LIBARDO BARRERO

En la década de los cincuenta, frente a la escuela Manuel Murillo Toro de Ibagué, se hallaba ubicada el área cultural del Banco de la República, en donde esta institución patrocinaba los conciertos de las diferentes orquestas y grupos de la ciudad. Entre los oídos atentos de los adultos ya se distinguía un jovenzuelo que no faltaba a las ejecuciones orquestales y que hacía sus estudios de enseñanza primaria en la adjunta escuela mencionada. El segundo en la lista de alumnos, Libardo Barrero, el fiel oyente de los conciertos, era el primero en situarse frente a los instrumentos.

Había nacido el 18 de octubre de 1951 y su padre había sembrado en su espíritu las primeras semillas melódicas con la guitarra, la bandola y el tiple campesinos durante las infaltables veladas hogareñas. Este gusto por la música y el buen oído con que lo dotó la naturaleza, llevaron a su familia a matricularlo en 1965 en una cuna de artistas: el Conservatorio de Música del Tolima. Aunque al principio centró sus actividades en el oboe (casi tres años permaneció en el aprendizaje de este instrumento), optaría más tarde por el violonchelo, con el que recibió su título de Maestro en Música en 1973.

El Conservatorio, además de prepararlo, lo acogió enseguida como profesor los diez años siguientes, tiempo durante el cual también dirigió los Coros Masculinos que cosecharon triunfos en los concursos polifónicos internacionales.

Al comenzar la década de los ochenta, fundó en la capital tolimense el conjunto musical Mi Terruño, de música colombiana, con cuyos ocho integrantes recorrió las principales ciudades del país.

Los siguientes ocho años de su vida alternan entre Ibagué y Bogotá. Estudia dirección con el maestro Blas Emilio Atehortúa y comienza a gestar su idea de que cada localidad del Tolima tenga un coro donde pueda escucharse la música vernácula. Así es como funda en el Guamo con jóvenes y adultos el primer coro experimental y popular, experiencia que Libardo Barrero califica de hermosísima, porque participaban de dicho coro “médicos y vendedores de frutas, abogados y carniceros, estudiantes, amas de casa y empleados oficiales”.

Viaja entonces al Ecuador, república que lo acoge durante casi un año como instrumentista de la Orquesta Sinfónica de Quito y profesor del Conservatorio de esa ciudad. En 1986, acariciando nuevos proyectos, se enruta hacia Venezuela a cuya capital llega con su pequeña hija de tres años. La eterna “frontera caliente”, para bien de Libardo, obstaculiza la estadía suya en esos lares y lo devuelve a Cúcuta donde tiene lugar un reencuentro con Gustavo Gómez Ardila, músico que para estas fechas dirigía los coros de la Universidad Industrial de Santander, y con quien había compartido grata amistad en suelos tolimenses.

El maestro Gómez Ardila lo vincula a la UIS, donde desde un principio comienza a fecundar su labor académica, pedagógica, instrumental y humana al ingresar como coordinador de la carrera de música. En cuatro años efectúa con su equipo de colaboradores la reforma académico-musical de tales estudios, funda el Grupo Experimental de Vientos de la UIS, hace música de cámara con los estudiantes, con quienes funda el quinteto Alborada (con el preciso afán de hacer música colombiana un poco sinfonizada), ayuda a concretar el Taller de Formación Musical para niños y da cuerpo a la Orquesta Sinfónica Infantil-Juvenil, que bajo su dirección se ha presentado en Venezuela, Brasil, Argentina y Chile y tiene proyectadas presentaciones próximas en México y Estados Unidos. La parte pedagógica musical la ha fundamentado siempre en la música colombiana, con resultados extraordinarios.

En su obra, ya de alguna vastedad, se destacan El pesebre colombiano, arreglos para dúos, tríos, cuartetos y música de cámara; Los pacos, dúo para violín y violonchelo; Paisajes colombianos, arreglo para cuarteto donde Libardo combina diferentes ritmos musicales colombianos. Sus formas musicales pintan con notas y sonidos la realidad de la patria, mientras que las letras de sus canciones manejan temas de la cotidianidad: “El sufrimiento de nuestro pueblo, las ansias de paz, el amor que nos mueve a todos”.

Desde hace una década y hasta el momento, Libardo Barrero ejerce la jefatura de la Dirección Cultural de la UIS, desde donde coordina el Festival Internacional de Piano -que en 1997 realizó su decimocuarta versión-, al que asisten los mejores pianistas del mundo y con cuyas ejecuciones musicales ya se realizó un primer disco compacto titulado con el nombre de Festival, además de la organización de la semana del arte y el festival de cine.

Sobre la valorización progresiva de nuestro acervo folclórico, Libardo Barrero rememora y ejemplifica que “(...) Hace cuarenta años, en los conservatorios de Colombia, si un alumno tocaba un pasillo, de oreja lo sacaban del salón. Eso ha cambiado. Ya hay conciencia de que si no defendemos lo nuestro estamos perdiendo nuestra identidad”. Preguntado por los correctivos más eficaces, reflexiona un instante y sentencia: “A este país lo que le falta es eso: tener sentido de patria a partir de lo nuestro. El bambuco, el pasillo, se pueden engalanar de piano, de violín, de flauta, de todos los instrumentos sinfónicos y ganan en universalidad. De ahí que grandes orquestas como la Filarmónica o la Sinfónica de Bogotá toquen a Luis A. Calvo, Blas E. Atehortúa, Pinzón Urrea, porque ya hay conciencia del enorme valor de lo nuestro y de que vale la pena internacionalizarlo”.

En abril del 2000, culmina la musicalización del film colombiano de 1927 Garras de Oro, que se estrena en el auditorio Luis A. Calvo, al tiempo que realiza un diplomado en gestión cultural. Dirige la orquesta sinfónica juvenil de Bucaramanga y asiste como director invitado a las orquestas sinfónicas del Tolima y Cundinamarca,

Las certezas, la vocación y las luchas de Libardo Barrero lo han llevado a merecer tres Batutas de Oro por su labor en los festivales de piano y una beca para estudiar dirección orquestal en Rumania. Admirador rotundo de los maestros de su tierra Alberto Castilla, Pedro J, Ramos y Cantalicio Rojas, ha adquirido con el folclor de la patria chica el compromiso de hacer un arreglo musical para una caña de este último, a fin de darla a conocer en el norte del país. Murió el día 19 de noviembre de 2008.



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