JUAN CARLOS AMÉZQUITA

Una mañana de septiembre, Juan Carlos se quedó dormido más de la cuenta y, cuando llegó a las puertas de la cárcel municipal de Armero, no lo dejaron entrar a la celebración de la fiesta de las Mercedes, porque los guardias no le creyeron que a sus diez años fuera el guitarrista del conjunto Renacimiento que dirigía su tío, “Pachito” Alarcón. Desde la puerta escuchó los aires del conjunto y sintió el vacío que la guitarra le dejaba en esa ocasión por no contar con los años suficientes para que le creyeran que era un músico como los mayores.

Su infancia fue distinta a la de los demás niños que correteaban todas las tardes jugando fútbol, baloncesto, trompo y canicas. En cambio él, en sus horas libres, tenía que asistir a la casa de su tío a recibir clases de teoría musical, guitarra, tiple y bandola, en un rito infaltable que sería lo corriente en su vida, pues lo habían convencido de que estaba predestinado para ser un gran artista.

En alguna oportunidad le regalaron un requinto de ébano, con clavijas de palo que se destemplaba con suma facilidad por la acción del calor que soplaba la madera. Juan Carlos, en su fantasía infantil, encontró una fórmula y le dio algún resultado. Dejaba listo el triple en las mañanas y lo amarraba a la llave de la alberca, dejándolo sumergido totalmente para evitar que el calor lo desarreglara.

Juan Carlos nació en Armero el 16 de noviembre de 1961. Al terminar sus estudios allí, viajó a Ibagué donde estudió el bachillerato en el Seminario y el colegio Tolimense para graduarse finalmente en San Simón. Simultáneamente recibió clases de armonía y contrapunto con profesores del Conservatorio del Tolima a fin de lograr su perfeccionamiento en las técnicas de la ejecución. Se dedicó a la guitarra a la que le ha consagrado todos sus esfuerzos.

Se vinculó a la Universidad del Tolima como estudiante de agronomía, carrera que abandonó cuando iba por el cuarto semestre. Comprendió que su camino ya estaba trazado desde las calurosas tardes de Armero asistiendo a la Academia de su tío y, como si estuviera siguiéndole los pasos en su tarea de difusión, fue director de la estudiantina Intermezzo de la universidad entre los años 1985-1989.

Con esta agrupación participa en el Concurso Mono Núñez y obtiene un segundo lugar con una obra inédita de Gentil Montaña. En el año 1987, con el trío Nuevo Horizonte, del que también hacía parte el tiplista Juan Pablo Hernández, participan en el V Concurso Nacional de Tríos en la ciudad de Popayán, patrocinado por el Banco del Estado y ganan el primer puesto.

Se radica en Bogotá a partir de 1987, luego de haber soportado por dos años el trajín de viajar los miércoles desde Ibagué, y dedica todo su esfuerzo a estudiar la guitarra.

En Bogotá comienza a asistir a diferentes talleres con el fin de mejorar su estilo, toma clases con los maestros Enric Madriguera y Abel Carlebaro, con quienes avanza en su formación profesional. También comienza a participar en conciertos como solista en la Orquesta de Música Antigua de Colombia.

En el año 1989 recibe una invitación para participar en el Hispanic Heritage Week October 8, 1989, en el Centenar Park, For Myers State the Florida. Inicia una gira por ese Estado y entra en contacto a través de diversos recitales con la comunidad estudiantil, donde tuvo gran acogida por la forma como interpretaba la música colombiana.

En el trascurso de su trayectoria artística ha ofrecido numerosos recitales en salas del país y del exterior. Ha actuado en la sala Alberto Castilla del Conservatorio de Música del Tolima; el auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional; la sala de música de la Universidad del Tolima; la Darío Echandía, de la biblioteca del mismo nombre en Ibagué y la sala de Cafam en Melgar, entre otras. En el año 1990 participó como solista instrumental en el concurso Mono Núñez y obtuvo el segundo lugar. Este ha sido, quizá, el más importante reconocimiento recibido durante su carrera artística, además de la satisfacción que cada presentación le deja.

Ha escrito varias composiciones, entre ellas Cochacanta, bambuco; Espiritual, pasillo; Nora, guabina; Lina María, danza. Aunque no ha grabado ninguno de estos temas, ellos hacen parte del repertorio de sus conciertos y constituyen su patrimonio sentimental, pues la mayoría de esas composiciones han surgido como homenaje a los integrantes de su familia.

Actualmente es director de la Orquesta de Cuerdas Estudiantina Ciprés, de la Universidad Católica de Colombia y se desempeña como pedagogo musical de la Fundación Nueva Marymount, donde dicta orquesta, pues aunque no tiene títulos en este campo, los estudios de dirección y orquestación adelantados con el maestro Gentil Montaña lo han capacitado para enfrentarse a estos retos.

Hace unos años pudo cumplir con una de las grandes aspiraciones de su vida, darle un concierto a su padre, acto que realizó cuando fue invitado por el Conservatorio del Tolima. Acompañado por la Orquesta Kromofónica dirigida por el maestro Emiliano Díaz, interpretó temas de Vivaldi, que fueron disfrutados por su padre, Hipólito Amézquita Caldas, meses antes de morir.

Juan Carlos considera que no tiene frustraciones en su vida porque los propósitos que asume se van cumpliendo gracias al tesón y al empeño que pone en cada uno de sus proyectos. Sin embargo sueña con tener su propio estudio de grabación para poder producir y dejar constancia de lo que ha hecho, ya que generalmente los conciertos se quedan en el aire, en las referencias de los programas de mano, pero la actuación en sí se diluye y se hace necesario tener un registro grabado, inclusive para partir de él en el proceso de mejoramiento y perfección que siempre debe acompañar a todo intérprete.

Ha participado también en programas de televisión que le han permitido mostrar sus capacidades. En diciembre de 1993 fue invitado a un recital en Conciertos Latinoamericanos que se emitió por el canal 11 de la televisión colombiana. En abril de 1994 se presentó en Momento Cultural, donde también pudo dar testimonio de su capacidad técnica y artística para ejecutar la guitarra. Obras de autores barrocos fueron interpretadas con el acompañamiento de la Orquesta de Cámara del Grupo de Música Antigua de Colombia.

El compositor que más admira es Luis A. Calvo y acaso por eso le colocó por nombre a una estudiantina el de Intermezzo, como homenaje a una de las composiciones de ese valor de la música colombiana.

La vida de Juan Carlos se ha desarrollado con la certeza de que la música es una profesión de la cual se puede vivir, siempre y cuando no se caiga en la pasión por las mujeres o el licor; quizás sea ésta la regla de oro que ha marcado su comportamiento y lo que le ha permitido llevar una existencia sin sobresaltos ni grandes rupturas que amenacen tanto su parte emotiva como la física. Sus años de serenatero le dejaron gran experiencia, pues cuando ejerció este oficio, pudo apreciar en toda su dimensión el significado de la música y supo disfrutar cada ingreso como el pago a su consagración y disciplina, empleándolo de la mejor manera posible.

Su esposa le ha permitido alcanzar el equilibrio emocional que necesita todo creador. Ella es diseñadora y comprende en toda su proporción el valor de cualquier expresión artística. De ahí que su hogar sea un centro de comprensión y estímulo para seguir adelante. Diariamente le dedica unas seis horas a la práctica de su oficio. A veces, cuando debe preparar un concierto, intensifica el entrenamiento. También hay que sumarle las horas de estudio de los clásicos de la guitarra, los cuales escucha en forma permanente. El mecanismo para aprender de esos hombres que han logrado descollar a nivel internacional es muy sencillo, simplemente escucharlos. A otro tipo de música muy poco tiempo le dedica, el día es muy corto y los compromisos demasiado extensos.

Juan Carlos cree en cierta predestinación genética por el arte, considera que todo estaba preparado para que se inclinara por esta manifestación y no se imagina un oficio distinto, aunque para sobrevivir haya tenido que ser vendedor de libros y mensajero de bancos, pero la pasión por la música era algo que venía con él. Lo mismo le sucedió a su hermano Hipólito, quien a pesar de realizar otras labores es un amante de la música y se ha dedicado a coleccionar todo tipo de melodías, al punto que es él quien le proporciona información a su hermano sobre canciones e intérpretes.

La música colombiana, según Juan Carlos, se ha convertido en una expresión para una élite, tanto la coral como la instrumental. Aunque tiene su origen en el pueblo y en sus costumbres y actividades, se ha llegado a cierta polarización, de tal manera que los asistentes a conciertos corresponden a determinadas capas de la sociedad, generalmente a aquellas que han sido las minimizadoras de las expresiones populares. Las clases media y baja gustan más de otra serie de melodías que corresponden a distintas raíces e intereses.

Cuando sobrevino la tragedia de Armero, la familia de Juan Carlos vivía en Ibagué, pero el impacto de este acontecimiento dejó una impronta difícil de borrar.

Aunque Ibagué le brindó de alguna manera el albergue sentimental que necesitó en los meses que siguieron al desastre, la nostalgia de su patria chica es mayor: la evocación de los matarratones y el olor dulzón del viento, el calor atenuado por las brisas y la simplicidad de las gentes es algo que jamás podrá recuperar y que han hecho que su vida se divida en dos. Ahora sus palabras adquieren un dejo de melancolía y dolor cuando se refiere a esa ciudad blanca que él llenó de notas cuando apenas era un niño y desde donde proyectó encumbrarse para conquistar otros espacios, pero siempre como homenaje a esas calles y lugares, los mismos que han desaparecido entre los matorrales de tierra calcinada.

Se desempeñó como Asesor de Grupos Musicales y Director de la Orquesta de cámara “Ensamble Ciprés” de la Universidad Católica de Colombia, se desempeño como coordinador de la facultad de música, en Los Ángeles Christian University (USA).En Noviembre y diciembre del 2005, entra en una comisión cultural diplomática invitado por la embajada de Colombia en South África, a la cabeza del embajador: Víctor G. Ricardo, para ofrecer diferentes recitales en South África, Mozambique, y otros países de Europa, USA y Brasil entre otros los países de América latina.

En la Actualidad dirige su misma institución de servicios y asesorías musicales; FUNDACION ARTISTICA JUAN GUITARRA, y tienda virtual de partituras SHOPSCOREGUITARS en la ciudad de Bogotá.

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