FRANCISCO ALARCÓN

Aunque su cuerpo menudo no llegó a medir más de uno con cincuenta, Francisco Alarcón Ayala, “Pachito”, como fue conocido por amigos y habitantes del norte del Tolima, se constituyó en un gigante de la música instrumental no sólo por sus composiciones sino por el dinamismo e impulso que dio a las bandas estudiantiles, orquestas y demás grupos que tuvieron en su magisterio la posibilidad de cultivar el folclor.

Francisco Alarcón nació en el Líbano el 17 de septiembre de 1899 y cuentan que desde muy niño era aficionado a la música, hasta el punto de haber confeccionado pequeños instrumentos con los más disímiles objetos, a los que arrancaba las vibraciones que se acunaron en sus oídos para convertirse, con el tiempo, en la melodías cadenciosas que interpretó durante muchos años. De Pachito se decía que aprendió primero las notas musicales que las letras del alfabeto.

La banda municipal del Líbano a comienzos del siglo XX siempre tuvo un espectador silencioso que no se perdía los movimientos de los dedos sobre las llaves de los bombardinos o saxofones. El director de la banda, asombrado de la persistencia con que el niño asistía a las retretas, lo interrogó sobre el por qué de ello y él simplemente respondió: “Yo sólo quiero ser como ustedes”. Días después hacía parte de la agrupación interpretando la flauta y en pocos años llegaría a ser su director.

A los quince años fundó el quinteto Rossini, como homenaje al compositor italiano de las óperas El barbero de Sevilla, Otelo y Guillermo Tell. Su refinado gusto por la música clásica lo llevó a montar la obra El coro de los martirios de Giusseppi Verdi acompañado de tiple, lo cual fue calificado como insólito y audaz. Además de los intentos de atemperar la ópera en nuestro medio, estudió a conciencia compositores como Beethoven, Schubert y al colombiano Luis A. Calvo.

Se caracterizó Pachito Alarcón por ser organizado y exigente. Aunque no siguió estudios académicos regulares, sí se dedicó a estudiar solfeo por su cuenta hasta lograr cierta destreza, la misma que le permitía escuchar por una sola vez una melodía y poderla transcribir al pentagrama sin equivocaciones.

Los primeros veinte años de su vida transcurrieron en su pueblo natal, en medio de los ajetreos que le proporcionaba ser intérprete reconocido, pero su afán de ampliar horizontes lo llevó a instalarse desde el año 1933 en Armero, desde donde inició su proyección a las poblaciones cercanas. Fundó las bandas de Lérida y Junín. Posteriormente, ante la desaparición de la banda de Armero, fundó y dirigió la banda popular de esa población, la cual contaba con catorce integrantes.

Como la mayoría de nuestros músicos, Pachito Alarcón tenía el espíritu del maestro y sin ningún egoísmo se dedicó a enseñar a quien asistía a su casa. Con los alumnos más adelantados fue conformando distintas agrupaciones, las cuales dirigía y además instrumentaba como primera flauta. La cronología de los conjuntos formados en Armero se inicia en el año de 1945 con el Sexteto Apolo y se prolonga hasta 1949 con la orquesta Alma del Tolima. En la década de los cincuenta crea la orquesta Águilas del Norte, de la que se retira en 1957.

Luego de una prolongada pausa en la que reflexiona sobre su labor artística, se siente de nuevo tentado a organizar otro grupo y funda Lluvia de recuerdos, una estudiantina integrada por el propio maestro Alarcón como primera flauta, Pompilio Tafur, segunda flauta, Alejandro Rondón, tiple, Alberto Cuartas, tiple, Augusto Leyva a la guitarra y Anita Tafur al piano.

Pachito Alarcón se caracterizó siempre por la disciplina y la seriedad que impartía a quienes conformaban sus grupos. Los hacía estudiar y no dejaba nada al azar. Únicamente se presentaba luego de haber ensayado lo suficiente y de tener la certeza de que todo estaba bien preparado. De esa última temporada, pocos años antes de su muerte, uno de sus alumnos evoca los homenajes que se le rindieron, especialmente la Medalla Eduardo Collazos que le fue otorgada en Alvarado en 1979.

En su humilde vivienda de Armero tenía su academia de música. El último trío que asesoró fue Nuevo Horizonte, integrado por Juan Pablo Hernández, Augusto Leyva y Fernando González, quienes se han encargado de difundir el nombre de su maestro como una de las verdaderas glorias de nuestra música tradicional.

Muchas fueron las composiciones que dejó dispersas y arreglos suyos hacen parte del repertorio de bandas municipales, lo mismo que piezas instrumentales. Lluvia de recuerdos, pasodoble que dio nombre a una de sus estudiantinas, fue su mayor éxito en la década de los setenta; Lisolfan, una guabina de gran lirismo, muestra el carácter de tres amigas; el pasillo Nuevo horizonte también tuvo gran acogida, lo mismo que el pasillo De mis flores.

La música de Pachito Alarcón es, según su alumno Juan Pablo Hernández, muy lírica, humana e íntima. Pero el mismo Hernández reconoce que la tarea emprendida por Pachito y por muchos otros, cuenta hoy más que nunca con enemigos de distinto tipo, pues la comercialización de las interpretaciones tiene relegada la música andina.

A pesar de las adversidades y la dura lucha económica que debió librar, su alegría y entusiasmo le permitieron encarar distintas situaciones. Al final de sus años vio quebrantada su salud y, salvo esporádicos homenajes, no recibió la colaboración que requería y vino a morir pobremente el 29 de diciembre de 1983 en la ciudad que lo había adoptado como uno de sus hijos ilustres: Armero.