PATRIMONIO INMATERIAL DE AMBALEMA


El municipio de Ambalema, en el departamento del Tolima, está situado sobre la meseta conocida como El Chorrillo. Su ubicación geográfica: latitud Norte 4º, 47´, 04´´; Longitud, 74º, 45´, 59´´; altura sobre el nivel del mar 289 metros; temperatura media, 29º centígrados; clima cálido, con una población variante de acuerdo con los diferentes momentos de su historia económica, social y política. Fundada en 1786 sobre la orilla izquierda del Magdalena y en la confluencia del Río Recio, que baja de las nieves del Tolima,

En general sus tierras son planas y también, ligeramente onduladas. Están comprendidas dentro del llamado Valle del Río Magdalena. Existen algunas formas montañosas, hacia el occidente, de escasa elevación, los cerros de Pan de Azúcar y Peñón Redondo, la cuchilla de Bomboná y las Lomas del Páramo, la Cocuceta, la Iguana, Marengo y Naranjuelos. Son terrenos que corresponden al piso térmico. Allí habitaron los indígenas Panches, emparentados con los Pijaos, provenientes de la comunidad Caribe. Los Ambalemas, se asentaron en el sitio que hoy ocupa la población.

De estas comunidades no quedan vivas ninguna de sus manifestaciones inmateriales de la cultural. El Padre Aguado, relata una ceremonia de los Panches que habitaban en la hoya del río Magdalena, referente a la castración clitoridiana ritual, que se encuentra también en otras tribus. Dice que “tienen estos bárbaros una ceremonia o costumbre muy perjudicial y dañosa para ellos aunque no hacen mucho caso del daño que de ellas se les sigue y viene; y es que a las criaturas hembras que nacen, a los ocho días o diez, así como nacen las cortan con unas cañas o piedras cierta parte de carne que en el miembro o vaso mujeril tienen, y lo que le cortan lo secan y hacen polvos, con los cuales después refriegan la herida para que se consuma y seque la otra que queda o puede crecer para que no crezca y quede igual; y el daño es que muchas criaturas mueren de estas heridas, y así entre ellos hay muy pocas hembras…”. En otras comunidades la extirpación del clítoris forma parte de la ceremonia de iniciación de la pubertad, es ejecutada por cuatro mujeres ancianas de la tribu, con un cuchillo de bambú bien cortante. Se pretende con esta operación “el que la mujer no tenga más excitación genésica que la de la cópula, pero también dicen que en la extirpación de aquel órgano se evitan malos olores”.1

La tradición oral perdida pero que subyace en la historia de Ambalema está centrada en la llamada cultura del río, donde seres de leyenda aún se refieren en las comunidades más campesinas. Estas formas de explicación de la realidad a través de la magia y las superstición se ha convertido en un patrimonio donde algunas personajes viven como los de leyenda. Es el caso de El Mohan, el conquistador de las lavanderas, donde algunos habitantes asumen el peludo protagonista y toman la vida de la leyenda para ser parte de su vida no sólo para los pobladores sino para los pocos turistas que llegan a visitarlo.

Nadie cuenta los desmanes de algunos españoles en la época de la conquista ni los dos sucesos de la naturaleza que exterminaron a Ambalema, la inundación de 1845, ni el incendio de 1848. Nulas son las tradiciones orales (leyendas, cuentos, narraciones, anécdotas) sobre el río Grande de la Magdalena en sus años gloriosos del tabaco y la navegación, desde el momento en que la Ley del 2 de julio de 1823 le concedió el privilegio exclusivo a don Juan Bernardo Elbers para navegar, por el río madre, sus barcos de vapor, hasta la desaparición de las idílicas y comerciales embarcaciones donde llegaron la civilización, la cultura y la prosperidad de tiempos perdidos en la memoria de la población. Nadie recuerda los champanes movidos por los vogas indígenas y negros, explotados por miserables monedas y espoleados por la cruel mita del voga. Perdidas las crónicas en los anaqueles y el interés individual de algunos investigadores, de algunas novelas, el río Grande de la Magdalena dejó registrado en su historia, los eternos viajes desde Neiva hasta barranquilla que duraba un mes cuando el río estaba tranquilo.

Los pitos de los vapores fueron muriendo mientras aparecía el del tren que mató el transporte por el río, sin imaginar siquiera que los negociantes de carros abrirían carreteras para, de igual manera, matar el tren y dar paso al transporte por carreteras. Fue Colombia uno de los países que sacó de circulación el tren, dejándolo morir de inanición por los negocios de los carros y las vías asfaltadas.

El tabaco que allí obtenían los plantadores se consideraba como el mejor de Nueva Granada y entró a Ambalema en 1760. Las gestas de plantaciones en al anti plano de Ambalema y de los comerciantes en el puerto de Honda no se registra dentro del tejido social del siglo XVIII y los posteriores. Los vestigios de la opulencia sólo pueden apreciarse en algunos objetos, sitios y paredes de lo que fuere una de las regiones más ricas de Colombia. Con privilegios a los particulares o los monopolios posteriores, la cultura del tabaco es hoy una nostalgia sin trascendencia de los viejos del pueblo. La opulencia de los obreros de Barrancabermeja y la petrolera del Catatumbo —dice Nieto Arteta— fue similar a la de Ambalema en los años de la prosperidad del tabaco. Carnaval, parranda y despilfarro del dinero. Pero la cultura y su patrimonio quedó huérfano en la tradición. O quedó sepultada con los nuevos aconteceres del país, las guerras y la muerte, la pobreza y el desempleo. Hoy, los pobladores hablan más de la guerra de Laureano Gómez o la llamada violencia que de los tiempos de la Compañía inglesa, de la Illingswordth Wills de Londres. Desde esos años gloriosos, a la violencia de la mitad del siglo XX, habían pasado cien años.

De los tiempos de la bonaza del tabaco donde mezclaban la población, además de la algarabía de música de pasillos y bambucos, los ricos y pobres prendían sus tabacos con billetes y repartían licor a toda la población mientras los recién llegados, marinos y comerciantes se mezclaban con sus lenguajes de otras regiones y música de otros ritmos. La parranda de los fines de semana, con el dinero de los jornales encendidos como antorchas al compás de la música se le conocía como Tertulias cintureras, cuya puesta en escena aún se conserva en los nuevos grupos folclóricos con pretenden no dejar morir la tradición haciendo énfasis en las cigarreras con sus hombres y que combinan la tradición del San Juan y San Pedro, las fiestas tradicionales del pueblo tolimense. Son éstas las que conservan la tradición patrimonial porque en ellas, sobre todo en El Espinal y El Guamo, se vincula toda la población se manera espontánea, equiparada a los Carnavales de Barranquilla. El sonido del tambor o la tambora, el chucho y la carrasca convocan a la comunidad. Pólvora y competencias puramente españolas como los gallos de pelea, o los colgados de las patas para que los jinetes los despescuezaran y lucían su trofeo ensangrentado. Los toldos con juegos de azar, las varas de premio y los espectáculos de magia y culebreros completaban la fiesta. Las comparsas, matachines y saltimbanquis con escenas de cada grupo daban un ambiente de magia multicolor y teatro improvisado.

Las cabañuelas que consistían predecir, con bastante anticipación, las condiciones metereológica. Las cabañuelas se refieren a la paciente y constante observación de las condiciones climáticas que se presentan en el mes de enero y en base a esos datos se hacía la correlación y finalmente la predicción climatológica de los siguientes meses del año.

La relación completa es de la siguiente manera:

 

Mes asociado

Día o parte del día del mes de enero

Enero

1

24

25 de las 0:00 a las 11:59

31 de las 0:00 a las 1:59

Febrero

2

23

25 de las 12:00 a las 23:59

31 de las 2:00 a las 3:59

Marzo

3

22

26 de las 0:00 a las 11:59

31 de las 4:00 a las 5:39

Abril

4

21

26 de las 12:00 a las 23:59

31 de las 6:00 a las 7:59

Mayo

5

20

27 de las 0:00 a las 11:59

31 de las 8:00 a las 9:59

Junio

6

19

27 de las 12:00 a las 23:59

31 de las 10:00 a las 11:59

Julio

7

18

28 de las 0:00 a las 11:59

31 de las 12:00 a las 13:59

Agosto

8

17

28 de las 12:00 a las 23:59

31 de las 14:00 a las 15:59

Septiembre

9

16

29 de las 0:00 a las 11:59

31 de las 16:00 a las 17:59

Octubre

10

15

29 de las 12:00 a las 23:59

31 de las 18:00 a las 19:59

Noviembre

11

14

30 de las 0:00 a las 11:59

31 de las 20:00 a las 21:59

Diciembre

12

13

30 de las 12:00 a las 23:59

31 de las 22:00 a las 23:59

 

Así por ejemplo el mes de mayo estaría lluvioso si llueve en alguna de las siguientes días del mes de enero:

  1. día 5

  2. día 20

  3. día 27 por la mañana

  4. día 31 entre las 8:00 y 10:00 de la mañana

Ahora esta sabiduría de los campesinos se encuentra en desuso por el llamado calentamiento global.

La llamada por el historiador Jorge Ernesto Leiva2, oriundo de Ambalema, La barca de Don Dámaso, aún se conserva. Nos dice el poeta que “a finales del siglo XIX don Dámaso Chinchilla, inició una dinastía folclórica desde su finca Santa Bárbara donde engalanaba con flores y ramas una gran barcaza hecha de vástagos de plátano. Allí metía las lechonas crepitantes, los insulsos y otros condumios para la gran comilona popular. En esa misma nao introducía a los músicos con sus instrumentos típicos, pero ante todo la gran tambora; también los polvoreros con sus cohetes y voladores. Desde allí se dejaban descolgar río Magdalena abajo. Cuando el pueblo oía el ruido de la tambora y el tronar de la cohetería murmuraba: ¡oigan la tambora de don Dámaso, ha comenzado la fiesta!, luego iban solícitos hacia el puerto de El Retiro donde había comida para todos. La voz de la tambora no era una simple convocatoria para iniciar las fiestas de San Juan y San Pedro, era una orden casi bíblica para dar comienzo a la alegría de junio. A estas fiestas se sumaban las gentes de Paquiló, Beltrán, Beltrancito y Gramalotal. Llegaban en sus canoas hasta el puerto ambalemuno a disfrutar ocho días con sus noches a partir de la voz de la ya famosa tambora. Muerto don Dámaso, ya entrado el siglo XX, continuó don Aurelio, luego don Hernando: a estos le sobreviven sus hijos Dionisios y Manuelita, quien rimpió la tradición machista de su familia y suguió con su hermano convocando al pueblo para la gran parranda”.

La fiestas del San Juan y San Pedro, la algarabía y el baile se contrapone a la que identifica con mayor peculiaridad a Ambalema y que se lleva a cabo con devoción y respeto católico, las festividades de la patrona, Santa Lucía el 13 de diciembre. Sacando la imagen de la que algunos sacerdotes llamaban “La Tuerta”. Los pobladores pasean la imagen de Santa Lucía en canoas adornadas con flores mientras en el aire se escuchan los voladores y los cohetes, los pirotécnicos y la romería que luego termina en la iglesia para la ceremonia religiosa. A Ambalema acuden peregrinos de otras poblaciones del Tolima y el país para pedir a la santa patrona les cure de los males de los ojos, les devuelva la vista. Y se escuchan muchas historias de los milagros de Santa Lucía en el momento en el que se celebra la eucaristía. La ceremonia ha sobrevivido a los cambios socio culturales y económicos de la población. Mientras se morían los campos tabacaleros y llegaron los ganaderos con su corralejas y sus ferias de la costa Atlántica, los raizales seguían paseando por el río a la Santa y pidiendo el milagro de que las compañías tabacaleras regresaran para recuperar el esplendor de otras épocas. Los jóvenes creían en las historias de padres y abuelos mientras en la abulia de las tardes, en los taburetes recostados en las paredes encaladas, les daba por referir los años del tren. Les señalaban la estación derruida para relatar las fiestas cuando las vaporosas locomotoras La Cucaracha y La Vieja llegaban vestidas para la fiesta pitando como enloquecidas por los campos sembrados de algodón, las dos rutas, la Doradafer que venía de La Dorada y la Ambafer, que venía de Ibagué. Desde las ventanas los viajeros compraban las viandas, gallina criolla sobre hojas grandes de plátano, las papas con hogo rebosante al lado de la yuca sancochada. Y las bebidas de panela y maíz cuando no la cerveza. Eran los años en los que regresó de Europa el mago Lemberth, amigo del famoso piloto Charles Limberth, al que le secuestraron al hijo y de donde salió el dicho perdurable “más perdido que el hijo de Limberth”, llegó con la vanagloria del triunfo, otros dicen que se refugiaba en su pueblo porque le falló el truco de cortar por la mitad a una mujer en el escenario y que la sangre llenó el tablado y tuvo que correr o esfumarse para embarcarse y llegar al calor que lo vio nacer y que lo vería morir. Lemberth, el más importante ilusionistas de todos los tiempos, manejando por la plaza del pueblo con los ojos vendados y que falleció en medio de sus trucos en el café mientras los desocupados dejaban el juego de billar para verlo evaporarse por la cortina de plástico. Aún se dice que una legión de magos y brujos de todos los rincones del mundo llegaron por su cadáver en una limosina negra tan larga como el tren y que se lo llevaron a la vista de los borrachos de esa media noche. Otros afirman que el mago los visita, que llega levitando sobre las aguas turbias del Magdalena y que a muchos les ha hecho el milagro de abandonar el pueblo para los Estados Unidos o España siempre con la ilusión del regreso con las bolsas llenas para comprar una casa a los viejos y terminar los días en un taburete arrimado a la pared o recostado en una de las mil columnas torcidas, mirando el río.

La cultura del río cuando los vapores se marchaban y el pueblo tomaba en la abulia del calor y la frescura de la brisa a la orilla la siesta tirados en los pisos de cemento o adoquín, entregaba misterios no sólo por sus leyendas de seres que viajaban por todas las aguas y regiones sino por la melancolía del silencio en espera de la comida fresca atrapada con los atarrayas tejidas por los expertos en el enmallado y las plomadas. Atarrayas y chiles lanzadas para cortar el agua en pequeños cuadros que dejan un sonido de la esperanza en estos pescadores. Todos han sido pescadores desde niños y, todos, han estado en las comilonas del viudo enterrao a la orilla del Magdalena. El mismo que a lo largo de la corriente preparan en distintas zonas del Tolima y que lo hacen característico. Con el gris y rey del Magdalena, el capaz, con plátano veguero, yuca chirosa y hierbas se cocina con el fuego encima, en tiempos de subienda.

De este plato quedan, como aporte nacional e internacional de la gastronomía colombiano y, especialmente tolimense, la receta.

 

Preparación de la receta de viudo de pescado

En una olla de barro, si es posible, verter el agua y ponerla a hervir junto a la cebolla, el ajo, el pimiento, cilantro, un poco de sal, una pizca de pimienta y comino.

Agregar los plátanos cortados, esperar 10 minutos e incorporar las papas, la yuca, la arracacha y la calabaza. Añadir luego, los capaces y cocinar a fuego medio durante 20 minutos con la olla tapada. Apartar.

Hogao: Se sofríen los tomates y las cebollas en el aceite, revolviendo hasta lograr una salsa suave. Se le agrega un poco de sal y pimienta.

Sacar el pescado, colar el resto de ingredientes. Colocar sobre un plato el pescado junto a la verdura picada y encima, verteremos el hogao. El caldo colado, se servirá aparte rociado con el cilantro y algo de cebolla picada.

También en la zona de Ambalema se prepara la lechona, otro aporte a la culinaria tolimense.

Otro plato de todo el Tolima, La Lechona.

Ingredientes:

1 lechona o cochinillo

Sal, achiote y pimentón

Arvejas

Arroz cocido con cebolla picada y condimentos al gusto (la cantidad de arroz será la proporcional al peso de la lechona)

Jugo de naranjas agrias o limones

Hojas de plátano para cubrir la lechona (o papel de aluminio si es en horno eléctrico)

Maíz

Astillas de canela

Canela en polvo

Hojas de plátano para envolver

Preparación:

La lechona o cochinillo se prepara en la región de Tolima en hornos de barro tradicionales. Se limpia bien la lechona, sacándole las vísceras, que se reservan. Se sazona con sal la lechona por dentro y por fuera. Se prepara arroz blanco cocido con trocitos de cebolla y un poco de sal. Se pican las entrañas después de lavarlas muy bien, se colocan en una cazuela con un poco de achiote, arvejas, sal y agua. Se deja que cuezan hasta que estén tiernas y se mezclan con el arroz cocido. Se revuelve todo y con esto se rellena la lechona y se cose la abertura. Se rocía con abundante jugo de naranjas agrias o limones. El horno debe estar bien rojo. Las brasas se apartan dejando un espacio en el centro para colocar la lechona, que irá sobre una horqueta de madera para poder darle la vuelta y que se dore de forma uniforme. Se cubre con hojas de plátano, que se irán cambiando a medida que se vayan quemando, y cuando esté bien dorada, se tapa la puerta del horno y el “oído” (que es una abertura que tienen los hornos de barro) con barro, dejándola hasta el día siguiente.

La lechona se sirve caliente acompañada de su salsa y de insulsos.

Para realizar los insulsos, se cuece el maíz en abundante agua hasta que esté tierno. Se muele, se cuela y se echa en una paila con astillas de canela picadas y un poco de canela en polvo. 
Se pone a fuego lento, y sin dejar de dar vueltas se deja cocer hasta que se forme una masa espesa. Se toman porciones de esta masa y se envuelve cada una en hoja de plátano formando un paquete, como si fueran tamales pequeños. Se meten al horno a la vez que la lechona.


Ambalema de hoy

En los tiempos de la Guerra de Los Mil Días, los acontecimientos ocurridos en la población también pasaron al olvido en una tierra que siempre profesó las ideas liberales.

Las cifras arrojan una población de 10.952 en 1918, 8.141 en 1993 y, un informe del Dane, de 2005, estipula que son 6.990. La población indígena cubre el 0.1% y, el 2.5% de los residentes, manifiestan que son raizales, palanqueros, o de procedencia negra, mulata o afro descendiente. Lo anterior hace pensar que las tradiciones o el patrimonio inmaterial se ha perdido sobre todo porque no existe una documentación de la tradición que llamara Mircea Eliade, de boca a oreja. Las migraciones familiares, según el Dane, han sido de gran tamaño para una población que se debilita. Hacia Estados Unidos el 35.7%; Venezuela, el 35.7%; España 14.3%; Canadá el 7.1%; Costa Rica, 7.1%. La falta de posibilidades de trabajo y la muerte de los cultivos de tabaco, arroz, algodón, ajonjolí y sorgo, desplazan a los campesinos hacia la zona templada del café antes de que los cafetales entraran en crisis. La pobreza entró como la globalización. Mientras una familia transporta el agua a lomo de burro, los niños juegan maquinitas en los locales de la plaza principal, ven canales internacionales en la TV, viajan en internet y chatean con amigos invisibles más allá de esa nueva cultura inmaterial que se forma en un pueblo donde lo feudal, lo premoderno, lo moderno y lo pos moderno se mezclan en un solo parque de la comunidad

 

1 Rosselli, Humberto. Historia de la psiquiatría en Colombia. Editorial Horizonte, Tomo I. Bogotá, 1968, pp. 8.

 

2 Leiva, Jorge Ernesto. Santa Lucía de Ambalema: historia de la nostalgia. León Gráficas Ltda, Ibagué, 2005. Pp120.

 

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