POEMA DEL AUSENTE
A mi padre para que no huya de mi memoria.
Amanece sobre el mundo,
la niebla se disipa
y un sol de crisantemos
asoma tras el monte
a calentar la tierra del diluvio,
los pájaros trinan con su música
en el vaho rumoroso
donde el gorgojo
oye crecer la hierba.
Dan ganas de beber la madrugada
mientras los hombres tejen su fatiga,
el caminante circula con su prisa
y los autos ruedan raudos
entre el blanco vapor del callejón.
Si estuvieras aquí;
tal vez dirías,
“Qué bello es ver la vida”,
detendrías un instante en la mirada
el pájaro que vuela
y el cóndor tras el pálpito
de paloma dormida
y otra vez en tus ojos
brillaría
tu difícil sonrisa de esplendor.