JESÚS ANTONIO BEJARANO

 

Estudiar Desarrollo Económico en Carolina, Estados Unidos, realizar un máster sobre políticas de empleo, en Holanda, ser director del Departamento de Economía y luego Decano de la Facultad en la Universidad Nacional, de donde había egresado, pertenecer al Consejo Editorial de Colcultura, al Comité de Modelos de Desarrollo de la Cepal, a la Junta Directiva del Centro de Estudios de la Realidad Colombiana (CEREC), del cual fue cofundador, convertirse en bibliotecario de la Academia de Ciencias Económicas y miembro de la Comisión de Diálogo, publicar más de doce libros que se convirtieron en clásicos, ser director técnico de la Misión de Estudios Agropecuarios, fueron sólo algunos de los antecedentes que lo llevaron a convertirse en asesor de la Consejería para la Paz de la Presidencia de la República donde reemplazó con éxito a Rafael Pardo y adelantó un proceso que evitaría muertes y más guerra sobre el territorio colombiano.

La Consejería Presidencial para la Paz sería una antesala a su rango como Embajador, primero en El Salvador y luego en Guatemala, sin otros padrinos que su propio valer y que le darían protagonismo nacional a un señor serio que visitaba El goce pagano y se entusiasmaba a tal grado con la salsa que llegaría a tener una de las mejores colecciones privadas de Colombia. Ama los boleros, detesta el vallenato, juega tenis y ráquet, trota, dicta clases, hace siesta en piyama, oye música hasta las tres y escribe hasta las nueve de la noche.

Bejarano, que escribió un extenso volumen, Historia agraria de Colombia, prologado por Alfonso López Michelsen y en el cual recorre con solvencia los siglos XlX y XX, ha realizado juiciosos estudios con el balance historeográfico de la Nueva historia de Colombia. Combinó sus diversos oficios con los viajes que al menos cuatro veces por año realizaba al exterior en misiones que lo condujeron a conocer mundo y participar en numerosos eventos culturales.

El hijo del taxista que se convertiría en miembro destacado del equipo que introdujo un nuevo enfoque de la historia en Colombia, una generación de la cual hacen parte Alvaro Tirado Mejía, Gonzalo Sánchez y Laura Restrepo, entre otros, se obsesionó por el tema de la economía y publicó su primer artículo, ya de carácter polémico e innovador, en el número inicial de la Revista de estudios colombianos. Incendió desde entonces el tema del mercado interno y provocó una sonada discusión en el país. No paró ahí. En un seminario alrededor de las teorías económicas de Lauchlin Currie, dispara su segundo ensayo, el que considera su más importante escrito de la época (con antelación a su viaje para especializarse en los Estados Unidos), titulado Currie, diagnóstico y estrategia, que le hace perder amigos y ganar insultos, pero que habría de convertirse, a la postre, en un artículo clave sobre el autor y sus postulados.

El reconocimiento nacional que obtuvo por sus novedosos y sólidos argumentos le valieron una presencia activa en el debate sobre la nación y otros textos suyos tejerían la urdimbre analítica que lo consagra como un reflexivo. Más tarde publica el libro Sobre la cuestión agraria, continuando en la línea de Currie-Arrubla, que despierta nuevas discusiones y en 1976 le llega un golpe de suerte: con la elaboración de una antología denominada Colombia hoy, que en sólo dos años alcanza 10 ediciones, consolida su prestigio y escribe varios ensayos en el Manual de historia de Colombia. Está a punto de salir para Holanda y no es ya tan sólo el profesor universitario que había militado en el grupo Firmes al lado de García Márquez, Enrique Santos Calderón, Jorge Villegas y Daniel Samper.

Nació el 24 de diciembre de 1946 y su horóscopo lo destinaba a vivir la guerra y la paz. Nadie imaginó por aquellos días que el hijo de un chofer y una ama de casa nacido en Ei Salado, sector rural por entonces de Ibagué, matriculado a los cuatro años en el kinder de doña Rosita Otálora y cuya educación primaria transcurrió en la Escuela Boyacá, una casa vieja de patio grande con alberca, iría a convertirse en uno de los intelectuales más cotizados de Colombia gracias a su esfuerzo permanente y a la suerte de no tener dinero para irse a gastarlo en los bares.

Estudiar y comer empanadas, mirarle las piernas a la profesora, jugar fútbol sin destacarse, portar en el pecho una banderita con la foto de Rojas Pinilla, ver películas mexicanas, pasearse por diferentes colegios, el Murillo Toro, el Jorge Isaacs, el Cooperativo y San Simón, ser expulsado, tener como profesores a docentes ilustres como Narciso Viña y Víctor A. Bedoya, vagar con su barra de amigos de la calle 23 en Ibagué, darse trompadas con los compañeros, conjugan esta etapa de su vida hasta cuando obtiene - finalmente - su grado de bachiller en el Colegio Tolimense. Para entonces ya era un lector entusiasta de la historia y la literatura, escribía sus primeros versos, se había enamorado y obtenido un premio literario cuya recompensa fue la famosa novela La Náusea, de Sartre. Leer y escribir se le convierten en obsesión y a los 18 años publica un artículo sobre su expulsión del colegio y un par de poemas de amor que algunos de sus malquerientes aún están buscando.

El niño y el joven más pobre del curso va a encontrar en su madrina de bautizo, Emma Molina de Obando, la sombra protectora, como en los cuentos de hadas. Ella entiende su paso del colegio de los comunistas, San Simón, al colegio de los curas, El Tolimense; lo consuela al verlo entristecido porque es el único que no puede ir a la excursión de fin de año y lo alienta para que continúe siendo el alumno destacado que es. El joven Bejarano se arma de valor cuando lo buscan para resolver problemas, sale de la rutina para encontrarse fuera del colegio con un grupo de escritores en ciernes que discuten y refieren el mundo y los poetas. Allí inicia su amistad con Roberto y Hugo Ruíz, José Antonio Vergel, su profesor de literatura, Hugo Caicedo y todo el combo que organiza conferencias en el café París a las ocho de la noche para hablar, parados sobre las mesas, de Vallejo, Neruda y otros autores sobre los cuales emiten charlas en un programa radial Los tiempos siguen duros y Jesús Antonio Bejarano, que ha trabajado entre tanto vendiendo tiquetes en Trans Andes, una empresa que ahora se liquida, queda a la vera del camino pensando en el estudio. Su madrina le da el dinero para viajar en bus, realizar la inscripción en la Universidad Nacional, tomarse las fotos, comprar una maleta de papel para empacar sus dos mudas de ropa y la cobija que le regala con cariño. Bejarano va a compartir la residencia universitaria, va a estar los primeros seis meses sin salir de los límites de la universidad, va a gozar como un regalo de la bandeja paisa en el Portal del Marinillo cuando le pagan la beca del Icetex y va a compartir la soledad con un grupo de estudiosos en aquel mundo cerrado que comienza a quitarle el sentido de la realidad exterior, a encerrarlo, desde 1967 a 1971, en el ámbito de la academia y a descansar sólo cuando viene a Ibagué a estarse todo el día en el café Grano de Oro.

Vivir entusiasmado la rebelión estudiantil de la primavera de 1968 en París, entender el espacio que se abre para los jóvenes y el papel que pueden jugar, lo induce a armar un orden de valores personales, vitales, en un círculo universitario estrecho y recalcitrante como el suyo donde ponerse una corbata es signo de entrega, señal de debilidad inconcebible, sobre todo para quienes sólo tienen dos bluejeans, un par de botas amarillas y una ruana, como él, y en donde hasta la misma novia es tan sólo nombrada como compañera ideológica. No ser de izquierda es una aberración en un medio donde el problema es la carencia de autenticidad ideológica. Bejarano aprende todo esto y se dedica a estudiar, a participar en los debates, con lo cual va forjando su armadura del futuro.

Lo primero que escribe y publica es El capital monopolista y la inversión norteamericana, su tesis de grado en 1973, declarada meritoria. Ingresa a Planeación Nacional donde estaba el equipo técnico más calificado del país y, con esa escuela, escribir se le hizo rutinario. Informes, documentos, el conocimiento del maestro Mario Arrubla que le impacta, la línea de izquierda como eje, van conformando una serie de reflexiones alrededor de un pensamiento propio. Con Currie, el Papa de la derecha, Antonio García y Arrubla, los de la izquierda -que son sus profesores-, adquiere elementos para participar en las famosas Cuatro Estrategias del Gobierno de Pastrana, iniciar un pequeño grupo de estudio con Arrubla sobre el subdesarrollo, editar la Revista de estudios colombianos que se convierte en la más importante de Colombia por aquellos momentos y elaborar concepciones despojadas de militancias. Sus 7 ensayos de interpretación de la economía colombiana, publicados en Ediciones La carreta, trabajos verdaderamente creativos, perfilan su prestigio para ser asediado por conferencias, viajes, columnas de periódicos, sin robarle tiempo a su disciplina de escribir una obra sólida, tal como ocurre con El régimen agrario, en concepto de críticos avezados un estudio de auténtica importancia. Varias ediciones de sus libros -tres de ellos salen como paquete en un solo año: 1984-, le dan entidad al autor, muestran su obra y consolidan su imagen en el mundo intelectual. La economía colombiana en la década del 70 se convierte en un clásico del tema, al igual que Los límites del conocimiento económico y los ensayos publicados en los Cuadernos de economía durante 1984. Vendrán luego sus libros Apuntes para una historia de Ambalema, Desarrollos recientes de la teoría económica, lanzado en Santiago de Chile y Las dimensiones de la pobreza rural en Colombia, publicado por la Cepal y Naciones Unidas. En 1996 aparecerá su libro La conquista, una empresa de la imaginación y otros ensayos historeográficos, publicado por Pijao Editores, que lo sacará, en sus palabras, de la hemeroteca a la biblioteca y que está compuesto por textos para él entrañables. Finalmente, antes de ingresar a la Consejería de Paz, es el Director Técnico de la Misión de Estudios del Sector Agropecuario, creada en 1987, y de su permanencia allí salen tres amplios tomos sobre El desarrollo agropecuario en Colombia. De esta época es también su ensayo La formación del campesinado y las luchas agrarias, en el volumen de Pablo González Casanova sobre teoría económica, editado por Siglo XXI de México,

En julio de 1995 la editorial Tercer Mundo edita su libro Una agenda para la Paz, sobre las perspectivas y dificultades de la nueva etapa del proceso de paz colombiano del presidente Ernesto Samper Pizano.

Sus aportes como autor, su participación en el proceso de paz como Consejero Presidencial exitoso, son parte de la labor de un enamorado de la salsa y los boleros que un día lejano aprendió a escribir con gis, pizarra y almohadilla en el kinder de Rosita Otálora.

Fue asesinado en Bogotá, el 16 de septiembre de 1999,  a la salida de su clase de Economía en la Universidad Nacional de Colombia, víctima de la violencia política, el ex presidente César Gaviria afirmaba sobre él: "Bejarano fue un abanderado de la paz y del diálogo, tanto en su labor de negociador como desde la cátedra y la reflexión académicas. Su pasión por entender la naturaleza de los conflictos y, sobre todo, la dinámica de su solución, orientaron todas sus actividades profesionales y su reflexión sobre el futuro de Colombia".

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