A LA BARBACOA

 

Sin caprichosas curvas de sofás o divanes,

que en salones lucieron de nobles potentados,

y que fueron testigos de perfidias; calladas,

oyendo frases vanas y sabiendo de desmanes;

 

Sin haber ostentando terciopelos u olanes

habidos con faena de los desheredados,

te baña el sol fulgente con sus rayos dorados,

y en vesperal abrazo te invaden los samanes.

 

Barbacoa de mi campo, de mi tierra caliente,

nirvana del humilde y de su prole inocente,

donde se olvidan las penas y se aviva el amor;

 

En las noches de luna serenas y calladas,

te envían las estrellas relucientes miradas,

y en tu franco regazo se disipa el dolor.