MONOGRAFÍA SOBRE AMBALEMA

 

Es urgente la necesidad de contribuir a un mejor conocimiento de nuestra historia nacional partiendo del examen de las condiciones concretas de la producción en regiones o subregiones con características socio-económicas más o menos homogéneas y con desarrollos claramente definidos espacial y temporalmente.

El caso de Ambalema es particularmente representativo de la importancia de los desarrollos regionales. Centro de la actividad económica del país durante la segunda mitad del siglo XIX, desempeñó un papel fundamental en el proceso de “acumulación originaria” y marcó una pauta de desarrollo que se mantendría aún después de superado el ciclo de la llamada “economía de exportación”.

La historia del auge y decadencia de Ambalema constituye, en muchos aspectos, la síntesis de la historia del país y en todo caso un ejemplo representativo de la forma como nuestra economía se articuló al desarrollo general del capitalismo, manteniéndose a distancia de las formas asumidas por el desarrollo clásico.

 

1. INFORMACION GENERAL

Descripción Física:

El espaciogeográfico que comprende al municipio de Ambalema se encuentrasituado entre las cordilleras Central y Oriental, al norte deldepartamento del Tolima 

Límites del municipio:

Limita al Norte con el municipio de Armero – Guayabal, al Oriente con el departamento de Cundinamarca (encontrándose sobre la zona plana y hacia la margen izquierda del Río Magdalena), al occidente con el Municipio de Lérida y al Sur con el Municipio de Venadillo. Geográficamente el municipio cuenta con una situación favorable en el Valle del Magdalena, que por su clima, sus recursos hídricos, su gran valor histórico y su diversidad ecológica será un potencial turístico si se implementan políticas que desarrollan las condiciones para el usufructo de los atractivos turísticos.

Extensión total: 239 Km2

Extensión área urbana: 1.50 Km2

Extensión área rural: 238 Km2

Altitud de la cabecera municipal (metros sobre el nivel del mar): 241

Temperatura media: 26º C

Distancia de referencia: 74 Km de Ibagué


2. RESEÑA HISTÓRICA

No resulta fácil establecer la ubicación de los indígenas de Ambalema dentro de los grupos étnicos que poblaban el territorio tolimense a la llegada de los españoles. No obstante las numerosas referencias existentes en los documentos que reposan en el Archivo Nacional, según las cuales estos naturales aparecen como pertenecientes al pueblo Panche, los distintos historiadores que se han ocupado del problema plantean hipótesis no siempre coincidentes acerca de este hecho aparentemente claro. Sin embargo, y a pesar de la falta de unidad de criterio, tales estudios han logrado proporcionar una base que restringe la discusión, circunscribiéndola a dos posibilidades: Los Panches y los Pijaos, grupos probablemente pertenecientes a la gran familia lingüística Caribe o Karib.

Para dar una idea de este ordenamiento territorial, puedo citar todas las agrupaciones que se han podido encontrar en el sector dominado por los indómitos Panches. De igual forma la parte toponímica, consistente en la evaluación del nombre de un lugar, resulta reiterativo en el sufijo IMA, reflejando claro que esta nación fue dominada por gente de origen típicamente caribeño. La mayoría de los nombres a continuación presentados, coinciden inequívocamente con este examen que refuerza de alguna forma la búsqueda dentro de la zona limítrofe enmarcada anteriormente de los principales pueblos del país de los Panches: Anolaimas, Ambalemas, Anaimes, Anca-Abea-Ujiate, Anapoimas, Bledos, Bituimas Bocanemes, Bulundaimas, Combeimas, Calamoimas, Conquimas, Condimas, Conchimas, Caimas, Colimas, Calaimas, Calandaimas, Doimas, Herbes, Guacanes, Gualíes, Guataquíes, Guasquias, Chapaimas, Chapaimillos, Iqueimas, Iquimas, Lumbíes, Luchimíes, Luchutas, Lutaimas, Mátias, Manoas, Marquetones, Mátimas, Metaimas, Nataimas, Nimaimas, Nocaimas, Onimas, Ondamas, Panchiguas, Pascas, Síquimas, Sasaimas, Sutaimas, Tocaremas, Tocaimas, Taimas y Taquimas.1

La localización de Ambalema dentro de los dominios de los Pijao es poco probable. Manuel Lucena Salmoral, quien junto con Enrique Ortega Ricaurte ha producido uno de los más completos estudios sobre los Pijao dice: “Es realmente difícil fijar la localización de los Pijao, pues estos indígenas cambiaban frecuentemente sus fronteras, a causa de la guerra que les hacían los españoles.

En el caso de Ambalema, su proximidad al territorio Panche (sólo los separaba el río Magdalena), y la relativamente gran distancia que la separara de los Marquetones y los Pijao, hizo posible la presencia del Cacique de Tocaime, sin lugar a dudas uno de los más importantes de los Panche y el más poderoso en la parte sur del territorio, con puestos de avanzada en la región comprendida entre los ríos Lagunialla, al Norte, y Totare, al sur. Es la razón que explica por qué, después de fundadas las ciudades de Tocaima y Mariquita, la zona donde hoy se asienta Ambalema quedó bajo la jurisdicción de la primera, en el partido de los panches. El grupo indígena allí establecido no debió ser muy importante por la omisión que de ellos hacen los cronistas. La colonización de esta parte de la rivera occidental del Magdalena no pudo cumplirse totalmente sino a partir del momento en que la zona quedó pacificada y las poblaciones antes mencionadas definitivamente establecidas.

Uno de los cronistas que mayor esfuerzo hizo para acercarnos al hombre indígena fue Fray Pedro Simón, gran narrador no sólo para hablar de la grandeza de sus acompañantes conquistadores, sino para deslegitimar a grupos Caribes como Panches, Pantágoras y Pijaos. Poniéndolo de alguna forma, Simón era un corresponsal de guerra que no solamente interpretaba de la mejor forma los intereses del sistema eclesiástico al que pertenecía y la corona a la que servia, sino que escribía lo que en Europa estaban acostumbrados a escuchar. Por eso, su trabajo Noticias Historiales y otros por citar algunas como Elegías de Juan de Castellanos quienes defendían la llamada “guerra justa” como una salvaguardia de los llamados justos títulos y como un aterrador castigo para el pueblo que osara oponerse al vasallaje del pueblo conquistador español; deberían cuestionarse al menos cuando hacen referencia a estas gentes.

No podemos desconocer que fue una época de censura, excomunión, persecución y muerte impuesta a aquellos que se atrevieran a desafiar, criticar o trataran de cambiar ese orden. Escribir coherentemente con ese tipo de presiones es imposible. Sin embargo, no es pretexto válido y precisamente es otro argumento más para no fiarnos de todo lo que estos escritos dicen. Mencionados cronistas se afianzaron en el supuesto deber de un pueblo civilizado sobre otro que no lo era. Los Pijaos, al igual que los Panches, también sufrieron este maltrato histórico coincidencialmente por los mismos cronistas de esa época pero como los Pijaos aun no han desaparecido, el tema sigue generando obras literarias polarizadas que persisten con el señalamiento y comentarios en detrimento del indígena y como si fuera poco, sugiere la llegada de los españoles a estas tierras como hecho afortunado.

Finalmente nos deja muy preocupados que esta fijación de maltratar el aborigen y las crónicas mal intencionadas, hayan pasado de generación en generación y hoy en día se conviertan en la causa principal del problema de violencia que viven países como el nuestro. Para algunos historiadores, sociólogos y sicólogos, el comportamiento violento, la promiscuidad y la desvergüenza, una inclinación congénita al robo y a la agresión, una propensión a la ebriedad, incapacidad congénita a obrar de acuerdo con la ley y el orden, la descomposición social, la desobediencia o desacato a las leyes y otros males, tienen origen en la contribución étnica indígena. Los cronistas relataron hechos contradictorios con magistral inconciencia, y algunos historiadores actuales los trascriben sin comentarios con la mayor desaprensión. Unos relatores declaran, por ejemplo, que los indios no tienen fe, y más adelante escriben sobre rituales, costumbres religiosas y nombre de dioses. Otros nos presentan estas tribus como bárbaras y comentan después sobre su organización social, arte y métodos de cultivo. Las sociedades dominantes permiten en su interior todo tipo de aberraciones, pero esas mismas son implacables, intolerables e incisivamente críticas cuando ven hacia otras más débiles o subyugadas.2

 

2.1 CONQUISTA

Existe presencia espa ñola en la zona de Ambalema en fecha anterior a 1590. De igual manera, existe prueba documental de que para 1641 ya Tomás de Bocanegra era el encomendero del pueblo de indios de Ambalema, como lo afirma Jesús Antonio Bejarano y Orlando Pulido en sus notas sobre la Historia de Ambalema.

Sin embargo, los primeros contactos de los españoles con la región, aunque no su conquista y pacificación completa, se produjeron a principios del siglo XVI.

La conquista de los Panches empezó desde el momento mismo de la llegada de Gonzalo Jiménez de Quesada a Bogotá en abril de 1537, quien encargó a los capitanes Juan de Céspedes y San Martín llegar a Tibacuy donde se realiza el primer enfrentamiento con la tribu. Los Panches sufrieron una derrota, que aunque lejos de Ambalema, constituyó el comienzo de un proceso que habría de terminar con la pacificación completa de este pueblo guerrero.

Numerosas expediciones tocarían las riberas del Magdalena y, por supuesto, Ambalema, pero son sólo hechos circunstanciales. Sólo el descubrimiento de las minas cambió totalmente el panorama histórico tanto para los españoles como para los indígenas, pues como lo dice Victor A. Bedoya, se necesitó para su explotación, de la fundación de ciudades intermedias entre la capital y donde ellas existían.

Así, en 1544 es fundada Tocaima y de acuerdo a las formalidades exigidas, se procedió al repartimiento de los pueblos de indios entre sus vecinos, que al decir de José Manuel Groot, fueron en mayor parte “personas distinguidas y muy ricas”. Con los repartimientos de indios se iniciaba una nueva época en la que Ambalema quedaría definitivamente incorporada al dominio español, pues doblegado el cacique Guacana de Tocaima, los caciques menores se rindieron ante los españoles y sus pueblos fueron repartidos para el adoctrinamiento y tributación.

Una circunstancia que permite suponer el repartimiento de indios de Ambalema entre los primeros pobladores de Tocaima, a partir de 1544, está dada por la fijación de límites entre Ibagué y esta ciudad en 1551, en razón de un pleito iniciado por los vecinos de la ciudad fundada por Venegas y en cumplimiento de una orden de la Real Audiencia.

Sin embargo, la actividad de los españoles establecidos en Tocaima se centró en los alrededores de la ciudad y en el Valle de Melgar. Ambalema era un punto relativamente distante y más bien desvinculado de los procesos originados en la cabecera de la jurisdicción.

Así. Hacia 1550 Ambalema empezaba a quedar en el centro del área de influencia de tres ciudades: Mariquita por el norte, Ibagué por el suroeste y Tocaima por el sureste. Todo hacía pensar en un rápido desarrollo de la población. Sin embargo, sólo hasta 1600, Ambalema continuaba siendo un pueblo con poca o ninguna significación dentro del virreinato, una situación que cambiaría drásticamente con el cultivo del tabaco.

 

2.2 La fundación

No existe un criterio unificado para dilucidar la fecha de fundaci ón de Ambalema. Felipe Pérez, Joaquín Esguerra y Manuel M. Zamora, afirman que tuvo lugar en 1786, durante el gobierno del arzobispo-virrey Antonio Caballero y Góngora. Eduardo Torres y Eugenio Gómez lo ubican en 1776, pero el primero lo atribuye a Caballero y Góngora y el segundo a Manuel Antonio Flórez. Rafael Gómez Picón señala el año de 1774 y Héctor Villegas y José María Chacón la fijan en 1656. Con excepción de Villegas, cuya hipótesis es la que más se aproxima a la realidad, ninguna cita fuentes que respalden sus afirmaciones.

Nombrado oidor el 20 de enero de 1613, el doctor Lesmes de Espinosa Saravia recibió, el 12 de enero de 1617, comisión de la Real Audiencia para visitar la gobernación de Muzo y el corregimiento de Vélez. Más tarde, el 16 de noviembre de 1626, recibió nueva comisión para efectuar la visita a las jurisdicciones de Tocaima, Ibagué, Mariquita, Cartago y Anserma, hacia donde se dirigió el 27 de diciembre del mismo año.

No se sabe la fecha exacta de la llegada del doctor Lesmes de Espinosa a Tocaima. Sin embargo, el 5 de enero de 1627 aparece ya un auto fechado en esta ciudad, mediante el cual ordena reducir los indios de esta localidad así como buscar los sitios para reducirlos. De la misma manera, se sabe que en cumplimiento de dicho auto, el escríbano Rodrígo Zapata notificó a Tomás de Bocanegra, encomendero de los indios de Ambalema, el 7 de enero del mismo año.

El 10 de agosto de 1627, el doctor Lesmes de Espinosa dio comisión a Rodrigo Zapata “para que haga la lista y descripción de los indios de Tomás de Bocanegra, Francisco del Campo, Jacinto de Prado y la Corona Real y para que haga vista de ojos de los sitios de los dichos pueblos y del que fuere más a propósito para la población y reducción de estos y los demás indios que hubieren de poblar juntos”.3

Para cumplir esta comisión, Rodrigo Zapata salió de Tocaima el 11 de agosto. El 12 llegó al sitio de Ambalema de Tomas de Bocanegra y el 13 reunió a todos los indígenas y familias de la encomienda de Jacinto de Prado. Así, el 15 de agosto de 1627, luego de cumplida la comisión de Rodrigo Zapata, el doctor Lesmes de Espinosa Saravia ordenó la fundación de un poblado en el sitio de Ambalema de Tomás de Bocanegra, tal como costa en el Archivo Nacional de Colombia.

De acuerdo a los datos contenidos en los documentos citados, el antiguo nombre de la población fue Ambalema de Bocanegra y no San Juan de Lagunilla, nombre de la residencia campestre de Tomás de Bocanegra.

 

2.3 El incendio

El 17 de septiembre de 1825, la poblaci ón de Ambalema, un caserío formado por edificaciones de techo y paja y fundada en un paraje de barrancos, se incendió. Más hacia el Este, en la ribera del Magdalena, se había fabricado una nueva casa para la factoría de tabacos, de cal y canto y con techo de teja, de acuerdo con el plano elaborado por los ingenieros Falledo y Anillo y con un costo de más de cuarenta mil pesos. Ante esta situación, algunos vecinos propusieron el traslado de la población al lugar donde había sido construida la nueva factoría, aduciendo una mejor localización y un mayor contacto y vigilancia con los intereses y tabacos de la república. Esta posición no fue compartida por todos los habitantes, algunos de los cuales ya habían iniciado la reconstrucción de sus casas en el sitio antiguo, iniciándose una polémico que intentó ser resuelta por el gobernador llamado a una votación de vecinos. En esta votación 279 personas se pronunciaron en contra del traslado con tan sólo 6 votos a favor. No obstante, el Gobernador de la provincia ordenó en 1826, construir los edificios públicos en el sitio ocupado por la nueva factoría, por lo que, con el correr del tiempo, los pobladores tuvieron que trasladarse al sitio que ocupa actualmente.

A lo largo de su desarrollo, y dependiendo de transformaciones económicas y políticas, la jurisdicción de Ambalema cambió frecuentemente. La misma estuvo sujeta a la autoridad central de Tocaima. Ibagué y Mariquita, sin que podamos establecer con suficiente precisión los periodos durante los cuales perteneció a cada una de ellas. Lo mismo parece haber sucedido con Honda, aunque las relaciones politico administrativas con esta última nunca alcanzaron la magnitud que tuvieron con las mencionadas.

A su vez, la jurisdicción de Ambalema con sus localidades más próximas, tuvo cambios significativos. Desde el momento de su fundación, las localidades de Ríoseco, Colombayma, Venadillo y Guataquí fueron consideradas como sus agregados. Posteriormente, se separaron unos y se agregaron otros como ocurrió con Venadillo y Piedras, respectivamente. En 1797, por ejemplo, Pajonales fue segregado de Venadillo y agregado a Ambalema.

 

2.4 El tabaco

Los primeros conquistadores encontraron en La Espa ñola y Santo Domingo, los cultivos de tabaco, sembrados por los indígenas en forma rudimentaria. Los europeos entusiasmados con este producto y luego los negros que trabajaron como mitayos en las minas y como bogas de los ríos, solicitaron que se extendieran los cultivos ora para abrazar ese oficio ora para utilizarlo como vicio o paliativo para sus duras faenas.4

Según Aguado, los chibchas usaban pipas de arcilla y otras de piedra que utilizaban con base en el tabaco con fines ceremoniales. El mismo Aguado manifiesta después que “el tabaco es muy general en todo el reino”. En 1629 se encontraron pequeños cultivos en Barinas, Pamplona, Cumaná y Charalá. Este se despachaba para Santa Fé, Cartagena y España. Luego se extendió el cultivo hacia el Valle del Cauca, Cundinamarca y Tolima en las regiones del Guamo y Ambalema.

En sus Notas sobre la historia de Ambalema, Bejarano y Pulido afirman que “Si la producción de tabaco es tardía en el país, será establecida más tarde en la región de Ambalema. Desde comienzos del siglo XVII es posible encontrar pequeñas plantaciones de tabaco en las regiones aledañas a los ríos Lebrija y Suárez, introducidas desde Barinas (Venezuela).

Según Harrison, el cultivo del tabaco se inició en Ambalema alrededor de 1760 “por las migraciones de los cultivadores precipitadas por los excelentes rendimientos de las cosechas de las primeras plantaciones”.

En la segunda mitad del siglo XVIII, hubo una importante migración de población libre hacia el Alto Magdalena, cuyo propósito era el de ampliar el proyecto de adecuación de tierras para el cultivo de la hoja. Eran vegas cargadas de limo y masa volcánica provenientes del volcán Nevado Arenas que condicionaba esas zonas donde los ríos Opia, Sabandija, Lagunilla, Riorecio y Totare bañan las poblaciones de Honda y Ambalema en lo que se ha dado por llamar los llanos del Tolima.

Sigue, Leyva: “El hecho de encontrarse Ambalema a orillas del río Grande de la Magdalena y cercano a la población ribereña de Honda, acrecentaba el interés de la corona para desarrollar un comercio interno de este producto teniendo en cuenta las minas de Mariquita y Antioquia y los puertos del Mar Caribe donde la demanda por el producto se incrementaba cada día más”.

La amplia región del Valle del Magdalena se vinculará a la economía nacional mucho antes que las otras regiones del departamento. Su prosperidad abarcará desde mediados del siglo XVIII hasta la década del 60 del siglo XIX, con Ambalema como epicentro de la actividad productiva y Honda con la actividad comercial.

Desde 1744 el gobierno “arrendaba” el “privilegio” de comercio y compraventa de tabaco a particulares, sistema que se mantendrá vigente hasta 1778, fecha de establecimiento del monopolio. Durante todo este periodo, Ambalema fue el sitio de acopio del tabaco producido en la región y Honda el sitio de expendio.

Hacia 1781, el total de área sembrada de Tabaco en Ambalema no debió sobrepasar las 500 hectáreas lo que apenas habría permitido, como máximo, mil personas en la producción de tabaco, lo que no llegaba a ser el 20% de la población activa.

El establecimiento del monopolio del Tabaco respondió a la crisis en la economía española que luego de las reformas de Campillo y Cossio animó la actividad de las colonias en cuanto a sus empresas privadas y permitía una mayor liberalidad en el comercio entre ellas.

El historiador Jorge Ernesto Leyva afirma que el establecimiento del monopolio fue realizado por Carlos III, por Real Cédula del 25 de enero de 1776 quien ordenó monopolizar las rentas del tabaco para los virreinatos del Perú, Nueva Granada y Nueva España.

Ambalema tenía un amplio distrito adscrito a su factoría, el cual se permitía la siembra del tabaco supervisada por el Virreinato: Guayabal, Mariquita Sabandija, Lagunilla, Peladeros, Coloya, Riorecio, Venadillo, Pajonales, Piedras, Beltrán Ambalema, San Juan de la Vega, Coello, Llano Grande y Real Villa de Purificación. Más adelante, hubo restricción en el cultivo del tabaco en algunas regiones donde presuntamente se cultivaba sin el consentimiento de las autoridades.

En Ambalema fueron suprimidas algunas zonas de cultivo para tratar de conseguir mejor calidad de la hoja, pero los cosecheros protestaron.

La lucha contra el monopolio era continua. Una de las protestas más importantes se hizo en la Revolución de los Comuneros que tiene tres referencias al cultivo en sus capitulaciones.

“Los vientos de la rebelión han soplado en todas las direcciones. Las gentes del “común” del pueblo de San Bonifacio del Valle de las Lanzas de Ibagué, rompiendo en forma intempestiva el letargo que los tiene sumergidos secularmente en la mansedumbre colonial, se amotinan contra las autoridades virreinales. Las campanas de la iglesia parroquial son echadas al vuelo, convocando a todo el vecindario para que se sume a la sublevación. Adueñados de la situación, los insurgentes exigen la abolición total de todos los impuestos y contribuciones, pues de lo contrario prenderán candela al caserío. En términos modernos, los rebeldes ibaguereños toman como rehenes a sus propios míseros ranchos, para forzar una negociación, o de lo contrario les prenderán fuego. Como en otras localidades, son las gestiones oficiosas de los frailes, las que logran adormecer temporalmente el motín.

El mismo día en que estalla el alzamiento en la apartada aldea de Ibagué, al pueblo de Nemocón llega procedente de Tausa, el capitán volante de los comuneros del Socorro, José Antonio Galán. Viene seguido de 24 hombres y al punto es comisionado por Juan Francisco Berbeo para que al frente de cien rebeldes, parta de inmediato en dirección a Honda, capture al regente fugitivo, ocupe la ciudad, interrumpa la comunicación con Cartagena donde se encuentra el Virrey y se apodere de los 200 fusiles que su Excelencia envía desde allí para reforzar la defensa de Santa Fe.

Al frente de esas tropas colecticias, parte Galán a cumplir su cita con la historia. Luego de forzar varias veces los obstáculos que pretenden oponerles las milicias del Rey, debidamente reforzados con nuevos hombres que le envía Berbeo, ciento cincuenta jinetes del “Común”, cabalgan en dirección a las tierras del Tolima. Cruzan el río Grande de la Magdalena y ocupan la población de Ambalema. Intervienen allí las Rentas del Rey, y luego de otorgar recibo, reparten entre las gentes del pueblo los bienes incautados y José Antonio Galán, que de las provincias del Socorro ha salido apenas como un revoltoso más, en suelo tolimense y en medio de gentes tolimenses, decanta su vocación, y poco a poco, se va convirtiendo en un auténtico revolucionario.”5

Luego de las batallas independistas, algunos criollos atacaron el monopolio pero éste se mantuvo como una manera de aliviar las finanzas de la naciente república. Así, todos los intentos de abolición del monopolio anteriores a 1850 fracasaron, dado que hacia 1826, el tabaco representaba el 34,5% del total de ingresos del estado, aunque descendió al 25,4% en 1832.

Sin embargo, desde 1821 se inició un proceso que sin promover el cultivo, apuntaba a la entrega del mismo a los particulares. Situación que comenzó a ser más crítica en la década de 1830 cuando numerosos comerciantes presionaban al gobierno argumentando que la única manera de estimular la producción de tabaco era permitir el acceso al sector privado.

Uno de estos comerciantes era Guillermo Wills, quien como representante de una casa comercial extranjera, publicó un folleto que fue acogido con entusiasmo por parte de todos quienes intervenían en el comercio de la hoja y quienes vieron excelentes posibilidades económicas en la exportación de tabaco.

En efecto, los primeros experimentos para la exportación del tabaco se iniciaron en 1833 a través de la empresa Illingsworth Wills and Company de Londres. Se envió inicialmente tabaco ambalemuno a Londres y Hamburgo en donde fue bien acogido. Posteriormente, fueron los particulares los que continuaron con éxito las exportaciones a partir del tabaco de las factorías de Ambalema que hacia 1840 producía cerca de sesenta mil arrobas, en gran parte exportado a Londres y Bremen, ciudades con las negociaciones más relevantes de la época republicana.

Así, desde 1840, los hacendados comenzarían a ocuparse de la producción de tabaco en sus tierras y los comerciantes a buscar los medios de participar, junto al gobierno, en la comercialización externa de la hoja.

Los comerciantes descubrieron que la exportación de tabaco era una actividad rentable pero sujeta a las decisiones de la burocracia del estanco en cuanto al tabaco disponible para exportación. Desde este primer contacto con el mercado extranjero, los comerciantes iniciaron la larga campaña para conseguir el acceso libre y directo a las fuentes de tabaco, una campaña que lograría su primer triunfo con el contrato de Montoya y Sáenz en 1845 y que culminaría con la supresión definitiva del estanco en 1850.6

En 1848 se declaró libre el cultivo del tabaco a partir del 1 de enero de 1850. Curiosamente, finalizando ese año de 1848, otro poderoso incendio destruyó la parte central y comercial de la ciudad, donde se hallaban grandes almacenes con mercancías traídas del exterior. De nuevo se tuvo que reconstruir parte de la ciudad.

La gran transformación de la economía nacional, y especialmente del Tolima, con el tabaco, ha sido analizada por don Miguel Samper, en estos párrafos de arrebatado entusiasmo y de inefable alborozo: “ La extinción del monopolio del Tabaco desarrolló la productividad de los antiguos distritos de siembras, especialmente Ambalema y los adyacentes, y fue tan vigorosa y rápida acción, que en seis años se verificó una labor gigantesca equivalente por sí sola, para estas comarcas a la de los tres siglos anteriores. Los hechos que se presenciaron en esa época, tienen mucha analogía con los que produjo en California, el descubrimiento de los placeres del oro. El movimiento que se verificó en Ambalema y sus contornos fue tan rápido como vigoroso y vivificante, sin que bastara en detenerlo dos revoluciones, hasta que empezó esta lucha gigantesca de 186, que dejará en nuestra historia una huella más honda que la de todos los procedentes. Los brazos que el monopolio del Tabaco empleaba para su cultivo fueron desde luego insuficientes para la tarea de la libertad, y una gran corriente de jornaleros y trabajadores de toda clase y de toda categoría, partió de las faldas y mesas de la cordillera hacia las vegas del alto Magdalena y sus afluentes7

El auge del comercio exterior que inició en 1850 y se prolongó hasta 1875 y 1876, sin embargo, encubre un hecho importante para la historia de Ambalema: el desarrollo de las exportaciones de tabaco durante el siglo XIX no fue continuo en todas las regiones y su evolución estuvo marcado por profundas diferencias en el comportamiento regional. Así, de 1848 cuando Ambalema tenía el 60% de la producción total de tabaco del país y el 53% de las exportaciones totales, se pasó diez años más tarde al 66.5% de la producción tlta y el 61.2% de las exportaciones. Sin embargo, para 1865, la participación se redujo al 31 y 43% respectivamente. De hecho, afirma Jesús Bejarano, después de 1858, el peso de la producción de tabaco se irá desplazando a Girón y sobre todo a Carmen de Bolívar, región esta que para mediados de la década de los sesentas, participaba ya en cerca del 40% del total de la producción y casi la mitad de las exportaciones del tabaco colombiano. Hacia 1869, la poca importancia exportadora de Ambalema se refleja en el hecho de que participaba sólo en el 14.4% de las exportaciones mientras El Carmen daba cuenta del 73.5% del total.

Quizá se sobreestimó en exceso el impacto económico de este corto auge exportador. Don Miguel Samper, por ejemplo “veía en ello beneficio sin límite: la presencia de un número tan considerable de trabajadores que tenían medios y habmre atrasada, de consumir, estimuló la actividad de todos los servicios, la fecundidad de todos los capitales, la aptitud productiva de todas las tierras, no sólo en el teatro mismo de los sucesos, sino en toda la comarca que sentía el vacío dejado por la emigración y la demanda activa de todo cuanto podía satisfacer las nuevas y crecientes necesidades. Bogotá, su sabana y los demás pueblos circunvecinos sintieron pronto los efectos de este movimiento y no quedó clase social que no se aprovechara de ellos. El propietario de tierras, vio elevarse los arriendos, el capitalista no tuvo bastante dinero para colocar, el joven pisaverde halló menos escritorios y colocaciones, el artesano tuvo que calzar, vestir y operar al cosechero, enriquecido y el agricultor completar con carnes abundantes, papas, queso y legumbres, el apetito del nuevo sibarita que poco antes tenía de sobra con el plátano y el bagre”.8

William McGreevy, afirma que los precios de la tierra en la región del Magdalena se duplicaron durante el auge del tabaco, algo que no se vio en ninguna otra región del país, y que los salarios tuvieron un aumento del 400%.

Así, los cosecheros que no tuvieron mejora en sus ingresos después de 1850, vieron su auge en tierra al convertirse, ellos mismos, en terratenientes.

9La baja en el margen de los comerciantes durante la bonanza sugiere que era excesivo originalmente, y que la política de exportación del monopolio fue muy beneficiosa para los exportadores privados. Dichos exportadores compraban tabaco a unos 15 kilogramo o un poco más y lo vendían a precios muy superiores (incluso durante la depresión de precios internacionales de mediados de la década del 40). Bajo estas condiciones era de esperarse que la libertad de mercado terminara por reducir dicho margen. Loa firma Montoya y Sáenz, por ejemplo, trató de mantener su control sobre la producción de Ambalema ofreciendo a los terratenientes contratos de medianos plazo (cuatro años). Esto terminó siendo catastrófico para la firma según Safford: durante los años de bajos precios, sufrió pérdidas para poder mantener sus contratos, mientras que en años de precios altos, los terratenientes se negaron a cumplir los suyos”.

El edificio donde funcionaba la factoría que luego sería conocida como La Casa Inglesa, fue construido mediante contribuciones que voluntariamente venían entregando los cosecheros para su edificación, al parecer para evitar que la factoría fuera trasladada a Mariquita cuando los señores Armeros y Arauzazus hicieron esta solicitud. Montoya y Saenz realizaron varias reconstrucciones adaptando sus espacios para el manejo y el comercio de la hoja hacia 1845. Sin embargo, luego de la crisis, entregó la edificación a la provincia de Mariquita quien la vendió a la firma Fruhling and Goschen. Sería la Casa Inglesa el símbolo del esplendor tabacalero del puerto, hoy a punto de caerse, como parte de la memoria perdida de nuestros pueblos.

La firma Fruhling and Goschen, se trasladó durante el período de las guerras napoleónicas. Harrison anota que “muchas de las mejores tierras tabacaleras a lo largo del río Lagunilla cambiaron con la recesión de 1857 y 1858, y pasaron a manos de varias familias inglesas. El pueblo de Ambalema fue dividido en dos distritos independientes y antagónicos. El distrito llamado Ambalema fue exclusivamente un centro conservador mientras la otra mitad, conocida como Campoalegre, estuvo, de acuerdo con José María Samper, bajo el absoluto dominio de la casa inglesa.

La suerte corrida por la otra gran casa comercial, la de Powels y Wilson, fue la misma de Montoya. En 1855, Powels y Wilson fue disuelta y cada uno de los socios liquidó sus propiedades. Las causas de la quiebra de esta firma y los procedimientos seguidos en su liquidación están llenas de lagunas y al parecer son fraudulentas.

Fruhling and Goschen administró la decadencia después de 1858, sin que pudiera mejorar la calidad del tabaco de Ambalema, ya que los terratenientes no quisieron admitir ninguna forma de control o supervisión.

Justamente la decadencia se ve marcada por la disminución en la calidad de la hoja de Ambalema. Esta ese fue degenerando lentamente produciéndose en ella el “amulatamiento” y pérdida del color que originalmente tenía. Nunca se pensó en adecuar las tierras y cultivarlas debidamente. Entre tanto, los holandeses aprovechando sus colonias, iniciaron el cultivo en ellas sobresaliendo la isla de Java. La hoja de esta región les dio un gran resultado. Les era más rentable al utilizar mano de obra regalada como la de los “coolies”, esclavos camuflados de obreros propios de esa región, el cultivo se hacía en lugares adecuados y con tierras técnicamente trabajadas hasta superar al ambalemuno en precio y calidad. Ya en 1875, los compradores de Bremen, notificaron a los productores de Ambalema que “su tabaco ya no llenaba los requisitos mínimos del mercado”. De esta manera, el precio del tabaco cayó estrepitosamente, las exportaciones se fueron reduciendo y el esplendor de aquella Ambalema de carnaval se fue apagando.

 

Ambalema: centro masónico

En 1858 se fundó en Ambalema la Logia Masónica bajo el nombre de La luz del Tolima, con hombres eminentes que vivían bajo su jurisdicción. Más adelante, Tomás Cipriano de Mosquera, masón grado 33, fundó en 1862 el Consejo superior de la orden redentora y gloriosa de Colombia. Esta sociedad tenía como propósito principal, iniciar desde Ambalema un estrecho vínculo entre los países otrora comprendidos dentro de la Gran Colombia, como un homenaje al libertador en razón de su gran sueño. Así, Ambalema fue erigida como la segunda ciudad masónica del país.

 

Los novecientos

La guerra de los mil días inició en el país. En 1899, fue leído con redobles de tambor en Ambalema, el decreto del Ejecutivo declarando turbado el orden público en todo el territorio nacional.

Una vez perdida la batalla de Tibacuy, el general liberal Aristóbulo Ibañez emprende hacia el Tolima. El primero en entrar al puerto tabacalero fue el coronel Olmos que comandaba una guerrilla de descamisados mal armados, desplazados luego por el ejército del gobierno a punta de metralla para atemorizar a los ciudadanos en su mayoría adictos a la revolución. Luego llegó el general Marín. Frente a Ambalema, el frío ofrece un ancho cauce y sus aguas parecen reposadas invitando a la contemplación o a la guerra, como afirma el historiador Jorge Ernesto Leyva. Justamente allí se libró, iniciándose el año de 1900, un aguerra fluvial inédita en las guerras civiles del siglo XIX. El vapor Venezuela, que había sido obsequiado por el dictador venezolano Juan Vicente Gómez, pero tomado en un audaz asalto por el coronel Jesús Blanco, cerca de Honda, y el vapor Tovar, equipado por el gobierno con el batallón Palacé. El barco era conducido por el capitán Henessy, con Blas Fernández como ingeniero (curiosamente, ambos liberales). En la desembocadura del Ríorecio con el Magdalena, en pleno Ambalema, dichos barcos iniciaron un cruento enfrentamiento que conmovió a la población.

“Cuando los buques llegaron frente al puerto y comenzaron a cañonearse, todos los habitantes de las casas se tendieron en el suelo o se escondieron a la sombra de algo para no ser alcanzados por las balas. Como los barcos tenían banderas, el uno azul y el otro rojo, se sabía cuando pasaba cada uno”10. El combate duró hasta las nueve de la noche., Fueron más los muertos del gobierno, entre ellos, el capitán Henessy. Una vez tomada la ciudad por el gobierno fue enterrado en una de sus calles que comenzó a llamarse La calle de los muertos pues fueron muchos los enterrados en este mismo lugar.

Ambalema tuvo que ser testigo del episodio triste y desolador, para un pueblo que ha permanecido siempre bajo las banderas liberales. Allí se llevó a cabo la capitulación de los ejércitos del norte del Tolima dirigidos por el general Ramón Marín (el negro Marín) y los otros generales Max Carriazo, Segundo Santofimio, Cristino Parra, Sandalio Delgado y los coroneles Manuel y Víctor Urueña, Jorge N Soto y Reinaldo Neira, que rindieron sus armas ante el general gobiernista Pompilio Gutiérrez.

Cuentan que los ambalemunos lloraron durante días este episodio relatado como tragedia. Después vino la resignación, las parrandas y los copleros:

Ambalema, los bailes de primera

Cigarreras algunas de botín

Y las juanas de su tropa compañeras

Se lamentan la entrega de Marín”.

 

El ferrocarril

Durante la segunda administración de Murillo Toro, se continuó con la construcción de los ferrocarriles. El primer contrato lo celebró la nación con Nicolás Pereira Gamba para el ferrocarril de La Dorada y un puente en Honda sobre el Magdalena, pero tanto Pereira y un concesionario de apellido Módica, incumplieron el contrato pasando luego a manos de Francisco Jiménez de Cisneros, ingeniero Cubano que venía de construir el ferrocarril de Medellín al Magdalena. Este cubano construyó la primera línea entre Caracolí y Honda en 1881. Para 1894, estaba construido el ferrocarril que iba del puerto de Arrancaplumas a un punto llamado Yeguas. En 1893 se inició la prolongación hasta Girardot, pero por causa de la guerra, en el 95 se suspendieron las obras. Ya en 1907 y gracias a un contrato con la firma inglesa S. Pearson / Son y cedido luego a The Dorada Railway Etension Company Limited que continuó la obra hasta Ambalema. Realmente el tren llegaba hasta Beltrancito, a cinco kilómetros de Ambalema, lugar apropiado también para la llegada de los vapores sin contratiempo por razón de la profundidad del puerto.

Así, afirma Leyva, “Beltrancito tuvo una importancia comercial de grandes proporciones por razón de las dos vías fluvial y ferroviaria, pero más adelante, hasta determinada época, cuando la navegación comenzó a decaer, la estación del ferrocarril fue trasladada a Ambalema, con nuevas instalaciones en el mismo lugar donde hoy se encuentra en estado de deterioro.

 

El renacimiento

Sería la firma Fruhling and Goschen, o mejor, uno de sus descendientes, la encargada de manejar El Santuario, la única hacienda productora de tabaco hacia 1890, El edificio o la Casa Inglesa y fundó en 1905, la fábrica de cigarros La Patria. En efecto W. Vaughn, dueño de la hacienda, fue pariente político de Goschen y llegó a Colombia como empleado de Fruhling and Goschen para ser luego subgerente de la firma.

Germán Santamaría afirma que “La Patria dio empleo a centenares de mujeres, compró tabaco a miles de cosecheros, construyó un puerto e implantó en el pueblo una prosperidad carnavalesca que duró cerca de 35 años”. La Patria logró producir tabacos de calidad y fue reconocida nacional e internacionalmente gracias a sus exportaciones a Inglaterra, Alemania y Chile, entre otros. Empacados en lujosas cajas de pino importadas por Mr Vaughn de Alemania, tabacos finos como las Brevas, Presidentes, Príncipes, Duquesas y tabacos de inferior calidad como los Corrientes, Puros y Provechosos, eran enviados desde “Las vegas del Lagunilla” a los más sofisticados mercados europeos donde se cotizaban a los mejores precios.

Pero La Patria, no era la única fábrica de Ambalema. También estaban La habanera, de Luís Blanco y Manuel Rodríguez La pinzón, de Carlos Pïnzón La tolimense y otras fábricas menores como las de Carlos Guarnizo, Gilberto Torrente y Amalia Rodríguez.

Sin embargo, esta prosperidad fue tan pasajera como la de la segunda mitad del siglo XIX. Los cultivos fueron suspendidos causando la ruina de miles de trabajadores.

Con el incendio de La patria ocurrido a la media noche del 18 de agosto de 1928, en circunstancias que los ambalemunos todavía no entienden, se cancelaba definitivamente le ciclo de la prosperidad del tabaco iniciado en los primeros años del siglo XVIII.

 

Mitad del siglo XX

Sigue Germán Santamaría: “Vino entonces más intenso que nunca el sopor y el abandono, hasta cuando en los últimos años de la década del treinta, buldóceres y volquetas derribaron ranchos, arrasaron sementeras y dejaron indigencia. Atrás, queda limpia de aparceros, Pajonales, una de las haciendas más productivas del Tolima y de Colombia. Nació a la vez, otra expectativa para el pueblo, la tensión ante la inminente prosperidad, la emoción ante el regreso del derroche del dinero en las calles atestadas de comerciantes. Con ferrocarril propio, con hospital particular, con oficina de telecomunicaciones, surgió en el llano un pueblo nuevo, rodeado por más de dos mil hectáreas cultivadas en caña de azúcar. Tres mil cañeros, entre nativos de Ambalema, vallunos y caucanos y cundinamarqueses, y de todo el país, regresaron bulliciosos. El humo de los hornos se elevó en el cielo de la llanura y en el pueblo volvió a hablarse de negocios”.

En efecto, el 1 de julio de 1940, mediante escritura 1697 de la notaría primera de Bogotá, se constituyó el Ingenio Central del Tolima S.A. por Harold Eder, en representación de Manuelita S.A, Jorge Arturo Andrade, como apoderado de la Colombia Sugar Company o Ingenio Sincerin y Roberto Wills, Eduardo Wills y Juan Uribe Holguín, en sus propios nombres. Cuando Roberto Wills, traspasó sus acciones al ingenio Manuelita, entró como miembro de la junta directiva el doctor Alfonso López Michelsen, a la postre, presidente de la república.

El 16 de diciembre de 1943 se inauguró el ingenio. Fueron traídos del Cauca y Valle del Cauca, trabajadores expertos en la zafra como también técnicos cubanos como Rafael Rudd.

Por las instalaciones del nuevo complejo agrícola e industrial se extendía la línea del ferrocarril que tenía en Pajonales la estación Tautao, antinugo nombre indígena de la hacienda. Una tarde calurosa pasó el tren y la chispa de la locomotora incendió 500 hectáreas de caña.

Eder no sólo entró al negocio del Ingenio Central, sino que compró así mismo la hacienda El Triunfo. De esta manera, el industrial vallecaucano inició una nueva etapa prometederoa que apuntaba hacia un nuevo florecimiento de una industria distinta al tabaco. En El Triunfo, Eder construyó un ingenio panelero. Se iniciaron las obras de adecuación de tierras y un sistema de riego para el cultivo, obra de Espíritu Santo Potes, quien utilizó el agua de los ríos Venadillo y Riorecio no sólo para el riego sino también para llenar la laguna artificial La Violanta inaugurada en 1941 con una extensión de 41 hectáreas, que revolucionaron la ingeniería colombiana y merecieron el premio nacional de esa especialidad.

Sin embargo, la huelga desatada en 1959 por los trabajadores, el incremento de la producción de azúcar en el Valle del Cauca y la modernización del transporte en este departamento a otros lugares de consumo y hasta la terquedad del Alcalde de Ambalema, Senén Aponte de no permitir la construcción del tren cañero desde el Triunfo hasta Pajonales, dieron argumentos al señor Eder para desmontar definitivamente el Ingenio Central de Pajonales en 1961, cuando se molió la última caña.

Como expone el periodista Germán Santamaría “…el ingenio de Pajonales no alcanzó a cumplir los 21 años. Entre los rumores de su liquidación y cuando los cañeros requerían mejores condiciones de trabajo con una huelga, se desmontaron los trapiches, se apagaron calderas y hornos y murió la última edad dorada de Ambalema.”

Desde los setenta, entraron ganaderos a Ambalema en un auge que duró mucho menos que los anteriores debido al valor nutricional de la tierra para otro tipo de usos como el cultivo del arroz, tabaco, añil, ajonjolí, algodón y sorgo.

 

Monumento Nacional

Santa Lucía de Ambalema es declarado Monumento Nacional mediante decreto No. 776 de 1980 del Ministerio de Educación Nacional, para calificar su exótica y singular conformación urbana, caracterizada por la expresión externa de sus viviendas. “Corredores abiertos, cubiertos por aleros de teja de barro sostenidos por columnas de madera sin aserrar, ofrecen debida protección a los rayos del sol y garantizan la unidad arquitectónica de toda la población”11.

La construcción más importante es la famosa Casa Inglesa, testimonio de sus mejores épocas, cuando la bonanza producida por el cultivo, procesamiento y exportación del tabaco, la convirtieron en una de las poblaciones más prósperas del siglo XIX.

Ante la descripción hecha por el talento de Germán Santamaría, sobran mayores comentarios: “La presencia de alemanes, ingleses, italianos y españoles, sobre todo, marcó para siempre su perfil urbano, la teja de barro sobre blancas paredes, con ventanas de barrotes torneados y macetas florecidas en sus bordillos, repiten su herencia andaluza [...]. Estas hermosas construcciones, conservan el sabor de una época y se mantienen en pié como un viejo ejército curtido en muchas batallas.”

 

Cultura y folclor

El folclor en Ambalema se ha desarrollado no sólo en los tiempos de bonanza sino también en los tiempos de guerra.

Durante el esplendor tabacalero, existía el cuarteo de Primitivo Aranda, Aurelio Calderón, Francisco Ruíz y Ramón Díaz que interpretaban pasillos, danzas, bambucos fiesteros, convirtiendo el puerto en un carnaval de nunca acabar.

Durante mucho tiempo, el puerto fue centro multicultural por la influencia de otras corrientes extranjeras y nacionales. De esta manera se fue enriqueciendo por los vaivenes e importancia de su producto principal que atrajo a hombres y culturas. La danza tenía una coreografía de mucha plasticidad basada en el ambiente bucólico de la región y concierta influencia española. Las comparsas, matachines y saltimbanquis, eran producto del ingenio e inspiración de folcloristas espontáneos.

Sin embargo, es el río Magdalena el eje fundamental de la imaginería popular. “Su magia cósmica inspiró la fantasía de las gentes ribereñas, crearon dioses rústicos y figuras fantasmales en el ámbito de las labores y acontecimientos cotidianos. La mitología criolla emergió de las aguas, los mohanes se enamoraron de las bellas lavanderas, mujeres que extendían los trapos multicolores sobre las piedras aceitosas, eran visitadas por estos seres acuáticos, comedores de pescado crudo, cristos rústicos con barbas mojadas por el río”12

 

Santa Lucía

El día de la patrona de Ambalema es el 13 de diciembre, cuando sacaban a la Santa, “La Tuerta”, como la llamaba el padre Palacios. La fiesta comenzaba la víspera con explosiones de júbilo y cohetería.

A las fiestas llegaban peregrinos de todo el país; ellos siempre esperaban de Santa Lucía un milagro para curar la ceguera, o para hacer desaparecer de sus ojos otros problemas. Entraban de rodillas a la vieja iglesia con las velas encendidas que apretaban con sus manos o se bañaban el rostro con el agua bendita que según presuntos curanderos, eran lágrimas de la santa que todo lo curaba.

La fiesta no terminaba porque los fuegos artificiales, los matachines, las mistelas, las colaciones y los dulces de navidad que preparaban las “comadres” continuaban con los diciembres fiesteros enriquecidos con los trenes cargados de turistas.

La señora Cristina de Rojas, secundada por el folclorista Juan Cortés han venido trabajando sobre las danzas y leyendas antiguas, tratando de conservar muchas de las riquezas folclóricas de Ambalema. Doña Cristina, antigua bibliotecaria de la Casa de la Cultura ha venido convocando durante 25 años a los jóvenes ambalemunos para adiestrarlos en las danzas vernáculas tales como la Danza de los leones, moros y cristianos, las tabaqueras y las Danzas del Tabaco que recorren las tradiciones y oficios del producto que más ha identificado a este puerto sobre el Magdalena.

Sin duda, uno de los mayores exponentes de la cultura de Ambalema es Nicanor Velásquez Ortíz. Este escritor y compositor ambelemuno, nació en 1890 y murió en 1965 en Ibagué. Publicó Río y Pampa, cuadros de costumbres tolimenses en 1964 y Cien canciones de amor y una de olvido, EN 1977. Colaboró durante varios años en diversos periódicos en su condición de columnista y ocupó cargos de importancia en el gobierno del Tolima. Se destacó igualmente como compositor y es autor de la letra del Bunde Tolimense.

 

Epílogo

“Hoy solo quedan silencios y caminos solitarios, recuerdos precarios. No existe en la ciudad ninguna placa que diga: por aquí pasó la historia. Todo es soledad y el viento arrastra los últimos vestigios y la muerte del último hombre”13 La historia de Ambalema está marcada por un sino trágico. Del tabaco al azúcar, de la ganadería al turismo, los intentos por devolver la gloria a este hermoso pueblo, fueron cortados ya sea por la violencia o por la mala suerte. Sin embargo, esos esfuerzos jamás serán vanos si logramos volver los ojos sobre el municipio y entregarle una nueva esperanza.

1 PARDO, Carlos Orlando. MANUAL DE HISTORIA DEL TOLIMA. Angel Martínez. Los inconquistables Panches. Pijao Editores, 2007.

2 PARDO CARLOS ORLANDO, MARTINEZ Ángel. Op Cit. 2007

3 ANC Visitas de Cundinamarca

4 LEYVA SAMPER, Jorge Ernesto. Santa Lucía de Ambalema: Historia de la nostalgia. 2005

5 PARDO RODRIGUEZ, CARLOS. Manual de historia del Tolima.

6 BEJARANO, Jesús Antonio y PULIDO , Orlando. Notas sobre la historia de Ambalema. Gobernación del Tolima 1982

7 NEIRA Hugo. Manual de Historia del Tolima. La agricultura en el Tolima. Pijao Editores 2007

8 Miguel Samper, citado en Fernando Martínez “El poder político en Colombia”. Punta de lanza 1979. Bogotá.

9 OCAMPO, José Antonio. El Tabaco.

10 La guerra civil en el Tolima. Biblioteca Nacional. Recopilación El comercio de Bogotá

11 MARTINEZ SILVA; Carlos. Manual de Historia del Tolima. PIjao Editores 2007

12 LEYVA SAMPER, Jorge Ernesto. Santa Lucía de Ambalema. Historia de la nostalgia.

13 LEYVA SAMPER, Jorge Ernesto. Op Cit pag 139

SANTAMARIA GERMÁN. Ambalema, la grandeza que el tiempo se llevó.

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