EL SUICIDIO DE LA ROSA
Y la rosa se abrió. Céfiro blando
sus pétalos rozó con tal dulzura
que en un desmayamiento de ternura
sobre un rayo de sol se fue doblando.
Y Cupido pasó. La fue besando,
y a la osadía esquivando su hermosura,
se estremeció en un rictus de amargura,
y puñales de luz se fue clavando.
En el lecho cayó de una fontana
que sus carnes con ansias de gitana
robó y furtiva se alejó con ellas.
Nadie supo el suicidio de la rosa,
sino cuando en la noche silenciosa
temblorosas lloraban las estrellas.