RAQUEL BOCANEGRA DE GALVIS

a fidelidad musical que al Tolima guarda Raquel Bocanegra de Galvis es un milagro de su espíritu: siendo niña convivió no sólo con la guitarra y el tiple sino con el bandoneón y las castañuelas. Es decir, su infancia en la nostálgica ciudad tolimense de Honda floreció en medio de bambucos, tangos y pasodobles. Pero sus oídos asombrados de niña ya establecían una clara distinción: el bambuco le era congénito, le llegaba en oleadas de ritmo a través de la sangre y estaba asociado para siempre en su memoria al recuerdo de sus padres, que habían tocado para ella ese aire entrañable, evocador de paisajes nativos, penas y alegrías. El tango con sus lances arrabaleros de pareja y el pasodoble hispánico con sus ampulosas vueltas, en cambio, apenas alcanzaban la categoría de visitantes admirados. Estos sones de rico y extraño lenguaje melódico habían llegado a la patria chica importados por la sed de novedad de algunos adultos con tardías crisis de identidad cultural. Aunque esos tangos y pasodobles habían invadido el ambiente, Raquel Bocanegra estaba destinada a ser fiel a su música desde el mismo día de su nacimiento: marzo 4 de 1924.

Honda, que modeló su infancia y estimuló sus más tempranos y juveniles ejercicios estéticos, la retuvo en su seno hasta la adolescencia en que partió a la capital de la república para estudiar en el Instituto de Literatura y Comercio. Ya llevaba en su interior la semilla de las que serían sus composiciones más sentidas, sus bambucos de sabor más telúrico.

Estamos en las medianías del siglo XX. La jovencita que partió de la Ciudad de los Puentes, en contacto ahora con la gran urbe que sacrificarán en cita luctuosa las huestes gaitanistas, presiente que sobre el mundo entero se cierne una sola civilización -la “Aldea Global”- y que los medios masivos de comunicación están sentando las bases para edificar un alma homogénea en todos los rincones del planeta: las manifestaciones de identidad regional amenazan con diluirse ante el inicio del todopoderoso avance de esta globalización. Raquel Bocanegra, en ese instante histórico del medio siglo, pertenece a la denominada por Mario Arbeláez excelsa nómina de compositores e intérpretes colombianos empeñados en “preservar la identidad musical” del terruño. Los nombres que la acompañan en esa hora son de por sí ilustres: Pedro A. Morales, Emilio Murillo, Luis A. Calvo, Alejandro Wills y otros. ¿Lo lograron? Raquel Bocanegra y el pequeño grupo de músicos solidarios por lo menos conformaron una voz propia en el avasallador concierto del mundo. Hacia la década de los sesenta, el espectro electromagnético criollo se solaza con el twist, el charleston y el incipiente rock, pero los quijotescos empeños de compositoras como Raquel Bocanegra de Galvis están allí, como un escudo frente a la acechanza de la aculturización musical.

Así aparecen Un dueto colombiano, bambuco, Amor ideal, pasillo, Perdona mi egoísmo, pasillo, Cumbia en el mar y Los peces del Magdalena , cumbias, Mi bello Tolima , bambuco.

La tierna fidelidad de Raquel Bocanegra al sentimiento regional, hizo que compositores de la talla de Germán Augusto Gutiérrez, César Augusto Zambrano y Noel Charry recrearan con magníficos arreglos musicales algunas de sus obras. La cumbia en el mar mereció de Germán Gutiérrez un arreglo para vocalista y orquesta. El pasillo Perdona mi egoísmo recibió arreglo para tenor y coro mixto del maestro César Zambrano. El maestro Humberto Galindo hizo un arreglo para conjunto instrumental y coral folclórico con el bambuco Mi bello Tolima, con el cual también el maestro Noel Charry efectuó un arreglo instrumental para banda que interpretó la Banda Sinfónica del Tolima.

Compuso Raquel Bocanegra dos valses criollos: Eso es vivir y Vivir con alegría y alguna balada por lo que ella llama “El eco y la influencias del medio”.

La veta que alimenta su inspiración musical no es sólo intimista, aunque el amor, reconoce, es siempre el paisaje de fondo. Así, plasma en versos y frases melódicas temas relacionados con el entorno tolimense: la naturaleza, la familia, los amigos, las tertulias.

El contacto que Raquel Bocanegra de Galvis tiene con su región y sus gentes no es de mera tangencialidad. Temperamento artístico por excelencia, esta compositora tolimense ha manifestado, al cabo de una vida dedicada a interpretar con la composición el sentimiento colectivo, que su mayor aspiración es generar con sus notas la complacencia y la alegría de vivir. Y que en su hija Cecilia Amparo Galvis encuentra una gran inspiración para cantarle a su tierra.