FERNANDO BARRERO CHÁVEZ

 

Ser dos veces premio nacional de periodismo Simón Bolívar, obtener el primer premio nacional en Periodismo de Investigación, desempeñarse poco más de un año como Secretario de Información y Prensa del gobierno de Belisario Betancur, actuar como director de INRAVISION entre los años de 1983 y 1986, ser catalogado como el mejor ejecutivo de Colombia en 1984, alcanzar la dignidad de Embajador de Colombia en misión especial ante las Naciones Unidas en 1992 y 1993, ser distinguido como decano de la facultad de Comunicación Social-Periodismo de la Universidad Central y Presidente de Asomedios en 1994, es sólo parte del recorrido de un periodista que se ha paseado por todas las facetas de los medios de comunicación.

Fernando Barrero Chávez, quien naciera un 10 de agosto de 1948 en el Líbano, aprendió desde muy temprana edad que, como todos los de su generación, es otro de los hijos de la violencia y no olvidará por ello el día en que su padre tuvo que abandonar la tierra a la cual no volvería sino varios años después.

Para 1954, los Barrero Chávez ya habían reinaugurado en Bogotá La gran tijera, sastrería que desde sus tiempos en el Líbano había sido el espacio de uno de los tres únicos sastres del pueblo. Alrededor de este negocio se estableció una estrecha relación entre Barrero Chávez y su padre. Siempre, camino de la escuela, Fernando encontraba un minuto para levantar la mano, sonreír y a veces hablar un rato con el oficiante que tuvo que soportar la violencia avasalladora de la gran ciudad y defender el valor que desde siempre inculcó a su familia: el trabajo.

En 1962, luego de la escuela pública, Fernando Barrero ingresa al colegio Mayor de San Bartolomé de donde egresaría en 1967, tras un intervalo en un colegio de Guateque, Boyacá, en donde fue internado. Para esta época, los padres de Barrero ya habían dado el paso que sería la puerta abierta a su destino: obtener el contrato del restaurante del diario La República donde, por aquellas casualidades de la vida, conseguiría el primer trabajo que va a ligarlo por siempre al periodismo: limpiar linotipos.

Abelardo Londoño y, más adelante, Mario Ortiz de la Roche, fueron los puntos de apoyo que Fernando Barrero encontró al comienzo de una labor que sería el oficio de toda su existencia. Ayudar a Ortiz en la lectura de los cables fue su segunda fase. En alguna oportunidad le dejaron titular uno de ellos y, gracias a un accidente feliz que tiene que ver con su vocación más que con el azar, la primera línea del título coincidió, en cuanto a caracteres, con la segunda, una de las reglas modernas de titulación. Desde aquel día, 10 de septiembre de 1965, La República contaría por más de 10 años con un hombre que, de mensajero, había iniciado una carrera vertiginosa hacia las posiciones de vanguardia del periodismo.

En 1966, el gerente del rotativo, Rodrigo Ospina, le otorga media beca para estudiar periodismo en la Universidad de América. Luego de año y medio de academia, Barrero abandonó el estudio por un repentino cierre de la universidad y, más adelante, tras su reapertura, no regresó basándose en la falsa autosuficiencia que le otorgaba ser uno de los pocos estudiantes que ya trabajaban en el medio desde antes de ingresar a la universidad. Convencidos de la calidad de Barrero, los directivos de La República le insisten en la importancia del estudio y es así como le ofrecen de nuevo media beca para la Universidad Externado. Inicia allí sus estudios de Derecho, pero termina graduándose en 1975 como Administrador de Empresas, tras haber pasado por Economía, todo por seguir y conquistar la mujer que años más tarde se convertiría en su esposa, Amparo Guinand.

Durante su trasegar académico, Fernando Barrero se paseó por casi todas las secciones de La República. La redacción deportiva fue su primer escalón y aunque ésta nunca ha sido una de sus pasiones, el entusiasmo que le coloca a cada una de sus tareas haría que más adelante ganara el premio Postobón al periodismo deportivo. Su segunda línea de trabajo fue la redacción judicial. Estudiaba entonces derecho en el Externado y una de las bandas más famosas de Bogotá, La Pesada, hacía estragos en las instituciones bancarias. Barrero participa con numerosos detectives en un juego de aventuras que desde el principio entusiasmó su espíritu de reportero auténtico.

Cuando estudió economía, Abelardo Londoño, director del periódico, lo instó a ingresar a su redacción económica. Su primer artículo, Los treinta años del IFI, marcaría la entrada de uno de los periodistas económicos más reconocidos de Colombia. Pero allí no terminó el ascenso de Barrero quién llegó a ser editor económico y uno de los creadores de los suplementos del ramo que transformarían La República hasta convertirlo en el diario especializado en el tema que hoy es.

En 1975, cuando ejercía la jefatura de redacción Carlos Villar Borda, entra al equipo de redactores económicos de El Tiempo junto a Javier Ayala, Octavio Quintero y Jaime López. Ayala pasa a la televisión, Quintero a la sección de política y López a suplementos especiales, configurándose así una serie de cambios que hacen que el cuarto redactor económico se convierta en editor cuando corría el año de 1982. Es durante su estadía en el primer diario del país, entre los años 1977 y 1978, que Barrero realiza una especialización en la Universidad de Tucson, Arizona, en Integración Latinoamericana, participa en un seminario sobre transporte y energía en la Universidad de Toronto y otro sobre economía en Zurich.

El 5 de agosto de 1982, cuando Barrero ya había adquirido un compromiso con El Tiempo, Belisario Betancur lo llama para que ingrese a su equipo de colaboradores y aunque jamás pensó en aspiraciones burocráticas, luego de una solicitud que el mandatario le hiciera a los Santos, El Tiempo le otorga una licencia de un año durante la cual Barrero se desempeñará como Secretario de Información y Prensa de la Presidencia de la República.

Para ese entonces, al gobernante se le había montado un esquema de comunicaciones internas y externas, y aunque Barrero desde un principio había planteado la necesidad de centrarse en los actos del Presidente, fueron las comunicaciones internas las que más tiempo le ocuparon, puesto que la figuración que anhelaba cada uno de los ministros le hicieron imposible la figura del spokesman ya usada en el sistema estadounidense.

Nohemí Sanín, Ministra de Comunicaciones, fue quien habló con el presidente Betancur para que Barrero fuera director de INRAVISION en un momento en que la entidad pasaba por una de sus crisis. Así, desempeña la dirección entre 1983 y 1986 cuando termina su vinculación en medio de un cambio político en el cual fue el mayor sacrificado. Sin embargo, y a pesar de todos los tropiezos, promueve la primera ley de televisión que se conociera en eí país y que desembocará, con algunos cambios, en la ley que terminó implantándose en el gobierno de Ernesto Samper Pizano.

Durante su permanencia en INRAVISION, Barrero borra el fantasma de convertirse en uno de los muchos burócratas de oficio pues, desde aquellos tiempos en que limpiaba los linotipos, el periodismo ha subyugado su alma con una pasión tal que ni los autos lujosos ni las secretarias han podido desfigurar su real vocación. Eran los días en que su tierra sufría la conmoción de la tragedia del Ruiz y en donde tuvo su primer contacto con la radio al tener que declarar una nueva alerta en la zona de riesgo del volcán. Los locutores de la Radio Nacional, que había aumentado su cobertura a los mil ciclos para que todas las emisoras del país se conectaran, no llegaron en el momento de la emergencia y Barrero, sin pensarlo dos veces, entró a la cabina.

Le llueven ofertas desde R.C.N., El Tiempo y Caracol. Al final, Yamid Amat logra su ingreso al equipo de 6 A.M-9 A.M y más tarde se convierte en vicepresidente encargado de Caracol.

Mientras continuaba su exitosa carrera, la actividad docente vino a complementar su ya de por sí intensa actividad, a partir de 1979, cuando comienza a formar parte de la planta de profesores del INPAHU. De allí pasa a la Universidad Javeriana y más adelante a la Universidad Externado. Actualmente es decano de la facultad de Comunicación Social-Periodismo de la Universidad Central, luego de haber sido vicedecano de la misma. Su cátedra en la universidad es para él un compromiso tan serio, como los demás que adquiere, que si llega a faltar un solo día se siente culpable por no realizar todas las labores que por iniciativa propia ha echado sobre sus hombros. Lo embarga entonces una sensación de soledad que sólo mitigan la comprensión de su esposa Amparo y de sus hijos Luis Fernando, Diego Alejandro y María Angélica, permanentes apoyos emocionales de un hombre que ha tenido que sacrificar buena parte de su vida familiar por la dedicación a un oficio que lleva en la sangre.

Después de Caracol, Barrero entra como Gerente de Producción de TV-Cine, además de convertirse en accionista de la empresa. Desde allí y para no desligarse de Caracol, comienza dos programas radiales, uno llamado ABC, cultural y científico, y un programa económico, fuera de la dirección de Monitor, el programa radial más antiguo de Colombia, en donde Barrero encontró la línea que más se acomoda a su propia vida: la cultura.

Coordinador de la cadena UNO, vocal, tesorero, secretario y presidente del Círculo de Periodistas de Bogotá por más de cinco años, miembro de las juntas directivas de FOCINE, INRAVISION, el Instituto de Cultura y Turismo y la Corporación Nacional de Turismo, todos estos cargos conforman una actividad incansable por gremios e instituciones que le han confiado labores que siempre realiza con seriedad y responsabilidad.

La persistencia y brillantez con que se ha desempeñado en todas sus tareas, le ha dado protagonismo a una carrera que no considera aún terminada. Este hombre del Líbano que habló en nombre de más de dos mil millones de personas cuando fue Embajador de Colombia en misión especial ante la ONU y tuvo que tomar la vocería del grupo de los 77, el mismo que participó junto al hoy magistrado Vladimiro Naranjo en la Asamblea Nacional Constituyente, cree que su vida no terminará sin escribir el libro que siempre ha soñado y ganar otro escaño en una profesión en la que de seguro no dejará de ascender.

Desde el año 2000 ha sido decano de las facultades de Comunicación Social – Periodismo de las universidades Central y Los Libertadores y director de comunicación del Ministerio de Defensa.