mundo escribió una cantidad innumerable de canciones que finalmente van a dar a manos de la casa disquera Pheers, que se encargaría de reproducirlas en los Estados Unidos. Seis años dura el músico fuera de su patria, hasta que un día cualquiera el circo retorna a Colombia y entonces regresa a su tierra natal para quedarse sin el circo y sin la trapecista, otra vez en el hogar junto a su esposa y los hijos que apenas había conocido antes del viaje.

Aunque no había estudiado nunca en la academia, Onofre García aprendió el arte de escribir en pentagrama y, acompañado luego por el piano, escribió y musicalizó una serie de canciones dedicadas a la mujer tolimense. Fue director de las bandas de Honda, Mariquita, Tocaima y Girardot y directivo de la Sociedad de Autores y Compositores, Sayco, durante doce años. Igualmente se desempeñó como profesor de música en Palmira y Villeta donde también tuvo la oportunidad de dirigir las Bandas Municipales.

Como instrumentador, dirigió y fue arreglista de la banda de la Policía Nacional y de la orquesta del Club Militar. Se destacan en su repertorio: Limón Limonero, bambuco que fue su primera composición; Fiesteros a torear, bambuco interpretado por el dueto de Los Tolimenses; el joropo A los LLanos Orientales; los pasillos Tiempos lejanos, Patepalo, Inesita, Mi viejo río Gualí, o la evocación de sus años infantiles, Norte del Tolima, La Vaquería, Ojos Negros, Muchacha tolimense, Dime por qué y los bambucos Muchachita colombiana, y El tuerto Desiderio, interpretado por el dueto Garzón y Collazos.

En Honda, los nombres de Onofre Bonilla, abuelo, padre e hijo, son toda una tradición en la interpretación de la trompeta y la composición musical que se han transmitido generacionalmente, aún después de que el maestro que se fugó un día con la trapecista del circo Ataide, le dijera adiós al mundo el 21 de abril de 1975 en la ciudad de Bogotá.