MIGUEL ABADÍA MÉNDEZ

 

No existe un tolimense que se haya paseado durante 35 años continuos por casi todos los ministerios, la magistratura, las Consejerías de Estado, la cátedra y el Parlamento como Miguel Abadía Méndez. El voto unánime del conservatismo durante las elecciones de 1926, en las cuales no se presentó otro candidato de ningún partido, lo llevó a la Presidencia de Colombia para suceder al general Pedro Nel Ospina en el período comprendido entre ese año y 1930. Una atmósfera de oposición rodeó su mandato desde cuando conformó un gabinete exclusivamente con gentes de su fracción polí-t ica ante la negativa de los liberales para ingresar al gobierno.

Uno de los primeros actos de su administración fue elevar al rango de embajada la representación colombiana ante el Vaticano y obtuvo la ratificación, por parte del Congreso del Perú, en 1927, del tratado de límites firmado cinco años antes, a más que logró se colocaran los hitos de la frontera estipulada. También pudo zanjar, por otro tratado en 1928, las diferencias territoriales con Nicaragua y se llegó a un statu quo con los Estados Unidos sobre el archipiélago de San Andrés, al tiempo que, con el Brasil, mediante tratado de 1928, definió la parte de la frontera situada al mediodía del Caquetá. A pesar de no tener grata recordación por aplicar en forma desmesurada la fuerza frente a las protestas democráticas de obreros y estudiantes, Jas obras públicas, particularmente las vías, fueron impulsadas por su administración, consiguiendo empréstitos por sesenta millones de dólares con los Estados Unidos, sin incluir algunos para los departamentos y municipios.

Durante su gobierno se contrató y construyó el nuevo malecón de Buenaventura que dio a este puerto rango de primera categoría entre los del Pacífico en Latinoamérica, se dragó la bahía de Cartagena, se adelantaron los trabajos de varios ferrocarriles, entre ellos el de Tolima-Huila que llegó a Villavieja y el de Nariño que alcanzó hasta El Diviso, así como creció considerablemente la red de carreteras, dándose al servicio la de Ibagué-Armenia y puentes como el ferroviario sobre el río Magdalena en Girardot y el internacional de Táchira. Igualmente emprendió el levantamiento de edificios nacionales.

En medio de una alarmante crisis económica y una notoria agitación social, vale citar que en lo relativo a la denominada paz ciudadana enfrentó problemas de orden público con represión violenta, la que arrojó un saldo de muerte y que hoy conforma un capítulo triste de nuestra historia, tales los casos de los obreros de Barrancabermeja, de la zona bananera en Ciénaga y la muerte de un estudiante frente a Palacio por un abaleo de las fuerzas del gobierno. Tales incidentes minaron el prestigio de su administración y provocaron la caída de dos ministros y un gobernador.

El movimiento obrero, a comienzos de 1927, se reveló en forma valiente y beligerante no sólo en Barrancabermeja contra la Tropical Oil Company sino en varios puertos del río Magdalena: Ambalema, Beltrán, Girardot y La Dorada. En noviembre de 1928, agitados por Raúl Eduardo Mahecha, legendario dirigente oriundo del Guamo, Tolima, y María Cano, entre otros, cerca de 25 mil obreros al servicio de la United FruitCompany solicitaron aumento de salarios y mejoramiento de los contratos sobre seguros. Desarmar una escolta del ejército, impedir el libre tránsito por la vía férrea, destruir parte del banano listo para exportación, fueron algunas de las acciones que determinaron la matanza de Ciénaga pero que a la postre significaron la gran bandera para que empezara a organizarse la clase trabajadora colombiana.

Su gobierno impulsó la aviación fundando, en lo relativo al Tolima, por ejemplo, el aeropuerto de Mariquita. En materia de vías construyó la carretera Armenia -Ibagué y Cambao - Bogotá. Consolidó trabajos en puentes y caminos, entre otros el montaje del primer puente sobre el río Magdalena, en Girardot, la continuación del ferrocarril Tolima-Huila- Caquetá, el puente sobre el río Saldaña y, de otra parte, aumentó y mejoró la red telegráfica. Estableció el servicio telefónico a larga distancia, directo con Bogotá desde Ibagué y el telégrafo sin hilos. Es preciso destacar, además, la fundación de las primeras tres radiodifusoras.

Miguel Abadía Méndez nació en La Vega de los Padres, del municipio de Coello, Tolima, el 5 de junio de 1867 y fue bautizado en el municipio de Ricaurte, Cundinamarca. Sus primeras letras las cursó en Cartago, lugar donde sus padres fijaron residencia. Más tarde fue enviado a Bogotá para continuar sus estudios en el colegio del Espíritu Santo y de allí pasó a la Universidad Católica. Por último, se instala en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario donde cursa Jurisprudencia y Ciencias Políticas, hasta doctorarse en el año de 1888. Al misino tiempo que adelanta sus estudios en los planteles citados, dicta clases sobre literatura, latín, geografía e historia antigua.

Al salir del Rosario desempeñó el cargo de Fiscal de Circuito y luego fue diputado a la Asamblea del Cauca. A su regreso, fue nombrado en Bogotá Fiscal del Tribunal y elegido Representante a la Cámara como primer suplente. Doctorado en derecho, durante más de 20 años, casi sin interrupciones, ejerce con notable éxito el magisterio de esta ciencia, al regentar las cátedras de derecho constitucional, economía política y filosofía del derecho en la Universidad Nacional y de derecho internacional público y constitucional en el Rosario. En 1894 es Secretario de Hacienda en el departamento de Cundinamarca y encargado de la Secretaría de Gobierno.

En 1895, a los 28 años de edad, desempeña el cargo de Ministro del Tesoro en la administración de Miguel Antonio Caro. Fue nombrado Ministro de Instrucción Pública el primero de agosto de 1900, encargado del Ministerio de Relaciones Exteriores el 23 de diciembre de 1901; Ministro Plenipotenciario y Enviado Extraordinario de Colombia a Chile, en 1902; Ministro de Gobierno el 11 de diciembre de 1909; miembro del Gran Consejo Electoral el 29 de diciembre de 1910; Magistrado del Tribunal Supremo de lo Contencioso Administrativo en los primeros meses de 1914; Ministro de Gobierno desde el 8 de agosto de 1914 hasta 1918; Ministro de Instrucción Pública en mayo 16 de 1919; Consejero de Estado el 5 de octubre de 1921; Ministro de Gobierno desde el 4 de enero de 1924 hasta el 23 de julio de 1925, en dos ocasiones (administraciones González Valencia y Concha) le fue conferida Delegación de las Facultades Presidenciales. En el año 1920 fue nombrado, el 4 de febrero, miembro de la Consiliatura del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, Asumió el cargo de Presidente de ía República en eí año de 1926 y desempeñó la primera magistratura hasta el 7 de agosto de 1930.

Deben destacarse, además, algunas publicaciones suyas como la colección de artículos necrológicos relativos al doctor Josué Gómez, titulada Eí amigo benemérito, en 1907; su entonces famoso Compendio de geografía universal para uso de escuelas y colegios, basado en el texto de don Carlos Martínez Silva; el Compendio de historia moderna y sus Conferencias de derecho constitucional, dictadas en la Universidad Nacional y el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario durante muchos años, incluyendo los de su mandato presidencial.

Es importante citar, dentro de su producción intelectual, las Conferencias de economía política, Después de Nona, continuación de -Rayo de luz, junto a otras piezas como su discurso al recibirse como individuo de número de la Academia de la Lengua en la sesión del 6 de agosto de 1919, en el cuarto centenario de Bogotá, amén de sus Memorias como Ministro en los despachos descritos, agregando finalmente sus libros Nociones de prosodia latina, 1904, La pronunciación clásica del latín y Escenas evangélicas, en 1907.

Su austero legalismo, que dio ejemplo de rectitud tras la caída del partido conservador para entregárselo a Olaya Herrera, dejó siempre la imagen de un hombre sin buena fortuna frente al orden público pero el de un ciudadano de reconocido talento y severas disciplinas jurídicas y humanísticas. De él dijo Marco Fidel Suárez: "Si hay un colombiano experto y adecuado para todos y cada uno de los ramos del gobierno, versado en ciencia jurídica y administrativa, de inteligencia sobresaliente, de talento sabio y sesudo, honorable, benévolo y adornado con el esmalte de las humanidades que ilustran la mente y enaltecen el corazón, es el doctor Abadía Méndez."

Abadía fue un enamorado de la docencia. Cuenta Alfonso Palacio Rudas, uno de sus alumnos en la Universidad Nacional, que cuando fue elegido presidente, por no abandonar sus clases, oficio que desempeñó casi sin interrupciones a lo largo de su existencia, citaba a su grupo de alumnos a Palacio, siendo muy estricto en sus horarios a pesar de los naturales compromisos inherentes a su cargo y que al otro día de hacer dejación del cargo, con un fólder y unos libros bajo el brazo, con su misma pasmosa disciplina, con sencillez y tranquilidad, llegó a entregar el resultado de las pruebas calificadas en detalle y, como expresando el conocido decíamos ayer, hacer la exposición planeada para el día.

Pasaron así algunos años, completamente alejado de la política. Cuando advirtió que sus fuerzas estaban terminando, se fue a su pequeña finca de Tegualda en La Unión, Cundinamarca, donde murió el 9 de mayo de 1947.



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