JOSÉ LUIS BENAVIDES VARÓN

quel niño que viera por largas horas interpretar a su padre el tiple, la bandola, la guitarra y tiempo después el trombón, encontraría años más tarde, a su entrada al Conservatorio de Música del Tolima, el instrumento que, además de convertirse en su inseparable compañero, le abriría las puertas de las más respetadas salas del viejo continente: el violín.

José Luis Benavides Varón, hijo de Luis Benavides, músico durante largos años de la banda departamental, al igual que del Conservatorio de Música, y de doña Idelia Varón, pintora, nació en Ibagué el 10 de octubre de 1963. No por casualidad encontraría en su hogar, donde la visita de músicos amigos de su padre parecía una constante de todos los días, el ambiente propicio que moldeó su inclinación hacia la música.

Desde los 5 años de edad, Benavides Varón comenzó a participar en las ceremonias del plantel educativo donde adelantó sus primeros años de academia y donde labró el camino que lo llevaría a conquistar grandes logros en su vida profesional.

A los 9 años, edad en que ingresa al Conservatorio de Música del Tolima por sugerencia y apoyo incondicional de su padre, Benavides ya ejecutaba la guitarra y leía partituras. A su ingreso al claustro musical le sería asignado el violín como instrumento de estudio, pero su gusto aún parecía estar aferrado a la guitarra; sin embargo, lo acepta con indiferencia y poco después le toma devoción gracias a Raúl Emiliani, su primer maestro de violín.

Atrás, como huellas que jamás se borrarían, habían quedado los primeros acordes en los instrumentos básicos de la música colombiana, tiple, bandola y guitarra; la presentación en el programa El club de la T.V. y el trío conformado con un amigo de barrio, Daniel Viña Caicedo, más tarde compositor triunfante en concursos locales y su hermano Oscar, mayor que él un año y hoy cornista de la Orquesta Sinfónica de Colombia, con el que participaron en concursos realizados por algunas emisoras y en las novenas de navidad del barrio.

Al tiempo que cursaba su bachillerato, Benavides recibía clases de violín en Bogotá, tarea que combinaba con el afianzamiento de los contactos que le servirían para ingresar, sin obstáculos, al cerrado ambiente musical de la capital de la república.

Su calificado paso por el Conservatorio le valdría la amable invitación de doña Amina Melendro de Pulecio para que dictara la cátedra de violín e ingresara a la orquesta del plantel. Así lo haría durante tres años, pero Bogotá lo había seducido irremediablemente. La disculpa perfecta se la daría un anuncio publicado en el diario El Tiempo en el que se convocaba al concurso para ingresar a la Orquesta Sinfónica de Colombia.

Se presentó a las pruebas con el temor que infunden los rumores de provincia respecto a lo difícil que es poder ingresar a la orquesta más importante del país. Días después, y para sorpresa de muchos, fue aceptado.

Aunque el comienzo no fue fácil, las primeras invitaciones por parte de sus compañeros de orquesta no se hacen esperar. Conciertos en distintos grupos de cámara son las primeras puertas que se abren. Por sugerencia de un compañero de trabajo, Benavides se entera de la convocatoria al concurso para participar en la Orquesta Latinoamericana de Juventudes Musicales. Allí se exigía como requisito un casette con la grabación de algunas piezas predeterminadas por el jurado como el primer movimiento de un concierto de Mozart, dos movimientos de Bach, contrastantes, uno lento y otro rápido, sonatas para violín solo, además de algunas partes de orquesta señaladas en el formulario de participación entre las que se contaban Los Maestros Cantores de Wagner. Transcurrieron dos tardes completas ensayando una y otra vez para que quince minutos de grabación le dieran la oportunidad de ser aceptado. Así fue. Antes de su llegada a Berlín hace una escala en España para tomar un curso de verano con el maestro Alberto Lysy.

En el verano de 1987 se efectuó su primera participación con la Orquesta de Juventudes Latinoamericanas. La gira que recuerda como experiencia inolvidable, le ofrece la oportunidad de recorrer importantes salas en ciudades como Viena, Bonn y por supuesto Berlín. La ocasión se repite en el invierno del año siguiente, ya no en gira por la Europa Central, aunque volvería a Berlín en 1989, sino por los países escandinavos. De allí se desplaza a España para adelantar un curso de música de cámara.

El contacto con músicos de otras latitudes y con los directores más consagrados del momento, le dan, gracias a su disciplina y rigurosidad en el trabajo, el calificativo de uno de los mejores violinistas de Colombia.

A su regreso al país, Benavides continúa su itinerario musical con la Orquesta de Cámara de Colombia, la orquesta de los maestros Mauricio y Francisco Cristancho y en la orquesta sinfónica como primer violín.

En1992 obtiene una beca del ICETEX para viajar de nuevo a Berlín a fin de tomar cursos con el maestro Bela Pat, húngaro y concertino de una de las orquestas más cotizadas de Berlín, además de violinista invitado a la inauguración de la orquesta filarmónica de Acapulco en México.

Integrante del quinteto Tempus, con quien grabó un trabajo discográfico que recogía su repertorio internacional, José Luis Benavides le apunta a otra grabación que rescate los clásicos de la música colombiana.

Hoy, este licenciado en pedagogía musical de la Universidad de Caldas, colaborador del programa Batuta, integrante del cuarteto Escala y solista en repetidas ocasiones con las orquestas sinfónica de Colombia, de donde es hoy primer violín, y de cámara de la Universidad del Tolima, mantiene intacto en su memoria el recuerdo de su paso por salas tan respetadas a nivel mundial como la Filarmonic de Berlín, cuna de grandes maestros, sin olvidar por un instante el sueño que desde su aún no lejana infancia comenzara a construir con su padre en una pequeña ciudad que respira música, perdida en la América Latina, Ibagué.